Elecciones de vida – Sheila

Sheila es mexicana y tiene hoy 25 años. Desde muy pequeña supo que dos o tres cosas marcarían su vida: la música, la playa y el sexo.

Dueña de una figura llamativa, 1,70 de altura con medidas contundentes (92-62-112), cabellos castaño claros, le agrada de sobremanera usar ropas livianas, cortas y escotadas para mostrar el cuerpo que la naturaleza le brindó.

A los 20 años decidió que mudarse a la Riviera Maya le daría la posibilidad de desarrollarse en sus dos pasiones: bailarina de antros y disfrutar del sexo. Se presentó a diversas entrevistas hasta lograr su cometido, ser estrella de pole-dance en uno de los antros más exclusivos del sector.

El Chato es un reconocido empresario de la noche de Cancún, con 45 años regentea 3 antros (Keops, Marbella, Ensueños), de los cuales 2 (Keops y Marbella) son considerados los de nivel top en la zona. Ha logrado esto habiendo tomado como base los negocios originales de su padre Richard (ya retirado) quien le enseñó desde muy joven como moverse en el rubro y le ha agregado su impronta, luego de conocer sitios similares en Las Vegas y la Costa Azul.

Siempre elegante, bien parecido, no hace ostentación de sus éxitos aunque los disfruta en grande.

Richard hizo que conociera las reglas básicas del negocio:

el personal es elegido por el dueño (jamás un tercero)
mantener al personal feliz es sinónimo de éxito
la salud del personal es vital (una profesional enferma, espanta a los clientes)
brindar comodidades y discreción ayuda a mantener buena fama.
Evitar escándalos dentro del antro (no atrae a la policía)
Contar con una mano derecha entre las profesionales, que lo mantenga al tanto de toda situación personal

Y LA REGLA DE ORO DEL NEGOCIO: EVITAR INVOLUCRARSE SENTIMENTALMENTE CON LAS EMPLEADAS.

Con esas simples reglas lograría mantenerse al tope de las preferencias de turistas, habitués y gozaría de la mejor publicidad “el boca a boca”.

En una de sus recorridas habituales, notó que hacía falta personal nuevo en uno de sus antros. Habló con Reina, su mano derecha en Keops, quien le confirmó que algunas chicas habían iniciado carreras en páginas de contenidos para adultos y eso les insumía tiempo que quitaban a labor en el antro, ya no rendían como antes.

El Chato las llamó una a una a su despacho, mantuvo una charla cordial con ellas y les ofreció alguna mejora laboral, que ellas consideraron insuficiente por lo que no tuvo más remedio que indemnizarlas y despedirlas, para evitar más inconvenientes. Días más tarde, publicó un aviso en un diario local solicitando bailarinas, que deberían presentarse en una locación alquilada para la ocasión.

Hubo 10 postulantes, que fueron distribuidas en 4 días: uno de entrevistas y tres de casting. De ellas solo 4 ingresarían al staff.

El primer día de entrevistas, las recibió Reina, les comentó cuál era la idea, los requisitos para acceder al puesto, y a las que aceptaron pasar a la segunda etapa, se les pidió que preparasen una rutina algo osada (que incluiría vestimenta adecuada). Sólo quedaron 5, por lo que la elección se simplificaba. Sheila era una de ellas, había dos dominicanas de piel morena y físicos casi tallados, una venezolana (de piel cobriza, buenos pechos, caderas rotundas, cabellera renegrida y rizada) y una brasileña (la más joven de todas, que parecía recién salida de la escuela, rostro aniñado, cabello rubio de bote y figura algo escasa, aunque muy bien proporcionada).

Al momento de distribuir los turnos para la prueba, las dominicanas pidieron hacerlo juntas, ya que eran pareja y hacían shows conjuntos en su país natal. Reina accedió, pero colocó un asterisco en la planilla que luego aclaró al Chato.

Primer día de audición:

11 horas ingresa a la sala la venezolana Mayra. Pide por el lugar donde mudarse de ropas para la presentación, a lo que Chato responde que debe hacerlo ahí, frente a él (era el único habitante del lugar). Sorprendida, titubea pero comienza a desnudarse. Chato se pone de pie, se aproxima a ella, la observa en detalle, la ve mudarse de ropas a un conjunto deportivo (short y brassier) muy ajustado. Ella elige un tema musical en su tableta y se dispone a comenzar, segundos antes que lo haga Chato estira una de sus manos y le palpa el culo que nota algo flojo, ella reacciona quitándole la mano. “Eso es todo, puedes retirarte” dice el Chato mientras vuelve a su silla. Mayra no comprende nada, no llegó siquiera a comenzar su rutina y ya la despedían. Chato toma nota de la reacción de la joven.

