Cuarentena, explosión de sentimientos – I, II, III

Buenas noches, mi nombre es Alejo y para mis amigos y amigas soy El Negro.

Este relato cuenta la historia de una de las nuevas familias modernas, las denominadas “integradas”.

Con 45 años, Raúl, abogado de profesión,  decidió volver a unirse a una mujer luego de una pareja que atravesó buenas, malas y muy malas. Con él, se incorporó a nuevo grupo familiar Lucho, hijo del matrimonio anterior. Con 20 años recién cumplidos, cursando una carrera universitaria, Lucho es un muchacho común de los tantos que podemos cruzarnos en la calle: no resalta por su físico aunque hace deportes, lleva el cabello castaño relativamente corto, suele vestirse de manera informal y está habituado a convivir con su padre únicamente.

Berta es una mujer de 40 años, físico cuidado, aunque no exuberante, cabello rubio de peluquería tipo melena, psicóloga de profesión y con una hija de 18 años, Renata. Ambas practican fitness, y provienen de una típica pareja donde el ex de Berta no pudo o no supo cómo manejarse ante mujeres más interesadas en sí mismas que en el grupo familiar.

Corría el mes de Agosto de 2019, cuando durante una cena en un costoso restaurant, Berta y Raúl informaron a sus respectivos hijos que se mudarían a una casa todos juntos. La expresión de los jóvenes no fue de sorpresa, pero sí de asombro. En ese momento supieron que la pareja llevaba casi 4 años saliendo, cuando ellos creían que era solo un año.

Tener que compartir espacios suponía perder buena parte de la intimidad y privilegios que ambos tenían. Renata estaba acostumbrada a pasar casi todo el día en ropa interior, al igual que su madre: solo vestían otras prendas cuando sabían que tendrían visitas o salían a sus actividades. Tenían piezas independientes, aunque las puertas difícilmente se cerraban, al igual que el baño cuando tomaban duchas: era normal que se envolviesen en una toalla para ir del baño a sus habitaciones para mudarse de ropas.

Lucho y Raúl eran más reservados, ya que una señora venía tres veces a la semana a hacer el aseo, tenían como costumbre ordenar cada uno sus cosas y cuando estaban solos, vestían ropas informales y conjuntos deportivos (shorts y remeras).

Los primeros días fueron algo caóticos, compatibilizar costumbres no fue nada sencillo, pero a su vez otorgaba a los varones visiones a las que no estaban acostumbrados: ropa interior femenina en los tendales (algunas muy breves), pasar frente al baño y ver a ambas mujeres casi desnudas. Eso despertó curiosidad en Lucho, quien empezó a verlas con otros ojos y resultaba sencillo que se empalmara con frecuencia. En más de una oportunidad, en la soledad de su cuarto recurrió a la masturbación para bajar la excitación. Tanto Berta como Renata lo inquietaban demasiado. Él trataba de evitar por todos los medios de quedar a solas con ellas, ya que las mujeres seguían manteniendo algunas de sus costumbres habituales.

Raúl lo notó y decidió hablar con Berta, para que modificaran sus hábitos y así se evitaran problemas “Son años de estar solas, no será sencillo pero lo hablaré con Rena” dijo Berta suponiendo que sólo la presencia de su hija inquietaba a Lucho.

El verano fue una etapa a superar: calor y escasas prendas, algunas más que atrevidas. Sumado a ello, le surgió a Raúl un viaje laboral para la segunda semana de Marzo de 2020 al exterior por lo que estaría fuera por al menos 15 días. Aprovechó la situación para proponerle a Berta que lo acompañase así tendrían su postergado viaje de bodas, invitación que fue aceptada de buen grado.
Lucho estaba complicado, dos semanas a solas con Renata, que se mostraba algo molesta por tener que quedarse en casa cuando siempre había viajado con su madre.
Llegada la fecha de partida, acompañaron a Raúl y Berta al aeropuerto para despedirlos. Ya había rumores de la presencia del Coronavirus pero eso no impidió que ambos partieran rumbo a Madrid.

“Por favor, compórtense como adultos que son, mantengan la casa en orden y no dejen sus obligaciones. Serán solo dos semanas, una buena prueba para ambos” dijo Berta al despedirse. “Nos mantendremos en contacto a diario, traten de no discutir por pavadas. Los quiero” fueron las palabras de Raúl antes de dirigirse a la sala de embarque.
Los rumores de cuarentena se hacían cada vez más fuerte en Argentina y las familias hacían lo imposible por equiparse con comestibles y artículos de primera necesidad ante los rumores cada vez más intensos.

Renata no daba fe a los noticieros y creía que era un tema más de los servicios informativos que una realidad. Seguía con sus salidas habituales, las juntadas con compañeras de escuela y sus amigos, concurría a diario al gimnasio, sin tomar precauciones.

El 20 de Marzo del 2020, los encontró a ambos solos en la casa familiar, con Raúl y Berta varados en Madrid.

En un primer momento, ambos supusieron que serían solo unos días, pero las noticias no eran las mejores: el encierro sería prolongado, no se sabía cuándo podrían regresar sus padres del exterior. Las llamadas telefónicas se multiplicaban a diario y había poco por hacer encerrados en la casa.

Fue un sábado por la tarde en que realizaron una video llamada grupal y ello provocó angustia en todos los integrantes de la familia. La formación de Berta ayudaba a sobrellevar el momento en la casa y las llamadas eran sesiones de terapia para los todos los integrantes de la familia.

Renata seguía una rutina de entrenamiento en el comedor (espacio mayor de la casa), pero el calor y su vestimenta era una tortura para Lucho: mallas apretadas, muy ajustadas a su cuerpo, sudor que marcaba sus curvas, posiciones sugerentes y la necesidad de desahogarse del joven eran un combo explosivo.

Era normal que él se encerrara mucho tiempo en su cuarto dedicando buena parte del tiempo al estudio y juegos en línea, y ello molestaba a Renata que se sentía sola y aburrida.

Una de las tantas tardes, no soportó más y golpeó a la puerta de la habitación de Lucho. “Tenemos que hablar, Lucho, la casa es un desastre, vamos a distribuir tareas”, dijo pidiéndole que la acompañase al living.

Cuando él entró, la encontró sentada en uno de los sillones, recién bañada, con el cabello húmedo y con una camisola rosa que traslucía la ausencia de brassier y apenas una tanga blanca debajo.

La empalmada de Lucho fue automática y notoria, no sabía cómo disimularlo, apenas optó por colocarse un almohadón sobre sus piernas.

Renata: bien sabes que siempre dependimos de María (la empleada doméstica) para limpiar,  lavar ropa y hacer la comida, pero ella no está y tenemos que hacer todo nosotros.

Lucho: cada cual tendrá que mantener su habitación en orden y nos turnaremos para cocinar y lavar lo que utilicemos.

Renata: no sé cocinar salvo cosas sencillas, que se van terminando.

Lucho: ok, yo cocino y vos lavas.

Renata: algo más, necesito que me acompañes un poco más, me dejas sola casi todo el día. Este encierro me vuelve loca.

Lucho: sabés que dedico muchas horas al estudio.

Renata: pero no todo el día, quédate más tiempo conmigo.

Llegaron a un acuerdo, el estudiaría por las mañanas, ella dormía hasta más tarde y luego se levantaba a cumplir su rutina de gimnasia diaria, llegado el mediodía se dirigían a la cocina y entre ambos preparaban el almuerzo. Renata acondicionó  un sector de la galería del  patio para sus rutinas, que daba justo al ventanal de la cocina. Lucho la observaba en detalle mientras preparaba la comida, más de una vez se quedó embobado con la plasticidad de ella y como se flexionaba, haciendo que sus mallas deportivas se incrustaran en su cola o que el brassier pareciera a punto de explotar cuando ampliaba la caja torácica con la inspiración, el físico de su medio hermana lo volvía loco y el encierro hacía el resto.

Renata notado como él la espiaba durante sus rutinas y a modo de seducción extendía en el tiempo las elongaciones para provocarlo. Sabía que cuando desaparecía de la ventana, seguramente se había ido al baño a encerrarse, y quien sabe, a descargarse.

Así transcurrían los días, ambos ya estaban necesitados de salir porque el encierro estaba despertando en ellos algo que no parecía correcto y a fuerza de ser honestos, las empalmadas de Lucho eran cada vez más frecuentes, difíciles de ocultar y Renata no le iba en zaga, se humedecía de verlo espiarla y por primera vez en algún tiempo debió recurrir a masturbarse bajo la ducha para calmar su ansiedad. Era sexualmente activa por naturaleza.

El 4 de Abril marcó un antes y un después en la relación de ambos. En la clásica video llamada con sus padres se enteraron que ellos habían sido aislados en un hotel de Madrid, debido a contagios masivos de Covid y difícilmente volverían en los plazos previstos, dependían de la embajada e integraban una lista de espera para ser trasladados. La noticia cayó como una bomba para ambos. “Lucho, habilité un monto mayor en tu extensión de tarjeta de crédito para la compra de lo que necesiten, usala con moderación, no hagan locuras” dijo Raúl. “Rena, explicale a Lucho con detalles lo que necesitas para tu uso personal, no tiene experiencia en eso. Sabemos que solo uno puede salir de la casa y emitimos una autorización a su nombre” comentó Berta, antes de cortar la llamada.

Luego de finalizar la llamada, quedaron sentados uno junto al otro en el sillón del living, Renata angustiada y al borde del llanto, Lucho confundido y a la vez entendiendo que debía tomar las riendas del tema. Instintivamente, pasó su brazo por sobre el hombro de ella y la atrajo hacia él, la cobijó mientras ella descargaba su angustia con lágrimas sentidas. Así estuvieron por casi una hora, por primera vez se sentían hermanados, ella recibió aquel abrazo como un manto protector y se aferró a él para agradecer su actitud, sin palabras.

Ella se levantó del sillón y fue rumbo a su habitación, donde permaneció casi todo el día, en tanto él fue a la cocina y comenzó a organizar una lista de compras. Al atardecer, la lista estaba casi completa, solo faltaban las necesidades de Renata por lo que fue a la habitación a buscarla.

Lucho: Rena, veni a la cocina y terminamos la lista, mañana iré de compras.
“Me doy una ducha y voy” se la escuchó decir. “¿Te preparo un café?” consultó Lucho, “mejor un mate” le respondió.

Lucho caminó a su habitación, chequeó que no faltaran desodorante personal, crema de afeitar, filos y otros productos personales. Cuando salió de allí, pasó por el baño y sintió la ducha, algo lo impulsó a espiar dentro y por primera vez vio a Renata sin nada de ropa, con su figura ligeramente deformada por el vidrio que rodeaba la ducha. Se quedó unos segundos observándola, un cuerpo muy tonificado, de buenas formas que era recorrido por la esponja enjabonada y el agua que quitaba la espuma que la cubría por partes. Fue suficiente para empalmarse y que su cabeza volara de deseo. Cuando notó que ella cerraba el grifo, apuró el paso rumbo a la cocina.

