Mi marido me calienta imaginando que me folla mi compañero de 21 años
Boca abajo, con mi esposo dándome duro, él siempre me susurra al oído: “Imagínate que es ese chico de la oficina, ese de 21 que te mira con ganas de cogerte…”. Y yo cierro los ojos, me muerdo los labios y dejo que la imaginación me reviente el coño, porque siento como si realmente me lo estuviera metiendo ese cabrón joven, con la verga dura solo para mí.
El morbo me envuelve, porque el muchacho ya me lo ha dejado claro: le encanto, me quiere coger, me ha invitado a salir aun sabiendo que soy casada. Y yo, mientras mi marido me penetra, fantaseo con que ya me ha usado varias veces, que me abre las piernas en cualquier rincón, que me folla rico, rápido, con ese cuerpo joven que aguanta horas.
Lo que más me excita es que mi esposo, lejos de molestarse, me lo alimenta. Me dice con la voz temblando: “Si gozas tanto imaginando que es él… ¿por qué no lo facilitas?”. Y esas palabras me mojaron más que cualquier piroteo. Me dieron permiso, me empujaron a lo prohibido, a lo sucio, a lo que realmente deseo.
El viernes lo decidí: acepté la invitación. Fuimos por una cerveza, nada más… pero esa tensión estaba ahí, sus ojos devorándome, mis piernas apretadas, mi tanga empapada pensando en lo que podía pasar. No pasó nada todavía, pero la chispa ya está encendida, y yo ya no voy a detenerla.
Se lo conté a mi marido, con una sonrisa traviesa, y él me respondió con un brillo de lujuria: “Hazlo. Ve con él. Y regresa a las 11. Quiero que me cuentes todo: cómo te abrió, cuánto te duró, cómo te lo metió, el sabor de su verga, el olor de su sudor…”. Su ansiedad me pone más caliente que nunca, porque sé que al volver me hará suya como una puta que llega marcada por otro.
Ya lo imagino: mi compañero metiéndome la verga joven y dura hasta el fondo, yo gritando de placer, y luego llegando a casa, mi esposo esperándome con la cama lista, hambriento de mí, queriendo lamerme entera para saborear los restos, para sentir que su mujer es una zorra feliz y él, el marido más morboso del mundo.
Ese pacto sucio me excita, me rompe las reglas, me vuelve adicta. Siento que vivo doble: la esposa fiel que cocina y sonríe, y la perra caliente que fantasea con otro hombre mientras su marido la empuja a más.
Y lo mejor es que el viernes será real. No más fantasías. Esta vez volveré a casa con la pepita llena de otro semen, y será mi esposo quien me abra de nuevo, feliz, pidiéndome detalles, gimiendo conmigo, orgulloso de que su mujer sea una puta deliciosa y suya.
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