Relaciones sexuales en el campo de fútbol

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Bueno, he escrito este relato de otra de mis aventuras con mi ex-novia animado por los relatos que otros habeis escrito. Espero que os guste.

Ana y yo seguimos experimentando el sexo en el trastero, y ese se convirtió en nuestro lugar sexual favorito. Desde ese día, incluso las veces que lo hacíamos en la cama, conseguía que se corriera, no sé si por la forma de tocarla o porque recordaba lo del trastero. Estábamos muy felices juntos? creo.

Una vez, llegué a su casa tras 4 semanas sin verla, con muchas ganas de hacer el amor con ella. Su madre me dijo que estaba en el campo de fútbol, lavando los uniformes del equipo. He de aclarar que su padre trabajaba como utillero de un equipo de 2ª B y ella, de vez en cuando, le ayudaba. Por lo visto, esa mañana había habido entrenamiento, y ella le había dicho a su padre que se encargaría de los uniformes, porque él tenía cosas que hacer. Así que me dirigí al campo de fútbol.

Cuando llegué, llamé a la puerta. Al verme, me saludó con la mano y me pidió que esperara, porque tenía que encerrar a los perros. Cuando me abrió, iba vestida con unos pantalones negros, elásticos, que se pegaban deliciosamente a su piel, marcando todas sus curvas. Llevaba también una camiseta roja, sin mangas, y un delantal, para no mojarse. Sin embargo, su camiseta estaba un poco mojada, y podía adivinar sus pechos bajo ella. Entré en el edificio de los vestuarios mientras ella volvía a soltar a los perros y, cuando volvió, me besó con pasión. Nuestras lenguas se buscaron, y mezclaron nuestras salivas. Luego se despegó de mí.

– Enseguida acabo, cariño.

– ¿Te puedo ayudar en algo?

– Bueno? aún me faltan unos uniformes por lavar. ¿Puedes acercármelos? Están en el vestuario de locales.

Cogí los chandals y se los di. Ella los metió en la lavadora, que es de carga superior. Yo me puse detrás de ella y la cogí por la cintura, apretando mi pelvis contra su culo para que sintiera mi paquete, que estaba a tope. La besé en el cuello y la oreja, mientras le susurraba ?Amor, te he echado de menos. Te deseo. ¿Quieres que lo hagamos?? Ella no respondió, pero tampoco se apartó, así que supuse que le estaba gustando lo que le estaba haciendo.

Ana apoyó las manos en la lavadora y yo subí mis manos desde su cintura hasta sus pechos. Estaban duros y, a través del delantal y la camiseta, notaba sus pezones completamente erizados. Dejé una mano allí, y la otra la bajé hasta su entrepierna, acariciándola sobre el pantalón. Me excitó mucho como se notaba su coñito sobre la tela ajustada. Empezó a gemir quedamente y yo aproveché para meter mis manos bajo su ropa. Sus pechos estaban muy duros, como me gustan, y su coño estaba ya muy mojadito. Ella se dio la vuelta y nos besamos con pasión, juntando nuestras lenguas, mezclando nuestras salivas. Ella abrió mi bragueta y metió su mano, acariciando mi pene primero sobre el calzoncillo y luego, directamente.

Esto me calentó sobremanera. Mis labios abandonaron los suyos y empecé a recorrer su cuello con mi lengua, bajando la cabeza poco a poco mientras le quitaba el delantal y le levantaba la camisa y el sujetador negro que llevaba, dejando sus maravillosas tetas al descubierto. Los pezones estaban completamente de punta, que delicia. Mi lengua llegó a sus dos montañas y comencé a chuparlas, concentrándome en los pezones, haciendo que sus gemidos aumentaran de intensidad y se hicieran continuos.

Al poco rato, mi lengua continuó su exploración, cruzando su vientre hasta el comienzo de sus pantalones. Se los bajé junto a las braguitas, negras. La subí a la lavadora y empecé a lamerle el coño. Poco a poco, mi lengua fue abriéndose camino por los pliegues de su coño, penetrando cada vez más, hasta llegas a su clítoris. Lo sorbí, lo lamí, lo acaricié, pasaba mi lengua de arriba abajo de su rajita, intentaba meterla en su agujero, titilaba su clítoris. Sus gemidos se habían convertido en gritos de placer, y movía las caderas, follándose mi lengua. Su coño empezó a contraerse y se vino en? no sé si fue uno o más de un orgasmo, pero si solo fue uno, fue bastante largo. Chupé y lamí hasta tragarme todos sus jugos.

Mi polla estaba super dura. Me levanté y me bajé los pantalones y los calzoncillos. Acto seguido metí mi polla en su coño, tal cual, sin más preámbulos. Empecé a bombearla, mientras ella gemía y gritaba y me pedía más. Movía sus caderas rítmicamente, siguiendo mis movimientos, buscando hacer la penetración más profunda. Su coño se contrajo nuevamente en otra serie de orgasmos impresionante. Se levantó un poco y rodeó mi cintura con sus piernas. Sus uñas se clavaron en mi espalda mientras se volvía a correr. Nuestros cuerpos se movían compulsivamente y yo sentí como si una corriente eléctrica me recorriera la espalda. Me corrí dentro de ella, llenándola con mis líquidos, sintiendo como sus uñas dejaban un rastro sangrante en mi espalda.

