Las fotos de Nina – Despedida

Buenas noches, mi nombre es Alejo y para mis amigos y amigas soy El Negro.

Les presento la segunda parte (y última al menos por ahora) de mis encuentros con Nina. Como ya les conté en mi relato anterior esta mujer sufrió desventuras durante su vida para experimentar un cambio brusco desde Diciembre del año pasado hasta hoy.

Desde la tarde de nuestro encuentro privado, con una buena ración de sexo y las confesiones íntimas de Nina (los tres años de abstinencia, lo tradicional de sus relaciones sexuales, la ausencia de sexo oral  y nulo sexo anal), intenté de mil maneras volver a tener acción con ella sin resultados positivos. Siempre había alguna excusa, creíble o no, pero fueron 15 días de insistencia vana vía mensajes de WhatsApp. Hasta que los primeros días de Agosto, me llamó telefónicamente.

“Negro, hasta ayer estuvo mi hija en casa, vino a pasar unos días aprovechando sus vacaciones en la Uni” dijo después de unos minutos de charla.

Negro: me lo hubieras dicho de una y lo entendería.

Nina: no quería tener que darle explicaciones si es que salía, demasiado me costó justificar tus mensajes frecuentes.

Me comentó además que había cambiado de trabajo, dejó el consultorio médico para ingresar en un laboratorio de especialidades medicinales, tuvo un cambio de horarios (más horas de trabajo), más cursos on-line para conocer los productos que se elaboraban y comercializaban. Se la notaba entusiasmada con ese cambio. Entendí sus razones y asumí que ya no habría segundo round sexual con ella.

Por esa fecha inicié un contacto con una mujer española que había leído uno de mis relatos, primero lo hicimos vía mail y a la semana de cruzar mensajes a diario, tuvimos nuestra primera reunión a través de Zoom. Eso hizo que me olvidase un poco de Nina, ahora Bianca estaba ocupando más mi cabeza.

El 18 de Agosto cumple años un amigo al que llamamos Ruso, fue en su casa que conocí a Nina en uno de esos festejos. El Ruso tiene una costumbre: no festeja cumpleaños por adelantado, por lo que me avisó que el sábado 23 nos juntaríamos a cenar por sus 57 años. Me llamó la atención que la reunión no fuese en su casa (hace unos asados geniales) sino que lo haría en un Resto-bar.  “Cenamos y después se hace karaoke y arman una pista de baile con música de los ’80, todo en un solo lugar” me dijo justificando la elección del sitio.

Ese sábado, le envié un mail a Bianca avisándole que no habría zoom por la noche, que iría a un festejo y volvería tarde a casa.

Busqué ropa adecuada, sport, cómoda y acorde al lugar, me afeité y me di una ducha, me vestí y a las 21 horas me fui al Resto. Al llegar al lugar vi una mesa larga, preparada para unas 20 personas, al Ruso, su esposa y algunos amigos más. “estamos casi todos: ¿vamos pidiendo la entrada?”. Nos acomodamos como siempre, los varones en una punta de la mesa y las mujeres en la otra, quedaban tres lugares libres. “Che, ¿Quién falta llegar?” preguntó Marisa (esposa del Ruso). “Daniel, Rosana y Nina, venían los tres juntos” respondió el Ruso. Un rato después, mientras desplegaban en la mesa la picada inicial, aparecieron los demorados: Rosana parecía la hermana menor de Daniel más que su esposa, y Nina estaba ESPECTACULAR: vestido ajustado color rojo, sandalias de taco medio y  pelo recogido bien tirante. Saludaron a todos y se ubicaron en los espacios libres.

La cena transcurrió animada, abundante y bien regada, antes de los postres llegó el momento del karaoke donde las mujeres nos humillaron claramente: en algunos temas recordaban las coreografías de aquellos tiempos, contoneándose y meneando caderas de manera exagerada, cosa que provocó silbidos de aprobación y admiración a sus actuaciones. Tras ese momento, ya nos distribuimos sin respetar las ubicaciones originales y Nina quedó a mi lado.

“Estás hermosa, dan ganas de comerte” – le comenté por lo bajo.

“Gracias, hoy estuve preparándome bien para esta noche” – susurro con una sonrisa traviesa.

Llegó la hora del brindis por el cumpleaños con tortas y tartas acompañadas por champagne y whisky. Concluido el brindis, el Ruso pidió la palabra y nos habló a todos. “Hoy no solo festejamos que me vuelvo más viejo, agregamos al festejo algo más: Nina ha conseguido una promoción y la semana próxima viaja a su nuevo trabajo, se nos va a Buenos Aires”. Aquellos que no sabíamos nada, quedamos sorprendidos pero los que ya conocían la situación, la aplaudieron y la obligaron a decir unas palabras.

