Aprovechando mi borrachera
Mis masturbaciones eran constantes y cada vez más desenfrenadas. Una de las cosas con la que siempre soñaba hacer, era estar con tres tipos a la vez. Fantaseaba que me gustaría que uno me penetrara por delante y otro por detrás al mismo tiempo. La idea de saber que dos penes se mueven dentro de mí me volvían loca. Imaginaba como los tipos sentirán el roce de sus penes a través de la carnecita que separa el ano de mi vagina por dentro. Y como si eso no fuese suficiente, fantaseaba también, que al mismo tiempo que eso estaba sucediendo, el tercer tipo me la metía en la boca, hasta chorrearse en mi garganta. En ocasiones a ese lujurioso cuadro le agregaba, otra mujer que me lamía los senos dando especial atención a mis pezones.
Era tan intensa esta fantasía que en algunas oportunidades, mientras estaba con algunos de mis variados pololos de la época, les pedía que me hicieran sexo oral, en tanto yo fantaseaba con esos sueños. Mientras estaba con las piernas abiertas, sintiendo la lengua recorrer mi vagina, mi cerebro se concentraba en estas imágenes y conseguía acabar muy rápidamente. Cuando me llegaba mi orgasmo, me gustaba imaginar justo en ese instante, que varios hombres se descargaban sobre mis pechos e imaginaba mi cuerpo bañado en semen, casi podía ver el color blanquecino de sus grumosas y pastosas secreciones, corriendo por mi vientre y por mi rostro. Era muy extraño lo que me sucedía, ya que cuando alcanzaba ese estado, intentaba contener lo más posible mi clímax, y cuando por fin me derramaba quedaba exhausta solo por algunos segundos y luego volvía a la carga obteniendo un clímax tras otro.
El semen masculino me hace sentir hembra con todas sus letras, me encanta sentirlo y saborearlo sobre todo cuando esta recién eyaculado. Al comienzo me costaba entender, por que me sentía tan atraída hacia esas fantasías, pero cada vez estaba más convencida que la realidad debía superar con creces a mis fantasías, pero para mí esto era solo una forma de excitarme y nunca imagine que tendría la oportunidad de concretar mis fantasías.
Sucedió un sábado después de haber compartido hasta las cinco de la mañana con un grupo de amigos. En la fiesta hubo de todo, harto trago y unos ricos cuetes, que se evaporaron rápidamente, dejándonos muy en onda. Cuando llego la hora de irse para la casa. Salimos de la fiesta y Arturo nos ofreció a llevarnos a Beatriz, a Ernesto y a Julio, la primera que se bajo del auto fue Beatriz. Debido al alcohol y a la marihuana que había consumido, cada vez me fui sintiendo más adormilada y mareada, y sin darme cuenta fui adormeciéndome.
En un momento sentí algo tibio sobre una de mis pechos. Mire por encima del hombro y Ernesto me estaba mirando maliciosamente, mientras me pasaba suavemente la mano sobre las tetas. Ernesto iba sentado conmigo en el asiento de atrás, de pronto note que me estaba manoseando, me restregó suavemente los pechos, bajando hasta mi vientre y continuó por las piernas y los muslos muy disimuladamente, yo estaba muy mareada y mantenía los ojos cerrados. Solo los abrí cuando note que una mano estaba apoyada en mis muslos y comenzó a recorrerlos palpándomelos suavemente, yo notaba dentro de mi mareo lo que él me hacia, pero me era imposible reaccionar. En un instante inquieta comencé a mirar hacia los lados y me encontré con la excitada mirada de Ernesto, sus ojos me recorrían con una mirada golosa, en tanto con su lengua repasaba sus labios, mientras sus manos profundizaban entre mis piernas, manoseando mi vulva.
Arturo y Julio estaban en los asientos delanteros mirando los avances de Ernesto, él que me manoseaba levantándome las ropas, buscando mis intimidades. Entre ellos hablaban pero no recuerdo exactamente que cosas. Entonces me subió la minifalda. Ernesto me recostó sobre el asiento del auto y aumento sus manoseos. Los otros lo avivaban. Se puso encima de mí, me corrió hacia un lado los calzones, lo suficiente para descubrir mi vulva y se acomodo para penetrarme. Su inflamado sexo buscó con frenesí el contacto de mi abertura, intente alguna resistencia, pero sinceramente mi cuerpo no reaccionaba. El deseo se había apoderado de él. Yo seguía resistiéndose y golpeando con mis manos pero pronto mis fuerzas comenzaron a flaquear. Su ritmo se aceleró, de un tirón me arrancó la ropa interior, me empujó contra el asiento e intento separar mis piernas todo lo que pudo. No le costo casi nada metermelo, aunque soy una fanática del sexo, mi principal estimulo es sin ninguna duda las caricias, me son absolutamente imprescindibles para excitarme, necesito sentirme amada y deseada. No disfruto de las cosas a la rápida y menos si estas son a la fuerza.
