A mi novia le gusta mostrar su culito (IV)

Luego de lo vivido en la mueblería comenzó a rondarme la idea de separarme de mi novia. Sabía que lo que había pasado no tenía vuelta atrás y me había dado cuenta que ella no podía reprimir por mucho tiempo ese incontrolable deseo que le producía mostrar ese precioso culito que tiene. Cada vez la veía con mas necesidad de exhibirse y ya no le importaba si eran conocidos o si eran jóvenes, al contrario me demostraba que, cuando estábamos juntos, y alguien le miraba la cola, cuanto más desconocido, viejo y asqueroso era más caliente la notaba y estoy seguro que si no la contengo en esas situaciones se desnudaría en cualquier lugar y pediría a gritos unas cuantas pijas en su culo.

Tengo que reconocer también que las situaciones con ella vividas me calentaron terriblemente y verla mostrar su colita de solo pensarlo me la pone dura. Esto hace que todavía no haya tomado la decisión de dejarla.

Mientras todo esto pasa por mi cabeza nuestra vida continua y hoy quiero contarles como siguieron nuestros días después de la terrible cogida que le pegaron a mi novia en la mueblería.

Como les conté en el ultimo relato, nos fuimos a vivir a otro lugar y como es costumbre luego de habernos mudado les presentamos nuestra nueva casa a familiares y amigos.

Los que les voy a relatar sucedió el sábado pasado, cuando se me ocurrió invitar a mi jefe y algunos compañeros de oficina a cenar ya que todos los días me insistían para conocer mi nuevo hogar. Tanta insistencia por parte de ellos me hacia pensar que mas que conocer mi casa, tenían ganas de ver a Marcela, la cual ya conocían de los eventos que organizaba la empresa. A pesar de esto no pude negarme y la reunión se llevo acabo.

Fue así como fueron llegando uno a uno mis 6 compañeros entre los que estaban Eduardo y Leonardo que, como les conté en el primer relato, los escuche hablando del culito de mi novia y le tenían unas ganas bárbaras. Mi jefe de unos 65 años fue el último en llegar. Este era el único que no conocía a Marcela ya que era nuevo en el puesto y todavía no había asistido a ningún evento.

Todos se sentaron repartidos, algunos en los sillones del living y algunos a la mesa, mientras yo les servía unos tragos. Charlábamos amenamente cuando hizo su aparición Marcela, que, como toda mujer, se había retrasado en arreglarse. Pidiendo disculpas por la tardanza se acercó a cada uno de los invitados y los saludo con un beso en la mejilla, salvo a mi jefe que cuando se lo presenté le dio la mano.

No puedo explicarles como a medida que saludaba a uno los otros le clavaban disimuladamente los ojos en su cola, incluyendo a mi jefe. No era para menos, Marcela tenía puesta una pollerita de algodón blanca cortita y bastante ajustada, la cual dejaba adivinar la diminuta tanga que tenía.

Mi novia, luego de saludar se dirigió a la cocina y regreso con dos platos de sándwiches de miga, que apoyo en la mesa ratona del living, para lo cual, tuvo que agacharse un poco, lo que le provocó a mi jefe un excelente primer plano del culito, que ya sin disimular se lo miro descaradamente. Al darse cuenta de esto, Marcela, lo sacó un poco mas para afuera dándole un espectáculo que mi jefe, por la expresión de su cara, se notaba que no podía creer. Esto no pasó desapercibido para mis compañeros que se miraron entre sí con sonrisa cómplice.

– Siéntese acá por favor, se dirigió mi jefe a Marcela, haciéndole un lugar en el sillón.

– Que bonita mujer que tiene, continuó, dirigiéndose a mí.

– Gracias, conteste, mientras mis compañeros la miraban de arriba abajo con cara de degenerados afirmando lo que mi jefe decía.

– Es que se pasa varias horas por semana en el gimnasio, continué, mientras Marcela se sonreía.

– ¿Se nota?, preguntó ella, al tiempo que se levantaba y daba una vueltita.

– Vaya si se nota, contesto Leonardo, desnudándola con la vista.

Todos rieron

– De otra vuelta por favor, le pidió mi jefe.

Ella así lo hizo, esta vez ya sacando más la cola para afuera y con cara de relajo.

Yo comencé a preocuparme por lo que podría pasar, pero no puedo dejar de reconocer que verla mostrarse delante de 7 tipos me había empezado a producir una erección.

– Me imagino que con esa colita parada las cosas que le deben decir en la calle, prosiguió mi jefe.

– Y, si, respondió Marcela, notándose ya excitada.

– ¿A su marido no le molesta que la miren? Continuó.

– No, a él le gusta, ¿no mi amor?, me pregunto ella, que seguía parada en el medio de todos.

Se hizo un total silencio y todas las caras giraron hacia mí esperando una respuesta. Yo a esta altura ya estaba bastante caliente, por lo que le conteste:

– Como yo se que a ella le gusta, para mi esta bien.