“Les doy las gracias a todos por esta cena, el martes debo presentarme en mi nuevo trabajo. Aprovechemos esta noche para festejar y dar rienda suelta a nuestra locura. Los quiero a todos” – dijo entre lágrimas que amenazaban con remover su maquillaje.

La música de fiesta invadió el lugar y las parejas fueron ocupando la pista, los que no las teníamos quedamos sentados, en mi caso sorprendido por los dichos de Nina. Marisa me vino a buscar a la silla para llevarme a bailar, Nina hizo lo propio con Renzo y a Maricel la sacó a bailar Tito.

“Vamos a divertirnos, esto tiene que ser una fiesta” me decía Marisa mientras me llevaba a la pista, al cabo de un rato hubo rotación de parejas y quedé con Nina. Bailamos un rato (no es mi fuerte) y pasado unos temas fuimos a la mesa para tomar algo y descansar.

“Estoy muerta, preparar todo para el viaje me dejó destruida. Un rato más y me voy” dijo Nina mientras apuraba una copa de champagne. “yo también, hoy trabajé bastante y anoche casi no dormí” dije recordando la larga sesión de zoom con Bianca. “Haceme la gamba, ¿me llevás a casa?” dijo dejando la copa sobre la mesa. “ok, vamos” le respondí.

Nos despedimos de todos, entre reproches por irnos tan temprano (apenas las 2 de la madrugada), y emprendimos el retorno.

Negro: no sabía que te ibas

Nina: hace 2 días me notificaron del ascenso y traslado

Negro: me alegro por vos, te voy a extrañar

Nina: existe el WhatsApp, no te olvides.

Negro: no es lo mismo

Llegamos a la entrada de su departamento. “Pasá y tomamos un café” dijo mientras cerraba la puerta del auto. Detuve el motor, cerré todo y la seguí, abrió la puerta y encendió una lámpara que había en la mesa de entrada. Se quitó las sandalias y descalza avanzó hacia el sillón del living, se sentó y palmeando sobre él me invitó a sentarme junto a ella.

Charlamos de detalles de su viaje, del progreso que le suponía y de lo extraño que sería volver a estar sola en una gran ciudad. “Me voy a cambiar, ya no soporto lo apretado del vestido: ¿me bajás el cierre de la espalda?”. Obviamente podía hacerlo sola, ya que ella lo había subido cuando se vistió: ¿era una señal? De más está decir que lo hice y se fue caminando para su habitación, meneando el culito. Pasaron unos 5 minutos y volvió, el vestido fue reemplazado por una bata corta solo sujeta por un lazo en la cintura, ya no había medias largas de nylon, sino piernas desnudas y un canalillo que separaba las tetas que ya conocía de memoria.

“No me quedó café, ¿Qué te puedo ofrecer? ¿Qué te gustaría probar?” dijo mientras se mantenía de pie a la entrada del living, afirmada en el marco de la puerta. Tenía una sonrisa de nena traviesa, estaba claro que había preparado todo, el retorno a casa, el cambio de vestuario y vaya uno a saber qué más.

Me puse de pie y fui caminando hacia ella. Cuando la tuve al alcance, me estiró la mano y aferrándola, me llevó por un pasillo hacia su habitación.

Un paño color azul cubría la lámpara encendida de la mesa de noche, dando una luz tenue, su cama cubierta solo con una sábana clara, un par de estuches de preservativos en el medio, una botella de licor y dos copas en el suelo (a escasa distancia de la cama), un aromatizante de varillas con fragancia vainilla y una silla para dejar la ropa.

“¿pensabas que me iba a ir sin una buena despedida? Por nada del mundo me quedaba con las ganas de cogerte una última vez” – dijo mientras desprendía el lazo de la bata, dejándola caer a sus pies. Quedó desnuda, se giró y me mostró que había pasado por la esteticista: no había más vellos en su ingle, tan solo una hilera muy prolija que apenas cubría la raja de la conchita. “¿Vas a venir o te tengo que traer por la fuerza?” dijo mientras se recostaba en la cama. Me reí de la ocurrencia, me fui desprendiendo de mis ropas que dejé colgadas en la silla, quedando solo con los bóxer.

“Eso no vale, yo estoy desnudita y esperándote mientras todavía traes calzones puestos ¿Qué hay ahí dentro? ¿Algo que deba descubrir?” dijo al tiempo que destapaba la botella y llenaba las copas. “Brindemos por una última noche que deberá ser inolvidable” comentó mientras estiraba una copa.

Me despojé de la última prenda que quedaba puesta y se atragantó al verme tan empalmado: “vaya, vaya con el muchacho, ¿hay algo acá que lo ponga tan tieso?” murmuró mientras abría sus piernas y dejaba caer algo del trago sobre su piel. Estaba totalmente desatada, obvio que el trago la envalentonaba y el ser la dueña de casa la ponía en una posición dominante. Me arrastró a la cama y comenzó a comerme la boca de manera feroz: “Estoy lista para una noche larga, tanto como esa verga que voy a comerme hasta quedar agotada”.

