De la taquigrafía al inmenso placer

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Isabelita, una chica de 19 años (entonces, que ya ha llovido) trabajaba en las oficinas de la misma empresa que yo, era muy simpática y alegre pero también muy reservada, una muñeca, tenía un cuerpo sin curvas marcadas, la cintura casi lisa con las piernas y las caderas apenas se notaban, usaba gafas de lentes grandes que la hacían aún mas atractiva, pelo castaño claro, casi rubia, a tirabuzones por los hombros.

Isabelita estaba en una mesa en la oficina pero era como “chica para todo” entraba muchas veces a los talleres y todos se metían con ella, la decían piropos y cosas simpáticas y ella simplemente sonreía y seguía a lo suyo ignorándoles.

Esta preciosidad que, a mi particularmente, me tenía encandilado daba clases particulares de taquigrafía después del trabajo (quería ser secretaria). Justo enfrente de donde estaba el taller y la oficina había un almacén para los repuestos de mucho volumen y yo tenía llave de ese almacén dado que mi sección era la que mas necesitaba de esos repuestos. Como a mi me pillaba lejos el trabajo de casa y para reducir gastos cuando cerrábamos el taller para comer me iba allí y comía lo que llevaba de casa, después echaba una siestecita sobre unos cartones de los embalajes que siempre había por allí.

Un día de los que Isabelita entró al taller se acercó a mi y me preguntó que si yo comía en el almacén, que me veía entrar todos los días, le dije que si y me preguntó si ella podía venir a comer allí, que se traería comida de casa. A mi se me abrieron los ojos y le dije – pues claro que puedes – y me dijo que al día siguiente se vendría a comer allí, así lo hizo, al pronto de entrar yo en el almacén se personó ella, llevaba un bolso grande donde guardaba la comida.

Allí teníamos una mesa donde se hacía el papeleo y albaranes de entrada y salida de material, también había 3 sillas y allí nos pusimos a comer, la verdad que ese primer día ambos estuvimos muy callados solo nos ofrecimos comida recíprocamente y poco mas. Acabamos de comer y le dije que me iba a tumbar a echar una “cabezada” y ella me dijo que vale, que ella tenía que practicar y se quedó sentada en la silla que estaba, sacó un cuaderno y un lápiz del bolso y se puso a lo suyo, yo quedé dormido de inmediato.

Así fueron pasando los días, íbamos cogiendo mas confianza y charlábamos mas, un día sentí curiosidad por lo que hacía y me dijo que estudiaba taquigrafía (yo no tenía ni idea de lo que era eso) me lo explicó así de repaso y me hizo una demostración. Me ofrecí a ayudarla y me dijo que si, que escribiese en una hoja lo que se me ocurriera y que se lo dictase, ella hacía unos extraños ,para mi, garabatos y luego me repetía lo que yo la había dictado.

A veces cometía algún error y nos reíamos mucho (me tenía cada día mas loco por ella), me encantaba su risa y procuraba hacerla reír todo lo que podía. Ya habían pasado unos meses que comíamos juntos y un día escribí un texto en el que le decía cosas alusivas a lo buena que estaba, lo guapa que era y lo que me gustaba, se lo dicté y ella lo transcribió tal como se lo dije pero no hizo gesto alguno, ni me miró, ni sonrió, nada, solo seguía haciendo aquellos signos. Me leyó lo que había escrito sin ninguna alteración y al acabar me dijo – tu también eres muy mono y me gustas.

A partir de ese día en todos los escritos que hacía le tiraba “puyitas” y ella cada vez las aceptaba con mas agrado. Un día me dijo que esa noche no tenía que ir a la academia y que podíamos ir a tomar algo, le dije que si y en eso quedamos.

