Mi hermanastra Eva

Autor: Anónimo | 24-Feb

Confesiones
Nunca pensé cuando mis padres se separaron que se volverían a casar, pero menos que mi padre se casaría con semejante bellezón de 45 años… Silvia es de aquel tipo de mujeres que hacen volver la cabeza a los tíos por la calle, e incluso a alguna tía también. Físicamente descomunal: morena, alta, pelo negro azabache, dos firmes y poderosas tetas, sus interminables piernas y un culo que para sí quisieran el 99% de mis amigas.

Yo, que por cierto me hago llamar Roberto, cuando la vi por primera vez no pensé que podría ver algo mas perfecto en toda mi vida, pero me equivoqué; el día que Blanca vino a casa con su hija Eva creía que me moría. Vi como entraba por la puerta de mi casa un monumento de 23 años (yo tengo 27), con una minifalda vaquera minúscula, asomando por ella dos piernas aun mas largas y bellas que las de su madre, que se movían sensualmente con el vaivén que le proporcionaban sus taconazos de aguja, el pelo era también negro, recogido en una cola de caballo que resaltaba aun mas sus dos profundos y felinos ojos verdes, sus labios eran carnosos y voluptuosos, siempre semiabiertos, siendo el conjunto de su rostro una perfección absoluta, y sus dos tetas eran para esculpirlas en mármol. Si los pechos de Silvia eran la leche para una mujer con cierta edad, los de Eva eran dos perfectos globos que querían hacer reventar su pequeña camiseta que apenas la cubría hasta el ombligo, remarcándose con suma claridad dos insinuantes pezones que me hacían enloquecer.

Ese día Eva iba tan exuberante porque por la noche salía de fiesta con sus amigas, pero con el paso del tiempo comprobé que era una manera suya muy habitual de vestir. Muchas veces eran minifaldas, otras veces vaqueros ajustados, otras eran vestidos cortos que se ceñían a su figura de tal manera que no evitaba la ocasión de mirarla porque me volvía loco.

Una tarde mi padre y Silvia salieron al cine y yo me quedé en casa, y cuando volvieron lo hicieron con Eva; ella venía de la piscina, por lo que su atuendo era demoledor; el bikini rosa fluorescente aun estaba húmedo, lo que le produjo que se clareara a través de su top y se le viera absolutamente como sus dos pezones parecían querer romper la tela y escapar de allí. Unos vaqueros recortados se la clavaban hasta el alma, y los carrillos de su culo bailaban frente a mis ojos a cada paso que daba. Yo tenía que ir a mi habitación para acabar de hacer unas cositas en el ordenador, y Silvia me dijo que como en una hora unos amigos vendrían a cenar y que estuviéramos preparados.

Oía la ducha de Eva a través de de las paredes de mi habitación y me la imaginaba desnuda, llena de espuma acariciándose su espectacular cuerpo, quizás poniéndose caliente con sus manos sobre la piel y, quien sabe, lo mismo recorriendo su coño con los dedos mientras el agua golpeaba sobre ella haciendo inaudible sus gemidos. Me estaba poniendo cachondo, como casi siempre que la veía, y mi polla empezaba a tener vida propia. No voy a decir que tengo una gran polla ni nada de eso porque mentiría, mi polla es de un calibre standard pero la se usar muy bien al igual que mi lengua y mis dedos.

Sin separarme del ordenador comencé a acariciarla por encima de mis pantalones, abultándose sobremanera y formando lo que podríamos denominar una tienda de campaña, y ese masajeo que me estaba dando a mí mismo me impidió oír como Eva entraba en mi habitación. Estaba allí frente a mí, apenas cubierta con una toalla que dejaba más a la vista que bajo ella; su pelo empapado, revuelto y pegado a su bello rostro, la hacía más irresistible aun. Cuando me di cuenta retiré rápidamente mi mano del bulto, pero sin ningún rubor Eva, que había entrado a pedirme desodorante porque se le había terminado, tenía sus verdes ojos clavados en mi verga. Sin miramientos dejó caer su toalla, quedando totalmente desnuda frente a mi, hecho que produjo que mi polla diera un respingo y se pusiera en posición de "firmes" otra vez, ya que al entrar ella mi habitación se había relajado un poco; se echó su negro pelo hacia atrás, y humedeciéndose los labios, se acercó con su contoneo habitual diciéndome: "Eso no se puede desaprovechar". Me quise levantar pero no me dejó, se arrodilló frente a mí y sin casi enterarme, mis pantalones y mi ropa interior estaban saliendo por mis tobillos, con mi rabo enormemente tieso apuntando a ella. Me dejé hacer, y sus labios carnosos devoraron con gran soltura mi polla empapándola de saliva y haciéndola desaparecer dentro de su boca sin ningún problema; estuve un rato con la cabeza reclinada hacia atrás, agarrado a los brazos de mi silla, gozando como nunca de esa mamada que mi "hermana" me estaba regalando, pero quise participar; miré y vi sus dos grandes tetas agitadas, excitadas, con los dos pezones sumamente erectos, como si me llamaran. Acerqué mis manos hasta que las toqué primero y luego las sobé, eran duras como si no fueran reales, pensé que podría estar operada pero luego comprobé que no, pellizcaba sus pezones a la vez que ella emitía unos dulces gemidos y seguía tragando polla como si le fuera la vida en ello.

