La cena
Una cena cualquiera puede transformarse en el escenario más caliente que puedas imaginar. Cuando menos lo esperas encuentras la oportunidad de satisfacer tus fantasías...
Esa noche era otra de esas ocasiones en las que una vez más, debía asistir a la cena que la empresa organizaba para festejar el lanzamiento de su nueva línea de productos de cosmética. Luces, música, ambiente agradable, buenas bebidas y mujeres necesariamente espléndidas, podría decirse que la invitación causaría la envidia de cualquier persona, pero para mi era una noche más que solo deseaba atravesar lo antes posible. Hubiese preferido no asistir pero mi responsabilidad dentro de la compañía hacía ineludible semejante acontecimiento.
Como en anteriores ocasiones, no deseaba llegar entre los primeros, pero también como en otras ocasiones, mi ansiedad por terminar aquello hacía que me adelantase más de la cuenta, entonces tenía que pasar un buen rato en el bar del hotel donde se desarrollaría el evento. Así tenía que soportar los primeros saludos de compromiso incluso con aquellas personas que durante la rutina semanal apenas nos dirigíamos la palabra.
Omar, Gerente de producto, estaba allí dando vueltas como un enloquecido, puro nervio, stress a tope pero sonrisa orgullosa grabada en su rostro. Era de alguna forma “su noche”, había impulsado el desarrollo de la línea contra viento y marea, inclusive a pesar de los números que decían que el costo no cerraba. Como responsable contable de la compañía, había tenido varios cruces con él intentando sin éxito, que entrase en razones, por eso todo esto me parecía un circo condenado al fracaso y yo a poner cara de circunstancia.
Fueron llegando uno a uno, saludos interminables y rostros de exagerada apariencia, la gente comenzaba a poblar el salón y yo aun estaba bebiendo apoyado en la barra de lustrosa madera tratando de prolongar el momento de asomarme a mi mesa; fue entonces cuando reparé en ella. Estaba hablando con alguien del otro lado de una enorme planta, que no impedía que pudiese observarla. Calculé que tendría algo más de treinta años, alta, cabello castaño y ligeramente ondulado caía sobre sus hombros desnudos que un ajustado vestido negro dejaba expuestos. Podía adivinar sin esfuerzo su figura debajo de él, suaves curvas, cintura apretada y un perfil que hacía resaltar su trasero. El movimiento de su mano acomodando su cabello me terminó de hipnotizar, entonces de pronto me vi sorprendido en mi actitud de fisgón cuando noté que ella me estaba mirando. Clavó su rostro hacia donde me encontraba y percibí una breve y sutil sonrisa; apuré lo que quedaba en mi vaso y me acerqué irremediablemente atraído. Al encontrarme frente a ella observé aquel escote profundo que apenas contenían sus pechos, toda ella irradiaba sensualidad.
- Hola -, dije algo tenso, - es la primera vez que te veo en una de estas reuniones.
- Tal vez sea porque es la primera vez que asisto - Contestó, tan resuelta que me abrumó.
- Si claro, de otro modo sería imposible que no hubiese reparado en tu presencia.
- Gracias, pero no creo que sea así, porque he estado en otras ocasiones.
- No sé donde tendría mi cabeza entonces!! - respondí torpemente después del primer golpe fallido.
- Te perdono si me invitas a beber algo antes de la cena .
Sus palabras me dispararon todas las sensaciones a flor de piel, si tuviese que definir que había sentido después en ese momento, diría que un magnetismo que me hacía vibrar y me descolocaba por completo. Me di cuenta que el intento de avance se había invertido y ella dominaba la situación, pero era placentero dejarme llevar.
A veces está en uno mismo hacer que una noche aburrida se pueda volver interesante, solo hay que abrir un poco la mente y soltarse para disfrutar sin tantas vueltas. Esa noche tenía la intención de que resultase diferente aunque necesitase algo de alcohol para entonarme. El hotel no estaba mal, la música era agradable y la decoración acorde al evento; como de costumbre las mujeres de la promoción, preciosas y los invitados... de todo; pero me alegré de haber llevado este vestido, algo insinuante pero me sentía segura con él. Eso sí, en cuanto me distraía, tenía que soportar algún que otro pesado que se acercaba para demostrarme en diez segundos de monólogo, que es inteligente, seductor y una noche con él puede ser única en la vida de la afortunada mujer que se cayese rendida a sus encantos.
Pero de pronto observé a alguien que estaba bebiendo con cara de poco interesado en lo que pasaba a su alrededor; nada mal a primera impresión. Buena estatura, parecía de movimientos seguros, un rostro interesante y un halo que me moviliza, no se bien por qué pero me llevaba a acercarme un poco. Quería mirarle pero no podía hacerlo sin disimulo, parecía que tenía un buen culo. Pensé que nada perdía si me colocaba un poco más cerca y le regalaba mi perfil que siempre me solían alabar. Ni bien estaba a tiro se apareció un individuo para saludarme, su conversación era melosa y poco entretenida. No veía la hora de quitármelo de encima, temía que el hombre de la barra de hubiese marchado sin más. No me quedó más alternativa que decirle que me excusara pero tenía que ir al servicio.