Tras este primer polvo, nos separamos y acabamos de desvestirnos. Cuando se quitó los pantalones, pude ver como mi leche escurría a lo largo de sus piernas. Fuimos hasta uno de los vestuarios y yo me senté en uno de los bancos. Ella se sentó a horcajadas sobre mí, ensartándose ella sola, poco a poco, dejándome sentir cada centímetro de su coño, empapado por sus orgasmos y mi leche. Empezó a cabalgarme mientras volvíamos a besarnos. Yo acariciaba sus pechos y su clítoris y movía mi pelvis para hacer más profunda la penetración. Sus gritos de placer llenaban los vestuarios y de su coño salía un auténtico torrente de líquidos que manchaban mi polla y el banco donde estábamos sentados. El ambiente olía a sexo y sólo se escuchaban nuestros gritos de placer y nuestras palabras de amor. Su coño se contraía cada poco tiempo, dejando escapar un orgasmo tras otro, hasta que me corrí por segunda vez dentro de ella, sintiendo como su coño se contraía en un nuevo orgasmo. Los dos nos corrimos a la vez, y fue algo maravilloso. Me miró y me sonrió.

– Ahora quiero probar por detrás ?me dijo.

Se dio la vuelta y se sentó sobre mí, sin llegar a meterse mi polla. Yo empecé a masturbarla mientras, con la otra mano, cogí parte de los jugos que salían de su coño y mojé bien su culito con ellos. Ella se movía, subiendo y bajando, frotando mi polla con su culo. Metí uno de los dedos de mi mano libre en su culo y entró sin problemas. La noté excitadísima, super caliente, y su coño se contrajo en una serie de orgasmos. Yo aproveché ese momento en que estaba gritando de placer para sacar mi dedo y poner mi polla. Se la metí hasta el fondo, sin preámbulos, mientras se corría, y lanzó un grito de dolor.

– ¡Aaaaaaah! ¡Bestia!

– Ya estoy dentro.

– Pero hazlo más despacio.

– ¿Por qué? Así el sufrimiento es menor, y sólo queda el placer, ¿no?

Mientras tanto, mis manos seguían acariciándola. La mano que estuvo en su culo la llevé a sus tetas y las acariciaba, notando lo duras que estaban. Al poco, volvió a correrse y empezó a cabalgar con mi polla en su culo. Es algo que siempre me gustó, la forma en que se movía, subiendo y bajando, la forma en que su culito apretaba mi polla? era algo simplemente maravilloso. Sus gemidos y gritos de placer llenaban los vestuarios y hasta hubo un momento que lloró de gusto. Su culo seguía apretando mi polla de una forma maravillosa y su coño se contraía cada poco rato en una serie de orgasmos que parecía no iba a acabar nunca. Se recostó sobre mí y subió las piernas en el banco, para hacer la penetración más profunda, mientras yo movía la pelvis, hasta que mis huevos chocaron con sus nalgas. Yo seguía acariciando su coño como la otra vez, con la palma de la mano en su clítoris y dos dedos dentro de su coño, con las yemas hacia arriba, acariciando su punto G. Cuando hice eso, sus orgasmos empezaron a sucederse en una forma interminable y sus jugos mojaban su culo y mi polla. Se dio la vuelta, manteniendo mi polla en su culo, y siguió cabalgando, con un ritmo desesperado, mientras nuestras lenguas volvían a buscarse con anhelo. Sentí que en cualquier momento acabaría.

– ¡Aaaahh! ¡Eres maravillosa! ¡Me voy a correr!

– ¡Aaaahh! ¡Sigue, sigue, córrete en mi culo! ¡Lléname de leche! Como me gusta. ¡Te amo!

– ¡Y yo a ti, cariño! ¡Ten mi leche para sellar nuestro amor!

Me corrí otra vez, en su culo, llenándolo de leche. El banco en que estábamos sentados quedó empapado. Ana descansó un momento y luego se levantó por que iba a ducharse. La vi meterse en la ducha mientras los jugos de nuestros orgasmos le escurrían piernas abajo, saliendo de su coño y de su culo. Por un momento, pensé en entrar en la ducha y volvérmela a follar, pero ya estaba cansado. Así que me metí en otra ducha, nos duchamos, nos vestimos, acabamos de lavar los chandals y nos fuimos.

Espero que la hayan disfrutado. Un abrazo a todos y un beso a todas. Y, como siempre, si quieren comentarme algo, decirme algo o proponerme algo, estoy en mis correos, ***.es ; ***.com y en mi messenger, ***.com para lo que gusten.

Raul (ajuas), prior de la muy santa religión del sandrinismo.

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AlfredoTT
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