Mi compañero de banco – I, II, III

Tenía 18 años, cursaba el último año del secundario, me gustaban las chicas pero era virgen, con las hormonas a tope. Un día debimos mudarnos al aula histórica del colegio por unas reparaciones que debían hacer en la que usábamos normalmente. Me tocó sentarme junto a Nicolás en uno de los pupitres de madera. Nico jugaba al fútbol, usaba ropa ceñida que le resaltaba su cuerpo atlético y fibroso, era agradable y simpático, pero no éramos amigos. En la clase de Biología, el profesor avisó que llamaría a dar lección. Nico me dijo que estaba nervioso porque no había estudiado. Le dije que se quedara tranquilo, que no pasaría nada. Me contó que le transpiraban las manos.

-No te puedo creer, le respondí.

-Sí, fíjate cómo la tengo y me dio su mano derecha.

La tenía caliente, pero no me pareció sudada. En ese momento, el profe pidió silencio y abrió la libreta de notas para llamar. Me apretó la mano, estremecido de temor. Llamó al primero y no fuimos nosotros, pero no me soltó la mano. Lo miré y me dijo:

-Por cábala.

-No hay problema, le respondí, y seguimos así hasta el final de la clase.

-Ya pasó, zafamos.

-Sí, tuvimos suerte, pero falta la segunda hora, me dijo. ¿Me puedo secar en tu jean? Porque mi pantalón es clarito y de tela muy fina.

Tenía razón, era parte de su conjunto deportivo porque había ido antes de la escuela a entrenar. Me llamó la atención, pero el profe se quedó a corregir y no dije nada. Empezó a pasar su mano por mi pierna, de la rodilla hasta casi la ingle, varias veces. Me preguntó si me molestaba y negué con la cabeza, pero me puse todo rojo, me gustaba y me excitaba.

Comenzó de nuevo la clase, el profe volvió a llamar y me dio la mano otra vez, pero con los dedos entrelazados. No nos llamaron. Me llevó la mano a su pierna, incitándome a acariciarlo, mientras él volvía a tocarme la pierna y llegaba a mi pene, ya erecto.

-¡Cómo estás!, me susurró. Sentí cómo estoy yo, y llevó mi mano a tocar su bulto, también al palo.

-La tenés re dura, le dije y se la empezó a sobar con mi mano.

Me dejó seguir solo y siguió acariciando mi verga. Ya casi no podía respirar de la calentura. Seguimos franeleando hasta el final de la clase. Cuando todos se pararon, nos soltamos, pero estábamos al palo, así que nos quedamos sentados durante el recreo, pero sin tocarnos. Cuando se fueron casi todos, me susurró:

-Me parece que te gustó.

Asentí con la cabeza, mientras teníamos los muslos bien pegados. Seguimos con las caricias en las dos horas siguientes, así que para salir del aula y de la escuela usamos las mochilas para taparnos el bulto. Al otro día, tras una hora de clase sin decir ni hacer nada, en la segunda hora me preguntó si seguíamos con la cábala, así que entrelazamos las manos unos minutos y enseguida volvimos a acariciarnos y sobarnos, cada vez más atrevidos.

Seguimos así un par de días, hasta que el viernes noté que no me hablaba ni me tocaba. Dejé pasar un par de horas de clase, hasta que no pude más y me atreví a tomar la iniciativa de acariciar su pierna y se acomodó mejor en el banco, como buscando una posición.

-Tengo algo para vos, me susurró, y llevó mi mano hasta su pene erecto ¡fuera del pantalón en plena clase! Se lo agarré y lo empecé a masajear con ganas.

-Esperá, me vas hacer acabar, susurró resoplando, y lo solté.

Empezó a acariciarme el bulto sobre mi pantalón y me preguntó si me gustaba.

-Mucho, le dije. Tenemos que ir a algún lado para estar más cómodos, me sugirió.

Le conté que en mi casa no habría nadie porque la familia pasaría el fin de semana largo en la costa, pero yo me quedaba. Se le encendieron los ojos.

-Voy a mandarles un mensaje a mis viejos para decirles que me voy a tu casa para estudiar.

-¡Dale!, ¿pero tenés ropa?

-En la mochila, me dijo.

Se vino en el colectivo conmigo. Salimos del cole al anochecer y fuimos caminando hasta la parada. Viajamos de pie y el colectivo se fue llenando. Quedamos en el medio, bien apretados, él detrás de mí apoyándome con su pene bien duro. Yo estaba igual, así que tuve que cubrirme con la mochila. En cierto momento, el colectivo dobló algo rápido y él me tomó de la cintura para sostenerse. No dábamos más de lo caliente que estábamos. Me dieron ganas de volverme para besarlo y acariciarlo, pero pude contenerme.

