El hermanito y sus amigos

Paula tardó casi tres minutos en acertar con la llave en la cerradura y abrir la puerta. Entró en casa recriminándose su estado. Se había ido a tomar una cervecita con el teniente Rocha, guardia civil como ella, y una cosa había llevado a la otra, luego a la siguiente y había terminado borracha y mal follada. Lo peor no era el estado de embriaguez que tenía, sino que todavía llevaba el uniforme de cabo de la Guardia Civil. No podía permitirse dar esa imagen del cuerpo. Jurándose a sí misma por enésima vez no volver a emborracharse se dirigió a su habitación deseando meterse en la cama.

—Hola, pringaos — masculló casi incomprensiblemente al pasar por el salón y ver a su hermano pequeño con sus amigos.

Ella era la mayor con veinticuatro años. Su hermano tenía dieciocho y era un pringado total. Se pasaba el día jugando a la play, viendo porno en el ordenador y con sus dos amigos, que eran tan pringados como él. Los tres parecían cortados con el mismo patrón. Altura media, ni guapos ni feos, tirando a gordos y seguro que vírgenes, pensó Paula riéndose entre dientes. No es que fuera gracioso, pero en su poco lúcido estado se reía por cualquier absurdo pensamiento.

En su habitación se desnudó para acostarse pero en el último momento le apeteció una ducha. Pensó que quizá se le quitara la borrachero y dormiría sin que la cama se meciera como un barco en alta mar en plena tormenta. Se puso una bata y recorrió el pasillo hasta el baño. Al quitársela frente al espejo se contempló unos momentos. El gilipollas del teniente se había perdido un cuerpazo, se dijo a sí misma al ver sus rotundos pechos, su estrecha cintura y sus suaves caderas. ¡La próxima vez me va a tener que rogar!

Al terminar de ducharse no se encontraba mucho mejor, quizá un poco menos mareada, pero no le había servido de mucho. Se rodeó con una toalla olvidando la bata y salió deseando tumbarse en la cama.

—¡Uy! — exclamó al chocarse con Rodri, uno de los amigos de su hermano.

—Perdona Paula, iba distraído.

—Mira por dónde vas, canijo.

Rodri obedeció y no dejó de mirar. Desde el borde superior de la toalla donde rebosaban los senos de Paula, hasta la parte de abajo que casi no cubría las redondas nalgas de la guardia civil. Pasando por el espacio intermedio, claro.

—¿Qué miras, subnormal? — consiguió preguntar con voz de borracha.

Rodri no se ofendió por el insulto. Desde que Paula había ingresado en el cuerpo trataba a todo el mundo igual, con altanería y presunción. Sobre todo a su hermano y a sus amigos. Éstos, con su nula experiencia con mujeres, lo aceptaban a cambio de admirarla disimuladamente en la distancia. Y es que Paula estaba realmente muy, muy buena. No solo tenía un cuerpo perfecto y tonificado, sino que lo acompañaba con una carita de ángel. Que luego demostraba ser un ángel caído en cuanto los improperios salían de sus gruesos y bien formados labios.

—Na, nada — contestó el muchacho.

—Bastante tengo con el gilipollas de mi novio que me ha dejado a medias como para tener que aguantarte.

—¿A medias? — preguntó Rodri imaginándose por dónde iban los tiros.

—Sí, a medias. Pues no va el capullo y se queda dormido nada más metérmela.

Paula no pensaba con claridad. Nunca hubiera compartido eso si su cerebro no estuviera lubricado por el tequila.

—Si qui, qui, quieres termino lo que el capullo ha dejado a medias.

Rodri tartamudeó ruborizado pero aun así tuvo el valor de ofrecerse, aunque obtuvo el resultado que esperaba.

—Venga ya, imbécil. ¿Tú crees que te mereces a una tía como yo? Si ni siquiera sabrías qué hacer conmigo. Me voy a la cama, tú vuelve a matar marcianitos.