Renata creyó ver la silueta de él en la puerta, pero descartó la idea, no sería capaz de llegar a ese extremo pero le provocó una sonrisa pensar que Lucho la espiaba. Se calzó un hilo dental bien pequeño, un short deportivo ajustado y un brassier deportivo por todo atuendo, quería confirmar que él se sentía atraído con su presencia y su físico. Se dirigió a la cocina y lo encontró acomodando el termo con agua caliente y ya había dispuesto el mate y algunas galletas sobre la mesa, junto a eso estaban la lista de compras y un bolígrafo para incorporar lo que faltaba. Se sentó en la mesada, dejó colgando sus piernas entreabiertas y apoyó sus manos en el borde, inclinándose un poco para que sus pechos resaltaran, tenía necesidad de quitarse la duda sobre él.
La vio en esa posición y tragó saliva, la entrepierna de Renata se marcaba de manera casi grotesca sin dejar mucho a la imaginación, los pechos entregaban un canal a la vista difícil de evitar y las gotas que caían de su cabello descansaban en la tela del brassier: una auténtica tentación.
Lucho: vení Rena, sentate acá y contame lo que necesitas.
Ella esbozó una sonrisa mientras bajaba de la mesada y se sentó a su lado, revisó la lista de compras y notó que era casi todo lo necesario.
Renata: solo faltan mis cositas por lo que veo.
Él asintió con la cabeza, tomó el bolígrafo y se dispuso a escribir lo que ella le indicara.
Renata: necesito toallas femeninas y protectores diarios, prestá mucha atención porque hay distintos talles y formatos, que ambos sean perfumados y tampones de tamaño medio. Ok?
Lucho: ¿cómo sé cuáles son los tamaños de las toallas y los protectores? ¿Algún perfume en particular?
Ella rió de buena gana, “No tonto, el empaque dice perfumadas no dice fragancias… el tamaño va de acuerdo a cuerpos y prendas que usas”
Lucho: señorita experta, diga lo necesario y listo.
Renata le mostró descaradamente su culo cubierto por el short: “¿qué tamaño me da señor observador?”, el vio como se perdía parte de la prenda entre los cachetes de culo y devolvió la chanza “Tragón importante”. ”Bien que te gusta el tragón ¿o crees que no me doy cuenta? Y no te olvides de incluir bandas depilatorias y cera depilatoria hipo alergénica”
“¿Todo eso necesitas? ¿No alcanza una sola cosa?” dijo Lucho con cara de sorpresa. “Claro nene, no se usa lo mismo en las piernas que en otras partes más delicadas, se nota que no lo usas” aclaró Renata.
Ambos rieron de la ocurrencia y tras una breve explicación completaron la lista. Sintieron que con las bromas había roto una barrera, pero todavía había límites que no cruzaban.
Renata: “¿qué cenamos?
Lucho: colita con vegetales
Renata: ¿seguimos de bromas?
Lucho: para nada. Dame una mano, pelame la batata y un par de zanahorias.
Renata: si claro… falta que me pidas que te muestre la manzana… ¿vos pones la banana para el postre? ¿Viene con cremita?
Aquí en Argentina, se le llama vulgarmente manzana al culo que tiene la forma más redondita y al finalizar tiene pequeños pelos que rodean la base (en este caso el ano). La banana y la cremita hacían obvia alusión al pene y el semen.
Las risas eran protagonistas del momento y las bromas abundaban. En un momento dado, Lucho debía ir al baño y al pasar detrás de Rena, le dio un cachetazo en la cola. “Bueno, bueno… pasá de nuevo nenito” dijo ella, “obvio que sí, cuando vuelva” le respondió él; “aquí estaré esperando” cerró Renata.
Ya no había dudas, el encierro y las necesidades y las hormonas de ambos estaban a flor de piel. Ella confirmó que no le era indiferente, más bien lo atraía y él ya no resistía el verla tan provocativa, se excitaba continuamente.
Estando en el baño, Lucho pensó en dar un paso más: se acarició la verga hasta darle un buen tamaño  al llegar a la cocina, la aferraría por detrás y se la haría sentir, pero su idea se fue al diablo cuando entró y la vio apoyada en la mesada de frente a él, con las piernas ligeramente abiertas. La visión de la entrepierna de la mujer le provocó una sonrisa y al instante le surgió una nueva humorada. “Mañana almorzaremos risotto con almejas en su concha” disparó, ella fue rápida en la respuesta “Hay marea roja en estos días, prefiero una picada: chorizo casero, pepino en vinagre y una probadita de lengua” dijo viendo la erección de él.
Eso fue demasiado para Lucho, sintió que lo invitaba a ir por más pero no fue de palabra, pasó a los hechos. Se ubicó entre sus piernas, la atrajo tomándola por la cola, aproximó sus labios a los de ella y le depositó un beso corto. Renata se sorprendió, pero no retrocedió, lo aferró por la cintura y lo pegó a su cuerpo de tal modo que la verga rozaba la raja abierta de su concha. Respondió al beso con uno más intenso y aprovechó la cercanía para enredarlo con sus piernas.
Lucho: me tenés re caliente guachita
Renata: yo estoy recaliente pendejo, necesito sacarme las ganas
Lucho: sos mi hermana
Renata: soy la hija de tu madrastra, no tu hermana
Lucho: ¿qué esperamos entonces?
Renata: que me desnudes y me la metas.
Rápidamente Lucho le sacó el brassier y se prendió como desaforado a las tetas de Renata, las chupaba y mordía, primero una y luego la otra, ella se inclinaba hacia atrás para que él tuviese toda la comodidad al comérselas. Torpemente le bajó el short a él, le liberó la verga palpitante y se frotó más y más, empapando la malla con sus flujos y el líquido que brotaba de la verga. Él la levantó en andas y tironeando, dejó al descubierto una conchita rosada, apenas cubierta por vellos cortos, brillante de excitación. Trató de acomodarse para hacer resbalar la cabeza de la verga por la raja, pero algo le impedía penetrarla.
Renata: te dije que había marea roja, me estás hundiendo el Tampax más adentro.
Lucho: no seas yegua, déjame ponerla.
Renata: que hoy solo sea franeleos y roces, para mañana estará lista.
Eso no fue motivo para que ambos siguieran con los intentos, roces y manoseos, hasta que ambos acabaron: el la regó de leche y ella lo empapó en flujos. Ambos estaban agitados pero seguían con deseos de sexo, ella bajó de la mesada, se dio vuelta y le ofreció la raja abierta para que le frotara los labios vaginales con la verga, desde atrás. Él entendió la idea y se acomodó a sus espaldas para colocarla entre las piernas de ella y comenzó a moverse atrás y adelante, mientras ella jugaba con su clítoris en busca de un segundo orgasmo que demoró poco en llegar, el tardó algo más pero aprovecho la ubicación para derramarse en el culo de ella.
Se fueron juntos a la pieza de la pareja y tras una ducha conjunta se fueron a la cama, pasaron la noche entre besos y caricias, pero sin avanzar mucho más, se disfrutaron mutuamente y aplacaron sus necesidades entre masturbaciones y caricias muy íntimas, hasta dormirse.
El sonido del teléfono celular despertó a Renata, era la hora en que se comunicaban con Berta y Raúl. Se levantó rápidamente de la cama, se calzó una remera larga y fue a atender.
Berta: hola hermosa, ¿cómo estás?
Renata: bien Ma, me despertaste.
Berta: ¿tan tarde? Son las 14 horas allá.
Renata: si Ma, nos quedamos viendo unas pelis anoche y nos dormimos re tarde.
Berta: ¿y Lucho?
Renata: duerme Ma, te dije que me despertaste
La charla se extendió por casi 30 minutos, desde Madrid las noticias eran preocupantes. Los casos se extendían y la cuarentena era más estricta, el hotel se había convertido en una cárcel, apenas si podían acercarse al comedor en etapas para almorzar, el servicio de habitación era solo para cosas imprescindibles y compras necesarias de los ocupantes de la habitación.
“Cuando Lucho despierte, que lo llame a Raúl, está preocupado porque está sintiendo síntomas” dijo Berta antes de cortar la llamada.
Renata dejó el teléfono en la mesa del comedor y suspiró aliviada porque Berta no había sospechado nada. Pensó en lo sucedido la tarde anterior y la noche vivida con Lucho, no sentía culpa más bien tranquilidad pues sabía que ambos guardarían el secreto y quizá volviesen a repetir lo experimentado. Fue al baño, se dio un baño rápido y verificó que su período había concluido: estaba lista para entregarse por completo y disfrutar a pleno del sexo con Lucho. Se perfumó adecuadamente y en áreas especiales, se calzó un hilo dental limpio y se volvió a la habitación donde él dormía aún. Se metió bajo las sábanas, lo pensó unos segundos y finalmente decidió pasar a la acción. Lo acarició suavemente en el pecho y bajó su mano temblorosa rumbo a la verga, que como es de imaginar estaba en su máxima expresión, típico de los jóvenes al despertar. La rodeó con su mano y de manera suave comenzó a desplazarla arriba y abajo.
Lucho sentía una sensación placentera, lentamente abrió los ojos y se encontró con ella mirándolo con expresión tierna. “Buenas tardes caballero, ¿está dispuesto a atender a esta dama?” dijo Renata mientras aceleraba un poco los movimientos. “por supuesto señorita ¿qué desea?” respondió. “Todo lo que ayer no pudo ser…” dijo mientras tiraba de las sábanas para mostrarse casi desnuda.
Lucho entendió lo que procedía, primero se deleitó con las tetas paraditas, de pezones erguidos, mientras su mano derecha viajaba en busca de la tela que cubría la conchita ardiente de Renata. Sin desplazar la tela, acarició la raja, de arriba abajo, provocando humedad casi al instante, dudó unos segundos si correr la tela para jugar directamente con la piel de ella.
Renata: ya está lista y preparada, es toda tuya.
Dejó los pezones libres y bajó lentamente llenando de besos el vientre de ella, que levantó su culo para facilitarle el quitar la única prenda que la cubría. Abrió sus piernas, esperó la primer embestida de la lengua de Lucho en su raja, que no se demoró, desplazando los labios hacia los costados y entregando su clítoris para ser torturado con besos y mordiscos. Renata estaba en la gloria, oleadas de placer recorrían su cuerpo con cada recorrida de la lengua por su raja, sentía latir desenfrenadamente su corazón y palpitar la vagina como nunca antes.
Renata: COGEME!!!! NO ME HAGAS SUFRIR MÁS!!!
Era un grito desesperado que brotaba de la garganta de ella. Obediente, Lucho se ubicó entre sus pernas, las apoyó en sus hombros y lentamente fue entrando en el cuerpo de ella, disfrutando de aquella cueva caliente y húmeda. Cuando hizo chocar sus huevos contra la entrada de la concha, se detuvo unos segundos, para luego comenzar a bombear lenta y profundamente: los gemidos de la mujer eran agudos, casi gritos y las uñas de ella se clavaban en la espalda de él, demostrando cuanto disfrutaba del momento.
Renata: más rápido, más rápido, apura que me vengo
Lucho aceleró un poco los movimientos y ella comenzó a sacudirse con violencia. “ACABO, ESTOY ACABANDO, LLENAME DE LECHE!!!” dijo segundos antes de tensarse abruptamente, él aprovecho la situación y embistió duramente hasta cumplir con lo pedido. Ambos se relajaron, ella pareció desmayarse y él cayó sobre ella con todo su peso.
Pasaron minutos antes que alguno se moviera, él salió del cuerpo de ella y se ubicó a su lado. Ella respiraba agitada, lentamente fue recuperando el aliento y la tranquilidad.
Renata: que bien me cogiste, tuve un orgasmo brutal.
Él la miró con una sonrisa de satisfacción, si bien no contaba con mucha experiencia en el sexo, una veterana conocida le había dado clases prácticas de como satisfacer a una mujer y obviamente había aprendido bien. Se levantó y fue a darse un baño, se cambió y tomando la lista se fue de compras.
Renata, tendida en la cama, estaba feliz y satisfecha, jamás había imaginado que su propio hermanastro fuera capaz de hacerla gozar de tal manera. Solo un detalle la preocupaba: ella tenía plena confianza con Berta y seguramente su madre notaría que su hija había tenido sexo y solo Lucho podía ser quien se lo hubiese proporcionado (en la condición de encierro), sus conocimientos en psicología descubrirían la situación, más allá de no haber secretos entre ambas. Era un secreto que no demoraría en revelarse, ya que fue la misma Berta quien descubrió la perdida de virginidad de Renata antes de cumplir los 17 años y sabía que solía tener relaciones cada tanto. La masturbación no le era suficiente, necesitaba sentir como le llenaban de semen y adoraba las sensaciones de sentirse penetrada. Incluso Berta la acompañó a su doctora y fue testigo de la declaración de su hija, cuando afirmó haber perdido la virginidad con un muchacho durante las vacaciones de verano en las playas de Cariló.
Era un tema que debía hablar con Lucho cuando regresara, pero se prometió disfrutar mientras el encierro y la soledad de la casa se lo permitieran.
Lucho parecía flotar mientras hizo las compras, su cabeza estaba en el cuerpo y la satisfacción que obtuvo al encamarse con Renata. No pensaba en el futuro donde hablarían con Berta y Raúl, solo se imaginaba volviendo a casa para tener más actividad. Pasó por una farmacia, compró lubricantes vaginales, unos preservativos y apuró el paso de regreso
Al oír las llaves en la puerta, Renata se levantó y fue al encuentro de Lucho, dejó que descargara las bolsas en la mesa y luego literalmente le comió la boca a besos. Permanecía desnuda, lo que facilitó las caricias intimas y profundas de él, que la llevaron nuevamente a un alto grado de excitación. “te quiero comer la almejita Rena” dijo Lucho mientras desplegaba todo un arsenal de besos y caricias. “Vas a tener que esperar, Raúl espera tu llamada, eso dijo Berta cuando habló conmigo hace un rato”, balbuceó Renata haciendo un esfuerzo por no entregarse al deseo que la invadía. “Puede esperar un poco más, pero yo no” dijo mientras la subía a la mesa y la dejaba al borde, de piernas abiertas en tanto se arrodillaba para quedar a la altura justa. “No la chupes, cógeme de nuevo, te prometo que esta noche dejo que me hagas lo que quieras, pero ahora cógeme”. Él no se hizo rogar, se puso de pie, bajó su jogging hasta los tobillos y sin demora la puso en la entrada de la vagina: un movimiento certero de ella lo llevó adentro, colocó sus piernas como candado en la cintura de su amante para evitar que saliese y lo instó a moverse rápido, no podía esperar más. Fue un polvo rápido, potente y vigoroso que arrancó gritos de placer de ambos hasta llegar a un nuevo orgasmo, el primero mutuo. Ella aflojó las piernas y él se inclinó a besarla, internando la lengua tan profundo como le fue posible.
Renata: guau!!! Qué manera de coger!!! Si no fuera por las pastillas, me embarazas seguro guachito…
Lucho: sos una gata en celo, andá a vestirte que tengo que reponer fuerzas, si seguís en bolas te voy a sacudir de nuevo.
Ella bajó de la mesa, lo volvió a besar y se fue dando saltitos a su habitación, en el camino dejaba un reguero de la leche que escurría de la concha.
Lucho acomodó su ropa y tomando el celular llamó a Raúl. Cuando escuchó la voz de su padre, lo notó débil y tosiendo en exceso, se ahogaba al hablar “Te paso con Berta, te quiero mucho hijo” murmuró antes de entregar el teléfono a su pareja. “Lucho, tu padre tiene fuertes síntomas de COVID, si no mejora en 24 horas lo internarán para más controles, no te preocupes que está medicado y muy bien cuidado” fueron las primeras palabras de Berta. La charla rondó sobre el tema y las precauciones que ella les pedía a ambos, desde la distancia solo podía reclamarles eso.
“Tranquila Berta, sólo yo salgo por algunos minutos para compras y lo hago cada dos o tres días, con todas las precauciones. Estoy tratando a Rena como una reina y la cuido como tal” dijo Lucho, cosa que agradeció la madre pero le dejó una sensación de que algo más había de fondo. “Mañana los llamo nuevamente y te comento las novedades. Cuídense” remató la llamada previo a cortar.
Dejó a Raúl descansando en la habitación y fue a la antesala a sentarse en un sillón, café en mano. Los dichos de Lucho la inquietaban, jamás había hablado de su hija como “Rena” y mucho menos era tan afectivo con ella, si a eso le sumaba la expresión de alegría que había visto en el rostro de su hija y lo alborotado del cabello, la poca ropa que vestía durante la video llamada y la certeza con la que Renata confirmaba que él dormía,  hizo que sospechara. Su hija no ingresaba al cuarto de Lucho sino avisaba previamente, él solía despertarse muy temprano para estudiar y nada de eso había sucedido, según interpretó. Era más que evidente que algo ocurría en la casa.
En tanto en Buenos Aires, Lucho vació las bolsas de compras y se dispuso a guardar cada cosa en su lugar. Renata entró en la cocina y le ayudó en la tarea. Cada vez que se cruzaban, había besos y caricias íntimas.
Renata: Luchi, ¿comemos algo livianito y nos vamos a la cama a ver unas pelis?
Lucho: ok Rena
Completaron la faena, prepararon unos sándwiches y cenaron acompañándolos con una cerveza bien fría. Juntaron y lavaron todo y apagando la luz de la cocina fueron a la habitación de sus padres, la que ya habían tomado como propia. Renata tomó el control remoto, encendió la televisión y juntos eligieron la película “Las 50 sombras de Grey”.
Hacían comentarios respecto de cómo se manejaban los protagonistas y las situaciones que vivían. Tras unos 25 minutos de película, ya estaban abrazados, mimándose y provocando excitación el uno al otro. Unos 15 minutos más y ya no prestaban atención a las imágenes, estaban protagonizando su propia versión del film, sin rudeza pero con todo el voltaje. Él se puso de pie y buscó en el ropero un par de corbatas, ella hizo lo propio con un antifaz de viaje, se desnudaron y fue Renata la primera en volver al lecho, se colocó el antifaz y extendió sus brazos hacia el cabezal de la cama. Él le ató las muñecas a los extremos y repitió la operación con los tobillos, dejándola totalmente abierta y expuesta a sus ojos. Con un pañuelo de seda, le recorrió los pechos, apenas rozándolos, provocando el endurecimiento de pezones y el erguido de los pechos, bajó lentamente el roce por el centro del vientre hasta rodear el pubis, generando el erizado de los pocos vellos que ella tenía. Los gemidos de Renata eran delicados, pero intensos. La excitación de ella crecía a pasos agigantados, mientras destilaba jugos propios del momento, la erección de él era casi dolorosa estaba a pleno, faltaba solo un paso más.
Ella sintió el aliento cálido de su amante muy próximo a su vagina, intentó levantar el vientre para forzar el contacto pero las ataduras se lo impedían, él entendió la señal y comenzó a depositar cortos besos en los labios vaginales, para luego recorrerlos a plena lengua. “qué dulce tortura, dame más, quiero más” murmuró entre gemidos Renata y él obediente, ayudado por una de sus manos los abrió para pasar bien adentro la lengua. Esos jugos sabían a gloria y el clítoris inflamadísimo era centro de los ataques. “YA NO AGUANTO MÁS, METELA Y LLENAME DE LECHE” pidió casi a gritos, él jugó unos momentos más y cuando notó que la cantidad de flujos era casi un torrente, ubicó una almohada bajo la cintura de ella y entró tan a fondo como pudo en la ardiente vagina. Retuvo unos segundos la penetración a fondo, para luego comenzar un movimiento intenso que provocó su explosión y la consecuente regada de leche. Se quedó unos minutos dentro de ella, hasta que su dureza comenzó a decrecer, salió de su interior, la desató de pies y manos, retiró la máscara y se tendió a su lado.
Renata: me matás en cada polvo. No soy una putita, pero jamás me han dejado tan satisfecha al coger.
Lucho: se agradece, he tenido una buena profesora.
Renata: ¿coges seguido?
Lucho: cada tanto con una mujer con experiencia, conocida de mi padre.
Renata: entenderás que esto durará mientras Berta y Raúl no estén en casa
Lucho: va a ser difícil tenerte cerca y no comerte la concha o llenarte de leche.
Renata: ya veremos cómo hacemos, por ahora quiero que me cojas todos los días y me hagas sentir tanto placer.
Lucho: ¿solo coger?
Renata: si, no debemos ir más allá.
Remataron la noche con otro polvo majestuoso, algo se gestaba entre ellos y duraría mientras siguiera solos en la casa.
La situación les proporcionaba buenos momentos, pero la historia tendría algunos cambios que conocerán en el próximo relato.