– ¿Así que le gusta que la miren?, pregunto mi jefe, a lo que Marcela asintió.

– ¿Y que es lo que mas te gusta que te miren?, pregunto Leonardo.

– La cola, dijo ella, parándola todavía más.

– Se ve que es muy linda, pero con la pollera no se ve muy bien, porque no se la levanta un poquito así podemos admirarla mejor, dijo mi jefe.

– ¿Me dejas mi amor que me levante la pollera delante de los señores? Me pregunto, notándosele que la situación la había calentado.

Automáticamente después de escuchar esto note como todos ya se estaban tocando disimuladamente la entrepierna.

– Si tenéis ganas, conteste yo, con una erección que ya era imposible de disimular.

Marcela giro dándole la espalda a mi jefe y se levanto la pollera dejándole ver la mitad de los cachetes.

– ¿Le gusta señor? Preguntó, mirando a mis compañeros que estaban de frente.

Mi jefe no contestó. Miraba el culo de Marcela sin poder creerlo.

– Date vuelta que nosotros también te queremos ver, dijo Leonardo.

Marcela giró y apunto la colita a mis 6 compañeros, se levanto un poquito más la pollera, dejando ver la diminuta tanguita blanca y mirando a mi jefe con cara de viciosa le preguntó:

– ¿Cuanto hace que no ve una colita tan linda?

– Hace mucho señora, le respondió, mientras se manoseaba el bulto a través del pantalón.

Leonardo no aguanto mas y me preguntó sin sacar la mirada del culo de Marcela:

– ¿Jorge te molesta si me bajo el pantalón?

Yo estaba esperando que alguien fuera el primero en decirlo porque con la erección que tenía tampoco aguantaba mas tener el pantalón puesto. Así que mi respuesta fue afirmativa. Todos nos desabrochamos los pantalones y en segundos estaban todos con sus miembros totalmente erectos en la mano.

Marcela los miro disimuladamente uno por uno y ponía cara de tonta. Cuando se dio vuelta y vio el de mi jefe se noto en su cara la sorpresa y no pudo disimular mas la calentura que le produjo ver tremendo pene. Era realmente impresionante media como 28 cm. Pero lo mas sorprendente era su grosor, no bajaba de los 5 cm.

– ¿Le gusta lo que ve? Le pregunto mi jefe mientras sacudía terrible pedazo de carne.

Marcela no dijo palabra, solamente asintió con la cabeza sin dejar de mirarlo.

– ¿Le gustaría tocarlo? pregúntele a su marido si la deja, continuo mi jefe.

– Mi amor ¿me dejar tocarle la pija al señor?, me preguntó, mientras se lamía los labios.

Yo, de lo caliente que estaba, me salió un si casi inaudible.

– Pero antes me tiene que dejar tocarle la colita, así que dese vuelta, bájese la bombachita hasta las rodillas y saque ese culito para afuera, le ordenó.

Marcela obedeció de inmediato, y en un segundo estaba mostrándole a mi jefe su colita toda desnuda y a mis compañeros le mostraba la conchita que ya a esta altura estaba toda húmeda.

Mi jefe estiro la mano y empezó a acariciarle suavemente los cachetes. Mientras esto pasaba mis compañeros se pajeaban frenéticamente mientras Marcela los miraba y se lamía los labios con una cara de puta que solo tiene cuando esta con una calentura de aquellas, y hoy era ese momento.

– Agáchese un poquito, le pidió mi jefe. A lo que mi novia respondió de inmediato.

Así mi jefe con las dos manos le abrió los cachetes y dejo al descubierto su agujerito.

– Que lindo y abierto que tiene el culito señora, dijo mi jefe, ¿le gusta que se la metan por ahí?, siguió.

– Mucho, contestó Marcela dando vuelta la cara y mirándole la tremenda pija.

– ¿Tiene ganas de tocar este pedazo?

– Déjeme por favor, suplico ella. A lo que mi jefe le contestó.

– Aquí la tiene.

Marcela se dio vuelta, se puso en cuatro entregándoles una vista fabulosa a mis compañeros, agarro la pija de mi jefe y mientras la miraba con deseo, comenzó a pajearla.

– Como le gusta la pija a su mujer, me dijo mi jefe mientras me miraba.

Mientras tanto Leonardo se animó y le metía mano al culo de mi novia. Los otros se fueron sentando en el piso haciendo un círculo alrededor de ella y comenzaron a tocarla por todas partes.

– Te dije que era una putita, le dijo Eduardo a Leonardo, mira como le gusta que la toqueteemos.

– ¿Puedo darle un besito a su pene señor?, pregunto ella a mi jefe, que ya lo tenia totalmente parado y era de un tamaño antinatural.

– Si, pero antes sáquese toda la ropita así mientras se entretiene con mi verga, puedo mirarla mientras los muchachos le meten la lengua en todos lados.

