Mamada infernal: cuando mi novia volvió después de tragarse otra pija
Mi novia virgen se volvió una perra con otro… y ahora me lo cuenta mientras se la meto por detrás.
Han pasado más de veinte años desde aquello, pero cada vez que lo recuerdo se me para como si fuera un pibe de veinte. Yo tenía 33 y ella apenas 21, una morocha flaquita, con una carita de ángel y unas tetas que parecían hechas para el pecado. Me costó conquistarla, no tenía experiencia, pero una vez que cayó, se entregó completa. La hice mujer una noche que nunca voy a olvidar: temblaba entera, pero cuando le bajé la bombacha y la saboreé por primera vez, me dijo entre jadeos que nunca había sentido algo así. A las semanas descubrí que le fascinaba mamarla. Decía que acababa con la pija en la boca, que se mojaba entera mientras me chupaba como si su vida dependiera de eso.
Fueron tres años de novios, intensos, llenos de sexo sucio, escondidas en cualquier rincón, con ella volviéndose más atrevida cada vez. Pero algo cambió. Se fue apagando. Me pidió un tiempo y, como un boludo enamorado, se lo di. Al poco tiempo me enteré de que salía con otro flaco. Me hervía la sangre, pero en el fondo, no podía sacarme la imagen de mi chica siendo tocada por otro. Esa mezcla de celos y morbo me quemaba el pecho.
Volvió a buscarme como si nada. Nos vimos, cogimos como animales, y después, en medio del sexo anal, me empezó a contar lo que había hecho con ese tipo. Que se sentía una perra, que se lo había tragado entero, que se la metió hasta el fondo mientras ella se dejaba coger como una puta liberada. Me lo contaba mirándome a los ojos, con la voz temblando, y yo me volvía loco. Cada palabra suya era como gasolina para mi calentura. La idea de que otro la haya usado, que haya gemido por otro, lejos de molestarme, me excitaba al límite.
Desde entonces, ese juego se volvió parte de lo nuestro. Cada vez que la penetro por detrás, le pido que me cuente más. Le digo que quiero imaginarla entregada, sucia, usada, mientras yo la hago mía otra vez. Y ella lo hace, se mete en ese papel, me describe cómo le llenaban la boca, cómo la tiraban del pelo, y yo acabo rugiendo adentro suyo, sintiendo que esa mezcla de pasado y deseo nos hace más salvajes, más verdaderos. Porque no hay nada más caliente que una mujer que se anima a mostrar su oscuridad y a disfrutarla conmigo.
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