15 horas ingresa la pareja de dominicanas (Jazmín y Rosa), de la mano. Se sorprenden al verlo al Chato solo. Preguntan por Reina, él responde que será quien las evalúe y las invita a que muden su ropa y se alisten. Sin dudarlo, ambas se quitan la ropa de calle (pero no se desnudan) quedando en malla (Jazmín) y en biquini (Rosa). Chato repite el proceso de observación, aproximándose a ambas, extiende su mano derecha al culo de Jazmín y la mano izquierda a los pechos de Rosa, la reacción de las morenas fue distinta a la de Mayra.

Rosa: vaya con el muchachito, parece que es muy juguetón.

Jazmín: si es de manos largas, aceptará que nosotras también lo seamos.

Y lejos de amilanarse, se trenzan con Chato en una lucha cuerpo a cuerpo de manos que van y vienen, se acarician, se excitan hasta que Rosa decide ir más allá, aferrando con una de sus manos el paquete del Chato en una acción decidida. Jazmín la observa y se lanza a comerle la boca al hombre, mientras ayuda a su pareja a tratar de despojarlo de las ropas. El Chato las deja hacer, aparta la parte superior del biquini de Rosa liberando sus pechos y del mismo modo descorre la parte baja de la malla de Jazmín para hundir dos dedos en su ya húmeda vagina. Los gemidos de las dominicanas llenan el estudio, Jazmín come las tetas de Rosa mientras aprieta la mano de Chato en su interior. Cuando el descontrol parece llegar al punto máximo, él se corre y las deja solas. Vuelve a su silla, acomodándose la ropa y con gesto de aprobación las deja terminar su rutina: están contratadas.

19 horas, es el turno de la brasileña Maia. El proceso se repite, el pedido de mudarse de ropas, el repaso del físico de la postulante, el manoseo del contratante, pero Maia lo sorprende. Cuando él la acaricia, ella se desnuda por completo se aproxima a la silla que él dejó vacante, acomoda sus brazos en el respaldo y enlaza sus piernas en las patas delanteras de la silla: abre sus piernas al máximo, le exhibe su cueva palpitante y húmeda. Con tono dulce le dice: “Vamos lá, garoto, venha aqui e faça o que quiser comigo, eu sou sua”, él comprende sus dichos, simplemente se le está ofreciendo. Baja la cremallera del pantalón, libera su verga y se la ofrece. Ella hace su trabajo con habilidad, hasta llevarse en la boca toda la carga de sus huevos. Definitivamente, Maia está contratada.

Se ha hecho tarde y queda una única opción para Sheila: deberá rendir su prueba directamente en Keops. Reina le explica la situación a la mexicana y agrega un detalle especial: “deberás esforzarte y el trabajo será tuyo”.

Sheila medita unos minutos sobre la posibilidad y decide ir por todo.

Ingresan en el antro por una puerta trasera, Reina la presenta a las trabajadoras quienes la reciben de buena gana, la ayuda a maquillarse y vestirse para la ocasión. Sheila se mira a uno de los tantos espejos del lugar y se siente una puta hecha y derecha.

Cuando a las 23 horas hace su ingreso al salón, queda sorprendida de la decoración y las luminarias, observa un escenario similar a una pasarela que remata en un caño estratégicamente ubicado. Levanta la mirada y ve al Chato por primera vez, está en un lugar apartado, desde donde puede observar todo. Mientras camina hacia la barra y la escalera que conduce al escenario, algunos de los clientes murmuran a su paso, otros estiran sus manos para depositar billetes en su tanga brillante y los más osados la nalguean o acarician su cuerpo. Ella responde con sonrisas y agradece el trato: uno de los visitantes le entrega un papel con un número telefónico y le hace señas inequívocas de querer hablar con ella.

Un gesto del Chato y Reina la impulsa a sentarse con el hombre. Un hombre de unos 50 y largos, muy bien vestido, que tiene en su mesa una botella de champagne, aparta una silla y la invita a sentarse. Acepta, el rostro del hombre le es muy familiar, cree haberlo visto en televisión (no es para menos, es un actor de telenovelas, cubano). Comparte con él un par de copas, no quiere que el alcohol la traicione y le afloje las piernas, es su primera noche…

Cerca de la 1 de la madrugada, él llama a Reina con un gesto. Habla con ella unos minutos y parecen ponerse de acuerdo en algo. Se levanta de la silla y se encamina por un pasillo hacia una puerta iluminada con pequeñas bombillas rojas. Se gira y hace una señal a Sheila, pidiéndole que se acerque. Reina se aproxima a Sheila y le murmura al oído: “Ahora todo depende de ti, si el cliente vuelve satisfecho tendrás tu empleo, anda y no nos decepciones”.