Rodri volvió cabizbajo con sus amigos y Paula se metió en la habitación. Mientras el chico pensaba que en el fondo la cosa no había ido tan mal porque no le había pegado un guantazo, ella se deshizo de la tolla, se puso unos pantaloncitos cortos y una camiseta vieja de baloncesto y se metió en la cama. En cuanto cerró los ojos los volvió a abrir. La habitación se movía provocándola náuseas. Me he pasado bebiendo, pensó otra vez. El caso es que ha estado bien hasta que Rocha se ha dormido, la próxima vez no le dejo beber tanto, que luego no me rinde. Recordó cómo habían pasado al asiento de atrás del coche de servicio y se había bajado los pantalones y las braguitas. El teniente se había tirado a por ella como Tarzán, la había penetrado casi sin preparación y al tercer meneo se había quedado quieto con la cabeza apoyada en su hombro.

Evocando el polvo frustrado las manos de Paula se dirigieron sin prisa a su ingle, se deslizaron bajo el diminuto pantalón y acariciaron la parte superior de sus muslos. Tardaron poco en llegar al meollo del asunto y Paula empezó a masturbarse. Dejó de pensar en esa noche para recordar otros momentos más satisfactorios. Acordándose de otros polvos que sí terminaron bien se puso cachonda. Terminó como casi siempre que se masturbaba, pensando en el segundo novio que tuvo, allá por los diecinueve años. Se llamaba Rafa. Y follaba como una bestia. Rememorando los orgasmos que le daba aceleró sus manos en su mojado coñito ansiando liberar la tensión contenida que la dominaba.

Pero no.

Es de suponer que era el estado de ebriedad que tenía lo que impidió que llegara al anhelado orgasmo. Lo intentó otro rato, y otro, hasta que resoplando de frustración abandonó. Será mejor que vaya a beber agua, se dijo. Entre el alcohol consumido y el mareo le apetecía agua fresquita, así que se levantó con cierta dificultad y, después de tambalearse un poco al ponerse derecha se dirigió descalza a la cocina.

Ignoró a los chicos al pasar por el salón y estiró el brazo para abrir el armario y sacar un vaso. Con su poca estabilidad se inclinó sin querer hacia atrás peligrando su verticalidad. Por suerte para ella Rodri la sujetó. La había visto pasar y la había seguido. Ahora eran sus manos en su cintura las que la mantenían erguida, con la espalda recostada contra su pecho. El chico estaba en la gloria.

—¿Quieres que te ayude, Paula?

—Ponme agua. Del frigorífico — dijo borde.

Rodri se lamentó pero acabó apartando las manos de la cálida cintura. Amablemente la sirvió agua fría y la vio beber ansiosa comiéndosela con los ojos. Los pantalones tapaban lo justo y marcaban un trasero espectacular. La camiseta de tirantes, amplia y gastada, no tapaban ni lo justo. Los pechos de la hermana mayor de su amigo hacían algo más que insinuarse por los laterales de la enorme camiseta.

Cuando terminó, Rodri se arrimó para cogerla el vaso, con la mala suerte de que ella también se acercó y la pisó sin querer.

—¡Joder, friki!

—Perdona, Paula, no era mi intención.

Paula dejó el vaso en sus manos y se fue molesta a su habitación, al ir a cerrar la puerta se encontró al chico.

—¿Te he hecho daño?

—Sí, pero da igual. Vete a ver si puedo dormir.

—Deja que te dé un masaje en el pie como disculpa.

Rodri estaba lanzado, había pasado de ser un tímido mirón en la distancia, evitando hacerse notar, a atacar a la joven con desparpajo. Pero es que veía una oportunidad, una ocasión de, al menos, hablar con Paula e incluso poder toquetearla algo.

—Como quieras — dijo Paula —, pero no me molestes que te sacudo.

Ella se tumbó boca arriba en la cama y él rápidamente se sentó al pie frotándola la extremidad herida. Paula, entre el cansancio y el mareo, cayó en un estado de duermevela. El masaje en el pie la estaba gustando. Medio dormida disfrutaba del roce. En una noche en la que el sexo había sido la tónica aunque no hubiera llegado a culminar, el suave masaje la complacía. Retomó sus anteriores pensamientos e imaginó por un momento que era el salvaje de Rafa el que la tocaba. Poco a poco despertó su libido y, olvidando que Rodri estaba allí mismo, pensando en su ex, su mano derecha se deslizó bajo el pantalón y empezó a tocarse otra vez.