Al salir del trabajo montamos en mi coche y fuimos a una coctelería que conocía yo, tomamos varios cocteles, ella al principio lo pedía con poco alcohol pero se fue entonando y ya los tomaba como yo. Sobre las 11 de la noche me dijo que se tenía que ir a casa y salimos del local y la llevé a su domicilio (la verdad es que estaba bastante retirado del trabajo), al día siguiente igual que todos los días estábamos comiendo y ella llevó un plátano de postre, lo cogió de una forma que a mi se me antojó atrevida, me la quedé mirando y ella me miró a mi y esbozó una sonrisa ¿Qué miras? me preguntó sin soltar el plátano y yo le dije – cosas mías – y sonreí también pero ya se me había puesto dura la maza. Ella se comió el plátano, recogió lo que había en la mesa y sacó su cuaderno y lápiz.

Fueron pasando los días y le planteé que se echase encima de los cartones un rato, lo hizo pero en otro cartón separado de mi, yo la miraba fijamente y le dije – Isabelita – ¿que? me preguntó ella sin volverse (miraba hacia el otro lado) – eres preciosa – ¿lo sabes verdad? – si, gracias- – me gustas mucho – le dije – y tu a mi – me respondió, dormimos como 1 hora y nos pusimos un rato que nos quedaba a la taquigrafía.

Ella parecía ignorar las cosas que le decía no hacía gestos, estaba centrada en lo que hacía.

Al terminar ese día, cuando ya íbamos a salir del almacén la cogí por la cintura y le di un beso en los labios que ella aceptó sin inmutarse, cerramos el almacén y nos fuimos cada uno a nuestro puesto. Esa tarde entró en el taller a no se qué y se acercó a mi y me dijo – mañana tenemos el doble que hoy hemos perdido el tiempo – de acuerdo – le dije yo que sabía de sobras que lo dijo por la taquigrafía pero me hice ilusiones.

Al día siguiente nos sentamos a comer y ella me miraba mucho, a mi me hacía sentir como un cosquilleo su mirada pero seguía a lo mío como si no me diese cuenta. ¿Qué ves en mi que tanto te gusta? me preguntó yo me quedé un momento sin palabras (no me esperaba la pregunta) – todo – le dije ¿por que? – nada es que veo como me miras y me pongo muy nerviosa – la verdad es que me entran ganas de comerte – le dije y ella contestó ¿serías capaz con lo delgada que estoy?.

Me acerqué a ella, le cogí las manos y la besé, ella me respondió y le dije – estás muy buena, para comerte – , la abracé y empecé a besarla por todas partes, mi mano recorrió todo su cuerpo y ella permanecía impasible (solo respondía a mis besos). La tumbé sobre unos cartones y seguí manoseando su cuerpo, ella me dejaba hacer, intenté quitarle las bragas y me paró la mano – eso no – me dijo, me detuve y pregunté ¿por que? ella repitió – eso no.

Yo tenía la maza a esas alturas como un bloque de hormigón, seguí besándola y acariciándola y ella respondía igual que antes, se dejaba pero no colaboraba aunque besaba con pasión.

Tuvimos que dejarlo así por que había llegado la hora de ir al trabajo y yo llevaba un dolor de testículo importante pero no tuve mas remedio que aceptar su negativa aunque no me lo explicaba, estuve toda la tarde con el pene tieso y duro acordándome de lo ocurrido y un dolor muy molesto en los testículos.

Al día siguiente como si nada hubiese pasado el día anterior, comimos y nos pusimos a la taquigrafía, en un párrafo del escrito que luego le dicté puse algo así – me dejaste con un dolor de testículos increíble, eres malvada – ella lo tradujo impasible, acabó el ejercicio, vino hacía mi y me besó – hay cosas que tienen que ir despacito – me dijo casi susurrando en mi oído, yo callé y comencé a acariciarla, a besarla en la boca, en el cuello y en las orejas, me permitía tocarle el coño por encima de las bragas pero no a pelo.

Como el día anterior permanecía pasiva, no se movía ni me tocaba solo besaba y muy bien, le cogí la mano y la llevé a mi bragueta y ella estuvo un rato corto acariciando mi bulto y retiró su mano (otra vez estamos igual que ayer, pensé) ¿Qué es lo que te pasa? le pregunté -nada – me dijo y noté que se le estaban saltando las lagrimas, paré inmediatamente y hasta se me ablandó la maza ¿pero me quieres decir lo que te ocurre? ella calló, no abrió la boca y ahí lo dejamos.

