Dormí con mí futuro cuñado
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Hola, espero que tengan un buen día. Me llamo Cecilia y les contaré lo que pasó con mi cuñado cuando yo era una universitaria de 19 años. Soy una mujer blanca de pelo negro, delgada, mido 1,64 m, mientras que mi cuñado Santiago es un hombre blanco, musculoso y alto, que solía ser militar. La primera vez que lo vi, me sorprendió, porque ni siquiera alcanzaba la altura de sus hombros y me parecía muy guapo.
La primera vez que vi a Santiago tenía unos 18 años y era un amigo de mi hermana mayor que conoció en la universidad. Aunque Santiago me gustaba y, aunque admito que soy muy confiada con mi apariencia, estaba segura de que preferiría estar con gente de su edad. Había cinco años de diferencia entre nosotros, así que no insistí mucho en tratar de llamar su atención. Lo que menos quería era incomodarlo.
Aun así, me gustaba hablar con él, siempre fue amable y generoso. A Santiago le gustaba abrazarme y a mí me gustaban esos abrazos; sentir esos brazos fuertes y ese cuerpo cálido pegado al mío era una sensación agradable. También trataba constantemente de buscar una excusa o un nuevo tema de conversación para seguir hablándome, aunque lo más llamativo era que me decía varios cumplidos. Cualquiera se daría cuenta de que Santiago estaba lanzando piropos, pero en ese momento creí que era así con todos y que simplemente le gustaba dar cumplidos.
Luego, el tiempo pasó y ya estaba estudiando en la universidad. Me sorprendió un poco lo rápido que pasó, pero eso no es relevante. Era normal ir a boliches o a fiestas organizadas por amigos o por amigos de estos, y, por supuesto, Santiago también iba a esas fiestas. Normalmente no pasaba nada más entre nosotros, simplemente bailábamos o hablábamos. En una de esas fiestas, cuando estábamos cansados, decidimos ir a una habitación para seguir bebiendo y hablar. Después de un rato, ya estábamos muy borrachos y creí que debía irme, pero me detuvo y dijo que no era seguro salir así, lo cual era cierto, pero luego comenzó a lanzar piropos, algunos ofensivos, como elogiar el tamaño de mis nalgas y tetas. Después puso su mano en mi mejilla y dijo: «Eres muy linda», luego me besó, con un poco de dificultad por la diferencia de altura, pero le correspondí el beso y me abrazó.
Yo nunca había besado antes, siempre imaginé que mi primer beso sería un piquito; jamás habría pensado que sería un beso con lengua y saliva. No cabía duda de que él era un experto besador. Santiago bajó su mano para tocarme el trasero y yo tenía las manos en su pecho, aunque pronto comencé a desabrocharle la camisa. Fuimos a la cama para continuar. Cuando terminé de desnudarlo, solo le quedaban los bóxer y podía ver la gran erección que tenía. Se los quitó y reveló que ese miembro le hacía honor al gran hombre que era. Inmediatamente procedió a besarme mientras frotaba su pene contra mi vagina. Al poco tiempo, noté que algo se mojaba: era un líquido transparente que salía de su pene. Santiago me dio la vuelta y, con sus manos fuertes agarrándome las caderas, intentó introducir su pene en mí, pero no pudo. Luego se lo cubrió con saliva y, con fuerza, lo consiguió. Se supone que el alcohol debería reducir el dolor, pero sentí que me iba a morir.
Seguía avanzando lentamente y yo seguía sufriendo, tapándome los quejidos con la almohada, pero entonces apoyó todo su cuerpo sobre mí y levantó mi cabeza para tapar mis quejidos con su mano. Finalmente noté todo su torso pegado a mi trasero, aunque solo fue el inicio, porque retrocedió para volver a entrar. El dolor no disminuía, pero ya me estaba acostumbrando y sentía algo de gusto. Mientras tanto, los minutos que seguían se sentían como una eternidad. A veces, Santiago dejaba de taparme la boca para escuchar mis quejidos y gemidos, mientras que él comenzaba a jadear cada vez más. De pronto, me agarró de la mano y, después de dejar de ir suave y aumentar el ritmo, me penetró. Estuve a punto de pedirle que se detuviera porque me estaba lastimando, pero sentí algo caliente dentro de mí: ya había eyaculado y, después de casi un minuto, quizás se detuvo.
Después de unos minutos, Santiago se bajó de mí y comenzó a vestirse con algo de prisa. Antes de que se fuera, me levanté y, al verme, se acercó para darme un beso de despedida. Las semanas pasaron y mi hermana me contó que está saliendo con Santiago, por lo tanto sería mi cuñado, lo cual fue un golpe duro, pero traté de actuar feliz para no preocuparla. Fui rápidamente a mi cuarto a llorar. Después de unos pocos meses, mi hermana se casaría con él y, lo peor, descubrí que me había quedado embarazada. No pude ocultarle los síntomas del embarazo a mis padres ni a mi hermana. Para no arruinar la boda de mi hermana, dije que me había acostado con alguien de la fiesta, aunque ni siquiera sabía quién era. Santiago se enteró de todo y fue a preguntarme si era el padre. Le dije que sí y le vi más emocionado por ser padre que preocupado.
Mencionó que podía cancelar la boda, pero lo interrumpí y le dejé claro que no tenía pensado arruinar la felicidad de mi hermana por la mía. Pensaba criar a mi hijo por mi cuenta y planeaba decirle a mi familia que Santiago era el padre. No quería a un hombre que solo estaría a mi lado por obligación, sino por amor. Seguramente sería muy feliz de todos modos, pero no quería eso.
Después de unos meses de embarazo, daría a luz a dos gemelos, un hijo y una hija. Mis padres y mi hermana estaban felices por los gemelos, por supuesto, Santiago también estaba allí. Con miedo de hacerles daño, había leído cómo cargar a un bebé y todo eso, pero de cualquier modo fue muy delicado y mostró un temor notable, lo que hizo reír a mis padres. Y bueno, el tiempo pasó y Santiago solía venir de visita para jugar con nuestros hijos o traerles regalos caros, e incluso ayudaba con la manutención de los chicos y arreglaba algunas cosas de la casa. Por suerte, a mi hermana no le importa, ya que le gusta que me ayuden, aunque gasten mucho dinero, solo por ayudarme.
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