PARTE II

Este relato cuenta la historia de una de las nuevas familias modernas, las denominadas “integradas”. La relación de Renata y Lucho y la intervención de Berta (madre de Renata y pareja de Raúl, el padre de Lucho).

Pasaron siete días a puro sexo entre Renata y Lucho, ambos estudiaban por la mañana, hacían ejercicios físicos por la tarde y después de la cena, ocupaban la cama de sus padres para tener actividad sexual, intensa y tradicional, se duchaban juntos, se mimaban y acariciaban para volver al lecho y descansar hasta la mañana siguiente. Una rutina que los colmaba a ambos.

Durante las video llamadas con Berta y Raúl trataban de guardar la compostura, pero apenas se cortaba la llamada volvían a las andadas.

El 20 de Abril, durante la comunicación les llamó la atención que Raúl no estuviese visible. “Anoche tuvo una crisis respiratoria y hubo que internarlo” contó Berta, “Está muy bien controlado, pero deberá permanecer al menos una semana en el hospital. Teníamos cupo de retorno para el 25, pero será difícil que suceda. Estoy tramitando el poder quedarme con él, pero será muy complicado que pueda hacerlo. Si me quedo, pasamos al final de la lista, hasta fines de Mayo” explicó Berta.

Lucho llevó las manos a su cara para ocultar las lágrimas, sentía impotencia al no poder acompañar a su padre. Renata lo abrazó y depositó un beso en su cabeza, trató de quitarle las manos del rostro, pero no lo logró. Habían olvidado que Berta los observaba y escuchaba. “Tranquilo amor, es solo por tranquilidad la internación, va a reponerse” dijo Renata mientras lo acariciaba con ternura.

Berta no daba fe de lo que estaba viendo y escuchando, sus sospechas se iban confirmando de manera plena. Vio a Lucho ponerse de pie y salir de la imagen, quedando a solas con su hija.

Berta: Renata ¿qué está pasando entre ustedes?

En ese momento Renata reaccionó a lo que había hecho de manera instintiva, se puso coloradísima y no tuvo más remedio que enfrentar la situación.

Renata: mamá jamás hemos tenido secretos entre nosotras, hay algo que debo contarte.

Tomó aire, coraje y con toda la calma que podía, relató lo sucedido desde que quedaron los dos solos en la casa. “Sé que podés tomarlo a mal, pero la situación nos sobrepasó, las necesidades nos desbordaron y casi sin querer nos fuimos enredando. Lucho me hace muy feliz, me satisface completamente, pero hemos convenido que será solo físico, sin que pase a más” confesó.

Berta no salía de su estupor, dos jóvenes que casi no se toleraban, eran amantes producto de la situación y el encierro. Dudó unos minutos y volvió a tomar la palabra. “Rena, esto no es correcto son hermanos. Entiendo la situación, pero no es correcto”.

Renata: te equivocás mamá, es el hijo de tu pareja, no mi hermano, además es solo sexo: pleno, muy satisfactorio y eso evitó que escape de la casa en busca de calmar mi ansiedad.

Berta: ¿tan así?

Renata: no imaginás la delicadeza y la dulzura que tiene conmigo. Ojalá me enamorase de él.

Berta: debería hablar con él y tratar de entender cómo llegaron a esto.

Renata: dejá a la psicóloga de lado, es una relación entre dos jóvenes, como las que tuve anteriormente, solo que vivimos juntos y es el hijo de tu pareja.

Berta quedó en blanco, no sabía que responder. Solo atinó a saludar a su hija y cortar la llamada. Su cabeza era una revolución: Raúl internado, ella sola en el hotel, la embajada presionando por el retorno al país y su hija confirmando que era amante de su hijastro. Demasiadas cosas para una noche. Pidió que le acercaran a la habitación una botella de whisky, la que recibió y prontamente destapó para servirse un vaso que apuró rápidamente. Las palabras de Renata retumbaban en su cabeza, la presión de la situación con Raúl y a ello debía sumar que debido a la debilidad de su pareja había una abstinencia de sexo importante que creaba un coctel explosivo. Lo que debió ser un viaje de luna de miel se había vuelto una tortura. Tras un segundo vaso apurado, sintió que su cuerpo decía basta. Caminó a la cama, se quitó la ropa y sin dudarlo, se recostó.

Apenas duró instantes despierta, el alcohol la venció, pero las palabras de Renata la llevaron a una serie de sueños y pesadillas: se veía en la puerta de la habitación matrimonial, observando como su hija y Lucho tenían sexo de manera descontrolada, la oía gemir, gozar y a él moviéndose sobre su hija, penetrándola salvajemente. Se despertó sobresaltada, y notó que su almeja había despachado flujos espesos que empapaban su tanga, instintivamente bajó su mano derecha a la zona y se masturbó furiosamente mientras la mano izquierda pellizcaba sus pezones hasta llevarla a un orgasmo brutal, ahogó un grito mordiendo la almohada.