Se pone de pie y va detrás del caballero, éste la guía a un cuarto apartado, al cual ingresan. Se enciende una luz azul que deja el cuarto en penumbras, el hombre se sienta en la amplia cama que domina la estancia, abre sus piernas y la invita a acercarse, pese a alguna duda camina esa pequeña distancia y se ubica frente al caballero. Este la acaricia delicadamente, recorre cada curva de su cuerpo, enlaza sus dedos en el cordón que sujeta la tanga de brillos y la baja muy lentamente hasta dejarla en el suelo. Instantes después, lleva sus manos a la espalda de Sheila y desprende el brassier, liberando los pechos coronados por pezones oscuros súper erguidos. Él los acaricia, tira lentamente de los botones que rematan sus tetas, aproxima sus labios y se hace dueño de ellos, primero uno y luego el otro, alternando con delicadeza, rozándolos con sus dientes que le generan escalofríos. “Venga niña, muéstrame lo que traes entre las piernas, quiero comerme esa almeja preciosa” le dice mientras baja su cabeza hacia el lugar preciso. Aspira el aroma que surge de esa concha que se humedece segundo a segundo y pasa por primera vez la lengua por la raja.

Sheila deja escapar un gemido de placer, se siente excitada, toma por el cabello al hombre y lo hunde entre sus piernas. Siente como la lengua serpenteante recorre cada rincón de vientre. “Si mi rey, calienta mi almejita hasta hacerla hervir, no te olvides de mi culito, porfa.” Le pide mientras él se aferra a sus nalgas para girarla, y tal su pedido, le recorre profundamente  hasta terminar en el hoyito de su ano. Ella se inclina un poco para darle más espacio para recórrela, al hacerlo él se separa un poco y le da una nalgada algo fuerte, que la lleva a uno de los puntos más altos de su calentura. Ya no resiste más, quiere que él la penetre y la haga llegar al límite de su excitación. “Ya no me hagas sufrir, ponla y hazme gozar como lo puta que soy” le pide casi como un ruego.

Se pone de pie, se despoja de sus ropas y le hace sentir lo que guarda en sus pantalones y que pronto estará en su interior. No es la gran polla, pero servirá para calmarme, piensa Sheila mientras se entrega por completo. Primero la empotra de parada, apenas inclinada hacia adelante, tras unos bombazos la lleva a la cama y la monta, sacudiéndose encendidamente. Ella quiere más, y se lo hace saber, lo detiene, se recuesta en la cama, levanta las piernas bien abiertas y le ofrece la cueva que desprende fluidos abundantes. Él se ubica y apunta la verga a aquel agujero rosado, donde se pierde sin dificultad. Siendo una mujer avezada en el sexo, sabe que esa verga no la llena, pero se las ingenia para que él crea que goza infinitamente gimiendo como si en ese acto le fuese la vida. Pasados unos minutos lo siente tensarse, la eyaculación es inminente y cuando recibe los primeros chorros, grita como si la hubiesen desvirgado. Él está rendido, feliz y ella supone que ha superado la prueba. Lo incita a buscar un segundo orgasmo, pero él no puede cumplirle, tan solo la conforma con una comida de concha que la lleva a su orgasmo no fingido.

Él se viste, le extiende unos billetes que ella guarda en su brassier. Se despiden y mientras el hombre se vuelve al salón, ella baja a los sanitarios del personal para darse una ducha, reacomodar su maquillaje y ropas limpias para volver al salón.

Cuando estaba casi lista para volver, alguien golpea la puerta del vestidor. Abre la puerta y se encuentra con el Chato. “Mi mejor cliente se ha ido más que satisfecho, tienes un puesto asegurado. Aquí tienes la dirección donde has de mudarte mañana, te esperará Reina a las 10 de la mañana. Vete a descansar y puedes quedarte con el pago del cliente, luego hablaremos de tu contrato” le dijo. Sheila estaba en las nubes, haría lo que más le agradaba, le pagarían por ello y hasta le daban un alojamiento. Desbordaba de alegría y se lo demostró con un gran abrazo que coronó con un beso en los labios del Chato.

Lo sorprendió pero entendió que era un desborde propio del momento. Él le respondió con un magreo de tetas y culo, que disfrutó.

Salió tal como había entrado al local, tomó un taxi y se fue a su departamento a preparar las cosas que llevaría a su nuevo hogar. Recién en ese momento, recordó que había dejado el pago del cliente entre sus ropas sudadas, buscó y encontró u$s 200: quedó perpleja. Su vida comenzaba a cambiar, se durmió con una felicidad enorme, soñando con un éxito que empezaba a golpear la puerta de su vida.

A las 8 de la mañana despertó, desayunó rápido, bajó la maleta con sus ropas y un bolso con calzado y maquillajes. Llamó un taxi y dio la dirección provista por El Chato, el taxista la miró y pidió que le repita la dirección, ella la confirmó y el chofer inició el viaje. Cada tanto la miraba por el espejo retrovisor como si estuviese estudiándola. Al cabo de 25 minutos se detuvo frente a una casona colonial, donde la esperaba Reina. Ésta se aproximó al chofer, pagó el viaje y le dio una tarjeta de invitación a Keops.

