Primer verano (I)

Autor: Anónimo | 01-Jul

Confesiones
Era mi primer verano fuera de casa. Estaba estudiando primer curso en la universidad y la oportunidad de un trabajo en la costa, en el pueblo de mis abuelos, durante dos meses me sonaba a gran oportunidad de divertirme y ganar algo de dinero para el invierno. Por suerte mis tíos tenían sitio en casa y mi alojamiento era más cómodo de lo que habría sido si hubiera tenido que pagármelo yo.

Compartía dormitorio con mi prima, 1 año menor que yo. Nunca habíamos tenido mucha relación, pero al estar mas tiempo juntos empezamos a llevarnos bien y yo no pude dejar de notar que cada vez estaba más atractiva. Yo acababa de trabajar bastante cansado y me iba a dormir temprano. Ella todavía no estaba en la universidad ni trabajaba y disfrutaba de sus vacaciones saliendo con su grupo de amigos y amigas hasta la hora que mis tíos le permitían.

Aunque al volver por la noche ella siempre procuraba no hacer ruido y nunca encendía la luz de nuestro dormitorio, el resplandor de la luz del baño me despertó algunas noches al principio de estar durmiendo allí porque mi cama estaba junto a la puerta. No pude dejar de notar que Mireia seguía cada noche la misma rutina. Cuando llegaba de salir con sus amigos, primero abría la puerta de nuestro dormitorio y guiándose con la luz del servicio abría las sabanas de su cama, al otro lado de la habitación. Después se aseaba en el baño y volvía al dormitorio para cambiarse.

La primera vez que la vi desnuda fue realmente por casualidad. Yo debía haber estado durmiendo ya un buen rato y me despertó un ruido y la luz. Al abrir los ojos no vi a nadie en el dormitorio pero pude ver la luz del baño y supuse que el ruido lo debía haber hecho mi prima al llegar. Estaba volviendo a intentar dormirme cuando oí las pisadas descalzas de Mireia al volver a entrar en el dormitorio. Sin ninguna intención de espiarla, observe como se despojaba de sus jeans, su camiseta y su sujetador, quedando un momento casi delante de mi cama y prácticamente desnuda. Me di la vuelta por miedo a que se diera cuenta de que la había visto. Al cabo de un momento volvió a pasar por delante mío, al otro lado de la cama, para ir a cerrar la luz del servicio. A mi me pareció que no llevaba nada debajo del mini-short de su pijama.

Al día siguiente, yo no me podía quitar de la cabeza las imágenes de mi prima la noche anterior. Fui a la cama temprano, pero no podía dormir. Cerca de medianoche, cuando escuche sus pasos acercarse a nuestro dormitorio, intente fingir estar dormido pero manteniendo un ojo abierto. Otra vez la pude ver desnudarse delante mío, cambiándose de ropa de calle a un pijama corto que casi no la tapaba pero que era muy normal considerando el calor que hacia. Yo también dormía con un pijama muy fino, desabrochado en la parte de arriba y el único motivo por el que me tapaba con la sabana de la cama era por miedo a que se viera la erección que el ver a Mireia al cambiarse delante mío me provocaba.

Nunca antes se me había ocurrido pensar en mi prima como “mujer”. Evidentemente, en mi situación, primer verano fuera de casa y lejos de mis padres, aunque estuviera relativamente sometido al control de mis tíos, yo estaba como loco por tener tantas relaciones como me fuera posible. En el trabajo, en la playa, donde fuera, siempre buscaba alguna oportunidad, que en los primeros días no me salía. Que se pudiera presentar tan cerca al mismo tiempo me excitaba y me daba miedo.

Mi siguiente paso fue, visto en perspectiva, un poco patético, pero en su momento a mi me resulto perfecto. Sabiendo la hora a la que iba a llegar mi prima y que iba a desnudarse delante de mi cama, no me dormía, me acariciaba manteniéndome excitado debajo de la sabana y cuando finalmente Mireia llegaba y se mostraba delante mío desnuda, con sus pechitos juveniles firmes al aire y sus piernas bronceadas tan cerca de mi antes de ponerse su pijamita de verano, yo me masturbaba hasta el orgasmo. Las sabanas debían quedar fatal. Afortunadamente nunca mi tía que era quien las lavaba me pregunto al respecto.

Durante unos cuantos días, ese sistema fue perfecto para mi. Ni siquiera me preocupaba de intentar intimar mas con otras chicas en el trabajo o en la playa. Sabia que por la noche tendría un orgasmo contemplando unos pechos y unas piernas de ensueño. Al cabo de un par de semanas de dormirme con una sonrisa en los labios después de una paja cada noche, empecé a pensar si habría alguna posibilidad de llegar a algo más directo. Durante un par de días, aguante “despierto” (haciendo ver que leía) hasta que mi prima llegaba y hablábamos. En esas ocasiones, no se cambiaba delante mío, pero después de cambiarse en el servicio se sentaba en mi cama y charlábamos un rato. Con sus pijamitas tan reveladores me excitaba tanto que cuando se iba a dormir yo no podía evitar masturbarme.