El chico flipaba, jamás se hubiera imaginado que le pasaría algo parecido. Paula, la musa de sus sueños y la heroína de sus pajas, se estaba masturbando delante de él. Notaba su miembro duro como nunca bajo sus pantalones. Cayó en que sus manos habían dejado de frotar el pie y reanudó el masaje. Por nada del mundo quería que lo que estaba pasando ante sus ojos terminara. Observaba cómo la chica levantaba levemente sus caderas y cómo los pezones presionaban duros contra la camiseta. Al estar tumbada los grandes globos rebosaban por los lados y él se estaba poniendo cardiaco al ver ese cuerpo perfecto de una forma tan vulnerable y expuesto.

No pudo aguantar más. Imposible reprochárselo.

Sin pensárselo más que un instante terminó de subirse a la cama y deslizó una mano bajo el pantalón para hacer compañía a la de Paula. Esta gimió al notarlo y Rodri se detuvo paralizado. En vez de la explosión de ira que esperaba jadeó cuando Paula cogió su mano y la llevó a su coño.

—Rafa… — balbució la chica envuelta en el sopor etílico.

Ella misma fue la que le guio en la masturbación, lo que fue una suerte debido a su inexperiencia. Rodri flipaba, es que se le caía la baba sintiendo en las yemas de sus dedos la suavidad del sexo de la guardia civil. Pensó mucho mientras la acariciaba si dar otro paso y quitarla los pantalones del pijama. Al final se atrevió, de perdidos al rio, y se los empezó a bajar con la otra mano. Necesitaba verla, aunque estaba en el cielo pajeando a la chica la imperiosa necesidad de aprovechar la ocasión le impulsó a desnudarla. Una enorme sonrisa partió en dos su cara cuando vio que ella misma le ayudaba a quitarse los pantalanes, levantó el culo murmurando cosas incomprensibles y, entre los dos, se despojó del pantalón y abrió las piernas para disfrutar a gusto de su excitado coñito.

Ahora el chico no tenía freno, con la mano libre subió la camiseta de baloncesto por encima de los pechos de la joven borracha y admiró sus grandes y turgentes senos. Pronto tuvo uno entre sus dedos. El suave globo de Paula fue magreado sin descanso mientras ella gemía de placer. Esta vez parecía que sí que iba a conseguir su ansiado orgasmo.

Rodri casi se cae de la cama del susto que se llevó cuando la chica arqueó el cuerpo y empezó a resoplar. Por un momento pensó que algo le dolía mucho, pero terminó cayendo en la cuenta. ¡He hecho que Paula se corra! ¡La he hecho una paja!

Dejando de tocar a la chica un poco antes de tiempo, se levantó y rápidamente se quitó los pantalones. No pensaba dejar pasar la oportunidad de perder la virginidad follándose a la diosa de sus fantasías más húmedas. Con el miembro erecto como una viga de acero se colocó entre sus piernas. Paula estaba adormecida en la cama con una expresión entre alivio y complacida. No era del todo consciente de lo que había pasado, pero había recibido su orgasmo y estaba satisfecha. Cuando notó algo presionando contra su agujerito, inconscientemente llevó una mano al miembro atacante y lo guio hacia su empapado interior.

—Fóllame Rafa… — murmuró la borracha cabo.

Rodri empujó sin miramientos hasta enterrarse por entero. Justo cuando su pelvis tocó la de Paula pensó que ya podía morirse, que ya había cumplido su sueño y objetivo en la vida. De hecho, tardó un poco en empezar a moverse. Si su aturdida pareja no hubiera meneado las caderas pidiendo guerra, podría haberse quedado días enteros sintiendo su miembro comprimido entre las paredes del sexo de Paula. Pero al final la naturaleza manda, y casi sin proponérselo empezó a bombear a la chica. En cuanto su dura polla se deslizó por el apretado y cálido coño el placer comenzó a crecer. Se le puso cara de tonto, bueno… de más tonto. No esperaba que la experiencia fueran tan… tan… tan increíblemente cojonuda.

