Soñar despierto con una chica de 21 años
Era una noche calurosa de luna llena. El calor me agobiaba, así que salí del apartamento a dar un paseo. Las calles estaban vacías y se respiraba un ambiente enrarecido. De repente, algo llamó mi atención: una chica de unos 21 años estaba llorando desconsoladamente. Me acerqué a ella y, al verla, me quedé asombrado por su belleza. Era una rubia de curvas impresionantes, bueno, perfecta: buen culo, buenos pechos y labios carnosos. Le pregunté qué le pasaba y me miró con los ojos llenos de lágrimas y con terror en las pupilas (estaba asustada), pero no dijo nada. Se echó a llorar de nuevo, así que tomé un pañuelo de mi bolsillo, la levanté suavemente y la sequé las lágrimas mientras le preguntaba de nuevo qué pasaba. Le pregunté qué pasaba y si la podía ayudar. Al ver mi actitud, se tranquilizó un poco y me contó que su padrastro la había echado de casa y que un ladrón le había quitado todo el dinero que tenía y había intentado proposarse, cosa que no logró porque pasaba un coche de la policía y el individuo se asustó y se fue.
Me dio pena y le pregunté si quería dormir en mi apartamento esa noche y si podíamos hablar mañana sobre lo que podíamos hacer. La verdad es que no sé si se lo dije por pena o por lo buena que estaba, pero lo cierto es que yo estaba cada vez más cachondo…), me miró con una pequeña sonrisa que iluminaba su cara de ángel y, tras sopesar su situación, decidió venir conmigo. Mientras le ayudaba a subir, le dije mi nombre: Pedro. Ella me contestó que se llamaba Natalia. La solté la mano para que no pensara mal de mí y nos dirigimos a mi apartamento sin hablar.
Al llegar, le enseñé el apartamento. La verdad es que no había mucho que enseñar: una habitación, un saloncito, el cuarto de baño y la cocina. Al ver que solo había una habitación, se quedó un poco escandalizada, pero yo me adelanté y le dije que no se preocupara, que yo dormiría en el sofá. Su rostro se tornó normal al tiempo que le oía sonar las tripas. La dejé en el salón viendo la tele y me fui a la cocina a prepararle la cena y a pensar cómo hacerlo. Cuando y de qué manera me iba a follar a ese bombón que cada vez me ponía más cachondo. Absorto en mis lucubraciones, noté un toque en mi hombro y, al darme la vuelta, era ella. Me preguntó si podía darse un baño y le dije que por supuesto, que le dejaría algo de ropa en la cama. Al regresar a la cocina, al terminar la cena, me convencí a mí mismo de que, portándome bien, no lo iba a lograr, así que preparé unas cuerdas que tenía y un pañuelo y trazé un plan.
Ella salió de la ducha y se puso un pantalón corto deportivo y una camiseta mía que le quedaba enorme, pero era muy sexy. La puse de cenar y me dio las gracias. Me dijo que cuando pudiera me pagaría todo lo que yo estaba haciendo por ella. Yo le dije que no se preocupara, que muy pronto todo se solucionaría. A todo esto, estaba muy cansada despues de la cena. La acompañé a mi cama y me quedé allí hasta que se quedó mas tanquila; pero en sus ojos la veía completamente dispuesta, no hacia falta palabras. Estaba tan caliente que no lo pense mucho y la desnude y yo tambien. Mi aparato se puso duro como una roca, que hasta me dolía. Comencé a acariciarla con la lengua todo su cuerpo sin dejar ni un solo milímetro de su piel sin saliva. Ella se estremecía excitada y, de repente, empezó a moverse suavemente. Me acerqué a su oído y le dije lo hermosa que era, ademas mi calentura era mayor que mi razón, y ella tambien estaba caliente. Le dije que solo quería poseerla, porque era la persona más bella que jamás había conocido.