Brotaron lágrimas de sus ojos, no podía comprender como ese sueño la llevó a esa situación. Trató de dormirse nuevamente, pero la pesadilla volvió a su mente: ahora se veía ella como partícipe del acto sexual, pero no era Raúl quien le proporcionaba placer sino Lucho que la montaba y la penetraba con vehemencia hasta hacerla acabar. El estallido de él en su interior la hizo despertar, volvió a bajar la mano a su entrepierna y notó como los flujos corrían otra vez por sus piernas como ríos desbordados.

Se levantó rápidamente de la cama, corrió al baño y se duchó furiosamente  como si ello le ayudase a borrar sus pesadillas además de quitarse los vestigios de los orgasmos que tuvo. Un vaso más de alcohol y al fin pudo dormirse.

En la mañana, se comunicó con el hospital donde estaba internado Raúl. Recibió el informe médico satisfactorio y pudo hablar con él, se lo notaba muy mejorado. “La empresa contrató un grupo médico para los controles y supervisión, no dejes la oportunidad de volver a casa, con los chicos” le pidió casi como un ruego. “Voy a estar bien y en unos 15 días vuelvo a casa. Andá tranquila”, ella quiso negarse pero el insistió hasta que logró convencerla. “Solo te pido un favor, mañana me pasan a sala privada, vení a despedirte”, ella derramó una lagrimas ante el pedido y se comprometió a ir.

Se tomó el día para asegurar su partida en la noche siguiente desde Barajas. Confirmó el horario de partida del vuelo, se sometió a los controles médicos de rigor que le permitirían volver al país y una vez superados fue al hospital a ver a Raúl.

Se presentó en la sala de admisión, le ordenaron cambiar sus ropas por vestimenta esterilizada: una bata blanca, calzado de quirófano y su ropa interior era todo cuanto podía vestir. Al golpear la puerta, salió del interior una joven rubia con indumentaria similar a la suya, le sonrió y le indicó que solo disponía de 40 minutos para permanecer en el lugar. Entró rápidamente y vio a su pareja en la cama, de buen semblante y animado. Casi se abalanzó sobre él y lo besó efusivamente. Raúl se sorprendió de tanta intensidad, y trató de responderle de igual manera, extendió una mano desde el interior de la cama y la depositó en la entrepierna de Berta, que le entregó camino libre para acariciarla íntimamente.

Raúl: amor, quise darte más atención pero esta maldita enfermedad no me dejó.

Berta: no hables, méteme los dedos adentro, necesito calmar mi ansiedad.

Apartó la tela de la tanga y metió los dedos dentro de la vagina de su pareja, la masturbó como pudo hasta que su mano se llenó de esos flujos que tantas veces había bebido en diversos hoteles en sus escapadas.

Berta ahogó los gemidos hundiendo la cabeza en la almohada y escurrió su mano bajo las sabanas buscando la verga de él que no reaccionaba producto de los calmantes y medicación. Sintió algo de frustración por no poder devolver la gentileza, pero comprendió la situación. Tan pronto como llegó al orgasmo se quitó la tanga con su aroma y se la dejó bajo la almohada, para que la recordase hasta que volvieran a estar juntos, recompuso sus ropas, habló con él hasta que la rubia volvió a ingresar indicándole que el tiempo había concluido.

“Esté usted tranquila señora, lo deja en buenas manos. Lo cuidaré hasta el alta” dijo la rubia mientras Berta se despedía de Raúl.

Pasó nuevamente por el cambiador, tomó una tanga de repuesto que llevaba en su cartera, se la colocó y volvió a vestirse con sus ropas de calle. Pasó por la oficina de los médicos para recibir el último parte y se retiró rumbo al hotel en busca de su equipaje para ir luego al aeropuerto a abordar su vuelo.

En Buenos Aires, las cosas seguían con el ritmo habitual. A diferencia de otros días, ese lunes Renata le pidió a Lucho compartir una sobremesa tras el almuerzo, con un café y dispuestos a una charla especial.

Lucho: ¿qué pasa Rena? Estás inquieta

Renata: debo confesarte algo

Lucho: no te hagas la misteriosa, larga el rollo

Renata: prométeme que vas a escucharme sin reproches

Lucho: dale, habla tranquila

Renata: antes de ayer, cuando Berta nos contó lo de Raúl, vos te fuiste a la habitación y nosotras seguimos hablando

Lucho: si ¿y?

Ella tragó saliva y se despachó sin reparos. “Ya sabe de nosotros, me pisé en algunas actitudes ese día y no pude ocultarlo más, le conté todo con lujo de detalles”. Él la miró incrédulo “¿Todo?” murmuró, “Sí absolutamente todo, lo que hacemos, lo que siento y lo bien que me hace ser tu amante”.

Lucho no daba fe a lo que oía, Renata se explayaba totalmente en su explicación. “Es más, le confirmé que mientras esto siga así, seguiremos juntos” remató. Se puso de pie, se acercó a él y sin dudar un segundo lo besó en los labios y bajó su mano rumbo a su verga, que masajeó vigorosamente. “Vamos a la cama, quiero pasar toda la tarde cogiendo con vos” y lo tomó de la mano casi arrastrándolo a la habitación. Se sacó la ropa rápidamente y se tendió de piernas abiertas, invitándolo a acompañarla. “Estas loca Rena” dijo él, “Si loca por tener sexo con vos” respondió mientras golpeaba el colchón con la palma de la mano. Él dudó unos minutos pero la atracción que sentía por ella era superior, se desnudó y saltó a la cama. La abrazó, la besó,  quiso ser dominante pero ella no lo dejó, lo hizo girar y lo montó. “Voy a cogerte como nunca, te pienso exprimir los huevos hasta dejarlos secos” dijo mientras se sentaba sobre él y se enterraba la verga a fondo, para luego cabalgarlo de manera desenfrenada. Fueron 10 minutos de furia sexual, que terminaron en un orgasmo bestial de ella en medio de un grito de placer infinito. Se apoyó en su pecho y sin dejarlo salir, se movía lentamente como si estuviese reponiendo energías para una nueva batalla.

La tarde fue muy intensa, ella sobre él, él sobre ella y finalmente ella en cuatro patas recibiendo las embestidas desde atrás. Cuando ésta última sesión estaba por concluir, el sintió el deseo de algo más y dejando caer saliva en el agujero del culo de Rena, le metió un dedo en el apretado orificio: ella tuvo un espasmo al sentir como se hundía el dedo en su interior, pero no lo rechazó, apretó al máximo el esfínter y lo retuvo dentro mientras llegaba a un último orgasmo feroz. Cayó rendida en la cama y él sobre ella.

“¿Querés mi culito? Todavía no, es virgen y necesitará trabajo, hoy no es el momento” dijo ella entre quejidos de dolor y placer.

Se durmieron desnudos,  después de una tarde agotadora.

Un ruido en la puerta de ingreso despertó a Renata, el peso del cuerpo de Lucho cruzado sobre ella le impidió levantarse rápidamente, cuando pudo liberarse giró su cabeza y vio a Berta parada junto a la puerta, observándolos desnudos en su cama y con rastros de la batalla de la tarde anterior en las sábanas y con un inconfundible olor a sexo en la habitación.

Berta: buenos días, espero no haber interrumpido nada

Renata: mamá, no sabía que llegabas hoy

Le aplicó un codazo en las costillas a Lucho, que con un quejido se despertó y miró hacia la puerta.

Lucho: Hola Berta

Berta: voy a la cocina, báñense, vístanse y después de sacar las sábanas a lavar, los espero allá.

Giró sobre sus talones y salió rumbo a la cocina. La imagen de su hija desnuda, embadurnada en semen, Lucho igualmente desnudo y con una erección matutina importante, la perturbó.

Los amantes se sonrieron, se besaron y a punto estuvieron de tener un encuentro fugaz, pero desistieron por temor a ser interrumpidos si demoraban en llegar a la cocina. Cumplieron con lo pedido y juntos ingresaron al lugar, Renata dio un beso a su madre y se sentó frente a ella, en tanto Lucho lo hizo al lado de Renata.

Berta bebía un café, su rostro denotaba cansancio. Inició lo que debía ser una charla que transformó en monólogo: primero les informó de la salud de Raúl, su estado clínico y las sugerencias de los médicos españoles que lo estaban tratando, incluyendo un posible traslado a otra ciudad donde el aire fuera más puro y colaborase con la recuperación. Luego pasó a lo ocurrido entre ellos, se tomaría el tiempo necesario para analizarlo y si bien comprendía la situación, no la consideraba adecuada; les aseguró que Raúl desconocía la relación entre ambos porque no quiso agregar una preocupación más a su salud. Finalmente, comentó que tomaría el resto del día para descansar y liberarse del cansancio y la tensión, pero pretendía que durante ese tiempo no hubiese “motivos” que interrumpieran el descanso. “Creo haber sido clara y bastante comprensiva, cada cual en su habitación”.

Dicho esto, se puso de pie y abandonó la cocina rumbo a su cuarto. Desarmó la valija en la cama, guardo las prendas que estaban limpias y tomó el resto, junto con un camisón y se dirigió al baño. Al colocar la ropa sucia en el cesto, observó las sábanas que habían estado en su cama durante la noche, notó las manchas y en un acto irracional las acercó a su rostro: aspiró fuertemente y el perfume invadió todos sus sentidos. Bajo la ducha reparadora, volvió a masturbarse, de manera más delicada y profunda, llegando a un orgasmo intenso.

Completó la higiene y cerró el grifo, abrió la puerta divisoria de la ducha. Recién en ese momento se dio cuenta que había dejado la puerta del baño abierta y seguramente Renata y Lucho habían escuchado sus gemidos si habían ido a sus habitaciones. Se metió rápido a su pieza, cerró la puerta, se vistió y se acostó. Durmió de corrido hasta el día siguiente, ayudada por un sedante suave.

Abrió los ojos pesadamente, se vistió con ropas livianas y caminó rumbo a la cocina. Allí encontró a Renata que desayunaba sola.

Berta: buenos días hija.

Renata: Hola mamá.

Berta se sirvió un café y se sentó junto a su hija. Bebió el primer sorbo, dejó la taza en la mesa y miró a Renata. “Hija, necesito hablar a solas con Lucho y saber qué piensa de la relación de ambos” dijo mientras tomaba una de las galletitas del plato. “Mamá, será complicado, no se puede abandonar la casa” respondió la hija. Tras otro sorbo de café, Berta volvió a tomar la palabra: “Hablaré con tu padre para que te aloje unos días, así será intensiva la charla. Bien sabés que los recién llegados debemos cumplir un período de encierro, lo aprovecharé.”

Renata no estaba muy de acuerdo pero le pareció lógico, tomó el celular y lo llamó, arreglaron para esa misma tarde y por cinco días para salida.

Fue a su habitación, acomodó algunas ropas en un bolso. Pasó por la habitación de Lucho, que estaba estudiando, le explicó la situación y aprovecharon unos minutos para tener una despedida acorde: se masturbaron mutuamente y tras besarse, salió rumbo al acceso de la casa. Sonó el timbre, Berta abrió la puerta y vio a su ex marido, rápidamente dio detalles del aislamiento y ambos partieron.

Ya a solas, Berta llamó a Lucho al living y se sentaron frente a frente. “Necesito, como madre y profesional, entender la relación tuya con Renata” dijo Berta. “Todo empezó como un juego de bromas, luego de manos y finalmente no resistimos la tentación” comentó Lucho.

Berta: podrían haber recurrido a otras maneras de satisfacerse o calmar la ansiedad, masturbación por ejemplo.

Lucho: ¿cómo la tuya ayer en la ducha?

Ella quedó pálida y muda, él la había escuchado o lo que es peor, haberla visto.

Berta: ¿cómo se te ocurre decirme eso?

Lucho: vamos Berta, somos grandes. ¿No pudiste resistirte?

Berta: no pienso responder a eso.

