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Un calor infernal hace que uno tenga ganas de coger

Parecía que el despertador sonaba con más intensidad que de costumbre. La pereza era máxima, sobre todo al comprobar que Luis no tenía que madrugar para trabajar y yo sí. Afortunadamente, ese día podía realizar mi trabajo desde casa. Eran las 8.00 am y ya hacía un calor infernal. Encendí el ventilador y el ordenador y me preparé una taza de té.

A mediodía estaba cerca de terminar y yo sólo podía pensar en la tarde libre que tenía por delante. Volví a la habitación y Luis seguía durmiendo, tan tierno. Me quité el camisón y me tumbé junto a él. Lo abracé y él me correspondió, entre sueños. Besé sus labios, su cara, su cuello y acaricié su torso desnudo. Aunque hacía calor, me arrimé a su cuerpo hasta descubrir que su entrepierna sí estaba despierta.

Empecé a trastear con ella, magreándola y notando cómo crecía. Tiré de sus calzoncillos para abajo y emergió su miembro tieso. Lo abarqué con mi mano y continué frotándolo. Luis se desperezaba y, casi de manera innata, se giró para encontrar con su polla la entrada a mi vagina. Levanté una pierna sobre su cadera para facilitarle el trabajo.

Nuestros labios se dieron los buenos días acaloradamente y con ansia mientras nuestros sexos se restregaban sutilmente. Su pene rozaba mi clítoris y me estaba poniendo a mil. Si hubiera seguido en esa dinámica un poco más, más me hubiera corrido sin remedio.

Entonces, me puse sobre él y volví a coger su polla. Lo masturbé mientras iba acercando mi boca y acariciaba deliberadamente mis pezones erectos con su glande. La chupé despacio y profundo y, de forma paulatina, aumenté el ritmo. Escuchaba su respiración agitada. Mientras, él me apartaba el pelo de la cara.

Dejé de chupar y me sequé sensualmente los labios con la mano. Rebuscó en la mesita hasta hallar un condón. Me tumbé en la cama y arqueé las piernas para que me penetrara. Su polla se coló en mi interior, incansable. La sentí plena y dura dentro de mí y me recreé un poco en ella. Quería que me follara rápido pero a la vez me gustaba saborearla y marcar el ritmo desde abajo.

Me moví frenética en esa posición buscando mi placer. Él paró unos segundos y me dejó hacer, viendo cómo disfrutaba y disfrutando él también. Agarré sus nalgas y las apreté contra mí muy fuerte para poder sentir su pene bien adentro. Estaba desatada, notando cómo el orgasmo se apoderaba de mí e intuyendo que a Luis le estaba ocurriendo exactamente lo mismo.

La verdad es que nunca fui muy dada al sexo mañanero y Luis no podía dejar de sorprenderse con ese arrebato de aquel día. Desde entonces, me imagino que cruza los dedos para que vuelva a repetirse y le dé los buenos días con tanto entusiasmo.

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