Estaba el chico dándolo todo cuando notó una mano en su hombro. Giró la cabeza y vio que Jorge, su amigo, estaba a su lado con la boca abierta y ojiplático admirando el espectáculo.

—¿Pero cómo…?

—Sssshhh — le dijo bajito haciéndole señas para que se callara —. Está pedo perdida — dijo casi inaudiblemente.

Le ignoró y siguió a lo suyo. Hubiera hecho falta un equipo completo de los Geos ayudados por una grúa de los bomberos para sacarle de entre las preciosas piernas de Paula. Ésta se retorcía bajo su cuerpo recibiendo todo el placer que Rodri la estaba proporcionando. El chico, entre arremetida y arremetida hasta el fondo del coño de la chica, notó que estaba a punto. Desgraciadamente su resistencia era escasa e iba a correrse de un momento a otro. Para terminar de aprovechar la ocasión se incorporó lo que pudo y agarró las tetas de Paula con sus manos. No pensaba desperdiciar la experiencia. Pero fue sentir en sus palmas los duros pezones de la chica y el placer crecer tanto que con un gruñido animal empezó a correrse en el interior del apretado coñito. La reacción de Paula fue perfecta. Al sentir en su interior los ardientes chorros de semen apresó entre sus brazos y piernas el cuerpo del friki y correspondió con su propio placer. El chico, en su estreno, había conseguido que se corrieran simultáneamente. Después de descargarse por completo en Paula cayó rendido sobre su cuerpo.

Al menos hasta que Jorge, sin admitir quedarse al margen, le empujó e hizo que rodara a un lado. El cabrito ya se había desnudado y ocupó su sitio sin perder tiempo, parecía que se había teletransportado. Rodri se sentó junto a la cabeza de Paula y la observó. La chica movía los ojos bajo los párpados y gemía con los labios entreabiertos. Su cara tenía una fina pátina de sudor. Estaba preciosa, medio inconsciente, pero preciosa.

Paula vivía en medio de un sueño. Pensaba que estaba con su novio Rafa y que éste le estaba echando el polvo de su vida. Se había corrido dos veces y un tercer orgasmo se empezaba a fraguar en su sexo. Si la extrañó notar que un segundo miembro entraba en su boca, al menos no puso objeciones. Como una buena chica mamó golosa.

Y es que Rodri no había tenido bastante. Ver el cuerpo desnudo de Paula siendo follada por Jorge le había vuelto a levantar el… ánimo. Se había pajeado hasta pensar que era un desperdicio y había terminado profanando la boquita de la chica. No le importaba la incómoda postura, solo el enterrarse en la jugosa boquita de Paula mientras su amigo Jorge se enterraba en el coño.

—¡Qué coño estáis haciendo!

Luis, el hermano de Paula los contemplaba aterrado desde la puerta. Por un momento los chicos se detuvieron, luego se miraron por un segundo a los ojos y, como si se hubieran puesto de acuerdo, pasaron del hermano y redoblaron los embates al indefenso cuerpo de su hermana. Sabían que tenían unos pocos segundos, que les iban a expulsar del paraíso como a Adán y a Eva y los aprovecharon bien. Tan de puta madre los aprovecharon que antes de que el hermano llegara airado hasta ellos se corrieron bufando en el cuerpo de la chica. Tanto Jorge como Rafa consiguieron culminar antes de que Luis tirara de ellos sacándolos de la cama. Les hizo vestirse y, a empujones y entre insultos, los sacó de la casa pegando un portazo.

—¿Y tú, se puede saber qué te pasa? — le dijo a su hermana entrando como un energúmeno  en la habitación.

Jamás se había atrevido a hablarle así, pero después de verla follando con sus amigos se sentía legitimado para echarle la bronca. Y estaba lo suficientemente enfadado para no cortarse un pelo.

—Ahora resulta que eres un putón. ¿Quién lo hubiera pensado? Con esa cara de ángel y esa mala hostia, vas y te follas a mis amigos. ¡Y a la vez!

Según se desahogaba miraba a su hermana. Ésta se había dado la vuelta y descansaba boca abajo. El volumen de la voz de Luis iba bajando según repasaba con la mirada el cuerpo desnudo. Sus ojos se detuvieron en el redondo y respingón trasero de la chica.