Con solo escuchar eso, Marcela comenzó a gemir y a morderse el labio inferior, mientras se incorporaba y se sacaba el top y la pollera quedando solamente vestida con un par de medias cortitas de color rosa.

Volvió a ponerse en cuatro, tomo con las dos manos el pene de mi jefe y comenzó a darle besitos, comenzando por los testículos y subiendo hasta llegar a la cabeza. Ahí se detuvo, lo miro a los ojos a mi jefe, abrió al máximo la boca y comenzó a chuparlo con desesperación.

– Eso señora, muéstrele a su marido como le gusta comer pijas grandes, le decía mi jefe.

– Levanta bien el culito putita que te lo voy a ensartar, le ordenó Eduardo, que ya estaba de rodillas detrás de mi novia.

Marcela, sin sacarse el miembro de la boca, se arqueó lo más que pudo y abrió más las piernas, ofreciéndole a Eduardo un primer plano de su hoyito abierto.

Eduardo me miró y me dijo:

– Mira como le voy a romper el culito a tu señora. Ahí nomás, le escupió el ano, le apoyo la punta de la pija y de un saque se la introdujo toda.

Mmmmm… si, gritó Marcela, demostrando el placer que le estaba causando tener un pene en la cola.

Ver a mi mujer como seguía muy entretenida con la pija de mi jefe, mientras Eduardo le bombeaba con locura el culo y los otros la manoseaban por todos lados, esperando su turno, me hizo llegar a mi primer orgasmo.

Luego de un rato Eduardo le dejo el lugar a Leonardo y este a otro, y así uno a uno pasaron todos por el culito de mi novia.

De repente mi jefe la levantó de los pelos y la sentó sobre sus piernas de frente a él, la besaba en la boca y mientras la manoseaba toda le dijo:

– Ahora va a parar el culito para mí que es mi turno.

– No, eso no, la va a lastimar, dije yo.

– Dígale señora las ganas que tiene de tener este pedazo en su colita, dijo mi jefe.

– ¿No me va a doler?, le pregunto a mi jefe.

– Un poquito al principio pero después le va a encantar, se lo prometo, le contestó.

– Déjame probarla mi amor, nunca tuve algo así en mi colita y la verdad es que me muero de ganas que tu jefe me la rompa toda, me pidió.

– Arrodíllese y abra bien su culito, le ordenó.

A lo que Marcela le hizo caso inmediatamente. Todos los demás, incluso yo, hacíamos un círculo alrededor de ella, esperando ver como iba a entrar tremendo miembro en su culo.

Mi jefe se arrodillo atrás y le golpeaba la cola con la pija mientras le decía: – Pídame que le rompa el culito señora, a lo que Marcela le contestaba con voz de relajada: – Por favor señor destróceme la cola. Este dialogo los había puesto a todos a mil. Mis compañeros se masturbaban frenéticamente.

– Antes quiero ver como se chupa una pija y se traga toda la lechita, continuó mi jefe.

Marcela levantó la cabeza y le manoteó el pedazo a Leonardo, que era el que tenía mas cerca, lo hizo agachar y se la metió en la boca. No aguanto mucho, enseguida la lleno de semen, que mi novia muy obediente tragó hasta la última gota.

– Muy bien señora, ahora va a gozar como nunca, le dijo. Apartó los cachetes con las manos y le comenzó a introducir la cabeza. Ella solo gemía y pedía más.

– ¿La quiere toda adentro?

– Si, por favor, contestó, a lo que mi jefe embistió hasta que le pegaron los testículos en el culo.

– Aaaahhhh siiii, fue el grito de Marcela.

No podía creer que la pija de mi jefe había desaparecido en el culito de mi novia. De pronto mi jefe comenzó a bombearle, primero despacio, después le daba con todo. Marcela se arqueaba del placer que le causaba tener terrible pedazo de carne adentro.

La escena era tan caliente que muchos de mis compañeros no aguantaron más y acabaron sobre la espalda de mi novia.

Mi jefe estuvo cabalgando como diez minutos, tiempo en que Marcela por lo menos tuvo 5 orgasmos.

– Mire como le lleno el culo de leche a su señora, me dijo mi jefe, mientras le acababa adentro.

De pronto la saco y ella se dio vuelta y se la limpio toda con la lengua. La seguía mirando y tocando con deseo, como si se hubiera quedado con ganas.

Todos se cambiaron y se despidieron de mi novia con un beso en la boca; Ella seguía desnuda y chorreando semen por el culo. Mi jefe le agarro el culo con las dos manos mientras le metía un beso de lengua y dirigiéndose a mí me dijo:

– Me parece que su señora se quedó con ganas, así que, si no le molesta, pronto vuelvo a comerle la colita nuevamente.

– Ojala sea pronto, respondió mi novia, acariciándole el bulto.

Yo me quede pensando como iba a regresar al trabajo.

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AlfredoTT
AlfredoTT
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