Entretanto quien me interesaba aun seguía allí, parecía que aun no me había visto, pero estaba decidida a que iría hacia él si prolongaba la demoraba, no pensaba quedarme a medias, esa noche no. De pronto alcanzamos a cruzar miradas, imprevistamente noté que se me escapa una sonrisa y acto seguido se encaminó con decisión hacia donde me encontraba. Esperaría a ver que surgía de él, pero algo me decía que la noche no quedaría en promesa.
Hacía ya largo rato que estábamos hablando y bebiendo, él no desprendía su mirada de mis ojos y sus gestos expresaban más cosas que su boca, yo no me quedaba atrás, me daba cuenta que estábamos seduciéndonos y no sé si era eso o el alcohol, pero comencé a sentir un calor intenso en mi cuerpo.
- Deberíamos ir hacia la mesa no?
- No tenemos apuro, y el vino está delicioso
- Si pero necesito tener algo en el estómago antes que comience a hacer y decir tonterías
No podía pasarme porque solía perder el control de mi misma y no sé donde habría de terminar; reaccioné con mi pensamiento en un intento de recuperar lucidez. Empezamos a caminar hacia el salón comedor y sentí que mi cuerpo vibraba cuando pasó su mano por mi cintura…no podía evitar una atracción hacia él y en ese momento supe que iba a disfrutar esa velada, aunque aun no sabía cuanto.
Elegimos, no por casualidad una mesa vacía y un tanto alejada del centro de atención que suponía aquel escenario donde alguien amenizaba el show de promoción con alguna cantante entre platos de comida.
La luz era suave y la temperatura iba en aumento por varias razones, observé que él tenía anillo de casamiento, pero no habría de hablar de ello, no deseaba empañar esa noche.
La proximidad de nuestras sillas hizo que nuestras piernas se rozaran un par de veces, siempre resultaba agradable ese tacto sutil pero de repercusiones intensas. Tanta mirada, tanta sonrisa me causaban ardores en todo el cuerpo y el alcohol continuaba con sus efectos desinhibidotes. Entonces, en un momento donde no podía otra cosa que dejarme llevar por mis sensaciones, no vacilé y crucé mi pierna sobre la de él, sin dejar de mirarlo. Él sonrió y apoyó delicadamente su mano en mi muslo comenzando a acariciarme suavemente. Su mano viajaba por mi pierna y sentía como de inmediato reaccionaban mis pezones debajo de la suave tela que los cubría.
Comenzó luego a buscar mi entrepierna cubierta por el vestido, su mano me apretaba, me acariciaba con movimientos lentos y placenteros. Sentía como me mojaba. Entonces, al abrigo de aquella luz tenue, de la música que apenas oía… le tomé la mano y metí sus dedos en mi boca, los succioné, los lamí y luego los conduje por debajo del vestido hasta las puertas de mi sexo humedecido. Él apartó la pequeña porción de tela que lo cubría y después de unas suaves caricias, introdujo los dedos allí…fue como un latigazo, creí que me iba a desmayar… sus dedos sabios se movían dentro y fuera, me tocaban, me acariciaban, me pellizcaban, rozaban mi clítoris y se empapaban de mi.
Estaba mareada de tanto calor y entonces busqué casi con desesperación su miembro, necesitaba sentirlo y cuando mi mano se posó en el endurecido bulto debajo de pantalón, percibí todo su calor que pugnaba por alivio. Lo apreté, lo encerré en al palma de mi mano que deseaba llegar hasta él, mientras seguía sintiendo como mi sexo se sacudía ante sus caricias. Comencé a gemir y todo se volvió difusamente placentero.
Estaba absolutamente excitado, aquella mujer había logrado disparar mi calor de manera incontrolable. Su vagina estaba lubricada y mis caricias no hacían otra cosa que llevarla aun más lejos, deseaba masturbarla allí mismo y ella no quería que me detuviese. Apenas pude creer que llegase al orgasmo en aquel lugar; no quería mirar hacia los lados, porque si bien trataba de disimular, el rostro de ella resultaba por demás evidente.
Yo miré hacia abajo, su mano no dejaba de acariciar mi pene duro en extremo, ahí reparé en su anillo de casamiento y creo que eso me excitó más aun.
- Necesito que busquemos otro sitio - dije casi suplicando.
- Si, desde luego no pienso dejarte así! - me respondió, ya repuesta de su espasmo.
Ni bien salimos hacia el pasillo, la sujeté por la cintura y busqué su boca, cruzamos lenguas calientes y mientras intercambiábamos besos intensos comencé a acariciar el culo maravilloso que tenía. Mis manos no dejaban de apresar sus nalgas y ella se pegaba hacia mi entreabriendo sus piernas, sus pechos me acosaban y mis caricias fueron hacia ellos.
