Dispuesto a servir en la experiencia como corneador – I, II
Más de un año tardé en convencer a mi esposa para que me hiciera cornudo consentido. Terminó aceptando la verdad: estoy viejo, enfermo y con disfunción eréctil. Ella; joven, sensual y muy ganosa, ya no soportó la situación.
Después de mucho investigar, dimos con Darío: un tipo en sus cuarentas, muy bien dispuesto a servir en la experiencia como corneador. Cuando mi esposa examinó las fotos, lo vio con agrado, admitió que le gustó, pero yo vi más allá: al contemplarlo, apretaba sus hermosos muslos y sabía que estaba excitada. Toqué su vulva y la tenía empapada, ella me agarró la micro verga que tengo y me la acarició.
Llegó el día: nos encontramos con Darío en el motel y llegamos con bebidas y mezcladores. Después de la segunda copa, mi esposa y Darío platicaban como viejos conocidos y él empezó a besarla. Ya sin inhibiciones, ella le respondió con ganas y le besó profundamente.
Yo veía una película, pero no perdía detalle del faje. Él le acarició los senos sobre el brassier, pero ella descubrió sus hermosas tetas que él besó y lamió con gusto, mientras acariciaba sus muslos. Mi esposa llevaba un liguero y medias de red con tacones altísimos… Darío le metió dos dedos en la vulva mientras ella jadeaba a todo tren.
Ella le agarró la verga sobre el pantalón y sin dejar de besarlo, se la sacó y la metió en su boca, dándole una mamada fenomenal. Cuando Darío sintió que se venía, la alzó en vilo y la montó sobre su verga fenomenal. Yo observaba envidioso la manera en que se cogía a mi mujer y la hacía bramar. Al fin ella se vino como caballo y cayó exánime sobre su amante.
Descansaron un par de minutos, bebieron, se acariciaron y él la volteó para penetrarla por detrás: la posición preferida de ella… Darío se vino copiosamente, pero no dejó de acariciarla hasta que ella se vino nuevamente. Otro descanso (mínimo, en verdad) y él la acostó de espaldas, abriéndole delicadamente las piernas.
Tomó sus pantorrillas y las subió a sus hombros. Vino una nueva embestida que mi esposa no esperaba, pero que disfrutó con toda el alma. Darío se movía como pistón dentro de la vagina de mi mujer y ella gritaba feliz. Vi lo que tenía qué hacer y lo hice: suavemente, deslicé una almohada bajo las nalgas de mi esposa para levantarla un poco más y facilitar la cogida. Le pregunté: “¿Estás cómoda, mi vida?” Ella me lanzó una mirada agradecida, mientras sus ojos se abrían como platos al sentir plena la verga de Darío dentro de ella.
Aquél le estaba dando una cogida de órdago y ella tenía los ojos en blanco. Mientras se movía dentro de ella, Darío le estrujaba los senos y le decía porquerías en voz bajita (¿Te gusta le verga?, ¿Estás a gusto?,¿Te gusta que mire tu marido cómo te cogen?, etc.) a lo que mi esposa sólo asentía con la cabeza y bufaba de placer.
Yo contemplaba todo con una calentura que si mi verga funcionara ya la estaría manipulando furiosamente, pero tanto por su micro tamaño como por la disfunción, no me respondía. Así que sólo atestiguaba, me calentaba y me sorprendía la capacidad del garañón que se cogía deliciosamente a mi esposa.
Finalmente, los dos se vinieron, pero ahí no terminó el asunto: se voltearon e hicieron un bonito 69: todo fue que mi esposa tomara en su boca el falo de aquél y se le paró de inmediato. Ella no necesitaba mayor impulso: seguía bastante caliente.
Bien coordinados, se mamaron mutuamente hasta que ella lo deslechó de nuevo. Yo ya no podía más: me acariciaba la verga y los huevos hasta que me vine sin erección: puro líquido, casi polvo.
Agotados, se acostaron y yo con ellos. Mi esposa quedó en medio de los dos y antes de caer rendida, me besó apasionadamente:
- Gracias, esposo.
Volteó hacia Darío y también lo besó sabroso:
- Gracias, amante.
Agarró el falo de Darío y me acarició los huevos, durmiendo profundamente y sin sueños…
PARTE II
Cuando despertamos a la mañana siguiente, Darío manipulaba la vulva de mi mujer que aparentemente seguía dormida, pero aún así, sentía los dedos de su amante y se retorcía con placer. Mientras Darío la dedeaba, yo le besaba y chupaba las tetas y le acaricianba las nalgas. Era frustrante que yo estuviera tan caliente y que la verga no me respondiera: tenía ansias por jalármela y sentir rico.