A mitad de camino, en la parada de la estación de trenes, el colectivo casi se vació, así que nos sentamos en el último asiento doble, con las mochilas en el regazo. Él se sentó del lado de la ventanilla. El conductor estaba charlando muy entretenido con una chica y otra pareja adelante y en el fondo no había nadie. Casi enseguida, puso la mochila a un costado, sacó su pene húmedo del pantalón, me lo hizo ver y me sacó la lengua, mientras me acariciaba.

Lo miré asombrado y se lo sobé como siempre. Me hizo que no con la cabeza y volvió a sacar la lengua. Se acercó a mi oído y me susurró:

-Si me la chupás, voy a ser tu novia todo el fin de semana.

-¿Acá? ¿En el bondi?

Asintió sonriendo. Vacilé un poco y me lancé. Era la primera vez que chupaba una pija y me sorprendió lo suave y delicada que era la piel del glande, así que se la lamí varias veces y lo chupé como si fuera un helado y de a poco me fui tragando la pija con ganas, a fondo por momentos, y él alzaba sus caderas para metérmela bien adentro de la boca, hasta que tuve que presionarle la pierna porque me atragantaba. Seguí chupando suavemente el glande y el tronco hasta la base, gozando de la nueva experiencia por varios minutos, hasta que me frenó susurrándome en la nuca:

-Esperá que no doy más y me vas a hacer acabar.

Despacio y a desgano fui dejando de chupar y comer aquel manjar y me incorporé, ya que faltaba poco para llegar a mi barrio. Me susurró al oído:

-¿Se la chupaste a alguien antes?

-¡No!

-¿Seguro? Porque la mamás muy bien.

-Es que me gusta mucho. Si bajás con la pija fuera del pantalón, te la chupo en la calle.

Y lo hizo, bajamos por la puerta trasera, él ocultando su falo con la mochila de la vista del conductor. Debíamos caminar tres cuadras hasta mi casa por calles arboladas y oscuras. Íbamos de la mano y me dijo:

-¿En ese árbol te va?, señalando uno grande, frondoso y bien oculto en la oscuridad.

-¡Dale!, le respondí algo nervioso, porque estaba en mi barrio, pero no había nadie en la calle.

Se recostó contra el tronco y de nuevo con la pija fuera del pantalón, bien erecta y húmeda. Dejé mi mochila en el piso y me arrodillé para recomenzar con la mamada, que fue de campeonato, mientras le agarraba las nalgas para que me cogiera por la boca, con los ojos cerrados de gozo. Tras unos minutos, estaba tan entusiasmado chupando que no me di cuenta que se acercaban algunas personas por la vereda. Él me alzó por las axilas de golpe y me abrazó.

-Viene gente, me susurró, lo miré a los ojos y me besó agarrándome de la cabeza para ocultar que éramos dos chicos.

Nos metimos la lengua a fondo mientras lo tomaba de las nalgas para apretarlo contra mí, sin importarme nada. Él me acariciaba la cabeza mientras nos besábamos con furia y con temor, hasta que la familia se alejó. Nos recompusimos, lo miré a los ojos mientras se guardaba la pija erecta y húmeda dentro del pantalón.

Me volvió a preguntar si alguien me había enseñado a chupar la pija, si lo había hecho con algún otro. Le dije que no, que era la primera que me comía una, que me gustó un montón y lo volví a besar con muchas ganas y mucha lengua. Estábamos muy calientes y respondió apasionadamente comiéndome la boca bien a fondo.

PARTE II

En mi casa vivía un tío viudo que justo se iba también de fin de semana y estaba cerrando la puerta cuando llegamos con Nico,  siempre con las mochilas por delante, para cubrir nuestras erecciones.

-No sabía que venías con un amigo, pero dejé un par de sándwiches. Espero que no se queden con hambre, Hay salchichas también en la heladera.

-Tenemos que preparar una materia. Igual, gracias, tío y buen viaje. Nosotros cerramos la puerta, le dije y se fue.

Entramos, cerré con llave y pasador, por si acaso, mientras Nico me apoyaba por detrás y me agarraba bien el bulto con las dos manos. Yo me movía haciendo presión para apretar mi culo contra su pija bien parada hasta que me di vuelta y volvimos a besarnos muy calientes durante varios minutos. Sin dejar de chuponearme, me desabrochó el cinturón, me bajó los pantalones y el bóxer, y comenzó a hacerme bien la paja mientras yo me aferraba a sus glúteos con desesperación. Estuve a punto de acabar y se dio cuenta, así que se detuvo y mirándome a los ojos, me apretó con fuerza la base del pene para que no eyaculara ahí mismo.

-¿Viste cómo te paré la acabada?

-Sí, estuvo genial. Quiero que dure.

Fuimos acariciándonos y besándonos hasta la cocina.

