ANALIA, MI PRIMA PELIRROJA TRASVESTI

Autor: primo | 11-May

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Cuando recibí el e-mail en el que mi primo Jorge me decía que iba a venir a la quinta a pasar unos días para preparar más tranquilo que en la ciudad un examen de la facultad me dieron ganas de morirme. Hacía años que no lo veía y apenas era un niño la última vez que estuve en su casa. Ni me trataba con él y sin embargo se había invitado solo a pasar unos días conmigo. ¡Quería estudiar en la paz de mi quinta! No sabía qué hacer y sinceramente le iba a decir que no, que no podía recibirlo porque coincidía con un viaje que ya tenía preparado. Pero no faltó el llamado telefónico de mi vieja pidiéndome por favor que lo recibiera a Jorgito. Así que no me quedó otra que recibirlo al primo putoncito de Jorge. Después de todo los quince días pasarían pronto y yo permanecería lo menos posible en la quinta. Le contesté por mail que se viniera, que le iba a tener una pieza preparada.

Un domingo al mediodía se apareció Jorge con todos sus bártulos. Casi no lo reconocía de lo cambiado que estaba. Tenía 17 años y era una flaco alto y de pelo largo, todo pecoso y con una voz finita que siempre me había causado risa. La voz afeminada que tenía me lo decía todo, estaba ya declarado como homosexual, pensé. Estudiaba no sé qué cosa de turismo en una universidad privada que mis tíos le pagaban con la idea de que hiciera algo en su tiempo libre.

Le mostré la habitación que le había preparado y le conté mis última novedades que no eran muchas en mi vida. í?l también contó algunas cosas y no lo vi hasta la hora de comer. Cuando apareció en la cocina con intenciones de ayudarme se presentó desplegando sus más afeminadas maneras y vestido de una forma ambigua. Reconozco que de entrada me había resultado fastidioso que se diera tanta confianza, pero de a poco me fue cayendo simpático.

Comimos esa noche y antes de acostarnos terminó confesándome que no tenía intenciones de estudiar nada, que simplemente estaba necesitando un lugar alejado de sus padres para prepararse para cierta fiesta en la que tenía que actuar, pero no me explicó nadan más. Al otro día se levantó y de entrada me aclaró que esa tarde, cuando volviera de mis tareas en la ciudad me iba a contar con más detalles de su proyecto en esa fiesta de la que me había hablado.

Estuve un poco intrigado con lo que mi primo me iba a mostrar o a explicar no pudiendo concentrarme demasiado en mi negocio que yo tenía en el pueblo. Cuando volví, pasado el mediodía, Jorge ya había preparado el almuerzo aunque no me adelantó nada de lo que supuestamente me iba a enterar. De repente se levantó de la mesa y me dijo que a la tarde iba a tirarse un rato en la piscina que tenía en mi quinta y que ahí me aclararía todo acerca de lo que habíamos hablado en la noche.