Lucho se puso de pie y se dirigió a la cocina, antes de salir le dejó un comentario que la inquietó “El encierro, las emociones y las necesidades son difíciles de controlar”. Tomó una botella de agua de la heladera y se retiró a la habitación.

Berta pasó buena parte de la tarde sentada en el living, reflexionando en los dichos de Lucho. Se había masturbado 3 veces en dos días, más la vez que Raúl lo hizo en el hospital. Eso no era normal en ella, pero evidentemente algo de razón había en el pensamiento del joven.

El resto del día transcurrió normalmente, Lucho estudiaba y Berta buscaba información y consultaba a colegas sobre situaciones de encierro. Llegó la noche, cenaron y se volvieron a sus habitaciones.

Cerca de la medianoche, Berta escuchó que Lucho hablaba con Renata por celular, sigilosamente se acercó a la puerta y sin que él la viera, trató de observar y escuchar la charla: era de alto contenido sexual, seguramente una video llamada donde ambos estaban teniendo sexo virtual.

El voltaje de la llamada era altísimo, su hija pedía que él le mostrara como se pajeaba y le retribuía las imágenes con las suyas. Eran dos animales en celo, terminaron casi al unísono y segundos después cortaron la llamada. Lucho se puso de pie para ir al baño y Berta se escabulló a su habitación.

Cuando el silencio se apoderó de la casa, ella fue al baño y vio el bóxer de él impregnado en semen sobre el cesto de la ropa. Estuvo tentada de agarrarlo, pero algo la detuvo, quizá pudor. Volvió a su habitación y volvió a acostarse, el calor era intenso, por lo que solo quedó en ropa interior sobre las sábanas. Se durmió profundamente, tanto que se despertó sobresaltada la mañana siguiente.

Tal como estaba, se levantó y se encaminó al baño. Al pasar por la habitación de Lucho, lo observo dormido, casi tan desnudo como ella y con una erección matutina importante. Ahora era ella quien se sentía inquieta por la presencia de él y por lo que acababa  de ver.

Estaba aseándose, cuando Lucho entró al baño (esa maldita costumbre de no cerrar la puerta). “Buenos días Berta, necesito el baño urgente” dijo mientras trataba de disimular la erección. Le dedicó una mirada exploratoria intensa: la pareja de su padre tenía buenas formas, se la veía tonificada, firme, de piernas fuertes, abdomen bastante plano y pechos medianos coronados por pezones puntiagudos.

Al salir, Berta lo rozó accidentalmente, haciendo que su culo entrara en contacto con el pene erguido. Lucho suspiró, cerró la puerta y como pudo bajo el bóxer liberando la verga erecta.

Berta estaba confundida. El amante de su hija había rozado su culo, la verga del joven la atraía pero era hijo de su pareja… Se puso una camiseta larga y lo esperó a Lucho en el living, retomaron la charla del día anterior pero ya las preguntas eran mucho más directas y trataban sobre las relaciones que mantenía con su hija, quería definir si era solo sexo o si estaba naciendo algún otro sentimiento.

Lucho: Berta, es solo sexo, no busques nada más

Berta: ¿sabés si ella piensa lo mismo?

Lucho: creo que sí, al menos eso me dijo.

Berta: entonces, si el encierro hubiese sido entre nosotros ¿hubieses hecho lo mismo? ¿Aun siendo la pareja de tu padre?

Lucho rió de buena gana ante la pregunta de Berta, no creía que una psicóloga tuviese esas inquietudes. “Sería difícil que sucediese, aunque nada puede descartarse” le respondió sarcásticamente.

Esas respuestas la enervaban, pero él estaba siendo absolutamente franco. La charla se extendió por casi dos horas, en las que ambos cambiaban de posición buscando comodidad, pero ella no se dio cuenta que había dejado las piernas demasiado abiertas y le mostraba hasta el nacimiento de su ingle. Los ojos del joven oscilaban entre las piernas, los pechos y los ojos. Para cuando ella lo notó, ya había un bulto algo prominente en el short de él. Se ruborizó, trató de ocultar su ropa interior, pero él ya había disfrutado del paisaje. El sonido del celular de Lucho cortó el momento. Era Renata, hizo una seña de silencio y respondió la llamada que se extendió por unos 10 minutos. Berta aprovechó el momento y se fue a su cuarto. Lo había estado provocando inconscientemente y él había respondido a la provocación.

Tras el almuerzo, ella fue a su cuarto para dormir una pequeña siesta, encendió el ventilador y se tendió en la cama. Habría pasado una hora cuando él golpeó el marco de la puerta de la habitación.

“Perdón Berta ¿puedo pasar?” dijo mientras asomaba en el cuarto, “Sí, pasá” respondió ella. Se sentó a su lado y no dudó en contarle que desde que ambas vivían con él y su padre sentía inquietud por la presencia de ellas y que las costumbres que tenían lo habían molestado un poco pero que ver cuerpos de mujer con tan escasas de ropas era para él algo chocante, agradable, pero chocante.

Ella lo escuchaba con detenimiento y analizaba las confesiones del joven, sin tomar en cuenta que en ese mismo momento la escases de ropa se repetía. “Te digo algo más, realmente envidié a mi padre cuando los sentía tener sexo, me enojaba y me excitaba por igual”.

“Lucho, podría ser tu madre…” dijo ella, “Lo sé, pero hasta ese momento mis relaciones sexuales estaban dominadas por una mujer mayor que vos, colega de mi padre” se sinceró. “¿Me estás diciendo que te atraen las mujeres maduras?” preguntó Berta, “definitivamente, aunque con tu hija he logrado una satisfacción increíble” remató Lucho.

La charla estaba al límite de la transgresión, la tensión en la habitación era importante, ella se sentó en la cama y quedó a escasos centímetros de Lucho y él podía sentir la respiración de ella, algo intensa. Tuvo un segundo de duda, pero se decidió y se lanzó a besarla, ella se sorprendió por el hecho pero no tuvo tiempo de retroceder. La tomó en sus brazos y con la sorpresa como aliada, metió su lengua en la boca de Berta, que en un intento de detenerlo abrió sus labios, dándole el espacio suficiente para que recorriera su boca, las manos de él fueron directo a los pechos, amasándolos y presionando los pezones. Allí cayó una de las últimas barreras de Berta. Se entregó al beso y correspondió a la invasión de la lengua de él, sintió cierto placer mientras el magreaba sus tetas de manera intensa, estaba perdida por el deseo cuando sintió como una de las manos del joven bajaba por su vientre hasta instalarse entre sus piernas. Sólo reaccionó cuando un dedo explorador trazaba una separación entre sus labios vaginales por sobre la tela de la tanga. Se separó de él con cara de asombro, sin emitir palabra alguna, con su sexo ardiendo de deseo y su cerebro tratando de dominar sus sensaciones.

Berta: Lucho estás loco, ¿cómo se te ocurre hacerme esto?

Lucho: me excitas mucho y desde que tengo sexo con Rena, no paro de tener erecciones y querer más y más.

Berta: soy la pareja de tu padre

Lucho: sos mujer, muy atractiva y según veo necesitada, tanto como yo.

Le señaló la puerta y casi al borde del llanto le ordenó que saliera inmediatamente de allí.

Él se puso de pie y salió sin emitir palabra alguna. Ella no sabía por qué había accedido y muchos menos por qué había correspondido al muchacho, se puso de pie y cerró la puerta, incluso con llave desde el interior, no fuera el a regresar.

Volvió a la cama, se sentó a los pies de la misma, quiso alinear sus ropas y notó como se había mojado su tanga: había una mancha evidente.

El resto de la tarde pasó sin novedades, al anochecer fue a la cocina, tomó algunas cosas de la heladera y volvió a su habitación. Al pasar frente al cuarto de él, lo vio acariciándose la verga por sobre el bóxer mientras observaba un video en su notebook que supuso era pornográfico.

El silencio dominaba la casa y las sombras de la noche se filtraban por la ventana entreabierta. Lo escuchó ir a la cocina, hubo ruidos de platos y vasos, seguramente estaba cenando, luego apagó las luces y volvió a su habitación. Cerca de la medianoche, salió de su encierro para ir al baño y darse una ducha, tomó la precaución de cerrar apropiadamente la puerta, abrió el grifo y dejó que agua caliente recorriera su cuerpo.

Mientras se duchaba, seguía rondando en su cabeza lo ocurrido en la tarde, necesitaba aclarar lo ocurrido para cerrar el círculo. Se secó y se vistió con un conjunto de ropa interior y un camisón veraniego. Se aproximó a la puerta de la habitación de Lucho, escuchó que él permanecía despierto frente al ordenador, golpeó la puerta y esperó la respuesta desde el interior.

“Pasá Berta, está abierto” se escuchó la voz del joven. Ingresó al mismo momento en que el giraba la butaca para enfrentarla.

Berta: Lucho, entiendo lo sucedido hoy, pero creo que estas muy confundido

Lucho: explicate

“Esta situación de encierro puede aumentar sensaciones, deseos y liberar ciertas conductas” dijo valiéndose de sus conocimientos como psicóloga. “Imaginate si lo ocurrido llegase a oídos de tu padre o de Renata, ¿cómo crees que reaccionarían?” continuó con su exposición. “eso sería causal de separación con Raúl y conflicto muy serio con mi hija” concluyó.

Lucho: no niego que tengas razón, pero ¿decime si no lo difrutaste?

Berta: no puedo responder a eso, solo sé que no puede ni debe volver a ocurrir y trabajaremos sobre eso.

Se aproximó a él y deteniéndose muy cerca, repitió “Nunca más”.

Lucho se puso de pie, redujo a nada la distancia entre ambos y la abrazó, apoyando la cabeza en su hombro, ella aceptó el abrazo como una muestra de afecto y comprensión. Pasó su mano por la cabeza de él y acarició sus cabellos, el retribuyó la muestra con un beso suave en el cuello.

Se miraron a los ojos, ambos emocionados, y casi sin querer, se fundieron en un beso profundo. Ella aceptó el momento y él la abrazó con fuerza, atrayéndola a su cuerpo, haciendo que notase su excitación, sin despegarse, comenzaron a prodigarse caricias, ella por los cabellos de él y él recorriendo la espalda desde el cuello al nacimiento de la curva de su cola. Con mínimo esfuerzo, levantó la suave tela del camisón y apretó firmemente los cachetes del culo de ella, pegándola en su máxima expresión. Ella sentía como la verga de él rozaba su vientre y empezaba a humedecer el bóxer con los movimientos de ambos.

Así en la penumbra que proyectaba la pantalla del ordenador, siguieron con caricias, besos y arrumacos. Ella no se resistía, es más, ya estaba excitándose demasiado, se estaba entregando al momento. Él la levantó en vilo hasta que su verga rozaba su vagina, ella puso sus piernas alrededor de la cintura de él, se despegó unos segundos de sus labios y musitó “No sigas o no podré resistir”. Contrariamente al pedido, caminó con ella cargada hasta llegar a la pared, donde la afirmó de espaldas, movió sus manos hasta tirar del elástico de la tanga para desplazarla y dejar al aire su vagina caliente y mojadísima. Hizo un movimiento para levantarla unos centímetros más y cuando comenzó a bajarla, le demostró que ya el bóxer estaba había descendido y la verga estaba libre, a punto de entrar en ella sólo necesitaba un movimiento más. “Aquí no, así no, vamos a mi cama” dijo ella ya resignada y entregada al deseo.

Sin bajarla, eludió la puerta de su habitación y sin dejar de besarla, se encaminó hacia el cuarto de ella. Entraron chocando con el marco de la puerta, y trastabillando llegaron al borde de la cama.

Ella bajó sus piernas, se sentó en la cama y bajó el bóxer de él, para arrojarlo a un costado. Luego se tendió en el lecho y dejando sus piernas en el borde del mismo le permitió sacarle la tanga, levantado el trasero. Él se arrodilló entre sus piernas y comenzó una comida de labios vaginales, hundiendo la lengua en la raja de la concha, chupando intensamente el clítoris que ya se notaba abultado. Los gemidos de Berta eran intensos ante cada recorrida de la lengua, los flujos eran un torrente de lava, ella llevó sus manos a los pechos y comenzó a masajearlos, pellizcando los pezones hasta el borde del dolor.