-Tenemos que parar un poco para comer, así después nos duchamos.

-Estoy muy caliente, me dijo.

-Yo también, pero tengo hambre, además de comerte la pija, también tengo hambre.

-¡Dale!

Comimos rápido, fuimos al baño y nos desvestimos sin dejar de besarnos y tocarnos la pija mutuamente. Nos pusimos bajo la ducha y fue la gloria. Nos enjabonamos todo el cuerpo y nos lavamos bien los genitales y las nalgas, hasta que empezamos a besarnos a fondo mientras nos íbamos metiendo los dedos en el ano. Primero un dedo hasta que entraba bien enjabonado.

– ¿Probamos con dos?, me pidió.

-Sí, dale.

-Pero despacio, me dijo.

Y nos fuimos metiendo dos dedos, me molestó un poco, pero enseguida me gustó como me masajeaba el ano. Yo no podía dejar de besarlo y de pajearlo, mientras él dilataba mi culito virgen. También le puse mis dedos y me dio la impresión de que su ano se amoldaba más rápido, porque se contraía y relajaba alternativamente.

-Hacé como yo, ya te puse los dedos adentro. Vas a ver cómo te gusta más.

Su manejo de los dedos me había puesto como un burro y ni me había dado cuenta de que eran tres.

-Probá vos también y se dio la vuelta.

Lo hice con mucho cuidado, mientras con la otra mano seguía sobándole la pija que no podía soltar. Dio vuelta la cabeza y nos besamos bien húmedo y profundo, mientras el agua seguía cayendo, por un rato largo. Después se apoyó en la pared y me ofreció sus nalgas firmes y enjabonadas. Me pidió que le masajeara el agujero con los dedos untados con crema enjuague para lubricarlo bien, mientras él también me ponía crema enjuague en la pija sin volverse.

-Así Flavi, así, respondió a mis masajes metiéndome dedos en la boca como demostración y separando las nalgas.

-Poneme los dedos ahora y abrió las piernas.

Yo estaba muy caliente y no podía parar de besarlo y pajearlo con la otra mano. Le masajeé el ano con tres dedos bien despacio, al compás de su meneo hasta que me pidió:

-Ponemela despacito.

Le separé más los glúteos para ver bien su ano y se la fui metiendo despacio, entrando apenas el glande, saliendo y entrando cada vez más, pero bien de a poco. Él gemía de placer y yo no daba más de la calentura, cuando noté que vencía cierta resistencia, el gimió como una perrita en celo y empujó su culo para atrás para meterse mi pija despacio hasta el fondo, y mi pelvis tocaba sus nalgas.

-Quedate quieto adentro, así bien adentro, por favor, me dijo.

Había llegado a su próstata y yo ni enterado.

-Está buenísima tu pija, ¿te gusta mi culo para cogerme?

-Me encanta tu culo, está buenísimo, me calza como un guante.

Lo atraje hacia mí con una mano, le hice girar la cabeza y nos besamos en una postura imposible, sin salirme de su interior. Fui bajando la mano hasta agarrarle bien la pija para pajearlo con intensidad.

-Pará, que voy a acabar. Quedate quieto y déjame hacer a mí.

Se empezó a mover de atrás para adelante en un vaivén que me enloquecía de placer y me hizo acompañarlo, cuando él se separaba yo también lo hacía hasta dejarle solo la cabeza de mi verga en su ano, y luego nos juntábamos a la vez. Llegamos a coordinarlo bien y, tras unos cinco minutos de meta y ponga, no pude contenerme y acabé en un grito ahogado echando mi semen en su interior. Se me aflojaron las piernas de las sacudidas, gimiendo de placer y sin querer salirme. Él empujaba y se meneaba como una anguila, hasta que me aflojé y me retiré de su culo para sentarme en el borde de la bañera, estremecido.

Nico se volvió con una sonrisa amplia dejando su pija húmeda y brillante a la altura de mi boca. Recuperé el aliento, con una mano le tomé una nalga y con la otra me apoderé de su pija y me la fui metiendo en la boca de a poco, para saborearla mejor, como un helado, le lamía el glande y me la metía hasta el fondo. Hice así varias veces hasta que lo insté con las manos a que me cogiera por la boca, despacio, bien de a poco, lo fue haciendo y cada tanto se apretaba la base del pene para evitar la eyaculación.

-¿No querés acabar?

-Sí, me dijo, pero en tu culo, y me dio un beso húmedo y prolongado.

Me puse de pie e imité su postura anterior, tomándome de la grifería y dejándole mi culo en pompa. Me lo lubricó con sus dedos embadurnados en crema enjuague y me fue penetrando de a poco.

-Decime si te duele.

-Para nada, le respondí, me gusta.

-¿Sos virgen?