—¡Joder, qué culo! — se le escapó —. Si no me extraña que estos cabrones hayan aprovechado.

Como las manos van al pan, según murmuraba por lo bajo su mano acarició el precioso culo. Cuanto más lo tocaba más dura se le ponía la polla. Al final la cosa terminó como era de esperar. Llevó las dos manos al culo de su hermana y lo magreó cuanto quiso atento a la reacción de Paula. Inexistente. El resultado fue que, olvidando el parentesco y el mal estado de su hermana, se decidió a ir más lejos.

Su hermana solo emitió ruiditos incomprensibles cuando se puso entre sus piernas y tiró de sus caderas. Obligó a la chica a que levantara el culo poniéndose de rodillas con el pecho en la cama. Tras varios intentos infructuosos al final acertó con el agujerito y, poco a poco, empaló a su hermana.

Tercera virginidad perdida en una noche.

Llevaba bombeando apenas un par de minutos, aferrado al culo de su hermana poniendo cara de gilipollas, cuando ésta se espabiló lo suficiente para hablar.

—¿Qué? ¿Quién? — dijo atontada.

—Cállate y mueve el culo — ordenó Luis envalentonado.

—Pero…

¡Zas!

Propinó un fuerte azote a su hermana sin dejar de follarla como un energúmeno.

—¡Que muevas el culo! A ver si después de follarte a mis dos amigos vas a hacerte la estrecha.

Las palabras debieron penetrar en el aturdido cerebro de Paula porque estuvo unos segundos callada, intentando desentrañar los hechos de la noche.

—¿Qué ha pasado? — preguntó algo asustada.

—¿Que qué ha pasado? Que te has follado a mis dos amigos, eso ha pasado, cacho puta. Y ahora, ¡mueve el culo!

¡Zas!

Paula comprendió lo que había hecho o la habían hecho, según se mire. Amilanada al darse cuenta, su reacción fue obedecer a su hermanito. No sabía cómo había llegado a este punto y de esta manera, pero el espanto y el arrepentimiento la impulsaron a dejarse hacer por Luis.

¡Zas!

—Así me gusta, zorra — dijo Luis propinando otro azote.

En el fondo Paula sabía que era un enorme error, que más tarde se arrepentiría de lo que estaba haciendo, pero lo cierto es que el miembro de su hermano la debilitaba en cada arremetida. Más despierta y despejaba que antes, era consciente del placer que Luis la daba. Su culo se movió adelante y atrás con más ganas, sus brazos se estiraron para ponerse a cuatro patas y disfrutar más del polvo. Cuando las manos de su hermanito acudieron a magrear sus balanceantes pechos gimió de gusto. Para ser virgen no lo hace nada mal, pensó.

—¿Qué? — dijo disgustada cuando su hermano se salió de su interior.

—Espera, putita — Luis corrió a la silla en la que su hermana dejó el uniforme y cogió la gorra de guardia civil, se volvió a situar en la retaguardia de su hermana y, antes de volver a metérsela, le puso la gorra.

—Siempre te he imaginado desnuda con la gorra puesta, dame el gusto, hermanita.

Paula se rio entre dientes al descubrir el pequeño secreto de su hermano y jadeó al sentirle entrar nuevamente. Era asombroso, pero estaba disfrutando como nunca. Llevó una de sus manos para atrapar la que Luis tenía en su cintura y la llevó a una de sus tetas. Le gustaba cuando la follaba y le apretaba el pecho a la vez.

—¿Te gusta, Paula? ¿Te gusta que te folle tu hermano friki?

—Cállate y sigue, pringao — exclamó.

—¡Zas! ¡Zas! ¡Zas!

Paula sintió los azotes en su nalga y se sintió espoleada. En vez de sentirse dolida o humillada disfrutó de la autoridad de su hermano, le gustó que tomara las riendas de la situación y la dominara.

—¡Te he preguntado si te gusta!

—Sí, joder, sí, me gusta mucho, cabrón.

—No me llames eso, llámame capitán, zorra.

—Sí, mi capitán. Siga follándome, lo hace muy bien, mi capitán friki.— dijo Paula entre carcajadas.