Reina: vamos, que deberás instalarte y debo llevarte a completar una pequeña rutina.

Sheila: guau, que casas tan chula.

Reina: es la residencia de las novatas, si progresas, te irás de aquí a otro lugar que tu elijas. No digas nada de tu prueba de anoche, no es común.

Entraron y se encontraron con Maia, Rosa y Jazmín. Maia debería aprender español y ellas serían sus maestras.

Reina les mostró cada una de las dependencias, y le dio las reglas básicas de convivencia. Tras dejar sus pertenencias en sus habitaciones, volvieron a reunirse las 5 en el hall de entrada. Fueron a la parte posterior de la casa donde las esperaba un vehículo que las llevó a una clínica privada, las 4 novatas se sometieron a controles médicos y de allí partieron  a un centro comercial, donde guiadas por Reina compraron ropas informales y mucha lencería de distinto tipo. Volvieron a la casona y en la sala principal las esperaba El Chato.

Se ubicó una de las puntas de la mesa, con las novatas a los costados y Reina en la otra punta. Tomó la palabra y detalló que esperaba de cada una, las tareas que tendrían asignadas en Keops, la cantidad de shows semanales que harían cada una y dejó en claro que si algún cliente pedía una atención VIP, debía ser previamente aprobada por Reina: de esas atenciones recibirían el 50% de lo pagado por ellos, a lo que sumarían sueldos por producción y que las propinas que recibieran eran particulares. Si alguna de ellas bajaba en su rendimiento o si los clientes se quejaban de la atención, serían trasladadas a Ensueños, que consideraba el antro de peor calidad o eventualmente serían despedidas.

Si estaban de acuerdo con lo expuesto, firmarían un contrato laboral por 2 años, que renovarían tras ser evaluadas. El Chato se reservaba el derecho de cortar o modificar el contrato si así fuera necesario.

Las 4 estuvieron de acuerdo y firmaron el contrato. Por el resto de la semana estarían liberadas de trabajar en el antro, hasta que los médicos dieran el apto. Pese a ello, tendrían entrevistas con Reina y El Chato, quienes las guiarían en sus labores.

En la casona vivían 8 mujeres: las 4 novatas de Keops, 2 de Marbella y 2 de Ensueños. Observándolas se notaba la diferencia en la selección según el antro: las de Keops y Marbella se veían refinadas, bellas, con buenas figuras, hasta elegantes podría decirse, en tanto que las chicas de Ensueños eran algo más mundanas, pero se las notaba muy eficientes con las atenciones a clientes.

La casona tenía espacios muy específicos: gabinete de estética, gimnasio, estudio de baile, un par de recámaras destinadas a “visitas exclusivas” , un buen patio para relajarse y estacionamiento privado.

Las 8 habitantes podían hacer uso de todas las instalaciones sin límites, pero si decidían salir siempre lo harían acompañadas por personal del lugar.

El primer día, Sheila dudó en como presentarse al desayuno: el personal no interfería en las actividades de las profesionales y mucho menos sobre su vestimenta. Las dominicanas bajaron en ropa interior cubiertas por una bata liviana, Maia en biquini y Sheila desentonaba con shorts y remera. Después de verlas, supo que podría volver a su atuendo natural: tan solo cubierta por ropa interior (hasta haciendo topless), ya que las chicas de Ensueños se paseaban desnudas completamente y las del Marbella solo se cubrían con batas.

Tras el almuerzo grupal, El Chato hizo su aparición y citó a Sheila a su despacho.

Chato: Sheila, acércate. Eres la única de las postulantes que no he revisado en persona y quiero saber si equivoqué mi elección.

Sheila: sí señor, lo que diga.

Se puso de pie y se aproximó a él. Sabía qué había sucedido con las otras chicas, por lo que se predispuso a ser palpada, acariciada, nalgueada y quien sabe qué más.

Chato: no debo decirte que tu figura es atractiva y si uno de mis principales clientes ha solicitado exclusividad contigo, ha de ser por tus virtudes.

Sheila: agradezco su cumplido y me comprometo a seguir así.

El Chato deslizó su mano por la figura de ella, recorrió cada centímetro, apretó los lugares apropiados, extendió su dedo mayor y lo extendió a lo largo de la raja de ella. El contacto la estremeció, quizá esperaba algo más brusco, no tan delicado lo que provocó que abriera sus piernas y le dejase trabajar con libertad. Él notó que ella respondía con humedad vaginal a cada recorrida, la miró a la cara y encontró sus ojos cerrados, disfrutando del momento. “Desnúdate, quiero verte sin ropas” le indicó, ella hizo caso y cumplió su pedido. Él permanecía sentado en su sillón, la aferró por las caderas y la acercó, inspeccionó cada milímetro de su vientre y volvió a mover su mano en la entrepierna de ella, que dejó escapar un gemido de placer. Nunca supo en que momento sucedió pero cuando volvió a abrir los ojos lo encontró desnudo, con su verga en plena erección.