Al mismo tiempo, le acariciaba su rajita rasurada y humedecida, no sé si por la situación o porque a ella también le excitaba. Subí mi mano impregnada en sus jugos y le dije que si le gustaba. Ella asintió con gusto; entonces, le empecé a pasar los dedos por la boca y ella empezó a lamerlos. Me quedé sorprendido por su actitud y le dije que era mi putita y que se tenía que portar bien. Acto seguido, le acerqué mi pene a la boca. Empezó a lamerme y yo estaba en la gloria. Algo se apodero de mí y le empecé a follar la boca. Al cabo de un rato, mis músculos se empezaron a tensar y la inundé la boca de semen que ella se tragaba con cierta dificultad. Una vez escurrida hasta la última gota, la saqué y ella me la limpió. Me dijo que ella era mi putita y que haría todo lo que yo quisiera. Esas palabras hicieron que me empalmara nuevamente. La puse sobre unos cojines para dejar más a la vista sus agujeros y empecé a lamer lentamente toda su entrepierna sin rozar sus sonrojados labios y acercándome también a su abertura anal. Ella gemía de placer y se retorcía. Seguí así hasta que me dijo que se lo comiera y la hiciera gozar.
Empecé a meter mi lengua y a acariciarle el clítoris, aumentando la velocidad a medida que ella aumentaba su respiración. Empecé a meterle dos dedos en su vagina húmeda, acompasando el movimiento con el de mi lengua, y otro de mis dedos se perdía en su ano lubricado con sus propios jugos. Tardo poco tiempo en estallar en un grandioso orgasmo que casi me hace perder el sentido. No me di por satisfecho y continué hasta proporcionarle dos espectaculares orgasmos más. Al terminar la comida de coño, me acerqué a su cara sudorosa y le dije que ahora me tocaba a mí. Le acerqué el miembro a sus labios carnosos y ella empezó a lamerlo. Pero yo quería probar otro agujero, así que me deslicé hacia abajo, deteniéndome un rato a jugar con mi polla en sus pezones, que estaban duros como una piedra, y luego bajé hasta su coño, que estaba chorreando por la batalla anterior. Colocando el glande a la entrada, empecé a introducirla lentamente. Ella me suplicó que parara, que era virgen y que no quería perder la virginidad de esa forma.
Me quedé de piedra, no sabía qué hacer. Mi corazón me decía que parara, pero mi cabeza no. Entonces la miré a los ojos. Su cara lo decía todo: estaba entre excitada y desencajada. Noté un pinchazo en lo más profundo de mi ser, la saqué de sus humedades y la besé, y ella me correspondió con su lengua juguetona. Ella me miró y me dijo que no podía perder su virginidad de esa manera.
Me abrazó y nos besamos mientras acariciábamos nuestros cuerpos desnudos con las manos. Me tumbé, tomó mi verga y empezó a chuparlo mejor que antes. Se tumbó un rato, yo acomodé mi mano para acariciarla entre las piernas y logré meterle un dedo. Al rato, ella se levantó, se puso el pene en la entrada de su coño y se dejó caer con una cara de felicidad y de dolor al mismo tiempo. Me tapó la boca con un dedo y empezó a moverse lentamente, diciendo: «Ahora sí que quiero ser tuya». Y empezó a moverse acelerando el ritmo.
Yo, que aún no podía creérmelo, la ayudaba con mis manos en sus caderas. Nuestros jugos se mezclaban con el sudor y su virginidad; el ambiente se llenó de olor a sexo. Ella continuaba su baile y el placer de ambos aumentaba. Yo ya no podía aguantar más y le dije que estaba a punto de acabar. Ella no se quitó, aceleró el ritmo y los dos tuvimos un orgasmo increíble. Se tumbó encima de mí, me besó y me dijo que seguía siendo mi putita. La besé y nos quedamos dormidos.
Al dia siguiente, solo me dijo que fue la mejor noche de su vida que nunca me olvidaria. Simplente se fue.
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