Una noche, pese a que yo lo intente esconder, me pareció que Mireia había visto mi erección debajo de la sabana. Yo intente esconderla y ella intento hacer ver que no la había visto y se fue a su cama enseguida. Al día siguiente los dos nos levantamos mas temprano que de costumbre y casi al mismo tiempo. Resultaba un poco incomodo pero nuestras reacciones eran bastante coordinadas. Los dos habíamos salido del dormitorio y nos dirigíamos al baño. Yo volvía a tener una erección y ella lo sabia porque no apartaba sus ojos de mi bulto. Cuando estábamos casi en la puerta del baño, la puerta se abrió y salió mi tía, acabada de vestir... “Buenos días. Por fin os despertáis temprano!” nos saludo. Mireia y yo nos quedamos cortados un momento, pero reaccionamos casi al mismo tiempo. Ella se coloco delante mío, buscando ocultar mi erección. Yo la abrace por el cuello y la cintura y la mantuve también justo delante mío, sin apretarla contra mi cuerpo porque cada momento en el que contactábamos me ponía mas fuera de control y más cerca de explotar.

Por suerte mi tía tenia sus cosas en la cabeza y ni se paro mientras hablaba hasta que desapareció escaleras abajo. Mireia, que había estado apretando su culito contra mi, como intentando mantener baja mi erección (no la mejor manera de reducirla) se aparto de mi, sin dejar ir mi mano. Ella no podía apartar su mirada de mi pantalón de pijama que casi no escondía mi erección y yo no es que no supiera donde mirar, mas bien quería pasar a tocar. Volvimos al dormitorio. Ibamos tan pegados que cada paso era casi sexual pero nuestras manos nos iban apartando. Los dos lo queríamos pero nos daba miedo. Me cambie delante de ella, mostrándole por primera vez (creo) mi pene erecto por ella. No aparto la mirada pero no se acerco para más.

Fue el peor día de mi verano. Me masturbe dos veces pensando en mi prima y lo que seria hacerlo con ella y con su hermana mayor que ya no vivía en casa y otra pensando en otra chica y ni así me quede tranquilo. Para aquella noche, pensé en probar otra cosa. Me fui a la cama temprano, como de costumbre. En vez de esperar a Mireia cubierto con la sabana y tapado para espiarla y poder masturbarme, cuando pensé que faltaba poco para que llegara, me desabroche por completo la parte de arriba del pijama y coloque mi pene y mis testículos de forma que fueran claramente visibles en la apertura de la bragueta de mis pantalones de pijama, que deje desabrochados.

La oí llegar como cada día. Entro a buscar su pijama. Yo tenia los ojos cerrados y no me atrevía a abrirlos por miedo a que me descubriera. Deseaba que notara mi desnudez para ella y que hiciera algo al respecto. Se me hizo eterno, pero casi di un bote al notar un roce en mi pene. Era obvio que me había visto y acababa de rozarme con su mano. Al cabo de un momento el roce se convirtió en una mano colocada firmemente cubriendo mi polla que crecía por momentos y mis testículos. Sin abrir los ojos, suavemente murmure un nombre... “Silvia...”. En un primer momento la mano de Mireia se detuvo, pero en unos segundos continuo acariciando mis huevos con mas fuerza y cerrándose en torno a mi polla.

- Siii Silvia, no te pares - murmure otra vez. Seguía fingiendo estar dormido, sin atreverme a abrir los ojos, pero me encantaba sentir a mi prima masturbándome.

- Chupamela

Por un momento note que Mireia se separaba de mi.

- Silvia, si, por favor, chúpamela como el otro día.

Su mano volvió a coger mi polla y moverla arriba y abajo. Todavía no me atrevía a abrir los ojos para estropear el momento, pero me moría de ganas de tocar a Mireia

- Si, Silvia, chúpame un poquito, por favor...

La mano de Mireia me frotaba los huevos sin parar y además de repente empecé a notar una sensación húmeda y caliente en el capullo que al cabo de unos instantes se empezó a extender por toda mi polla. No me lo podía creer. Mireia me la estaba chupando y además lo hacia de fábula. Empecé a acariciarla como pude. Sus muslos suaves y calientes, el culito por encima del pijama. Mas arriba mis manos casi no podían evitar acariciar su pelo y ayudarla en su ritmo de felación. Busque acariciar sus pechos y me fue difícil no arrancarle la parte de arriba del pijamita para ello. Sus pezones duritos agradecían las caricias pero yo no me podía concentrar.

- Silvia no pares ahora.

Mis manos controlaban el ritmo de su cabeza mientras me hacia correr en su boca y finalmente yo la sentaba en la mía y lamía su clítoris protuberante a través de la fina tela húmeda de sus shorts de pijama. En el momento en que acabo de ingerir mi semen, su cara se volvió de golpe hacia la mía. A pesar de que en un primer momento intente disimular, vio enseguida que no estaba durmiendo.

- ¿Quién es Silvia? - me pregunto

- Nadie

- No digas que nadie. Pensabas que era la que te hacia lo que te estaba haciendo yo, no?.

- No

- No?

- No. Sabia que eras tu y quería que lo hicieras.

Continuara...

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