Una madura muy ardiente con las piernas abiertas

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Hace poco la madre de un amigo mío, me llamó una mañana para que la ayudara a bajar unas cortinas. Me recibió vistiendo una bata blanca y me invitó a un café. Mientras nos lo tomábamos, me dijo que su hijo le había comentado que a mi me gustaban las mujeres mayores. Al decirle que sí con la cabeza, se levantó y dijo:

– Pero seguro que no te gusta una vieja como yo, de 65 años.

Entendí por donde iba la cosa, me levanté, la puse contra la pared y le desabroché la bata botón a botón mientras le decía:

– Vayamos a su cama, voy a darle lo que quiere.

Me cogió de la mano y entramos en su habitación. Allí continué desabrochando su bata. Debajo no llevaba nada así que al quitársela apareció completamente desnuda. Nos morreamos como locos mientras la acariciaba toda, sobaba sus grandes y caídas tetas, su abultado vientre y su coño, de poco pelo. Ella, al mismo tiempo, me iba desnudando hasta dejarme a pelo, como ella estaba.

Tendida en la cama me agarró la polla, me lamió el capullo, luego toda la caña hasta metérsela entera en la boca, iniciando una mamada que me hizo suspirar de placer. Cuando la tuve bien dura y para no correrme tan pronto y menos en su boca, me aparté, me coloqué entre sus muslos, bien abiertos, y acercando mi boca a la raja de su coño empecé a lamérsela y a chuparle el clítoris, arrancándole así los primeros gemidos.

Mientras me comía aquel coño, que chorreaba líquidos calientes, le estrujaba las tetas y le pellizcaba los largos pezones. Así se corrió por primera vez, mojándome boca y cara como si se hubiera meado.

Entonces levanté sus piernas, separándoselas, para dejarle el coño bien a la vista y abierto. Acerqué mi polla a aquella raja tan humedecida y de un solo golpe, se la metí hasta los cojones empezando a follármela en el acto, mientras le mamaba los pechos. Ella cruzó sus piernas sobre mis riñones para sentir mejor mi polla y entre gritos y gemidos se corrió nada menos que cuatro veces demostrándome, una vez más, que con la edad no se pierde la potestad de obtener placer.

Ella estaba como rota de tanto placer como había tenido pero a mi aún no me había llegado por lo que se la saqué del coño, le di la vuelta, colocándola de cara al gran espejo de la puerta del armario, y abriendo sus nalgas con ambas manos, se la metí en el agujero del culo. La había colocado en esta postura frente al espejo porque me gusta ver la cara de sufrimiento que pone una mujer cuando le doy por el culo. Me pone más cachondo. Pero ella no gritó ni dio muestra de sentir ningún dolor, al contrario, parecía que le gustaba.

Al poco rato de entrar y salir de aquel canal trasero, estrecho y caliente, fui yo quien me corrí mugiendo como un toro y lanzando toda la carga de mis huevos en las entrañas de aquella mujer vieja pero extraordinariamente caliente. Cuando terminamos y nos dirigíamos al baño, me dijo:

– Sólo quiero decirte que es la primera vez que pongo los cuernos a mi marido y me ha gustado.

Ya vestidos me dijo que tenía que ir a buscar butano y si podía ayudarla. Le dije que sí, naturalmente. Se me puso bien guapa y fuimos a buscar mi coche. Al llegar a la tienda, entré, cogí la bombona, la metí en el coche y la invité a tomar un aperitivo que ella aceptó encantada.

Sentado a su lado en el bar, le pregunté si había alguien que ella conociera. Al decirme que no, le pasé el brazo por los hombros, la atraje hacia mi y nos dimos un morreo de campeonato que me puso la polla dura como el cemento. Vino el camarero, nos sirvió y a pesar de haberla invitado yo, pagó ella. Tengo que confesar que no me molesta en absoluto que una mujer pague.

Al dirigirnos hacia su casa, me desvié y aparqué en un bosque, entre los árboles. Nos abrazos y besamos mientras nos acariciábamos. Yo le desabroché el vestido, solté su sujetador, liberé sus tetas y mientras se las magreaba, lamiendo y chupando sus gordos pezones, la fui dejando a pelo. Era muy excitante verla allí, desnuda por completo, dentro del coche.

Animado y con la polla a punto de reventar, la hice bajar del coche. La apoyé de bruces en el capó, con el culo en pompa, me saqué la polla y abriéndole los muslos, se la metí en el coño. Follarme a una mujer de esa manera, al aire libre, me excitó tanto que me la follé con una violencia increíble, cosa que a ella pareció gustarle ya que no paró de correrse hasta que yo la llené de leche caliente.

Cuando llegamos a su casa, yo cargado con la bombona de butano y ella subiendo la escalera, sin bragas ya que yo me las había quedado como recuerdo, nada más levantarse un poco la falda, se le veía mi leche bajándole por los muslos.

En casa estaba el marido, nos saludamos, dejé el butano en la cocina y estuvimos hablando un rato hasta que me despedí, no sin antes hacerle un gesto de complicidad a la esposa como indicándole que ya nos veríamos otro día. Cosa que ya ha sucedido más de una vez.

Aprovecharé para contaros que también me enrrollé a la mujer de un vecino mío e igualmente la historia empezó, curiosamente, por una bombona de butano. Serían las nueve de la mañana cuando la mujer con sus 72 años, bajó, al igual que yo, a buscar la bombona. El marido estaba en la cama y ella bajaba en camisón. Al verme quedó un poco cortada pero me dijo:

– Venía a por el butano. ¿Hace frío, verdad?.

– Pues mirándola a usted me entra mucho calor – le dije galantemente.

– No sé que tengo yo que te pueda gustar – me contestó echándose a reír – Sólo faltaría que a mi edad pusiera los cuernos a mi marido, con más de cincuenta años de serle fiel. Cuando fui joven otros lo intentaron y no los dejé. ¿Por qué piensas que ahora es diferente?.

– Señora, usted sabía que, como cada mañana, yo estaría aquí y baja casi desnuda. Esto es lo que pienso que es diferente. Hablemos claro. ¿Quiere follar conmigo? – le solté.

– Si lo sabes ¿por qué lo preguntas?. ¿Qué quieres que te diga, qué me hagas el amor?. ¡Pues te lo digo! – añadió subiéndose el camisón y mostrándome su depilado coño – ¡Hazme el amor, lo quiero y lo necesito!.

La cogí de la mano, entramos en mi casa, en el mismo recibidor la dejé desnuda y en el sofá que allí tengo, me la follé echándole, mientras ella se corría, toda mi leche en su enorme y mojadísimo coño.

– Otro día te llamaré y lo haremos en otro lugar más cómodo – me dijo cuando terminamos.

Por supuesto que hemos repetido.

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AlfredoTT
AlfredoTT
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