COGI CON UN ILEGAL NEGRO

Autor: MARGA DE ACAYUCAN | 23-Jan

Confesiones
Hola amigos de esta pagina tan cachonda. Vivo en el sur de México y aquí el problema dela migración hacia Estados Unidos es muy fuerte, y pasan a veces docenas de hombres y mujeres pidiendo ayuda de algún tipo. Soy casada con un médico, mayor que yo y un tanto conservador en cuestiones sexuales, pero en general nos llevábamos muy bien, y nuestra posición era mas o menos buena. Mi esposo, muy dedicado a lo suyo, de plano me desatendió en todo y por todo, y sinceramente buscaba yo alguna forma de distraerme para no estar peleando con el. Llegaron a donde vivimos tres ilegales, dos hombres y una mujer,y uno de los dos hombres era un negro muy guapo, de mas o menos mi edad, que me miró intensamente, y cuando se acercaron a la iglesia en donde yo iba lo hicieron para pedir ayuda. Estábamos en eso cuando llega mi esposo (el no iba a la Iglesia sino solo yo)y al oír la petición de estas personas les ofreció una casita que tenemos al lado de la nuestra. Ahí vivíamos de recién casados pero luego hicimos la nueva y esa casa quedó casi como una bodega pero está habitable.

Durmieron ahí esa noche y la siguiente, y limpiaron la casa así como el patio y fue cuando al despedirse, el negro, Sergio, dijo que estaba enfermo y que si podía quedarse unos días mas. Ademas, dijo ya no contar con dinero y que necesitaba trabajo, y para mi asombro, mi propio esposo se ofreció a conseguirle algo con un amigo, así que el otro hombre y la mujer se fueron y Sergio se quedó. Mi esposo trabajaba de guardia en Coatzacoalcos, a unos 60 km de donde vivimos y eso era dos veces a la semana y un fin de semana si y el otro no, ademas de su trabajo diario, de las 8 de la mañana hasta las cinco de la tarde, así que venia llegando a eso de las 7 de la noche, cansadisimo y sin ganas de nada, ni de cogerme, y el no se daba cuenta de mis necesidades como mujer.

Sergio salia a las 7 y regresaba a las 3 de la tarde, y ahí podía verlo, a través de mi ventana, acostado en una hamaca, limpiando el patio, cortando los arbolitos o lavando su ropa, siempre muy discreto y si me veía lo hacia de reojo, ademas de que siempre procuraba hablarme de usted. Yo le ofrecía algo de desayunar, por indicaciones de mi esposo, y aunque rara vez aceptaba, ocasionalmente los sábados si desayunaba en la casa y junto con mi marido que le hacia platica de una forma impersonal, indiferente, así como es el hasta conmigo.

Sergio era muy atractivo, u sus músculos eran fuertes a diferencia de los músculos reducidos de mi marido, y ademas, me veía con ojos de hombre, y mentalmente me hacia ciertas ilusiones sobre cómo seria su vida sexual, ya que no le conocía novia o algo así, ya que era muy reservado, y sinceramente, me preguntaba si se masturbaría, o en quien pensaría al hacerse una pajita... y me excitaba este pensamiento cada vez mas.

El caso es que una mañana, después que despedí a mi esposo, estaba haciendo mi quehacer (No tenemos servidumbre)cuando escuché ruidos en el patio. Me asomé y vi sorprendida a Sergio que estaba desramando un árbol. Lo saludé y el me dijo que su patrón, el amigo de mi esposo, le había dicho que iban a hacer un trabajo fuera de la ciudad y que por ser Sergio un ilegal prefería que no fuera, y por eso no había ido a trabajar esa mañana ni tampoco iría al día siguiente.

Le llame, y cruzó la puertecita que une el patio de ambas casas hasta entrar a mi cocina en onde le pedí se sentara y le ofrecí un café. El lo aceptó con un respetuoso:

-Si, señora... muchas gracias -que me pareció muy tierno, y pude verlo mas de cerca, con su rostro joven y simpático, su nariz recta aun cuando era negro, y su cabello rizado, ademas de unos labios gruesos que mentalmente imaginé besándome los senos, que son mi parte débil.