Su cama era muy amplia y nos permitía rodar uno sobre el otro mientras nos besábamos de manera desenfrenada. Mis labios atraparon sus tetas, torturaron sus pezones durísimos y mi verga luchaba buscando entrar en esa cueva caliente. “si guacho, cómeme las tetas, chupalas hasta que las dejes gastadas de tanto mamarlas” no paraba de hablar mientras se movía arqueando el cuerpo para que las tetas me dejaban sin aire, ahogándome. La monté, abrí sus piernas queriendo metérsela a fondo pero no me dejaba, peleaba prolongando el ingreso a su cuerpo.

“No vas a cogerme todavía, quiero sentir como me comes la concha, aprovecho que estoy recaliente y quiero probarlo de nuevo, hacelo bien hasta llevarme al mejor polvo que recuerde” murmuró mientras levantaba la cadera y colocaba una almohada bajo sus curvas y me empujaba hacia abajo.

No estoy acostumbrado a ser dominado, pero entendí que era el momento de comerme esa concha que tanto me había cautivado en el estudio y me dediqué a besarla, con besos de lengua que se metía entre esos labios rosados, empapados de flujos. Chupé, mordí y penetré tanto como pude, mientras ella hacía presión sin dejarme salir de entre sus piernas.

Negro: ¡qué concha tan jugosa! Te voy a hacer acabar como una puta.

Nina: si mi guacho, haceme todo lo que quieras.

Le chupaba los labios, estirándolos, los abría para meter la lengua tan profundo como me era posible, casi que la cogía con ella. Los gemidos de Nina eran violentos, aullaba y pedía más y más, aproveché que sus flujos caían por la raja hasta el culo y con esa humedad le mandé un dedo por aquel agujero. Dio un respingo pero no intentó sacar al intruso de ese hueco, más bien se acomodó para dejarme hacer.

Dejaba correr los flujos para humedecer la zona y comencé a meter y sacar el dedo de culo, mientras seguía comiéndole la concha.

Nina: ¡¡Por Dios, lo que me estuve perdiendo todo este tiempo!! Voy a acabar, no pares que me voy…

Tensó su cuerpo, apretó el esfínter anal y me bañó con los líquidos que brotaban de la concha mientras llegaba a un orgasmo furioso. Fueron segundos gloriosos, gritaba descontrolada, se sacudía prolongando el momento hasta que no pudo más y quedó tendida, sin fuerzas, sollozando de felicidad mientras apretaba mi cabeza contra su concha.

Nina: gracias, ha sido de los mejor que experimenté en mi vida.

Negro: casi me matás, me dejabas sin aire.

Nina: no pude controlarme, sentía que mi cabeza iba a explotar

Nos tendimos uno al lado del otro, ella reponiendo energías y yo recuperando el aire. Quise besarla, pero no me dejó: “andá a lavarte la cara, tenes un olor a concha terrible. Ni pienses que te voy a dejar besarme así. Voy a prepararme para algo especial” dijo mientras me empujaba de la cama. Fui al baño, usé su jabón perfumado y tras limpiarme, volvía la cama. Ella tenía uno de los paquetes de preservativos en la mano, lo abrió y se dispuso a colocarlo en mi verga.

Negro: esperá un poco, hay que ponerlo duro para que calce bien

Nina: De eso me voy a encargar, acostate.

Sacó el forro del envoltorio, se arrodilló a mi lado y tomándolo por la punta empezó a desplazarlo hacia abajo, le costó un poco porque no estaba bien parada. Se agachó y se la metió en la boca, chupando fuerte para darle el mejor de los tamaños: “Son con sabor a frutilla, los compre en un sex-shop de una galería esta tarde, sabía que no te la iba a chupar a pelo y me busqué la mejor opción” comentó entre chupada y chupada. No sabía mucho como hacerlo, pero su falta de experiencia me excitó bastante, chupaba, mordisqueaba y trataba de llevarla tan adentro como podía aguantar al extremo de hacer arcadas cuando la llevaba a fondo. Era tanta la fuerza de los chupones que me hizo acabar rápidamente, llenando el forro de leche casi a reventar.