“¡¡¡Cuánta razón tiene Renata, sos un experto en el sexo, qué placer!!!” gritaba mientras resistía a un orgasmo que avanzaba desbocadamente.

Cerró las piernas, oprimiéndolo para que no dejara de comerle la concha mientras acababa escandalosamente con un grito que retumbó en la habitación, la concha le palpitaba violentamente. Aflojó la presión de sus piernas y él aprovechó el momento para enterrarle la verga a fondo, montándola, con las manos afirmadas en el colchón. Comenzó a bombear dentro de ella que no paraba de gemir y gritar, hasta regarla completamente de leche caliente. Él podía sentir las contracciones de los músculos vaginales, exprimiéndole cada milímetro de semen.

Cuando ambos se detuvieron, se miraron y ella comenzó a sollozar. “Esto es una locura, primero mi hija y ahora yo, ¿qué voy a decirle?” dejó escapar de sus labios. “Absolutamente nada, será nuestro secreto y aquí estaré cuando me necesites” respondió el.

“Si esto será así, quiero que esta noche hagas conmigo lo que quieras, pero solo por hoy, no habrá otra vez” dijo ella entre lágrimas.

Lentamente, la desnudó por completo, la hizo girar y colocarse con el culo en pompa. Le ayudó a flexionar las rodillas y ubicándose tras ella, comenzó a restregarle la punta de la verga por toda la raja, valiéndose de los jugos de ambos para lubricarla: apuntó la verga al centro de la vagina y la empotró. La dejó metida bien a fondo, por un momento y segundos después comenzó a moverse atrás y adelante, penetrando tan profundo como le era posible. Ella acompañaba cada embestida con un gemido, hasta que hubo recuperado energía y se acopló a los movimientos en busca de un segundo orgasmo que se hacía rogar. “Me cuesta llegar de nuevo” le dijo y él recurrió a la misma estrategia utilizada con Renata, dejó caer saliva en el agujero del culo y lentamente fue metiendo el dedo mayor.

“¡¡AHHHH, mojalo más que me duele!!” gritó, pero no pidió que lo sacara. Volvió a descargar saliva en el culo, movió el dedo, humedeciéndolo. “Si así, ya viene, no pares, no lo saques” agradeció mientras las descargas eran intensas. El segundo orgasmo fue desfasado, ella primero y segundos después él.

La sacó y se tendió a su lado, mientras ella bajaba las rodillas y se quedaba inmóvil en la cama.

La noche era única, o al menos eso creían…

PARTE III

Buenas noches, mi nombre es Alejo y para mis amigos y amigas soy El Negro.

Este relato cuenta la historia de una de las nuevas familias modernas, las denominadas “integradas”. La relación de Renata y Lucho y la intervención de Berta (madre de Renata y pareja de Raúl, el padre de Lucho).

Berta despertó temprano, tendida en la cama, desnuda y viendo a su lado a Lucho que descansaba tan desnudo como ella. Recordó las palabras que había pronunciado en la noche, cuando las sensaciones y la excitación le ganaron a la razón: “Si esto será así, quiero que esta noche hagas conmigo lo que quieras, pero solo por hoy, no habrá otra vez”.

Era obvio que lo hecho en la noche era fruto de una mezcla de sentimientos, necesidad e instintos básicos, razonó la psicóloga. También afloraba la madre: ¿cómo miraría a su hija a los ojos después de confirmar en carne propia las confesiones que le había hecho (Lucho era experimentado en proporcionar placer?) y finalmente estaba la infidelidad: por primera vez desde que estaba en pareja con Raúl, había sucumbido a la tentación y no sentía tanta culpa como hubiera imaginado.

Se cubrió con las sabanas mientras intentaba razonar sobre esos tres temas, y por más que daba vueltas a la situación, solo se conformaba con justificarse a partir de los dichos de su hija: necesidad, instintos y reacciones propias que el encierro y la soledad generaban.

Se giró y observó detenidamente al joven, tenía la clásica erección matutina típica de los hombres. Si bien no era un miembro de grandes dimensiones, bien utilizado era satisfactorio y vaya que el chico sabía cómo utilizarlo. Notaba que su cuerpo empezaba a reaccionar a la imagen por lo que abandonó la cama, antes que su voluntad flaqueara. Se calzó una bata para cubrir la desnudez y se encaminó hacia la cocina, en silencio, tratando de no despertarlo.

Se sirvió un café, tomo el celular y envió un mensaje a Raúl, como si eso bloqueara sus pensamientos. Recibió como respuesta una video llamada, donde su pareja le contó que estaba con muchas molestias y todo hacía suponer que tenía una recaída que lo mantendría en el hospital por varios días más que lo previsto. Le comentó que Nuria (la joven rubia que estaba a cargo de su cuidado) no se había despegado de la habitación, monitoreando su evolución, giró el teléfono y enfocó a la joven que descansaba en un sillón de la habitación. Le recordó que en aproximadamente una hora más recibiría el nuevo parte médico, por lo que le sugirió que mudase su ropa, ya que pretendía tenerla en línea cuando el médico le informase de su salud. Se despidieron y cortó la comunicación.

Ella terminó el café, dejó la taza en la mesada, fue a su cuarto tomó ropa del placard y se encaminó a la ducha. Ya vestida, volvió a la habitación y despertó a Lucho, avisando de la llamada que tendría y que pretendía que estuviese presente para escuchar el parte.

Lucho: Buenos días Berta, ya me pongo presentable.

Se puso de pie, sin ocultar su desnudez, caminó hacia la salida y al pasar le dio un beso corto en los labios. “Tranquilo Lucho, después de la llamada hablaremos” dijo apartándolo.

Fue al living de la casa, se acomodó en el sillón amplio, dispuso su teléfono para recibir la llamada y esperó al joven, quien apareció pasados unos 20 minutos, le comentó rápidamente la charla previa con Raúl y quedaron a la espera. Un rato después llegaba la solicitud de conexión, tomó a Lucho de la mano y se dispusieron a escuchar la explicación médica. Prestaron atención a los detalles brindados que fueron rematados con una solicitud por parte de los facultativos: “Dado que Raúl no tiene familiares aquí, le pediremos que firme y envíe una autorización para que la Srta. Nuria pueda aprobar estudios que así lo requieran. Es una formalidad”.

Berta asintió con la cabeza y se comprometió a remitir un mail con la autorización, estaba claro que el retorno de Raúl se demoraría bastante más y la imposibilidad de viajar era motivo del pedido. Lucho preguntó si había riesgo de vida y uno de los facultativos trató de explicar que si había respuesta adecuada a la medicación, no habría inconvenientes aunque quedarían algunas secuelas. Instantes después fueron hasta la habitación del paciente, entregaron el celular a Raúl para que mantuviese una breve charla con su hijo y pareja, se lo notaba agitado. Antes de cortar la llamada, pasó el teléfono a Nuria Menditegui (la cuidadora) para que brindara sus datos y así confeccionar la autorización. “Sra. Berta, tenga usted la tranquilidad que estaré al pendiente y le comunicaré cada novedad que se produzca”, dijo y cortó la llamada.

Berta y Lucho continuaban tomados de la mano, se miraron y entendieron lo delicado de la situación. Charlaron sobre la información brindada y se lamentaban de no poder acompañar a Raúl en su enfermedad. “Parece que la rubia está más que comprometida con el cuidado de papá” dijo Lucho, y Berta le explicó que Nuria había sido contratada por la empresa donde trabajaba su padre para que lo cuidase mientras durara la recuperación.

“Suerte que tiene el viejo, esa rubia es la fantasía de todo hombre, una enfermera muy bonita” dijo con una sonrisa, tratando de relajar el momento.

Fueron a la cocina, se sirvieron un café  y cada tanto alguno enunciaba una frase como para evitar el silencio. “Voy a estudiar un rato, después vengo para ayudarte con el almuerzo” dijo Lucho. “No te vayas, tenemos algo importante que tratar” respondió Berta.

“Lo que sucedió anoche es algo que debimos evitar, reconozco que fui yo quien cedió y eso me hace sentir extraña” dijo Berta.

Siguió haciendo una defensa de su accionar, pero no dejaba de reconocer su momento de debilidad. Le explicó que se sintió igual que Renata, las mismas sensaciones y necesidades y sin entender por qué se entregó a sus brazos.

Lucho escuchaba atentamente y ante cada silencio de ella, en su mente rondaba la misma pregunta: ¿por qué son tan complicadas y no aceptan lo sucedido? Finalmente, tomó la palabra y trató de ser muy claro.

Lucho: Berta, pasó y punto. Nos gustó y lo disfrutamos.

Berta: ¿jamás pensaste en tu padre y mi hija?

Lucho: quizá en Rena, hasta compararte con ella.

Berta no podía entender que él lo tomara con esa naturalidad y mucho menos que la hubiese comparado con su hija, era incomprensible. Se puso de pie y abandonó la cocina, dando por concluida la conversación.

Pasó la tarde encerrada en su habitación, tratando de entender y entenderse a sí misma. El muchacho la inquietaba, pero no podía dejar de pensar en Raúl y su reacción si se enteraba de lo acontecido. Trató de dormir un rato y se ayudó con un sedante, y se rindió al sueño.

Lucho quería concentrarse en el estudio, pero no lo lograba. Las imágenes de ambas mujeres desnudas, sus performances en la cama, los gemidos de una y los gritos de la otra al llegar al orgasmo, le detonaban la cabeza.

Al llegar la noche, él preparó la cena y fue a buscarla a la habitación para que lo acompañase en la mesa. “En minutos voy” respondió Berta.

Cenaron e intercambiaron algunas palabras, hasta que él le propuso ver una película en el living, “Vendría bien para romper la monotonía” dijo Berta. Los primeros fríos del otoño se hacían notar, él prendió la calefacción y le trajo una manta para que ella se cubriese. Berta se acomodó en el sillón, se tapó con el abrigo y tomando el control remoto buscó una película. Escuadrón suicida fue la elegida. “Que parecida es la minita a la enfermera” dijo Lucho. Berta se rió de la humorada “¿Te la imaginás así vestida en el hospital?” replicó ella. “Si se me aparece así, le contagio el COVID para toda la vida, ja ja ja, qué me encierren de por vida con ella” fue la respuesta de Lucho.

Berta: hombres… es en lo único que piensan…

Lucho: si te encerraran con Richard Gere, vos pensarías lo mismo…

La película avanzaba y Berta notó que él temblaba un poco, abrió la manta y lo invitó a compartir el calor. Se pegaron uno a otro y continuaron viendo el film. Ella sentía que el sueño la vencía pero quería ver el final, se recostó un poco en el hombro de él para estar más cómoda. Dio dos o tres cabezazos casi rendida por el sueño, hasta que no resistió más y se durmió.

Minutos después, la película terminó y Lucho le dijo suave al oído “Vamos a la cama”, la abrazó y la ayudó a levantarse, tomándola por la cintura la guió a la habitación, la sentó en el lecho, le quitó el calzado, desprendió la bata y la retiró por los hombros, corrió las sabanas y frazadas, la reclinó en la cama, levantó las piernas y la cobijó.

Estaba por apagar la luz del velador cuando ella entreabrió los ojos y le agradeció el gesto. “¿Querés hacerme compañía?” murmuró Berta.

Él rodeo la cama, se quitó la ropa y se metió bajo las sábanas. El contacto de su cuerpo frío provocó un temblor en Berta, que se aproximó a él y lo abrazó para darle calor.

“No te aproveches, solo disfrutá del momento” le dijo mientras volvía a cerrar los ojos. Estuvieron un buen rato así, hasta que el cuerpo de él cobró temperatura, ella se giró y le dio la espalda, acomodó la cabeza en la almohada. Él se pegó a ella desde atrás y cruzó un brazo por sobre el vientre, pero no pasó de eso, se durmieron ambos.

Con el amanecer, ella despertó sintiendo el calor del cuerpo del joven y la típica erección matutina encajada entre los cachetes de su culito. Se dio cuenta que no había segundas intenciones cuando sintió la respiración acompasada clásica del dormido. Solo su rajita que notaba algo más, pues se humedecía al sentirlo. Se quedó quietecita disfrutando la situación, mientras trataba de recordar cuanto tiempo había pasado para despertarse con esa excitación creciente y algo que se metiera entre sus piernas.