No dudó ni un instante, se acomodó en el borde del escritorio, abrió las piernas y le mostró cada milímetro de su rosada cueva empapada en flujos, le hizo un gesto invitándolo a acercarse, estirando su mano derecha rumbo a la herramienta del jefe, como quien pide una limosna. Él se puso de pie, caminó hacia ella y se detuvo a escasos centímetros.

Chato: ¿estás muy segura? No hay protecciones.

Sheila: venga chico, hazme tuya. Anoche no pude acabar, necesito que me llenen

Chato: no creas que tendrás ventajas, solo quitaras tus ganas

Sheila: podrás hacérmelo cuando gustes, como gustes, pero no me hagas desear más.

Chato no era el más dotado, pero sabía bien como hacer su trabajo, tenía experiencia que logró con sus años de ayudante de su padre, solo temía enredarse con ella, respiró hondo y sin mucho preámbulo dejó que su verga se perdiera en el interior de su empleada. La sintió cálida, deseosa y necesitada, él también llevaba un tiempo sin sentir que una mujer le correspondía solamente por deseos y no por interés. Una vez dentro, inició un movimiento cadencioso, lento y gratificante, ella respondía con suaves gemidos, para nada fingidos que inundaban la habitación.

Los sonidos lo embriagaron, hicieron que perdiera la conciencia y se prendiera a sus labios, besándola mientras la penetraba a fondo. Por primera vez en años disfrutaba del sexo con una mujer, la trató con tanta delicadeza que aquel polvo duró casi una hora, hasta que ambos no soportaron más y llegaron a un orgasmo excepcional.

Él dejó en su cuello una marca única, le mordió esa sensible zona como si fuese una señal de la yerra. Ella aceptó aquel momento, lo disfrutó y le dedicó unas palabras a su oído: “Cuando gustes, serás mi hombre y yo tu mujer”. Allí sonaron las alarmas en la mente de El Chato, se estaba involucrando con una de sus empleadas. Recordó las palabras de su padre, se retiró inmediatamente del interior de ella, dejando una estela de leche cayendo por las piernas de ella y regando su escritorio.

Chato: debes irte

Sheila: ¿qué pasó, mi rey? ¿te he fallado?

Chato: para nada, ha sido lo mejor en años, pero no puedo involucrarme.

Él se vistió rápidamente, se ubicó nuevamente en su sillón y le señaló la salida. Sorprendida, Sheila recogió sus escasas ropas y desnuda salió del cuarto rumbo a su habitación. Por suerte no se cruzó a nadie en el camino, entró a su cuarto y comenzó a pensar en lo sucedido.

Esa semana transcurrió sin más encuentros con él, solo con las chicas y con Reina. Cuando llegó el apto médico, les fue comunicado, pero hubo algunos cambios: Rosa y Jazmín harían shows y atenderían clientes, Maia solo atendería clientes y ¿Sheila? Sería una profesional VIP, bajo la supervisión de Reina y El Chato, pero con condiciones especiales: atendería en el cubículo privado, con shows especiales pero sin contacto con los clientes.

Pasaron unos seis meses hasta que Reina pidió una audiencia privada con El Chato. Reina era una mujer de experiencia, con sus casi 40 años sabía que Sheila le había generado inquietudes al Chato. Se reunió con él en privado e intercambiaron opiniones.

Reina: Chato te conozco de niño, te gusta Sheila ¿no es así?

Chato: Creo que te equivocas

Reina: para nada Chato. Soy mujer y ella te interesa mucho

Chato: ¿cómo crees?

Reina: ella es mi sucesora, lo sé. Hemos tenido muy buenos años, pero ya es hora de retirarme, y esa es la mujer que esperabas.

Chato: no digas eso, no puedes irte.

Reina: me quedaré en la casona, pero dale a ella lo que me diste a mi cuando tu padre se retiró.

Chato: ¿realmente lo crees?

Reina lo miró, lo conocía desde la adolescencia y sabía plenamente lo que él pensaba sin necesidad de que hablara.

Reina: solo voy a pedirte un último favor

Chato: dime

Reina: cuando una reina deja el trono, pide un último deseo antes de abdicar

Chato: ¿cuál es el tuyo?

Reina: que ambas te hagamos feliz, libera a las chicas y entrégame una última tarde.