Finalmente, mi esposa dejó la comedia y se despertó del todo con una sonrisa radiante.
-¡Qué hermosa forma de despertar! Se Incorporó en un codo y besó el falo bien parado de Darío, disponiéndose a mamárselo con ganas. Ya que lo tuvo en la boca, empezó a mover la cabeza con ritmo, mientras Darío ponía ojos de huevo cocido y acariciaba el pelo de mi esposa que estaba en completo éxtasis.
-Así, así, mamacita… Mámamela bien rico, mi amor…
Yo estaba excitadísimo, pero en nada podía intervenir. Mi herramienta estaba tan muerta como un trozo de plomo. Sin embargo, como premio de consolación, me acariciaba pensativamente los huevos mientras miraba cómo mi mujer se comía aquella verga espectacular ¿Acaso era envidia? ¿Tal vez curiosidad?
Cuando Darío ya no aguantó más y antes de venirse en la boca de mi esposa, la levantó como muñequilla y la sentó sobre su falo rampante. Ella sólo emitió un “¡Ahhh!” y estiró hacia atrás la cabeza en gesto de plaer extremo.
Darío la empalaba con ganas mientras jugueteaba con los pezones de mi mujer y ella se apoyaba en sus amplios pectorales. Yo veía con envidia al garañón y con ternura a mi mujer: lo estaba disfrutando de poca madre.
Se vinieron casi al mismo tiempo: ella primero bañó a Darío y él haciendo un último esfuerzo, la levantó casi en vilo mientras ella gritaba a todo pulmón:
-¡No me la saques, papacito! ¡No me la saques nunca! Babeaba, sollozaba y reía al mismo tiempo.
Prácticamente vi cómo se venía el semental cuando observé el impacto que causaba en mi esposa: era como si le hubiera dado un mazazo de verga… Ella se estremeció y rígida como una tabla, se dejó caer a un lado de su cogelón amante.
Ambos quedaron bocarriba, jadeantes, suduorosos y sonrientes. Yo; ardiendo. A pesar de que la verga no se me levantaba, conocía la sensación de excitación, me dolían los huevos y el culo.
No pude aguantar más: me acosté junto a ellos y abriéndole las piernas a mi esposa hundí mi cara en su vagina y le di unos lengüetazos, limpiando los jugos de ella y los de él.
Ella se arqueaba como gata en celo, todavía sensible por la tremenda cogida que le había dado Darío. Al principio, cuando me di cuenta de que sorbía el semen de él, me dio un conato de asco, pero la libré y seguí comiéndome el coño de ella.
-Papi: ¿me cumplirías una fantasía?- me preguntó con voz melosa.
-Claro, mi vida. Dime.
-¿Le limpiarías la verga a Darío?- ella tuvo una sonrisa pícara.
Me sentí confundido. No esperaba tal grado de servidumbre.
-Sí, claro- respondí y me levanté para buscar pañuelos desechables, pero ella me vio y dijo con perversidad:
-No, cariño, límpiasela con tu boca…-me veía sardónica esperando mi reacción- Dices que me amas… Demuéstralo…
Me desconcerté mucho, pero me tenía en sus manos. No había nada que no hiciera por ella. Vi a Darío que estaba igual de desconceratdo, pero no decía nada.
Decidido, tomé su verga un tanto fláccida y la metí en mi boca, usando labios y lengua para limpiar los restos de semen. Al principio sentí asco, pero después lo consideré como algo nartural y simplemente continué con mi tarea. Mi esposa veía interesada y se masturbaba con delicadeza.
Pronto sentí cómo se levantaba el falo de Darío y aunque no quería (aparentemente), me sostenía la cabeza y me la movía con ritmo, como cogiendo con mi boca.
La verdad, yo me calenté también y lo que comencé con cierta repulsa, lo continué con placer. Le mamé el pito con ganas mientras lo aferraba de las nalgas.
Darío estaba totalmente excitado y creo que para ser la primera vez, no lo hice tan mal: aquél explotó en mi boca y casi me ahoga con el trenmendo chorro de semen con que me regó.
Cayó de espaldas mientras yo me levantaba y lo veía con aire crítico. Mi esposa, se vino con la masturbada y levantándose de la cama, me tomó la cara con ambas manos dándome un beso espectacular.
-¡Te adoro, papi! ¡Ahora estoy segura de que me amas!
¿Estoy arrepentido? No. La experiencia es experiencia y a final de cuentas satisfice mi curiosidad, además de procurar a mi esposa a quien amo profundamente.
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