En los siguientes días no ocurrió nada, ni un beso, ni un roce, nada, solo hacíamos el ejercicio y sin mencionar absolutamente nada yo me tumbaba en los cartones y ella a veces seguía escribiendo en su cuaderno y a veces se tumbaba también en otro cartón pero retirada de mi.

Así estuvimos como 10 días pero un buen día acabamos de comer y se acercó a mi, se sentó en mis rodillas y me dio un beso que me supo a miel, me abrazó del cuello y me besaba por todas partes, me llevó la mano a su pecho y la introdujo bajo su vestido, yo empecé a acariciar sus pechos y aparté el sujetador hacia arriba mientras acariciaba sus pezones, ella metió su mano debajo de mi camisa y me acariciaba el torso, se me puso el pene a tope de tieso y duro.

Nos tumbamos en los cartones y continuamos con los preliminares, decidí “probar fortuna” metí la mano bajo su vestido y le acaricié el coño, al rato aparté las bragas a un lado y continué acariciando aquellos suaves pelos y esa larga y estrecha raja, no me dijo nada y seguí adelante, le quité las bragas y quedó a mi vista un coño precioso, un triangulo casi perfecto de rizos del mismo color que su pelo, como me había puesto de rodillas para quitarle las bragas tuve ocasión de verlo, vi esa raja entre sus pelos que no era muy poblado.

Me bajé mis pantalones hasta los tobillos y me eché encima de ella, estaba muy cachonda por que nada mas rozar su coño con mi espada emitió un gemido, se la apuntalé bien y empecé a empujar despacito, ella se quejó un par de veces como sintiendo dolor, yo continué introduciendo mi verga en aquel maravilloso coño muy despacito hasta que llegó al final del recorrido y nuevamente gimió.

Comencé a sacarla y meterla despacito pero intensamente, ella a esas alturas no hacía nada mas que gemir y yo aún sin haberme corrido sentía un placer que me subía por la columna. Empezó a jadear y a gemir mas fuerte y seguido, abrazó mi cintura con sus piernas y me apretó hacia ella (casi no me dejaba moverme) de manera que cada vez que subía yo en el bombeo subía ella también, dio un chillido ahogado y se corrió, soltó las piernas y tuve mas libertad de movimiento.

Yo estaba que explotaba y comencé a meterla y sacarla mucho mas rápido, ella se dio cuenta de que me iba a correr y me dijo – échalo fuera, échalo fuera – aguanté hasta el último segundo y la saqué echando aquella gran corrida encima del cartón ayudándome con mi mano.

Ella quedó floja tumbada como estaba sin moverse y yo me eché encima de ella, al rato la besé y me levanté, ella hizo lo propio y empezó a sacudirse el vestido ¿no me abras manchado? me preguntó mirándose por todas partes -no veo ninguna mancha – le dije y nos fuimos al trabajo.

Al día siguiente mas de lo mismo, acabamos de comer y la cogí de la mano, la tumbé en un cartón y me puse a su lado acariciándola y besándola, ella se mostraba muy ardiente y ese día se corrió 2 veces, yo solo 1 pero sentí un placer infinito, muy intenso que me dejó flojo y sin fuerzas.

A partir de ahí día a día también echábamos un polvo, o dos, después de comer y luego (si daba tiempo) hacíamos taquigrafía.

Con el tiempo me cambiaron de sección y tenía que salir a reparar maquinas a domicilio por lo que aquello de almacén se acabó aunque seguía viéndola todos los días cuando tenía que ir a la oficina a recoger los partes de reparaciones de ese día y me enteré que lo que la ocurría al principio es que había sufrido un hecho traumático cuándo era mas chica y no lo había superado todavía, el día que follamos por primera vez comenzó para ella el principio de superación.

Nos vimos, tomamos alguna copa en alguna ocasión y algún que otro polvo hubo ocasionalmente.

Esta es mi historia verdadera en todos sus puntos a excepción del nombre de Isabelita.

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