Hasta la llegada de Sheila, Reina y El Chato pasaban un tiempo juntos, donde ella se entregaba a todos sus deseos, y desde aquel momento esos tiempos se habían terminado. “Una última vez, te prometo hacerla una digna sucesora, pero regálame esa última voluntad” le pidió. El accedió y programó ese encuentro especial.

Ajena a todo, Sheila se sentía frustrada por solo cubrir shows donde nadie la tocaba, pero sus ingresos se hacían más y más importantes. Se le informó que viajaría con Reina y El Chato a ver una nueva locación en Puerto Vallarta, donde abrirían un nuevo antro exclusivo.

Sheila creía que sería la segunda de Reina en el nuevo antro, lo que no imaginaba era que Reina dejaría su lugar y sería ella quien asumiera en Keops como la nueva protegida de El Chato.

Se embarcaron a la ciudad de destino y al llegar fueron alojados en una suite especial del mejor hotel, que ocupaba casi todo un piso. El Chato se fue a visitar algunas de las locaciones, dejando a las mujeres libres para que hicieran las compras de rigor.

Reina la condujo por las mejores tiendas, la ayudó a seleccionar vestidos de noche, calzados en juego y finalmente ingresaron a un local exclusivo de lencería. Le indicó que tipo de conjuntos eran los adecuados y cuales los que preferían los clientes, según la ocasión. Gastaron una suma sideral en vestimenta, todo pagado con una extensión de tarjeta de crédito de El Chato.

Sheila: dime Reina, ¿qué está sucediendo? ¿Por qué solo viajamos tres?

Reina: solo hablaré si juras silencio

Sheila: ¿tan así?

Reina: exactamente

Sheila: ok, lo juro.

Reina: El Chato ha notado tus habilidades, tus bondades y el trato que tienes con la clientela más selecta y piensa premiarte por eso.

Cargaron las bolsas con las compras y se fueron a una confitería del shopping. Ya ubicadas en una mesa, Reina detalló cada evaluación que el jefe había hecho de ella, y que luego de analizarlo, decidió ascenderla en la escala de trabajadoras. “Como tú ya sabes, nuestra vida como profesionales es efímera pero quien tiene capacidades especiales, puede permanecer en el sistema por largo tiempo “comentó mientras bebía el primer sorbo del café.

“Esta noche tendrás tu prueba más difícil y si la superas, estarás en una escala superior, quizá hasta por encima de mí. No desaproveches el momento” culminó su monologo.

Apuraron el café y volvieron al hotel, ingresaron a la habitación, descargaron las compras y Reina la llevó al baño. Una vez allí, la desvistió, inspeccionó el físico de Sheila, le sugirió una serie de tareas, tales como completar un depilado particular de sus partes íntimas que colaborarían con la higiene y pulcritud, un recorte de uñas de los pies y embellecimiento de los mismos con tonalidades ideales, un ligero recorte de cabello y un retoque de color. Una vez concluida la sesión, la hizo desfilar, exhibiéndose, corrigiendo posturas, acentuando el contoneo al caminar, para luego calzarle un primer conjunto de ropa interior breve de color turquesa. Los pechos parecían explotar dentro del brassier, el pequeñísimo triangulo de tela que cubría su zona vaginal marcaba claramente sus labios y el hilo dental se perdía íntegramente entre sus nalgas.

Había que ser de piedra para no reaccionar ante la figura de Sheila, y Reina no fue la excepción. Se acercó a ella, deslizó sus manos por las curvas de la modelo y provocó que la piel de Sheila se erizara, sus pezones se erigieran  como tremendos botones y su vagina se humedeciera, mojando la tela que la cubría. Reina era una experta, con simples roces la excitaba a más no poder, Sheila cerró sus ojos y se dedicó a disfrutar del momento.

Notó como la respiración de Reina se acercaba delicadamente a su rostro, como las manos se apoderaban de sus nalgas y finalmente sus labios se posaron en los de ella. No supo por qué ni en qué momento, pero entre abrió su boca para recibir a la lengua intrusa que se enroscó con la suya, abandonó su situación pasiva y se abrazó al cuerpo de Reina como náufrago a la tabla que la mantendría con vida. Se besaron profundamente, de manera intensa, se acariciaron primero tímidamente para avanzar más íntimamente.

El primer roce de los dedos de Reina en la vagina de Sheila desató a la fiera que llevaba encerrada desde hacía varios días, en los que solo se conformó con ser observada.

Sheila luchó con la ropa de Reina, hasta despojarla de toda prenda y dejarla totalmente desnuda, había roto una de las últimas barreras y cumplido otra de sus tantas fantasías: estaba disfrutando de su primera relación lésbica.