-Era virgen hasta ahora, nunca me la habían metido. Me estás desvirgando y no me duele nada.

-¿Te gusta?

-¡Muuucho!, le dije cuando llegó a metérmela hasta el fondo y cuando sentí su pelvis contra mis glúteos se me paró la pija otra vez.

-Quedate adentro, por favor y empecé a usar su mismo sistema de contraer y relajar mi ano.

-¡Muy bueno! ¡Qué bien lo hacés, puto!, me dijo. ¿Seguro que nunca te la pusieron?

-¡Siii!, respondí con la voz sofocada y resoplando.

Me puso a mil y empecé a moverme para atrás y adelante. Entró y salió muchas veces, me enloquecía de placer hasta que volvió a quedarse quieto con toda su pija dentro de mí, y me gustó más. Hice presión hacia atrás y volvió a tocarme el punto G, así que me moví hacia los lados y a él le gustó también. Empezó a bombearme a fondo mientras yo acompañaba con mis movimientos a su ritmo. Paró un minuto, me hizo girar la cabeza y nos besamos de nuevo, mientras yo lo tomaba de sus nalgas para que no se alejara y su pija quedase dentro de mí. Retomó el vaivén otros cinco minutos hasta que empezó a gemir, a resoplar y gritando acabó dentro de mí varios chorros de semen caliente.

-Quedate adentro, por favor, le pedí.

Notaba como me chorreaba leche por las piernas, porque habíamos cerrado el grifo de la ducha. Se recostó sobre mi espalda sin salirse, me seguí moviendo, dilatando y contrayendo, nos besamos varias veces, muy profundo, pero frenéticamente, con pasión y sin dejar de acariciarnos mutuamente. Su pija seguía parada, me siguió cogiendo, mi ano bien lubricado lo recibía ávido, me tomó de la cintura y me bombeó a fondo. Sentía su pelvis chocar contra mis nalgas, empujé mi cuerpo hacia atrás para tenerlo más adentro, si eso era posible. Jadeamos y resoplamos muy calientes. – ¡Más!, le pedí, – ¡ Dame más! – ¿Qué más? – ¡Más pija! ¡Quiero más pija! Te quiero ver cómo me la metés. – Estoy grabando con el celu, mirate ahí, lo puse sobre el lavabo. – ¡Te veo! ¡Hermoso culo tenés! Me erguí despacio para que no se me salga su pija de mi culo y me recosté sobre su hombro mirándolo a los ojos y meneándome. Me siguió la intención, acompasamos el ritmo, con besamos y chuponeamos con lujuria, lengua a fondo, suaves mordidas de labios, estábamos a tope. Yo quería que no se terminara nunca, y supongo que él tampoco, porque me respondía comiéndome los labios, la lengua, devorándome la boca a fondo, casi sin respirar. Cada tanto nos mirábamos a los ojos y volvíamos a besarnos con desenfreno. Mi mirada le pedía más, él respondía dándome más, me temblaban las piernas, me tomá de sus glúteos, cerraba y abría el esfínter para recibirlo con avidez, mi cuerpo se estremecía de placer. Cogimos con frenesí, me dijo que se venía y bufando como un toro me volvió a llenar el culo de leche. Ese polvo fue muy intenso y duró más de 15 minutos según vimos en su celular luego en la cama. Con la verga parada se fue retirando lentamente, muy a mi pesar y lo seguí pajeando y chuponeando otro buen rato.

Terminamos de ducharnos, nos limpiamos bien los genitales y el culo, mientras nos besábamos a fondo a cada momento y nos calentábamos de nuevo. Fuimos a acostarnos en la cama de mis viejos, desnudos y él puso los toallones húmedos sobre las sábanas.

Yo deliraba de placer con sus besos y le dije que era una novia muy atrevida por la cogida que me había dado. Vimos el video en el televisor, transmitido por bluetooth desde su móvil

-Soy tu novia todo el fin de semana, no tengas dudas, puto, me susurró al oído.

-Soy tu puto y vos sos mi novia.

-¿Querés probarme?

-Sí, dale.

Se dio la vuelta acostándose con la cabeza a los pies de la cama y me la empezó a chupar de una manera increíble, mientras metía sus dedos en mi culito recién desvirgado. Gemía de placer, así que me acomodé para un 69 y comencé a chupársela y a meterle los dedos yo también. Estuvimos así un buen rato, cogiéndonos por la boca y cada tanto apretando las bases de nuestras pijas para no acabar enseguida.

De pronto, detuvo la faena y, con voz agitada, me propuso que el que acabase primero en la boca del otro sería pasivo esa noche.

-Hay que chuparla bien a fondo, le respondí.

-¡Tal cual! El que la chupa mejor, se coge al otro.

-¡Dale!