Platicamos un rato, me contó de su vida en Honduras, lo que hacia allá (Había sido militar)que había estado casado pero que al decidir migrar se había dejado con su esposa ya que, dijo, \"una mujer sola fácilmente engaña al marido y ni modo de evitarlo\"

-Bueno, no es tan simple... pero si, tienes razón -le dije ya tuteándolo- pero a veces el esposo es el indiferente... si el marido no se preocupa por lo que siente una mujer y no se da cuenta de sus necesidades es que una, como mujer, puede engañar al esposo -le dije, viéndolo a los ojos, y el sonrió, asintiendo con la cabeza.

-Tienes... ¡Perdón, señora! tiene usted razón... hay mujeres muy hermosas que no son cuidadas, amadas y atendidas por el esposo.

-¡No, está bien que nos tuteemos, Sergio... somos de la misma edad... y no hay porque ser tan serios pienso yo! -le dije, y continué -así que hoy y mañana no vas a ir a trabajar... vi que tenias amontonada tu ropa sucia... ¿porqué no me la traes y yo la meto en la lavadora?

-Muchas gracias... Margarita... ¡Tiene... tienes un nombre muy hermoso! -me dijo Sergio y se levantó de la mesa. Pensé que se iba a ir pero de repente se acercó a mi, y con una enorme delicadeza tocó mi mejilla... y luego pasó su mano rasposa de hombre de trabajo rudo por mi oreja y la metió entre mi cabello, y créanme que ese gesto fue para mi lo mas sexual que había vivido en toda mi vida.

Se acercó a mi y me dio un beso de lo mas rico, al que rápidamente respondí.Nuestras lenguas se entrelazaban y Sergio recorría mi cuerpo con ternura, delicadamente y sin prisas, que era lo que yo ansiaba tanto, y que mi marido jamas hacia salvo en nuestras primeras semanas de casados. Yo solo lo abrazaba pero sentía su verga parada chocando contra mi vientre. De repente, Sergio bajó sus manos y sentí como palpaba mis nalgas, jalaba mi cadera hacia su cuerpo y casi como si estuviéramos bailando, comenzamos realmente a coger... pero con la ropa puesta.

Si tu eres mujer, amigo lector,sabrás de lo que estoy hablando. Sentí rico cuando Sergio alzó mi blusa y tocó mis senos que en esa mañana llevaba sin brasier, y luego cuando empezó a bajarme el amplio pantalón tipo pijama que acostumbro llevar en casa. Mi pantaleta era una sencilla, mas bien corriente, de algodón, pero Sergio me la fue quitando como si fuera la mas fina corseteria. Quedé desnuda frente a el, y me abrazó con intensidad, e inclinándose, besó mis senos, y esos labios carnosos envolvieron mis pezones y los succionaron poniéndome a mil. Sentía que escurría de jugos mi vagina y eso que Sergio aun ni la había tocado siquiera.

El pantalón de Sergio era amplio, de esos de resorte en la cintura y fácilmente metí mi mano entre su piel y el pantalón para alcanzar su verga y, para mi sorpresa, Sergio no llevaba trusa y ya después me enteré que no acostumbraba usar ropa interior. Me encantó su olor, ese aroma a sudor fresco de hombre joven, a diferencia del sudor feo de mi esposo, y pude palpar la enormidad de esa verga desde luego mas larga, como seis cm, y mas gruesa que la de mi esposo, y comencé a apretársela al mismo ritmo que el me succionaba los pezones, y Sergio entendió esto de maravilla. Bajé su pantalón y el, con un leve movimiento, termino de sacárselo mientras yo le quitaba la camiseta por encima de su cabeza... ¡Ahí estábamos los dos, en mi cocina, totalmente desnudos!