La verdad es que a pesar de lo mal que me sentía, intente sacármelo de encima. En ese momento él se incorporo y pude contemplar su péndulo, gordo y macizo insertándose profundamente en mi vientre. El apretó mis manos con las suyas, con mis manos intente arañarlo, gimiendo de dolor y las molestias que me causaba su miembro con sus profundas penetraciones, en mi vagina que estaba totalmente seca, debido a la falta de lubricación y también quejándome por la sorpresiva situación que se estaba dando. Con sus violentos empujones me la insertaba toda, llenándome completamente, y dilatando mis adoloridas paredes vaginales. Comenzó a moverse, gozando de la penetración en mi vagina. No puedo negar que una vez que me encajo todo el largo de su miembro, mi vagina comenzó a sentir poco a poco un familiar gustito, por lo que gradualmente fui disminuyendo mis afanes de defensa y me quede quieta dejándolo que disfrutara de la obligada y sorpresiva penetración.
Se movió dentro de mí hasta eyacular, apenas saco su miembro de mi interior, detuvieron el auto y Julio se paso al asiento de atrás. Termino de sacarme los calzones e inmediatamente se acomodo encima de mí y bajándose los pantalones libero un pene enorme, duro, grueso y me lo colocó en la concha, humedeció la cabeza con la esperma de Ernesto y me la ubico entre los lubricados labios vaginales, buscando mi expuesta e indefensa abertura. Asiéndose a mi cuello, él me subió las piernas, enlazándolas a su cintura, su miembro se acomodo entre los labios de mi mojada abertura. La dura y protuberante estaca que se pronunciaba amenazante en una tremenda erección se deslizo entre mis piernas, insertándose totalmente en mi concha. Yo estaba en un estado en que me daba cuenta de lo que me estaban haciendo, pero mi cuerpo era totalmente incapaz de reaccionar. Julio también me culeo muy rápidamente, hasta acabar profusamente en mi vagina, enseguida le tocó el turno a Arturo.
El me acomodo de lado y comenzó a hurguetear mis nalgas con su aparato, sus acelerados movimientos iban acompañadas de insistentes estocadas contra mi ano, por lo que tuve la certeza absoluta de que sería mi culo y no mi concha, la que recibiría su endurecido miembro. Sin siquiera intentar alguna defensa me dispuse a ser penetrada analmente. El separo mis piernas e inserto la dura cabeza entre mis nalgas. Cuando sentí la estocada en mi ano, mecánicamente comencé a quejarme agitadamente. Podía sentir sus manos recorrer mi cuerpo, tocaban mi vagina, me separaban las nalgas y manoseaban mis pechos, mientras empujaba con fuerza en mi interior, insertándomelo hasta el fondo de mis entrañas. Comencé a sentir como él gozaba, en forma independiente de mis quejidos y suplicas. Los calientes y espesos fluidos seminales de sus amigos, embadurnaban su intruso miembro desde el glande hasta los testículos. Luego de algunos instante se vació dentro de mí con violentos espasmos, que me repletaron el trasero. Yo sentía dentro de mi recto, como derramaba su emulsión espesa y caliente, llenando mis intestinos con sus fluidos eróticos, que a desbordar mi trasero, se mezclaron con el semen de los otros dos.
Cuando por fin me soltó, noté como se me escapaba el moco caliente desde mi adolorida conchita y desde mi maltratado culo, corriendo en espesos grumos por entre mis muslos. Como pude, intente arreglar lo mejor posible mis ropas, mientras me ponía los calzones, había un silencio sepulcral, nadie dijo ni una sola palabra. Finalmente como si nada me fueron a dejar a mi casa. Nunca ninguno de nosotros menciono el tema. Pero obviamente tuve la precaución de cuidar lo que bebía y lo que fumaba, pero por sobre todo de no ser la ultima en quedarme en el auto, cuando me iban a dejar, ya que de la "fantasía al hecho hay mucho trecho”.
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