Y me dediqué a mamársela con fruición, lamiendo muy despacio su glande y comiéndole el tronco, por momentos. Mientras tanto, él me daba una chupada espectacular, bien hasta el fondo y acompasada. Nos empezamos a mover al mismo tiempo, yo agarrando sus glúteos o su verga con ambas manos y chupando despacio, saboreando el manjar. Él aceleró su mamada con maestría más de diez minutos hasta que no me pude contener y acabé en su boca. No dejó de chupar hasta que salió la última gota de semen y yo sofocaba mis berridos y gemidos de placer. Ganó la apuesta y se fue a enjuagar la boca, mientras se calmaban mis espasmos de placer.

Volvió con la crema enjuague. Pusimos a grabar con ambos celulares, uno en una cómoda a la izquierda de la cama y el otro sobre un mueble con espejo a la derecha. Se acostó sobre mí pecho dándome un beso de lengua increíble y prolongado, hasta que empezó a lubricarme el ano con mucho esmero y paciencia. De a poco me acosté boca abajo, me puso una almohada debajo del abdomen, para dejar mi culo alzado. Me tomó de la cintura y abrió mis piernas, para ir poniéndomela de a poco, entrando y saliendo de una forma que me daba mucho gusto, gemía y él lo notaba.

-¿Te gusta, puto?

-Ya sabés cómo me gusta, mucho.

Me la metió hasta el fondo, quedándose quieto. Sentí un inmenso placer, y empecé a moverme, hasta que pudimos acompasar el ritmo. Me indicó cómo abrir y cerrar mi ano mientras él entraba y salía, y yo miraba su meneo reflejado en el espejo.

-¡Qué rico que me estás dando! Fijate en el espejo, le dije.

Cuando se vio, se puso como una moto y me cogió un cuarto de hora o más, hasta que le dije que quería verlo de frente. Me acosté boca arriba, llevó mis piernas sobre sus hombros y me empaló de nuevo, mucho más fácil con mi ano bien dilatado y lubricado, se inclinó sobre mí y me dio un soberano morreo mientras yo le cruzaba mis piernas sobre su cadera para empujarlo más hacia dentro de mi culo. Me miró a los ojos, nos besamos con frenesí y me volvió a mirar.

-¿Seguro que no cogiste con nadie antes?

-Sí, seguro. ¿Por qué me preguntás tanto?

-Porque cogés muy bien, puto.

-Me sale así y vos me estás enseñando, le dije jadeando, mirándolo a los ojos, tomándolo del cuello y besándolo con pasión.

Tras un largo bombeo, se puso detrás de mí, de costado, en cucharita, levantándome una pierna sobre la suya y me siguió cogiendo, mirándonos a los ojos, con besos y lamidas sin pausa y al final me penetró de nuevo boca abajo, él sobre mi espalda y yo con las piernas cerradas, forzando a mi culo a apretar bien su verga.

Al voltear mi cabeza hacia el espejo del tocador volví a ver cómo su precioso traste con las piernas abiertas subía y se contraía para embestirme.

-¡Qué lindo culo tenés!, le dije.

Con voz entrecortada me respondió:

-El tuyo está muy bueno también y cómo se deja entrar.

Me besó en todas las posiciones, con profundos lengüetazos mutuos, y así, tras un largo rato de acometidas, se corrió dentro de mí otra vez. Nos quedamos quietos unos minutos, ya cansados, hasta que fuimos al baño a lavarnos mutuamente la pija y los huevos en el lavatorio, mientras seguíamos besándonos.

Ya se nos había parado a los dos de nuevo cuando se sentó en el bidé para enjuagarse bien el ano. Terminé de lavarme en el lavatorio, mientras él me acariciaba los glúteos y me excitaba de nuevo. Me volví y le puse mi pija a la altura de su boca, me miró con una sonrisa que me derretía y no vaciló en chupármela otra vez. Lo cogía por la boca, mientras él me apretaba las nalgas para metérsela toda adentro. Pero ya no daba más, así que lo alcé, lo besé y nos fuimos abrazados hasta la cama desnudos y al palo. Nos acostamos en cucharita sin dejar de besarnos de costado, él detrás de mí, con su pija entre mis nalgas.

Cada tanto intercambiábamos posiciones y nos pusimos calientes otra vez, resoplábamos, jadeábamos como burros, nos volvimos a chupar las pìjas, de nuevo al palo, y me puse boca arriba para tenerlo acostado sobre mí, besarlo y atrapar sus nalgas firmes para atraerlo y que se meneara sobre mí, mucho rato de besos, chupones, caricias, franeleos, pajas, pija con pija, estábamos por estallar hasta que lo tomé de la cara, lo besé larga y profundamente, lo miré a los ojos y le pedí que me cogiera otra vez.