—Así me gusta, cabo.

Luis sonreía sin dejar de follar y admirar el cuerpo de Paula. El culo le parecía impresionantemente precioso, la cintura era estrecha, las tetas, ahora en sus manos, le volvían loco. Las sentía duras y blandas a la vez y muy suaves. No terminaba de creerse que pudiera estar follándose a semejante preciosidad.

—Me voy a correr, hermanita. No puedo más — jadeó.

—Sí, hermanito, córrete dentro. Hazme tuya, capitán.

Luis embistió con fuerza varias veces y acabó aferrado al culo de Paula apretándolo contra él. Su polla, totalmente dentro de la vagina de la chica, lanzó descarga tras descarga. Gritó mientras se corría. Y Paula no fue menos, toda la situación la tenía cachonda perdida y se corrió también al notar que su hermanito llegaba al orgasmo.

Los dos disfrutaron un montón, para Luis fue la primera vez y pensó que era glorioso. Para Paula fue muy morboso y le gustó tanto sentirse dominada por el pringao del hermano que su propio orgasmo fue espectacular. Los dos acabaron tumbados en la cama, jadeantes y con expresión satisfecha.

Cuando se les pasó la euforia del orgasmo Luis empezó a estar incómodo. Su hermana parecía serena ya y temía su reacción. Sin embargo las cosas fueron muy distintas.

—¿Cómo se lo ha pasado mi capitancito? — le preguntó guasona.

—Eh… ha sido genial — contestó algo temeroso.

—¿Te ha gustado tu primera vez?

El chico afirmó enérgicamente con la cabeza, lo que provocó la risa de su hermana.

—¿Quieres ir a por la segunda?

Ahora casi se disloca el cuello asintiendo.

Con una carcajada Paula le colocó boca arriba y se deslizó hasta llegar a su semierecto miembro. Sin darle muchas vueltas se lo metió en la boca. Luis jadeó cuando sintió la dulce boquita de su hermana rodeándole. Tardó aproximadamente medio segundo en tenerla totalmente preparada para la siguiente ronda.

—Ponte en el borde, me voy a sentar encima de ti. ¿Quieres que me ponga la gorra, mi capitán?

—Sí, por favor.

Esta vez hicieron el amor dulcemente. Se besaron y abrazaron sin que ella parara de cabalgarle. Solo la pudo la excitación cerca ya del final.

—Azótame un poquito, capitán. Me merezco unos azotes.

Luis cumplió. Sorprendido, pero cumplió. Notaba que con cada azote el coño de su hermana se apretaba más y no tuvo reparos en darle lo que quería. No es que a él no le gustara, claro. Esta vez se corrió él primero, pero aguantó hasta que Paula se deshizo en sus brazos.

En cuanto su hermana terminó de disfrutar del orgasmo, cayó rendida en la cama, dormida instantáneamente. Luis se estaba levantando pero se detuvo, lo meditó unos momentos y, finalmente, se tumbó junto a su hermana pasando un brazo por su cintura. Tampoco tardó mucho en dormirse.

¡Zas!

—Despierta niñato.

El plácido sueño de Luis se vio interrumpido por el guantazo que le dio Paula. Se despertó llevándose la mano a la enrojecida mejilla. Su hermana estaba vestida con el uniforme con la gorra en la mano preparada para salir. La miró aterrorizado.

—¿Qué? ¿No dices nada? — le preguntó Paula enfurecida —. Mejor, de todas formas solo dices tonterías. Ahora me voy a trabajar, cuando vuelva espero no ver a ninguno de tus amigos o soy capaz de pegarlos dos tiros. ¿Queda claro?

—Sí — murmuró acobardado.

—Y tú, crio de mierda, espero que disfrutaras de lo de anoche, porque… porque… — se puso la gorra — bueno, cuando vuelva hablamos… mi capitán.

Se giró con el asomo de una sonrisa en los labios y salió de la habitación. Luis quería pensar que lo que había dicho su hermana significaba lo que creía, pero no terminaba de creérselo. De cualquier forma, una bobalicona sonrisa se formó en su cara de friqui.

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Sevilla1972
Sevilla1972
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