Berta tomó la mano de él que reposaba en su vientre y la guió hacía abajo, manipuló el dedo mayor y lo ubicó en su raja húmeda. Suspiró cuando sintió el contacto, separó la tanga hacia un lado y abrió un poco las piernas para que la verga de él se colara entre ellas. Ese movimiento despertó a Lucho, pero simuló seguir dormido para que ella hiciera lo que deseaba sin culparlo luego de aprovecharse.

Ella arqueaba su cuerpo para que el roce de la verga le diera la temperatura necesaria a su concha, mojara bien sus labios y con movimiento preciso, la llevó a su interior, soltó un suspiro profundo y apretó firmemente la mano del joven contra su vulva. Él ya no podía disimular más, internó el dedo hasta llegar al clítoris y simultáneamente empujó desde atrás para ensartarla: “buenos días putita, que hermosa manera de despertarme…” dijo mientras empezaba a moverse lentamente.

Berta: cállate y seguí moviéndote.

La fue girando lentamente hasta montarla, dejándola de cara al colchón. “Levantá la cola que quiero ponerte en 4 patitas” dijo mientras ella hacía el esfuerzo por complacerlo, fue levantándose y poniendo el culito en pompa. Él se fue ubicando atrás de ella, afirmándose en sus rodillas, con mucho trabajo para no salir de su interior, hasta acomodarse totalmente.

Retiró las sabanas y frazadas, aprovechando el calor que brotaba de la calefacción central. No se molestó en retirarle la tanga que se enroscaba en la cintura, era un obstáculo más, que ayudaba al roce y la excitación. El bombeo era lento pero muy placentero.

Berta: dámela toda, métela hasta el fondo…

Lucho: si mi diosa, tan adentro como pueda

Así estuvieron por un buen rato, prolongando los movimientos, gozando, ella entre gemidos y él bufando con cada embestida. Los dedos de ella trababan los de él entre sus piernas, colaborando con la excitación.

Berta: sácame la tanga, me molesta

Él se retiró unos segundos, tirando de los bordes la bajó hasta liberar las nalgas y volvió a embestir, clavándola a fondo.

Berta: los dedos al culo, ayúdame a acabar…

Sintió la cálida saliva caer en su hoyito el dedo invadirla nuevamente. Los movimientos de penetración vaginal se acompasaban con el dedo que dilataba lentísimamente el culo. Lucho vió como aquel agujero prieto se ensanchaba poco a poco y juntó dos dedos y los fue metiendo. Un gemido agudo, placentero escapó de la boca de Berta: “sí, asi me gusta, dame más” pedía casi a gritos. El joven entendió que era una oportunidad única, estiró su mano derecha a la mesa de luz, tomó un pote de crema que allí había, dejó caer un chorro frío en el culito y aceleró el movimiento.

Ella gritaba su placer, se retorcía de gusto y ofrecía su culo como un trofeo. Él no dudó, retiró la verga de la concha y la enfiló al culo, donde resbaló fácilmente y se introdujo con facilidad.

Berta abrió los ojos al máximo, sintió que ya no era un dedo sino una verga la que perforaba su esfínter: ¿cuánto tiempo había pasado desde la última vez que aquello había sucedido? Tiró su cuerpo hacia atrás y lo recibió a tope, se ayudó con una mano frotando furiosamente su clítoris mientras el invasor se amoldaba a su estrechez.

Berta: ¡¡¡rómpeme el culo!!! Llenalo de leche…

Eso incentivó a Lucho que la cabalgó furiosamente, le aplicó cachetazos en las nalgas y embistió una y otra vez hasta descargarse totalmente. Ella sintió uno, dos, mil chorros en sus intestinos, no soportó más y acabó dando un grito que pudo escucharse desde la calle.

Cayeron rendidos, satisfechos y abotonados. La penetración duró mientras la dureza de él se mantuvo, con la disminución de tamaño llegó el relax. Ella lo despidió de su interior con esfuerzo, feliz y agotada por tanta acción. El ano le latía, el esfínter palpitaba y dejaba escapar los restos del semen de él.

Se quedó quieta, tratando de reponerse mientras el joven acariciaba sus curvas. “Me encantó encularte, fue increíble, nunca antes había penetrado el culo de una mujer y creo que desde hoy será mi mayor objetivo” dijo Lucho mientras le dejaba besos en el cuello.

Berta: déjame sola, necesito entender lo que hice, por favor.

Él salió de la habitación, fue al baño y se duchó. Desnudo entró al cuarto, justo en el momento en que su celular empezaba a sonar: Renata lo invitaba a una video llamada. Tomó el teléfono, abrió la conexión y se mostró tal cual  estaba, Renata se sorprendió y alabó la visión, lo que menos imaginaba era que él venía de unas tres horas de sexo salvaje con su madre. “Cómo extraño esa verga… Menos mal que solo faltan dos días para volver a disfrutarla” comentó mientras le enseñaba la concha recién depilada (aún enrojecida por el tratamiento) “Esta señorita te extraña horrores, no sabés como chorrea noche a noche”. Mantuvieron una charla por unos 20 minutos, en los cuales él no logró endurecerla para que Renata completara una masturbación que calmara su calentura. “Demasiado estudio te está dejando flojito Luchi, el sábado voy a darte un tratamiento intensivo para que te recuperes” dijo antes de cortar la llamada.

Ahora Lucho estaba entre la espada y la pared: ¿a quién debía atender: Berta (una fiera) o Renata (una gata en celo)? ¿Habría una posibilidad de que fueran ambas? ¿Cómo lo lograría? Cayó en la cama y prácticamente se desmayó de tanto cansancio.

Los siguientes dos días fueron muy fríos entre Berta y Lucho: ella trataba de escapar a su presencia y él no sabía cómo afrontar la situación.

En medio de ello, Nuria informó que Raúl debía permanecer en el hospital hasta el lunes, para luego mudarse a un departamento, aislado de otras personas, ya que su condición pulmonar no era de las mejores. El domingo Raúl los saludó a ambos, estaba feliz de verlos tan unidos y les resaltaba continuamente los cuidados que le prodigaba Nuria.

El lunes llegó y con ello el retorno de Renata a la casa. Berta estaba inquieta por lo vivido con Lucho, saber que había sido infiel a su pareja y traicionado a su hija. Renata se reunió con su madre para saber de los avances de las charlas con Lucho, mientras él estudiaba en su cuarto.

A Renata le llamó la atención que ya no había puertas cerradas de uno y otro lado, sumado  a que él vestía tan liviano como ellas, sin reparos.

Renata: ma, ¿la pasaste bien con Lucho?

Berta: si, normal.

Renata: má, no me mientas…

Berta llamó a Lucho al living, y se ubicó frente a ambos. “Chicos, quiero que mantengan la calma. Sé que se necesitan, pero respeten la casa” les dijo. “Mamá, ya sabés de nosotros y no podés negarnos la posibilidad de relacionarnos” le respondió su hija. La mirada de Berta a Lucho era fulminante: “¿Nada que decir Lucho? dijo Berta. “Negociemos” dijo él.

La propuesta era sencilla: Berta iba de compras y los dejaba solos dos días a la semana, otros días iba é y ella quedaba sola y finalmente otros dos día iba Rena, mientras Berta y Lucho quedaban en la casa. La idea sonaba bien, pero Renata no entendía que ellos quisieran quedarse solos por esas dos a tres horas que demoraban las compras.

Renata: ¿ustedes dos solos? ¿entiendo bien?

Lucho: claro, todos respetamos esos momentos a solas con el otro ¿por?

Renata se rió de su propia duda: ¿su madre enroscada con Lucho? Ni loca. “Si están de acuerdo, yo también” dijo Renata imaginando una hora y media a puro sexo. Lucho pensaba cómo haría para satisfacerlas a ambas y Berta cómo haría para no flaquear mientras estaba sola con Lucho. El séptimo día era un descanso asegurado para el semental del trío aunque Berta evitaba rendirse a sus emociones.

Los tres retomaron sus actividades, tratando de no interferir en el arreglo de partes.

30 de Mayo, día de descubrimientos y confesiones.

La clásica video llamada diaria fue desencadenante de una hecatombe familiar. Berta tenía sospechas de que algo pasaba en Madrid, las charlas con Raúl se habían vuelto frías y Nuria aparecía en todas las comunicaciones, se lo veía de buen semblante pero no hacía referencias a retornar al país. Los tres (Berta, Renata y Lucho) se sentaron en el living esperado la hora de la llamada frente al celular.

Apenas se inició, apareció la imagen de Raúl, podía verse de fondo el pasillo que conectaba las habitaciones y el baño del departamento de Madrid. Era una charla animada, donde Raúl comentaba su mejoría de salud, como se estaba integrando a la empresa mediante teletrabajo, el calor que comenzaba a azotar la ciudad y otras tantas cosas. Un detalle no pasó desapercibido a  los tres integrantes de la casa, a espaldas de Raúl pudo verse a Nuria salir de una de las habitaciones rumbo a otra, solo cubierta por un toallón. Los ojos de Lucho se abrieron al máximo, la boca de Renata se transformó en una O gigante y Berta enrojeció al instante.

Berta: Raúl ¿cuál es tu cuarto?

Raúl se giró y señaló el más cercano. Exactamente el mismo desde el que había salido Nuria.

Lucho: ¿estás seguro viejo?

Raúl: más vale, hace casi un mes y medio que vivo acá ¿Por?

Renata: acaba de salir Nuria casi en pelotas de ahí.

Raúl se puso de todos los colores posibles. Volvió a girarse hacia la puerta del cuarto y Nuria salía de otro para pasar al baño, dando la espalda a la cámara del celular, con el toallón enroscado a su cuerpo, dejando a la vista piernas y algo más.

Berta: Raúl ¿te estás comiendo a Nuria? Anda en pelotas por el departamento.

Raúl: yo… no es lo que piensan…

Berta:¡¡¡ pedazo de hijo de puta, nosotros acá encerrados, preocupados por vos y te cogés a la enfermera!!!

Raúl: no digas eso, no es así

Renata: ¿no? ¿Y que hace en pelotas en el departamento? ¿Mucho calor?

Raúl: pará Renata, escúchame…

Lucho: al menos disimulá un poco, no podés hacer esto.

Raúl había quedado al descubierto, un descuido lo había dejado en evidencia.

Berta: mañana tendrás el pedido de separación en tu correo. Buena suerte.

Cortó la llamada y se enfrentó a los jóvenes. “Vamos a hablar a calzón quitado, los tres” dijo Berta.

“Esto que acaba de suceder los libera a ambos para la relación que mantienen, sea cual sea, ya no hay lazo familiar que los una. Lucho, no voy a dejarte en la calle pese a lo que pasó con Raúl” comenzó su monólogo Berta, para seguir con más detalles: “Apenas se pueda, dejaremos juntos ésta casa y nos mudaremos a otro lugar donde seamos desconocidos y nadie juzgue lo que sucede entre ustedes.”

Las novedades fueron recibidas con cierta alegría pese al momento vivido durante la llamada por parte de los jóvenes, pero aún faltaba más.

Berta: Rena, jamás hemos tenido secretos desde que me separé de tu padre y hoy no será la excepción.

Renata: ¿de qué hablás mamá?

Berta: prométeme que no vas a enojarte ni hacer una escena.

Renata: dale ma, no más rodeos por favor

Berta tomó aire, la miró a los ojos y descargó lo que le faltaba exponer: “en tu ausencia, cuando fuiste a casa de tu padre, pude comprobar todo lo que me dijiste de Lucho: es un excelente y afectuoso amante”.

El rostro de Renata demostró su sorpresa, le costaba articular palabras, los miró a ambos y cuando pudo emitió una pregunta: “Mamá, ¿te encamaste con él? Sabías que había algo entre nosotros y te lo cogiste”.

Berta asintió con la cabeza y respondió a su hija: Me pasó lo mismo que a vos, me venció la necesidad, lo seduje y lo llevé a mi cama” aseguró.