Se acomodó muy despacio retirándose hacia atrás, me tomó de la cintura y me la volvió a meter, siempre mirándonos a los ojos, jadeando pesadamente, besándonos cada tanto hasta quedar sin aliento y tras largos minutos de meta y ponga, se puso tieso, arqueó su cuerpo hacia atrás, me embistió a fondo y acabó lo que le quedaba de leche en mi culo.

Yo me pajeaba porque no había terminado, así que tras recobrar la calma se dedicó a chuparme la pija un rato largo hasta que pude acabar unos chorros espasmódicos en su boca. Volvió a ponerse en cucharita detrás de mí, nos relamimos las bocas con mi propio semen que me sabía a gloria y nos quedamos dormidos.

PARTE III – PASEO POR EL RÍO LOS TRES JUNTITOS

Es la parte 3, siguiendo con mi compañero de banco, ahora con mi amigo del barrio, en un paseo muy caliente por el río.

El sábado por la mañana me despertó un mensaje de Mateo, un amigo del barrio para recordarme que habíamos quedado en ir al río.

Hacía mucho tiempo que no salíamos juntos, pues yo estaba muy dedicado al estudio y él a la práctica de patinaje. Antes de responder, le pregunté a Nico si quería ir al río, pero me dijo que no tenía traje de baño.

-Te presto un Speedo que me queda un poco justo.

Asintió, nos fuimos a lavar los dientes, los genitales y el trasero en el bidé. Antes de vestirnos, nos besamos y franeleamos en el baño un rato largo, porque el slip rojo que le di también le quedaba bien ceñido, resaltando su paquete, ya duro.

-No podemos salir así, me dijo.

Le bajé el slip, le agarré la pija y los huevos y le di una buena mamada y muchos besos. Estábamos a mil y no podíamos soltarnos, hasta que sonó el timbre. Nos pusimos los slips y unas bermudas y remeras, metimos toallas, gel de baño y protector solar en las mochilas ya sin libros, nos tapamos los bultos y salimos para subir al auto de los papás de Mateo, que también se iban el fin de semana largo a la casa de unos familiares en las afueras y nos dejarían en el balneario. Al paso, había manoteado un blister de pastillas azules del botiquín de mi tío.

Entre los asientos de los padres colocamos un bolso de ellos y nosotros tres nos ubicamos en el asiento trasero, algo apretados por otro bolso de ropa. Con un guiño de Nico, empezamos a acariciarle las piernas a Mateo por encima de la tela fina de su ajustado pantalón deportivo chupín, a tres cuartos de pierna. Siempre había sido un chico sexy y me gustaba, pero, por la vecindad, jamás me atreví a insinuar nada. Se ruborizó, pero notamos y palpamos que se había calentado, así que dejamos las mochilas en nuestros regazos y seguimos metiéndole mano, sobándole bien la pija sobre la tela del pantalón.

La tenía dura, se notaba su buen tamaño y respiraba fuerte. Nico se relamió guiñándome un ojo, nos reímos, Mateo se tentó y se puso a reír con nosotros, también por los nervios. Les ofrecí un caramelo y les di sendas pastillas azules, que tienen sabor mentolado. En una hora llegamos a la zona del balneario y quedamos con sus padres en que volveríamos al barrio en el colectivo de la tardecita.

Por un sendero que Mateo conocía nos condujo por la arboleda hasta un recodo del río, él siempre por delante, yo con mis ojos fijos en su ceñido pantalón gris que le resaltaba sus nalgas redondas y firmes, y detrás mío Nico, que no dejaba de tocarme el culo y apoyarme, el muy calentón.

Llegamos a un claro donde no había nadie que nos pudiera ver, entre los árboles, para estar a nuestras anchas. Pusimos unas lonas en el pasto y Nico dijo que fuéramos al agua para refrescarnos. Estaba buena, no muy fría y la corriente era suave. Mateo calzaba un bañador bóxer también gris claro, de lycra, muy fino, ya húmedo en uno de sus lados, que hacía juego con su pantalón y le quedaba pintado a su cuerpo estilizado, resaltando su paquete y sus nalgas firmes y redondas como un durazno.

Empezamos a chapotear mientras nos íbamos a lo más profundo hasta que sólo nos quedaron los hombros fuera del agua. Los juegos se volvieron calientes y nos apretamos entre los tres, con caricias y sobadas mutuas, aunque Mateo se mostraba reticente y trataba de escapar a nuestros manoseos.