La experimentada mujer la arrastró a una de las camas de la habitación, de modo violento le arrancó la tanga y el brassier, dejándola totalmente expuesta: húmeda, excitada y necesitada. La ubicó sobre ella y comenzó a comerle las tetas enérgicamente, mientras uno de sus dedos se perdía en la cueva húmeda y otro se internaba en el culo: Sheila estaba desatada totalmente, entregada al placer que añoraba desde hacía varios días, sintió como los labios de Reina dejaban marcas en sus tetas con chupones feroces, a los que respondía con gemidos intensos y profundos. Trató de acomodarse para sentir mejor la invasión en su cueva que ya recibía dos y tres dedos de su mentora, creyó escuchar algún sonido en la habitación, pero estaba tan enfrascada en su sesión de lesbianismo que no le dio mayor importancia y siguió entregada en cuerpo y alma al momento: gozaba mucho y se estremecía ante los embates de la lengua en su boca y los dedos en su concha ardiente.

Estaba al borde del orgasmo cuando sintió otras manos abriendo sus nalgas, instantes después un frío líquido resbaló por la raja de su culo y al cabo de unos segundos notó la presión de una verga abriendo el ano, que lentamente se instaló en su interior. Empalada, masturbada, tomada hacia atrás por el cabello, comprendió que un tercer habitante se incorporaba a la fiesta.

La boca de Reina chupando fieramente las tetas, la verga que se le clavaba en las entrañas, bombeando rápidamente y los dedos taladrando la concha la llevaron a un orgasmo feroz. Acabó entre gritos de placer, recibiendo varios chorros de leche en sus intestinos, creyó que se desmayaría de tanta actividad, cayó sobre el cuerpo de Reina y sintió como su sodomizador hacía lo propio sobre ella.

Tardó en reponerse, como pudo se liberó del peso que la aplastaba y recién en ese momento pudo ver el rostro de El Chato. El hombre se ubicó entre ambas, acarició a cada una de ellas en su vagina y las masturbó por un buen rato. Reina apretó la mano que le correspondía y concluyó con una paja tranquilizadora. Sheila solo se limitó a recibir una buena ración manual y empapar las sábanas con sus jugos.

Reina se incorporó y retribuyo la paja con una mamada al jefe, que le llenó la boca de leche, Sheila se limitó a observar el trabajo de la mujer.

Una vez concluida la sesión, los tres quedaron tendidos en la cama, algo apretados, muy sudados y bañados en líquidos producto del revolcón. Descansaron un buen rato, hasta que el jefe agradeció a ambas con besos profundos y se retiró de la cama.

“Te felicito Sheila, has sabido ganar tu lugar. Chato jamás besa a nadie, excepto a mí y contigo lo ha hecho, Eres bienvenida” dijo Reina antes de abrazarla y acariciarla fraternalmente.

Sheila: ¿qué ha sido esto?

Reina: tu graduación, eres una de las pocas elegidas, mi sucesora.

Sheila: ¿sucesora?

Reina: si mujer, me retiro y tu ocuparás mi lugar, él te ha elegido.

El Chato salió del baño, duchado y con un toallon envuelto en la cintura, dejando espacio a Reina para ducharse. Tomó el teléfono de la habitación y ordenó una botella de champagne y algunas vituallas. Se sentó en uno de los sillones y esperó por el pedido mientras las mujeres se duchaban y vestían con batas del hotel.

Chato: ya sabes por qué estamos aquí y por qué tú estás aquí Sheila.

Sheila: creo que si señor

Chato: mi nombre es Raúl

Sheila: si Raúl.

Chato: bien, entenderás ahora por qué no dejaba que nadie te tocara.

Sheila: creo que sí

Chato: Reina es mi hembra personal y a partir de ahora lo serás tú, solo si yo quiero te compartiré, pero no podrás darle a otros lo que a mí, debes elegir qué me entregarás. Te daré un excelente porvenir y privilegios.

Sheila: entiéndeme, me encanta el sexo, lo disfruto y necesito.

Chato: lo tendrás, a diario si lo deseas, solo basta que lleguemos a un acuerdo.

Llegó el champagne y las botanas, que disfrutaron entre los tres. Acordaron nuevas reglas, a pedido de Sheila. Reina aceptó su nuevo destino en Puerto Vallarta, pidió una noche a solas con El Chato como despedida a la que Sheila accedió.

Pasaron noches fabulosas, sexo a granel, salidas por la mañana de paseos por las playas, hasta descubrieron un sector alejado donde Sheila pudo pasearse desnuda (uno de sus pedidos), al igual que Reina ante la atenta mirada de El Chato. El último día, alquilaron un vehículo y se fueron a la zona más alejada, ya en la playa se desnudaron los tres, se dieron riquísimos baños y se recostaron abrazados por el sol. Por primera vez, hicieron un trío en la arena, donde él se dedicó a mamar la concha de Sheila, mientras Reina comía la verga de él, intercambiaron posiciones y completaron una sesión fabulosa. Finalmente él pidió a ambas ponerse en 4 patas y fue alternando dedos en una y verga en otra hasta que al borde de la eyaculación las juntó a ambas y las regó de semen en sus rostros. Se dieron un último baño en el mar y volvieron al hotel para ducharse, tras cambiarse fueron juntos a firmar los papeles de la compra del nuevo local y el alquiler de la casa donde Reina adiestraría y cuidaría de las profesionales del antro.