Lucho era un espectador de lujo entre las mujeres, no daba fe de lo que sucedía a su alrededor: la madre confesando a su hija que habían compartido amante.

Renata clavó la mirada en el joven “¿No tenés nada que decir?” cuestionó a lo que él atino a responder “Fue sexo, placentero, pero solo sexo”.

Berta tomó de la mano a uno y otro: “Chicos, no discutan, no es momento, vayan a mi habitación, hablen y solucionen el tema, necesito hablar con mi abogado para iniciar la separación”.

Se pusieron de pie y se encaminaron al cuarto, entraron y cerraron la puerta para tener privacidad y no interrumpir la conversación de Berta.

Renata: no sé qué decirte, si enojarme, si putearte, si darte una cachetada, no sé qué hacer.

Lucho: Rena, no fue una traición, fue una reacción irracional.

Renata: pero es mi madre con la que cogiste. Sería tan irracional como que cogiéramos ahora, ¿cierto?

Lucho extendió su mano y con el revés le acarició el rostro a la joven, de modo cariñoso. Ella tomó la mano y lo acercó, apoyó la cabeza en el pecho de él y lo abrazó: “decime que no me comparaste con ella, que pensabas en mí mientras te la movías”.

“Para nada Rena, además hice con ella cosas que no hicimos nosotros, me dio lecciones para aplicarlas con vos” dijo Lucho. “Entonces ¿fue una más en tu lista? Interrogó Renata. “No sé si tan así, no niego que hubo algo especial” remató él.

La charla dejaba en claro que Renata seguiría siendo su amante, de otro modo no hubiese accedido a la conversación y que si él lo pedía o lo sugería, terminarían en la cama pero no era el momento. Sólo una sesión de besos cerró el momento.

Salieron de la habitación tomados de la mano, fueron al encuentro de Berta que aún estaba al teléfono. Al verlos apuró y completó la llamada, dejó el celular sobre la mesa del living.

“Me alegro que hayan llegado a un acuerdo. Ya está todo encaminado legalmente. Tengo una propuesta que hacerles” dijo Berta.

Renata: ¿cuál mamá?

Berta: ocupen la habitación matrimonial, yo me mudo a la tuya.

Lucho: pero y las cosas que hay ahí ¿dónde las ponemos?

Berta: en tu habitación Lucho.

Minutos más tarde, iniciaban la mudanza interna que finalizó al anochecer. Los tres estaban rendidos, tras una cena liviana y una ducha reparadora se dedicaron a descansar.

La mañana siguiente demostró que había cambios en la casa. Las puertas de las habitaciones abiertas, sin nada que esconder, las mujeres livianas de ropas (¿qué podían esconder, si se habían desnudado ante Lucho?), el muchacho se había sumado al estilo de las mujeres: sólo se cubría con un bóxer y una remera. Los primeros movimientos fueron en la habitación de Berta, despertó algo más temprano que la pareja y tan solo vestida con una remera amplia y su clásica tanga, se encaminó al aseo. Ducha rápida, cambio de ropa interior, otra remera clara, sin brassier y descalza, se dirigió a la cocina, previo pasar por la habitación de la pareja.

El hilo dental de Renata dejaba casi todo su cuerpo a la vista, no había nada en la parte superior, mientras Lucho solo llevaba el bóxer negro que ya había visto más de una vez, con la infaltable erección matinal. Dudó en entrar a despertarlos, y así observarlos más de cerca. Era una tentación importante, la acción con Lucho la había dejado con ganas de más, pero estaba Renata a su lado: ¿qué pensaría su hija si entraba al cuarto a verlos casi desnudos? Meneó la cabeza y siguió a la cocina a preparar el desayuno.

El perfume de las tostadas y el café recién hecho, despertó a Lucho. Se vio junto a Renata (virtualmente desnuda) y creyó interesante aprovechar el momento: una buena erección, una mujer desnuda al lado y saber que Berta podría escuchar todo sede donde estaba. Giró y se acomodó a la altura justa de los pechos de Renata, se acercó lentamente y comenzó a chupar los pezones de manera delicada, hubo un ronroneo de placer de parte de ella que tomó como aprobación y decidió ir a más. Ya mordisqueaba los pezones de manera alternativa y pasaba sus dedos por sobre la tela de la diminuta prenda. La concha de Renata no demoró nada en empaparse, abrió levemente las piernas y le dejó el espacio suficiente para caricias más atrevidas y profundas que no tardaron nada en llegar.

El aroma a sexo empezó a invadir la pieza, y los gemidos a brotar de la boca de ella. Segundos más tarde, ya la montaba y se frotaba por sobre la fina tela, la desplazó hacia un lado, liberó la verga y directamente la clavó a fondo.

El gemido fue intenso y difícil de disimular, los primeros movimientos fueron lentos, pero a medida que la humedad de ella era más intensa las penetraciones también. “Cogeme mi macho, lléname de verga y leche” dijo ella instándolo a terminar la faena de manera rápida e intensa. Él aceptó la propuesta y en cuestión de minutos descargaba todo el contenido de sus huevos en la concha ardiente. Tan enfrascados estaban en su lucha que no recordaron que la puerta estaba abierta: desde el marco de la misma, Berta miraba con deleite como se consumaba el momento, y en un acta reflejo llevó su mano a la entrepierna para darse placer y compartir el momento. Los tres terminaron casi simultáneamente, Berta partió a la cocina (aun chorreando entre sus piernas) y los jóvenes completaron el momento con una sesión de besos y caricias.

Habrían pasado unos 20 minutos cuando la pareja entró a la cocina, Berta estaba sentada a la mesa, con la tanga mojadísima. Los vio tan felices que no pudo menos que regocijarse.

“Chicos voy a pedirles un favor, cuando tengan sexo, cierren la puerta por favor” les dijo sin ánimo de reproche, solo como una sugerencia.

Renata recogió el guante e hizo una jugada extraña pero concreta: “No me dirás que estuviste espiando y te dieron ganitas…” dijo sonriendo. “Rena, no es algo que deba contestarte” respondió Berta. “Vamos ma, seamos abiertos. Ya sé que se encamaron, que la pasaron bien y lo disfrutaron” dijo muy seria. “Bueno, pero de ahí a más, es otra cosa” musitó Berta poniéndose tan roja como un tomate. “A honestidad brutal era la idea ¿no? Decime, ¿te gustaría volver a estar con él?” descargó Renata.

Lucho no salía de su asombro, su pareja le ofrecía a su madre compartirlo. O era broma o una muy mala jugada. “¿Lo aceptarías Renata” alcanzó a decir.

“Obvio, si lo nuestro es solo sexo, ¿cómo podría negarme a eso? Cuando rotemos por las compras, tendrán su tiempo. Nos tendrás a ambas y no habrá infidelidades” dijo muy tranquila.

Berta estaba en shock, su hija le ofrecía a su amante servido en bandeja. “No se hagan los estrechos, a vos te calienta ma y él aprende cosas que después hace conmigo. ¿Cómo pensas aguantarte lo que dure este encierro? ¿A pura paja?” cerró Renata. El tema era complejo, pero podrían resolverlo como adultos si querían. “Vamos, desayunen y después mientras voy a hacer las compras se sacan las ganas” terminó su exposición.

Se miraron los tres, no podían entender como la más joven del trío los estaba incitando a ir a más. “Lo único que les pido es que se cuiden y cojan, solo coger nada de involucrarse, ¿ok?” se puso de pie y fue a cambiarse para salir de compras. Estaba a punto de salir cuando Lucho le cerró el paso: “Renata, ¿estás muy segura de lo que dijiste?” le dijo. “Totalmente, no son cuernos, son deseos e instintos, como yo lo veo” respondió. Tomó su tapabocas, la bolsa de las compras, su cartera y sentenció antes de salir: “No pierdan tiempo”.

La puerta se cerró y se quedaron solos. Ninguno se animaba a dar el primer paso, ¿qué hacer? ¿Renata tendría razón? ¿era tan así?

Pasaron unos 10 minutos y seguían como estatuas, la puerta volvió a abrirse y Renata entró nuevamente: “¿Todavía están ahí? Vamos para la pieza, vamos…”

Los tomó a ambos de la mano y se los llevó a la cama matrimonial. “Dale Lucho, empezá a trabajártela y vos Berta, sacate todo y prepárate para una buena revolcada”, viendo que no hacían nada, le bajó el bóxer a él, le sacó la bata a ella y los empujó rumbo al lecho. “vamos che, que no se diga, gente grande…” El desparpajo de Rena era terrible, los dejaba en blanco. Rena tomó la verga de Lucho y la comenzó a sacudir para darle buen tamaño, cuando lo logró le tironeo la tanga a Berta y se la bajó a los tobillos. “Está casi a punto Lucho, dale ¿Qué esperás?” dijo instándolo a empezar la tarea. Berta estaba petrificada, no podía creer lo que sucedía.

Entonces sucedió lo inesperado para ambos: Renata se aproximó a su madre y empezó a magrearle las tetas y tratar de besarla, Lucho quedo tieso: su amante estaba avanzando a su madre y lo invitaba con una de sus manos a ayudarla. Berta cayó en la cama, sin reacción. Cuando Rena metió dos dedos en la concha de su madre, Lucho pareció despertar, besó a Berta, le comió la boca desesperadamente. Ella cerró los ojos y se dejó hacer, sentía la verga de Lucho frotarse contra los labios de la vagina, los besos de Rena en sus pechos y perdió totalmente los estribos.

Apretó a Rena contra sus tetas, y abriendo las piernas totalmente le dejó el espacio necesario a Lucho para penetrarla, cosa que hizo al segundo.

Un trío inesperado pero satisfactorio, a Rena se le escapaban las tetas de su madre de la boca mientras Lucho embestía sin piedad la concha. Minutos de locura, primer regada de leche en la concha de Berta. Lucho cayó en la cama, vaya uno a saber en qué momento Renata se desnudó y le puso su concha caliente en la boca, Berta lo montó y comenzó a cabalgarlo. “Chupamela hasta acabar mi macho” decía Renata, “Movete y lléname de leche” pedía Berta, Lucho un esclavo de ambas trataba de cumplirles. El momento era mágico: madre e hija disfrutando de su amante. El momento más candente llegó cuando  tras acabar, Berta se bajó de él y comenzó a comerle la verga como si no hubiese mañana. “Esa es mi mami, chupala hasta que no le quede leche en los huevos” le dijo segundo antes de que su orgasmo explotara y la leche de Lucho inundara la boca de Berta. Lucho quedó destruido, las mujeres satisfechas a más no poder.

Tras minutos de relajación, los tres tomaron conciencia de lo hecho. Renata sonreía, Berta se reponía del esfuerzo y Lucho no cabía en sí mismo después de la orgía familiar.

“Ojalá esto sea el primer paso, que se repita” dijo Renata, “Jamás te hubiese imaginado tan puta Renata” dijo Berta, “No má, bisexual, cojo con hombres y mujeres desde los 17, era mi fantasía hacerlo con otro tipo y con vos, estas muy fuerte” le respondió.  Lucho la herramienta que llevó a cumplir la fantasía estaba extasiado, cogía con madre e hija sin necesidad de ocultarlo y todo gracias a su padre.

Las noches, las tardes y hasta la mañanas se volvieron una orgía continua, cuando el encierro de la cuarentena concluyó, se fueron a vivir a un pequeño pueblo del interior. Los tres tienen sus carreras terminadas, viven de ello y al día de hoy siguen viviendo en esa promiscuidad placentera: Renata dio a luz un hijo, y piensan que si todo sigue como hasta ahora, será el integrante de un cuarteto sexual, que deberá ayudar a su padre a satisfacer a las dos mujeres de la casa.

¿Raúl? Solo y quebrado en Francia, Nuria encontró otra escala para ascender en la empresa.

Espero sus comentarios, y más que nada sus opiniones…

Saludos,

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Alejo Sallago – alejo_sallago(a)yahoo(.)com(.)ar

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Alejo Sallago
Alejo Sallago

Mi nombre es Alejo y para mis amigos y amigas soy El Negro.
Para aquellos que hayan leído alguno de mis relatos, soy un adicto a las maduritas desde que tengo uso de razón, pero no por ello dejo de lado al resto de las mujeres.

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