Solo lo busco por su verga enorme
No es mi novio, ni siquiera un amigo cercano. Es… mi vicio. Ese hombre con una verga enorme que me deja temblando cada vez que la siento dentro. Lo conocí en una fiesta, una de esas noches en las que no planeas nada, pero terminas con la ropa interior en el piso.
Me llamó la atención desde que lo vi. Alto, moreno, con una sonrisa peligrosa. Pero fue cuando bailábamos, cuando lo sentí rozarme con algo duro y grande, que supe que tenía que probarlo.
Esa noche no perdimos tiempo. Subimos a un cuarto, y cuando se bajó el pantalón, me quedé muda. No había visto algo así en mi vida: larga, gruesa, perfecta, venas marcadas, lista para romperme el coño. La toqué con las dos manos y aún así sobraba. Se me hizo agua la boca.
- “Te va a encantar” – me dijo con una sonrisa.
No se equivocó.
La primera embestida me hizo gemir como nunca. Sentí cómo me abría, cómo me llenaba cada rincón, cómo me empujaba hasta el alma. Él me follaba lento al principio, dejando que me acostumbrara a su tamaño, pero yo le pedí más. Le pedí que me lo metiera todo, que no tuviera piedad.
Esa noche me vine tres veces, y al final me dejó tirada en la cama, sudando, con las piernas flojas y una sonrisa idiota en la cara. Desde entonces, supe que no quería nada más serio con él… pero que lo quería en mi cama cada vez que me dieran ganas.
Lo busco cuando necesito sentirme viva, cuando quiero que mi culo perfecto rebote contra su pelvis, cuando necesito que me deje sin aire. No hablamos de otra cosa. Ni cenas, ni paseos, ni besos románticos. Solo sexo.
La última vez fue en su departamento. Llegué en falda corta y sin bragas, como me gusta provocarlo. Apenas abrió la puerta, me empujó contra la pared, metió su mano entre mis piernas y sonrió al sentirme húmeda.
- “Estabas pensando en mi verga, ¿verdad?”
- “Todo el día” – le respondí, mirándolo fijo.
Se arrodilló y me lamió el coño como un hambriento, abriéndome con sus manos grandes. Me chupó el clítoris, me metió dos dedos, y yo me agarraba de su cabeza para no caerme. Pero yo no estaba ahí por eso. Lo quería dentro.
Cuando se levantó y sacó su verga enorme, yo ya estaba empapada. Me la metió de golpe, y el grito que solté se escuchó por todo el pasillo. Me daba duro, tan profundo que sentía cómo me tocaba donde nadie más podía.
Me cogió contra la pared, luego me tiró en el sofá, me puso de rodillas y me folló el culo redondo con tal fuerza que las nalgadas resonaban. Me decía lo sucia que era, que solo lo buscaba por eso, y yo gemía admitiéndolo.
Me llenó por detrás, me hizo montarlo, me hizo chuparle mientras sus dedos me abrían más. Yo no quería parar. Cada vez que la sentía dentro, me obsesionaba más.
Cuando se vino, lo hizo dentro de mí, llenándome como siempre. Yo me quedé sobre él, respirando agitada, sintiendo el calor de su semen en mi interior.
Me vestí sin decir mucho, le di un beso rápido y me fui. Sé que no lo veré hasta que lo necesite otra vez. Y cuando eso pase, él sabrá exactamente para qué lo busco.
Porque no quiero su amor. Quiero su verga enorme y cómo me deja sin poder caminar.
¿Te gustó este relato? descubre más literatura erótica gratis en nuestra página principal.
Qué rico amiga. Como hombre es muy rico cuando una mujer expresa su gusto sincero por las vergas enormes. Te felicito.