Jorge se encerró en su habitación y yo me tiré un ratito a dormir una siesta. Cuando me desperté me cambié y me puse un pantalón corto para ir también a darme un chapuzón. í?l no aparecía por ningún lado, pero igualmente me tiré a nadar un rato. Cuando salí del agua fue que lo vi. Era Jorge (bueno en ese momento para mí aún lo era), con una bikini color azul, caminando con unas sandalias de taco alto, haciéndolo muy sensualmente hacia la reposera, a un costado de la piscina. Yo no lo podía creer, se trataba de mi primo transformado en una pelirroja infartante, bien cruzada de piernas sentada frente a mí. Su largo pelo lleno de rulos le llegaba hasta la mitad de la espalda, y su rostro sonriente me miraba con la picardía propia de alguien que está descubriendo una sorpresa. Todo en él era sensual, sus manos con sus uñas pintadas tomaban un cigarrillo con una delicadeza que ya en ese mismo momento me resultó excitante. Tenía la parte superior de la bikini cubriéndole unos senos pequeños pero marcando perfectamente sus pezones. Su rostro levemente maquillado dejaba ver la frescura de la adolescencia. Unos aros pequeños de perlas colgaban de sus orejas y sus cabello tirante dejaba ver su frente enmarcada por una vincha de tela celeste. Sus ojos verdes eran muy bonitos y sus pestañas sin duda que estaban resaltadas con la mayor delicadeza de una típica quinceañera. Se había depilado las cejas y sus labios estaban pintados con un rojo muy sugerente y brilloso.
Me debo haber quedado parado como un verdadero idiota frente a él por la risa que largó a la vez que me tomaba de la mano y me invitaba a sentarme en la otra reposera. Jorge me dijo mucho gusto, soy Analía y desde ese momento no se me ocurrió que pudiera volver a llamar a mi primo Jorge ni a tratarlo como lo había hecho hasta ese momento.
Analía entonces me contó su historia, sus obsesiones y sus necesidades de comenzar a desarrollar su verdadera vida lejos de sus padres. Y acertadamente la muy maldita había elegido mi quinta pensando en mi soledad y en la necesidad (que efectivamente tenía) de una compañía. Me preguntó si le molestaba ahora mi presencia y le dije definitivamente no. ¿Entonces me quedo tranquila? me preguntó. Claro que se debía quedar tranquila semejante belleza. No lo pude creer cuando se tiró boca abajo en la reposera y pude verla extendida mientras pretendía tomar sol. Sus piernas larguísimas terminaban en una cola perfecta y bastante grande, cosa que me llamó la atención, ya que cuando había llegado a la casa jamás me habría imaginado que debajo de sus pantalones amplios podía tener una magnifica cola como la que estaba disfrutando en ese momento.
Me pidió con su vocecita que le pasara protector solar y entonces comprendí que sus intenciones eran directas y si accedía me metería en una historia sin retorno. Pero al verle la bikni metida en sus nalgas no pude resistirme y accedí. Su piel era muy suave y estaba tibia por el sol. Comencé recorriendo sus piernas hasta que llegué a su cola. Confieso que se la acaricié mucho más allá de lo que era necesario para cubrirla con el protector. Inclusive alcancé a tocarle el bulto que se le formaba en su entrepierna y que levemente dejaba ver un sector de sus testículos que se escapaban debajo de la bikini.
Al llegar a su espalda dejó escapar un gemido mientras toda su piel se erizaba. Yo no pude ya ocultar mi erección y mi nerviosismo. Analía se dio cuenta de ello y entonces se puso boca arriba para verme en ese estado que estaba disfrutando. Seguí pasándole protector por sus piernas y al llegar en la entrepierna me pidió que le cubriera bien esa zona, abriéndose levemente. No pude evitar rozarla y entonces vi que ella también tenía una erección que hacía que su miembro comenzara a asomarse por la parte inferior de su bikini. Llegué a sus senos pequeños y entonces no aguanté más y le metí la mano debajo del corpiño para llenar mis manos con sus tetitas que eran redondas y turgentes, con sus pezones por demás puntiagudos y también erectos. Ella me bajó el pantalón corto y mi miembro se dejó ver en toda su enormidad. Analía abrió su boca asombrada y me dijo que era hermosa y no podía creer que su primo tuviera semejante verga. Después se incorporó un poco y se la metió de golpe en su boca tragándosela hasta el fondo. Todo se transformó en una locura, chupaba desesperada mi pija y mis huevos llenándomelos de saliva mientras yo la tomaba de sus rojos cabellos y le pedía por favor que se la tragara toda. Se pasaba mi pija por su rostro y gemía como una gatita mientras pedía que la cojiera ya mismo. Entonces me miró con sus ojazos verdes y me sonrió dándome las gracias. Luego se puso con la cola bien para arriba y me dijo que le hiciera todo lo que quisiera. Lo primero que hice fue bajarle la bikini hasta la mitad de las piernas y empecé a chuparle toda esa cola brillosa por el protector solar. Analía se tomaba su verga y se masturbaba desesperada mientras mi lengua también tomaba contacto con parte de sus testículos. Me decía a mi mismo que debía estar loco para estar pasándole la lengua a semejante culo y disfrutar de las bolas suaves de Analía, pero me consideraba ya metido en el juego y decidí disfrutarlo hasta el final.
Le metí un par de dedos embadurnados de protector solar por su agujero que se abrió con una facilidad asombrosa. Mi enorme pija entonces se colocó entre sus nalgas y cuando ella la sintió gritó desesperada que se la metiera toda, hasta los huevos. Así lo hice y es hasta el día de hoy que no sentí sensación tan maravillosa de penetrar semejante cola. Le di hasta más no poder y cuando estaba por acabar se lo hice saber a Analía, entonces ella misma sacó su cola de mi pija y se dio vuelta abriendo su boca y dirigiéndola para que pudiera tragarse mi leche. No aguanté un segundo y de repente largué los litros de leche que tenía guardados desde hacía demasiado tiempo. El primer chorro fue directo a su garganta y el resto terminó en sus labios y en sus mejillas.
Me sentía verdaderamente satisfecho. Pero ella todavía no había terminado y entonces me pidió por favor que la masturbara. Así lo hice y tomé su pija en mi mano mientras le chupaba sus pezones. Al poco instante sentí en mi mano su leche caliente y todo terminó.
Analía se quedó sus quince días en mi quinta y fuimos felices. Yo no paré de comprarle todo tipo de ropa con que deseaba verla vestida. Cada vez y a cada instante se ponía más linda. Antes de irse de la quinta viajamos hasta Buenos Aires y me paseé orgulloso con ella besándola profundamente en la boca por cuanto lado pudimos. Fue maravilloso verla por última vez con una minifalda cortísima y sus tacos altos, con su pelo rojo desparramado por su cara y diciéndome adiós mi amor, mientras me arrojaba un beso con la mano.
Faltan apenas unos días para que vuelva a encontrarme con ella. No terminará jamás la carrera de turismo. Se quedará a vivir conmigo en esta quinta y la convertiré en la esposa que me había negado a tener.

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