Les propuse un trencito así que hice que mi vecino se montase en mi espalda, con su duro bulto sobre mi espalda pero lo hice acomodarse entre mis nalgas. Suspiré y me sumergí cargando con él. Se me escapaba hacia arriba hasta que lo aferré de la cintura para pegarlo a mi ansioso culo. Me puse mil, suspiré y casi me atraganté. Salí a la superficie con Mateo prendido a mi cuerpo y yo aferrándolo por las nalgas, sintiendo su poronga erecta entre mis glúteos. Jadeaba a centímetros de mi oreja. Quería voltearme y besarlo, pero pude contenerme. Hicimos otro trecho sumergidos, con Mateo ya pegado a mí como una rémora al tiburón porque estábamos muy calientes. Nico empezó a besarle la espalda y acariciarle la pija debajo del agua y se atrevió a manosearlo debajo del bañador.

Mateo quiso salir y que nos pusiéramos protector solar. Empezamos a pasarnos entre los tres en pecho y espalda. Me puse más atrevido y fui untando las piernas bien torneadas de Mateo, para ver de cerca su precioso culo respingón de patinador, enfundado en su bóxer corto de lycra, mientras él le ponía protector a Nico en la espalda. Seguíamos los tres empalmados y Nico insistía en arrimar su culo al bulto de Mateo, que se retiraba para atrás, pero chocaba con mi erección que se juntaba con la suya y lo hacía jadear.

-¡Qué putos están hoy!, dijo y fue la señal para que lo abrazáramos de frente y por detrás, sin dejar de acariciarlo, y ya no se molestó tanto.

-Podríamos tomar sol en bolas, le susurré a Mateo.

-Le saco el bóxer, dijo Nico,

Mateo se resistió un poco, pero Nico ya había empezado a bajarlo desde las nalgas y de paso me acariciaba el bulto. Lo ayudé y entre ambos desnudamos a Mateo, dejando libre su pija bien parada.

-¡Guau!, dijo Nico, qué buen pedazo tenés, mientras yo terminaba de quitarle el bóxer.

-Mateo está al palo.

-No lo puedo creer, simulé yo, que ya lo sabía y lo había sentido.

-Agarrasela y vas a ver qué dura se le puso, me dijo Nico.

Le pasé las manos por entre los brazos a Mateo y fui acariciándole el tórax hasta agarrarle la pija.

¡Qué dura tenés la pija, está buenísima!, y empecé a sobársela.

Gimió un poco y se dejó llevar.

-¿Te gusta, Matu?

Otro gemido y asintió, mientras yo arrimaba mi poronga entre sus glúteos.

-No te escuché, le dije.

-Sí, me gusta, respondió sofocado por el deseo, y se recostó sobre mí.

Con una mano lo pajeaba y con la otra le acariciaba los abdominales, apenas definidos, pero muy suaves. Nico dijo que estaba para comérsela y yo le susurré al oído a Mateo si quería que se la comiese.

-No sé, nunca me la comieron, dijo con voz ronca.

Nico se inclinó y empezó a besarle el glande, con piquitos.

-¡Qué lindo y morado está!, dijo y comenzó a lamerlo.

Yo le solté la pija a Mateo para que Nico se la pudiera mamar y empecé a besarle y lamerle el cuello, mientras seguía acariciándole el pecho.

-¡Qué rico se siente!, me dijo mirándome a los ojos.

-¿La mamada o la lengua?

¡Todo!

No dudé más y le di un beso, algo resistido por él, pero luego abrió la boca y respondió a mis lengüetazos. Estábamos muy calientes y empecé a mover mi pija entre sus glúteos, abrazándolo y besándolo. Se soltó unos segundos y me miró a los ojos. -Son muy putos ustedes, me dijo con voz ahogada.

-¿Querés que paremos?, le pregunté.

-¡No, por favor, no!

-Te voy a comer la boca le dije y se relajó, moviendo su culo contra mi pija y tomando a Nico de la cabeza mientras se la chupaba a fondo.

Tras unos minutos, gimió y dijo que estaba por acabar. Nico le apretó bien fuerte la base del pene para calmarlo, mientras yo no dejaba de franelearlo y apoyarlo. De a poco, fuimos cambiando roles con Nico, que se irguió para besarlo y yo me puse frente a ellos para tomarles sus pijas con las manos y me arrodillé para mamarlas, de a poco, sin soltarlas. Lamía y chupaba una a la vez mientras sobaba la otra. Por momentos me ponía las dos en la boca al mismo tiempo, pero casi no me entraban juntas más allá del glande.

Seguí chupándoselas de a uno, mientras ellos se besaban desesperados. Ya era abundante el líquido pre seminal que chorreaban los dos, así que les apreté bien la base de la poronga y me alcé para unirme al franeleo y los besos, con lengua muy a fondo. Se recostaron en las toallas, desnudos y al palo, me puse en el medio y empecé a pajearlos mientras ellos me sobaban a mí. Era un delirio, hasta que no pude más y me puse en cuclillas para chupárselas de nuevo a los dos.