Al anochecer, El Chato y Sheila emprendieron el regreso, dejando a Reina en su nueva función.

Al llegar al hogar, Sheila se sorprendió. Ya no viviría en la casona, tendría su propia casa donde podría estar desnuda siempre, recorrer comercios exhibiéndose con escasísimas ropas, supervisada por El Chato que ocupaba una de las habitaciones del lugar. No compartían cuarto, pero no había puertas que impidieran que se encontraran varios días a la semana para tener sexo desenfrenado: lo hacían en la cocina, en el living, incluso tendidos en el verde césped del patio.

Por las noches, ella era la jefa del antro, supervisada desde el balcón privado por su hombre quien accedía a cederla ante algún cliente especial, no más de uno por noche, seleccionado muy estrictamente. Es más, en la habitación donde Sheila atendía los pedidos especiales, había cámaras para evitar que ella rompiera su compromiso o si el cliente se excedía.

Sheila derivó a Maia al antro de Puerto Vallarta, para que ganara experiencia como reemplazo de Reina cuando ésta decidiera abandonar el trabajo. Las dominicanas bajaron al antro Marbella, pero ocupando puestos relevantes, ya no solo como estrellas del show, en tanto que Mayra (la venezolana) terminó sus días como una putica barata en Ensueños.

El día de la despedida de Reina como trabajadora del sexo, Keops cerró al público y brindó una fiesta privada especial: el show estuvo a cargo de Rosa y Jazmín, Maia se dedicó a atender a los invitados VIP en la sala privada, Mayra fue cogida por todos los empleados del lugar (terminando agotada de tanto sexo) y Sheila de regaló un momento especial a Reina: le permitió utilizar por última vez la sala especial con El Chato, nadie, nunca más volvería a usarla, ordenó derrumbarla y convertir el espacio para intercambios de parejas swinger.

En esa misma noche, un acaudalado brasileño cerró un trato con El Chato: las 4 estrellas de su show serían contratadas para desfilar con una comparsa en el prestigioso Carnaval de Rio de Janeiro. El Chato consultó con las mujeres si estaban de acuerdo, recibiendo como respuesta que solo irían si Reina desfilaba con ellas.

Él aceptó las condiciones de ellas y las mujeres emprendieron el viaje a Río en el mes de Enero para entrenar e incorporarse a la comparsa.

Al llegar, Sheila se sintió en la gloria: la casa alquilada tenía playa privada, donde podría pasearse desnuda sin temores, Rosa y Jazmín dieron rienda suelta a su lujuria, intercambiando parejas con otros integrantes del grupo, Maia estaba en casa y así lo hizo saber (no había noche que no terminara encamada con morenos bien dotados que la perforaran por cada uno de sus agujeros). En cuanto a Reina, encontró su lugar en el mundo: ingresó a la comparsa como miembro activo, a cargo de un grupo de adolescentes que allí bailaban iniciándolas en el sexo y sus potenciales futuros.

Sheila llamó a El Chato y le propuso venir a Brasil para disfrutar de las festividades. Él así lo hizo y aprovecho a tender lazos comerciales, montando un par de antros.

La noche del último desfile, Maia, Jazmín y Rosa le informaron que no volverían a México, se quedarían a vivir en Brasil y disfrutar de la locura y el desenfreno del lugar.

El Chato se comunicó con sus asesores y vendió las franquicias en México, casi al instante. Con el dinero obtenido, viajó a Argentina, compró un par de locales en Buenos Aires, montó antros sencillos, que reportaban buenos dividendos con profesionales escorts que no requerían más que algo de atención.

Le propuso casamiento a Sheila y compró una casa en Mar de las Pampas, donde hoy viven. Viven en la desnudez total tal como le gusta a Sheila, cogen a diario y disfrutan de su vida. Cada tanto, viajan a Buenos Aires y él le permite a su esposa disfrutar de momentos especiales con hombres o mujeres a las que contactan a través de sus empleadas, para no olvidar cual fue el origen de ese matrimonio tan particular.

Espero sus comentarios, y más que nada tu opinión.

Saludos,

Alejo Sallago – alejo_sallago(a)yahoo(.)com(.)ar

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Alejo Sallago
Alejo Sallago

Mi nombre es Alejo y para mis amigos y amigas soy El Negro.
Para aquellos que hayan leído alguno de mis relatos, soy un adicto a las maduritas desde que tengo uso de razón, pero no por ello dejo de lado al resto de las mujeres.

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