Nina: ahora estamos iguales, una acabada cada uno. Nos falta un polvo bien completito

Negro: tranquila Nina, tenemos toda la noche

Nina: pienso cogerte dos o tres veces antes de que te vayas, con una condición: yo elijo la posición

Negro: no somos adolescentes, vamos despacio, disfrutando cada uno

Me sacó el forro, le hizo un nudo para que no se desparramara la leche y lo dejó en la mesa de noche. Se giró sobre mi y empezó a besarme delicadamente, acariciándome y buscando recuperar mi dureza. Jugaba con mi pelo, pasaba sus dedos por mis labios y se frotaba contra mi pierna. Así estuvimos unos veinte minutos hasta que recuperamos algo de vitalidad. Cuando notó la verga endureciendo, se montó sobre mi cuerpo y se la frotó en la concha, que se humedecía lentamente. Despacio la fue guiando, hasta hacerla entrar; cuando la tuvo adentro se empezó a mover arriba y abajo, cabalgando tranquila en un movimiento suave.

Sentir como se empalaba era un placer, se apoyaba en mi vientre y mantenía el ritmo cadencioso, disfrutando el momento.

Nina: estoy lista para otro polvo, maneja mi cintura a tu ritmo.

Así lo hicimos, suave, delicado casi por unos veinte minutos, hasta que aceleró buscando su segundo orgasmo, fue mucho más calmo pero muy profundo, no hubo gritos, solo gemidos de placer mutuos: ella acabó regándome nuevamente y yo le llené la concha de leche.

Se acostó sobre mi cuerpo y nos dormimos, producto del cansancio, sin sacarla de su cueva.

No sé en qué momento nos desacoplamos, pero seguimos descansando, abrazados. Los primeros rayos del sol entraban entre las cortinas de la habitación cuando despertamos; nos miramos, nos besamos y nos prodigamos caricias a modo de desayuno.

Nina: ya es hora de que te vayas, pasé una noche hermosa, lo disfruté a pleno.

Negro: ¿estás segura?

Nina: no, pero creo que es lo mejor

Se levantó de la cama, fue hacia el baño, abrió la ducha y se comenzó a darse un baño reparador. La seguí, me metí junto con ella, la ayudé a enjabonarse y aproveché para acariciarla íntimamente. Apoyó las manos en la pared y se dejó hacer, recorrí pechos, vientre, ingle, conchita, culo, piernas, en fin todo lo que pude. Cerró los ojos y comenzó a disfrutarlo, cerré el grifo, tomé el toallón y la sequé, la giré hacia mí y la besé. No resistió tanto manoseo íntimo, volvimos a la cama pero no dejé que se acostara. La puse a cuatro patas, le abrí las piernas y me dediqué a besarle y comerle la concha desde atrás, bajó la cabeza y empinó más su culo, dejándome a la vista no solo su concha ya perlada de flujos, sino también ese pequeño agujero negro. Recorrí con la lengua desde el amanecer de la raja hasta el apretado culito, de sus labios brotó el primer suspiro, que fue repitiéndose más y más mientras repetía el proceso. En un momento tomó los cachetes del culo y se los abrió al máximo.

Nina: seguí, no pares que me derrito

Le hice caso y repetí el recorrido mil veces, oía sus gemidos y eso me alentaba a seguir, hasta que ya no pude resistirme y empuñando la verga, se la clavé en la concha. Me aferré a la cintura y empecé a bombear de manera loca, cinco minutos feroces, cuando noté que estaba por acabar, se la saqué y exploté embadurnando toda la raja y el culo de leche.

Nina: no la saques que ya llegó, ponela de nuevo

Pero ya no daba más, me había exprimido al máximo y estaba en pleno descenso de vigor, por lo que solo atiné a clavarle un dedo en el culo y otros dos en la concha hasta que llegó a su orgasmo.

Cayó de cara al colchón, jadeando. Era lo máximo que podía darle.

Instantes después, se giró y me miró a los ojos: “Debiste meterla en el culo, era el momento justo” dijo mientras completaba su orgasmo con un manoseo en la  concha.

Ya no hubo más combustible, descansamos unos minutos, nos dimos los últimos besos, ella se colocó la bata, yo mi ropa y me acompañó a la puerta.

“Fue una hermosa despedida, estaba dispuesta a entregarte el culo, quizá en un próximo viaje” dijo mientras abría la puerta para que me fuera.

Salí del departamento y me fui a casa, dormí hasta la noche. Cuando desperté miré el celular y había un mensaje de ella: “Me ayudaste a sentirme mujer otra vez, lo disfruté al máximo, de los mejores polvos de mi vida. Gracias”

Hasta hoy, no volví a cruzar mensajes con ella; sólo sé que próximamente volverá a la ciudad por un congreso de la empresa, ¿Quién sabe? Quizá nos volvamos a ver.

Espero sus comentarios, y más que nada sus opiniones.

Saludos,

Alejo Sallago – alejo_sallago(a)yahoo(.)com(.)ar

 

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Alejo Sallago
Alejo Sallago

Mi nombre es Alejo y para mis amigos y amigas soy El Negro.
Para aquellos que hayan leído alguno de mis relatos, soy un adicto a las maduritas desde que tengo uso de razón, pero no por ello dejo de lado al resto de las mujeres.

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