Como algo absolutamente natura, lo tomé de la verga y caminamos hacia la sala. Nos sentamos en el sofá donde mi marido se tira a ver la televisión en vez de subir a nuestro cuarto a cogerme,y créanme que en ningún momento sentí pena con Sergio, incluso de que no me hubiera bañado siquiera, y ahí sentados nos acariciamos lentamente, como queriendo grabar el momento para siempre en nuestra mente, y recorrí cada centímetro de esa piel oscura que tanto me excitó desde que lo vi por vez primera.

El hacia lo mismo conmigo, y aunque deseaba que me tocara mi conchita, ya empapada de mis jugos, el no lo hacia, sino que recorría todo mi cuerpo, me acostaba, me besó desde los pies hasta la cabeza, se detenía en mis senos, metía su nariz en mis axilas,y poco a poco fue bajándose hasta que metió su nariz en mis ingles, provocándome mas excitación y cosquillitas, todo esto sin dejar de tocarme los senos y apretarme los pezones.

Por fin tocó con la punta de su nariz mi vagina, y su lengua se introdujo lenta, muy lentamente, en cada pliegue de mi verija, y mi clítoris estaba a reventar cuando Sergio pasó su lengua por encima y muy suavemente empezó a estimularlo. Yo no dejaba de acariciar su cabello, sus orejas, su nuca fuerte, y con mis piernas abracé esa cabeza hermosa de hombre para tener ahí mismo, en su boca, un orgasmo tremendo, casi como si me hubiera orinado, y sinceramente tuve un ramalazo de pena con Sergio pensando en si eran jugos u orines... pero en ese momento Sergio dejó de mamarme el clítoris y la panocha y levantó su rostro sonriente para decirme:

-Que rico te viniste, Margarita... eres una mujer muy linda, mi amor... ademas, estas buenísima... me encanta tu panochita mi cielo, y tus jugos, mamacita, saben rico de verdad... me gustaste desde que te vi allá en la iglesia, Margarita... estas hermosa, mi amor... he soñado contigo, mamacita... he soñado que hacemos el amor, Margarita.

-¿De verdad me has soñado, Sergio? Yo también a ti... ven, mi amor, déjame besarte... ven -le dije y Sergio se levantó pero cuando se iba a inclinar para besarme en la boca tomé su vergota y le dije- quiero besártela, mi amor... ¡La tienes linda, gruesa, larga,me encanta, mi amor!-y Sergio sonrió acercando esa vergota a mis labios. Se la besé primero, y luego poco a poco me la fui metiendo en la boca, ya que el glande estaba enorme, y semejaba una ciruela de esas grandotas, casi negras, que venden en el supermercado. No pensé que la pudiera meter toda en la boca, ya que la garganta tiene un limite, pero como dice mi marido que la vagina es un espacio distendible que es capaz de albergar vergas de todos tamaños, pensé que si no podía yo meterme la verga de Sergio enterita a mi boca... si me la comería con el ponche... ¡Eso era seguro, como que me llamo Margarita!

Se la mamé lo mas que pude, saboreando el liquido que salia del agujerito, mientras le sobaba los huevos, enormes, pesados y llenos de semen... ¡De semen! pensé, y en ese momento me di cuenta que no había condones a la mano, pero también recordé que en el buró de mi recamara había una caja... y pensé lascivamente:

-Bueno, maridito mio, fue el destino el que hizo que Sergio y terminemos cogiendo en nuestra cama, mi amor... esa cama que tu, maridito mio, solo quieres usar para dormir, leer o ver televisión... ¿Que dirías, maridito mio, que me vieras coger con Sergio en nuestra cama matrimonial?

Y así, le dije a Sergio que mejor subiéramos a mi recamara y aunque el se chiveó un poquito, terminó por aceptar, y subí junto a Sergio agarrándole la verga, apretándosela, mientras el me acariciaba las nalgas... ¿Qué pasó en nuestra recamara?... ¡eso se los voy a platicar la siguiente vez! Por favor comenten y manden sus correos.


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