- Por favor, hagámoslo…no aguanto más - Sus palabras entrecortadas por la excitación me cegaban por completo, ya no respondía sino a mis instintos.
Entre besos y caricias nos metimos en una pequeña sala, cuya única luz provenía del pasillo y entraba debajo de la puerta, en ese momento nos importaba poco si hubiera algún testigo. Ella no se hizo esperar, buscó mi cinturón para abrirse paso, metió su mano y extrajo mi miembro hinchado por las preliminares. Se arrodilló y comenzó a acariciarlo en toda su dimensión, enjuagó sus labios con la lengua como si se tratase de degustar su plato favorito y su boca se lanzó sobre él.
Las caricias de sus manos y su lengua me transportaban, su cabeza se sacudía en un vaivén de succión que alternaba movimientos con enorme placer. Ya casi no podía sostener mi erección sin derramar mi semen en su boca, pero deseaba ir por más. La levanté para continuar besándola, desabroché la parte superior del vestido y quedaron al descubierto los hermosos pechos, que saltaron altivos. Me sumí en sus pezones erectos y los rodeé con mi lengua, jugué con ellos, los mordí suavemente y ví como ella sacudía su cabeza hacia atrás, embriagada de placer. Levanté la falda y quité la ropa interior empapada, ahí mismo de pie, ella tomó mi pene en sus mano y lo introdujo en su interior. Se deslizó suavemente y se unieron nuestros sexos en un calor casi insoportable, ambos emitimos un profundo gemido de placer al sentirnos. Hundí mi sexo todo lo que pude en aquella posición y ella comenzó un movimiento de cadera que me envolvía por completo.
- Así, así…dame todo! - me decía sin dejar de moverse.
La intensidad de aquel momento estaba haciendo que llegara al límite, pero instintivamente, la hice girar y ella puso las manos contra la pared. Subí el vestido hasta su cintura y mientas acariciaba uno de sus pechos dirigí mi mano hacia el hermoso trasero.
Sus manos me estaban volviendo loca, no dejaba de acariciarme y excitarme, todos sus movimientos me daban un placer indescriptible. Cuando me puse contra la pared imaginé su intención y eso me calentó más aun.
Sentí sus besos en mi espalda y sus dedos acariciando mi trasero, entonces comenzó a descender lentamente con su lengua hasta llegar a mi ano, tan húmedo como el resto de mi cuerpo. Se detuvo allí, labios, lengua, dedos que entran y salen... mis piernas casi no podían sostenerme. Entonces me apoyó su pene… tan mojado, tan erecto... su cabeza buscó mi orificio dilatado por los intensos masajes previos. Abrí un poco mis piernas y lo ayudé separando mis nalgas con mis manos... lo deseaba dentro de mi. Casi me sentí desmayar cuando su sexo me penetró sin pausa hasta el fondo de mi ser; sentía el calor de su pene, el sudor de su cuerpo. Comenzó a sacudirse recorriéndome una y otra vez, alternando movimientos lentos y rápidos... sentía el fluido de mi vulva humedeciendo mis piernas... no podía aguantar mucho más.
Noté que el estaba a punto de derramarse en mi interior y mientras sus dedos se dedicaban a mi clítoris…le pedí, le rogué que me llenara. En el instante que sus espasmos y el fluido tibio comenzó a inundarme…exploté en un orgasmo increíble, que apenas pude ahogar tapando el grito con mi mano. Nuestros cuerpos temblaban envueltos en sudor, nos costaba volver a la realidad del lugar. Lo miré y me devolvió una sonrisa
- Increíble - Dijo, aun exhausto.
- Maravilloso - respondí y luego nos dedicamos a reunir las prendas desperdigadas.
Introduje la llave en la puerta, intentando hacer el menor ruido posible, era demasiado tarde para despertar a los niños; me quité los zapatos y la ropa maltrecha e impregnada de aromas variados y todos de indudable origen.
Miré mi rostro en el espejo del baño, vaya cara!!, pensé…rastros de una noche intensa, hasta algún arañazo en mi hombro. Mi esposa apareció detrás y me abrazó suavemente por la cintura, apoyó la cabeza en mi espalda y así permaneció unos instantes, como era su costumbre.
- Lo has pasado bien, amor?
- Muy bien cariño, aunque ahora estoy un poco cansado - le respondí con una sonrisa.
- Yo también estoy cansada, vamos a la cama que es muy tarde, mañana acomodo la ropa.
- Estoy de acuerdo - le dije mientras giraba para besarla con ternura.
Entramos en el cuarto y me tendí exhausto en la cama, mi mujer se recostó a mi lado y volví a sentir la agradable tibieza de su cuerpo. Nos dimos un beso suave, dulce, que nos abría las puertas al descanso.
Estiré el brazo para apagar la última luz antes de dormir y en un rincón sobre la silla pude observar el remolino de pliegues su vestido negro; el click del interruptor me devolvió la penumbra; sonreí feliz…le quedaba tan bien.
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