Ellos seguían besándose abrazados, mientras yo iba de un glande a otro y les empecé a meter un dedo en cada culo. Nico alcanzó la crema enjuague en la mochila y me la lanzó. Unté dos dedos en cada mano y se los metí despacito. Gimieron y resoplaron entre beso y beso hasta que Nico dijo que era injusto para mí y que hiciéramos una rueda.

Mateo no entendió, hasta que nos pusimos de costado y armamos un triángulo, yo chupando la suya y Nico la mía. Mi vecino no sabía qué hacer hasta que llegó a un nivel de calentura tal que empezó a besarle la pija a Nico también él y de los besos en el glande pasó a chuparla toda. Tras un buen rato, Nico propuso girar, de modo que yo pasé a chupársela a Nico, éste a Mateo y mi vecino a mí. Volvimos a girar una vez más, pero ahora yo le empujaba las nalgas a Mateo para que me cogiera por la boca y saqué mi pija de la boca de Nico, poniéndome en cuatro patas.

Nico no dudó, me lubricó el ano con los dedos y me la puso como sólo sabía él. Con su vaivén provocaba que me entrara la pija de Mateo casi hasta la garganta. Le pedí que fuera más suave, porque la quería gozar y no atragantarme, mientras seguía masajeando con los dedos el culito virgen de Mateo y empujaba el mío contra la pelvis de Nico. Me estaba volviendo loco de placer cuando Nico acabó dentro de mí.

-¡Más, dame más!, le pedí sacando la boca de la poronga de Mateo, que estaba a punto de caramelo.

No quería que Nico se saliera porque la seguía teniendo dura, el choque de su pelvis contra mis nalgas me ponía fuera de control y entraba y salía con mucha facilidad. Me siguió bombeando hasta que se retiró de mi interior muy a mi pesar. Nico se recostó al lado de Mateo y al oído le dijo que ahora le tocaba cogerme.

Mientras mi vecino fue a ponerse detrás de mí, mi compañero de banco se puso boca arriba y se abrió las nalgas, ofreciéndome su culo. Mateo estaba nervioso y con alguna torpeza, me penetró. Entró fácil porque mi culo estaba bien lubricado por el semen de Nico, a quien ya me estaba cogiendo, recostado sobre su pecho y morreándolo desesperadamente. Mateo me tomó de la cintura y empezó a cogerme con ganas. Su mismo vaivén me empujaba más adentro del culo de Nico, hasta que le pedí que dejara que me moviera yo.

Empecé a menearme hacía atrás y adelante para que me entrara toda su pija y para encular bien a Nico. Tras algunos minutos sentí como Mateo aceleraba sus embestidas y me apretaba con fuerza la cintura atrayéndome hacia su cuerpo y acompañé sus acometidas contrayendo y dilatando mi ano, hasta que acabamos en simultáneo con Mateo, jadeando, resoplando y gritando con la voz sofocada por el placer.

Nos desplomamos lentamente uno sobre el otro, con Nico nos besábamos como novios y Mateo no atinaba siquiera a salir de mi culo, cosa que me daba mucho gusto, contrayendo y aflojando mi ano, hasta que se puso otra vez al palo. Me salí de adentro de Nico y le ofrecí su culo, mientras le sobaba la pija y le daba un soberano morreo.

-Qué calentón, todavía la tenés re dura, le dije.

Lo besé de nuevo con mucha lengua, lo fui llevando hasta el ano de Nico y lo guie para que se la metiese subiendo las piernas de Nico a sus hombros para que le entrase toda la pija de Mateo. Como recién había eyaculado, estuvo largos minutos bombeando y pajeando a Nico, mientras yo no dejaba de besarlo y acariciarlo. Me calenté de nuevo y empecé a masajearle el culito a Mateo, mientras él empalaba a mi compañero de clase.

Cuando empezó a acelerar sus embestidas, aproveché para arrimar mi poronga a su puerta virgen y casi se la fue metiendo él solo, lo que lo hizo vacilar, pero Nico le pedía más y más y se movía como una anguila. Con mucho cuidado volví a arrimar la punta de mi poronga en el culo a Mateo y lo dejé que se moviera, ya de nuevo concentrado en la tremenda cogida que le daba a Nico. Se fue acomodando de a poco y pude penetrarlo, quedándome quieto.

Él se movía para adelante y para atrás con placer, Nico lo alentaba a darle más. Bufábamos y jadeábamos como perros en celo en un trencito interminable de placer y tras varios minutos de vaivén, Mateo estalló en una acabada muy intensa, que lo hizo arquear primero y desplomarse estremecido sobre Nico después, lo que me puso a mil y acabé en su culo casi enseguida, con brutales espasmos, echando lo poco de leche que me quedaba. Caímos rendidos uno al lado del otro, con Nico en el medio, chorreando los tres un montón de semen de nuestros culos.

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Dayenorius3
Dayenorius3
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