Me cogió como si lo hubiera estado esperando toda la vida

Nunca pensé que pasaría. Lo conocía desde hacía meses, trabajábamos en el mismo edificio y nos cruzábamos en el ascensor, en la cafetería, en las reuniones. Siempre con esas miradas sucias que decían más que cualquier conversación. Tensión sexual. Deseo acumulado. Y esa noche, después de unas copas y una excusa cualquiera, terminamos solos en su departamento.

Yo sabía lo que quería. Él también. Me apoyó contra la puerta apenas la cerró, y sin decir palabra me bajó el vestido hasta la cintura. Me mordió el cuello, me lamió el escote, y me metió la mano entre las piernas. No llevaba bragas. Lo sentí gemir de placer al notarlo.

“Puta, ya estabas lista para mí” – me dijo al oído, mientras me abría los labios con los dedos y me los masajeaba con una presión perfecta. Estaba empapada. Me empujó contra la pared, se arrodilló, y me comió de pie, con la lengua bien profunda. Chupó mi clítoris con hambre, con ritmo, como si lo necesitara. Me vine en su boca sin vergüenza, gritando su nombre, con las piernas temblando.

No me dejó descansar. Me alzó en brazos y me tiró sobre el sofá. Sacó la verga, larga y gruesa, y me la puso en la cara. La agarré con una mano y empecé a chuparla despacio, mojándola, mirándolo fijo mientras la metía hasta la garganta. Me sujetaba el pelo, me decía “trágatela toda, zorrita rica”, y yo obedecía, caliente como nunca.

Cuando ya no aguantaba más, me puso de rodillas sobre el sofá, me abrió las piernas y me la metió de golpe. Me follaba con fuerza, con rabia, como si hubiera estado esperando este momento durante meses. Cada estocada me sacaba gemidos sucios, me decía que me iba a romper el coño, que era suya, su putita caliente.

Me agarraba de la cintura y me daba duro, tan profundo que sentía cómo me llenaba entera. Me escupió el culo, me lo masajeó con el pulgar y me metió el dedo mientras me la seguía metiendo. Grité, pero no de dolor. De puro placer anal.

Nos cambiamos de posición. Me puso encima y me hizo montarlo mientras él me mordía los pezones. Yo me movía como una salvaje, mojando su verga entera, y él no paraba de decirme lo rica que estaba, lo mojada, lo sucia. Me vine otra vez, fuerte, con todo mi cuerpo temblando.

Terminó empotrándome contra el piso, con mis piernas abiertas y los ojos llenos de lujuria. Cuando se vino, me llenó entera. Me corría por los muslos, por el coño, por el alma. Y aún así, me pidió más.

“Aún no hemos terminado”, me dijo.
Y tenía razón. Porque desde entonces, nos vemos cada semana. Siempre igual de calientes. Siempre igual de adictos.

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Carolina Sexy
Carolina Sexy

Soy una chica muy caliente y posesiva. Me gusta leer los relatos de esta pagina. Pero lo que mas disfruto es compartir relatos eroticos que cuentan mis amigas y muchos que son de mis fantasías eróticas que con personajes logro trasmitir y publicar en esta comunidad.

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