Dudé si iba a aguantar la mamada que ella estaba aplicando a mi verga, pero no podía tirar por la borda esta ocasión seguramente única en mi vida, y la retiré de mí; su pelo seguía pegado a su rostro salvajemente, sus ojos verdes me taladraban los míos mientras ella relamía su boca empapada por el trabajito que me había hecho, su mano balanceaba mi rabo arriba y abajo con suavidad, y yo la llevé hasta el suelo y la tumbé sobre él. Aparté sus largas piernas y ella las elevó y separó provocativamente, sujetándolas por los muslos mientras enterraba mi cara entre ellas y lamía con sabiduría aquel coñito rasurado con delicadeza a la vez que frotaba con mi dedo corazón un más que abultado clítoris, provocando unos enormes alaridos que creí que se habrían oído fuera de mi habitación. Entonces recordé que no estábamos solos en casa, y de un salto fui hasta la puerta de la habitación para echar el pestillo. No oía nada afuera, lo que fue una suerte porque si hubieran estado en el salón quizás hubieran oído a Eva gemir.

Volví a mi lugar, donde Eva se había quedado indiferente a todo mientras se frotaba el coño y volví a hundirme entre sus piernas; ella acariciaba mi cabeza con una mano mientras con la otra se apretujaba las tetas a la vez que emitía calientes gemidos al ritmo que yo me comía su coño; noté que su cuerpo empezaba a vibrar, síntoma de que se iba a correr, y metí dos dedos dentro de su sabrosa grieta a la vez que lamía con más y mas violencia hasta que un terremoto explotó en su cuerpo, teniéndose ella misma que llevar las manos a la boca para no ser escandalosa con sus gemidos de placer. Sin darla tiempo a más, me coloqué sobre ella y apoyé mi cipote en los labios de su vulva, y Eva dio un golpe de caderas hacia arriba colándosela entera de un golpe y comenzando a moverse frenéticamente mientras sus piernas me rodeaban por atrás y su lengua se metía en mi boca como una turbina. Sus caderas y las mías se movían agitadamente, golpeando mis cojones en su culo produciendo un chasquido en cada golpe. No se como lo hice pero supe llevar bien el ritmo del polvo, porque si no me hubiera corrido casi nada mas empezar, y pude hacerla gozar varias veces, ya que notaba como su coño se empapaba brutalmente y sus gemidos aumentaban de volumen (para entonces ya habíamos puesto algo de música para disimular aun más).

Cuando llevábamos unos 30 minutos follando bestialmente en diversas posturas, cosa que a Eva le gustaba sobremanera lo de cambiar habitualmente de postura y a mi me hacía un favor, unos nudillos golpeaban la puerta. Era Silvia preguntándome si Eva estaba conmigo, y yo la contesté que si, que estaba enseñándola una cosa en Internet y que ahora salíamos; Silvia me creyó y me dijo que no tardáramos que los amigos estaban a punto de llegar. Eva se rodeó a mí con brazos y piernas, y tras comerme la boca ardorosamente, me dijo con cierto aire de "zorrerío" que deberíamos de recibir de la mejor manera a los invitados; nuestros cuerpos estaban empapados de sudor, lo que me atraía aun más de Eva, y ella se colocó frente a mi escritorio, apartando algunas cosas que había sobre él y subiendo una de sus rodillas hasta apoyarla en la mesa. Cuando me iba a acercar a ella, me dijo casi con imposición "Cómeme el culo y luego, métemela", y sus deseos fueron ordenes. Lamí aquel ojete como si me fuera la vida en ello, mientras jugaba con mis dedos dentro de su delicioso chochito a la vez. Ella se entregaba a contonearse sobre la mesa, sobandose con fuerza sus preciosas tetas hasta hacerlas enrojecer. Eva decidió cuando debía de estar su ojete perfectamente lubricado, y entre jadeos me indicó que se la metiera; cuando sonó el timbre de la puerta, mi cipote ya estaba apoyado entre las nalgas de mi amante, separadas aun más por sus manos, y cuando oímos a nuestros padres empezar a saludar a los primeros invitados, yo fui hundiendo lentamente mi inflada polla en el angosto agujerito de su sabroso culo. Ella balbuceaba mientras cada vez había más rabo dentro de ella que fuera, hasta que por fin noté mis huevos chocar contra su vagina, entonces lentamente empecé a sacarla y meterla a la vez que ella emitía unos histéricos chillidos casi inaudibles a cada embestida mía.

En apenas dos minutos, el ritmo de cabalgada era bestial, mi polla entraba y salía de su culo a toda velocidad, sus chillidos se habían vuelto gemidos ahogados, las cosas pequeñas que había sobre la mesa se caían ante nuestra acometida, y sus pechos se balanceaban adelante y atrás todo lo que se pueden balancear dos duras tetas como las suyas. Yo las agarré con firmeza y la apreté mientras seguía enculandola y noté como ella se restregaba su mano por el coño, rozando con sus uñas mis cojones, hasta que llegó llegar a un brutal orgasmo que hizo comprimir sus músculos, creyendo yo que me iba a estallar la polla. Casi sin aire y mientras seguía dándola por el culo, Eva me decía "¡No te corras en el culo, dámelo en la boca, dámelo en la boca!". Fue como una llamada a correrme, empecé a sentir como mis huevos iba a vomitar y la saqué a toda velocidad, Eva de un salto se colocó en el suelo, con sus piernas semiabiertas por donde corría un chorrillo de flujo por sus muslos y su encarnado coño. Agarró mi rabo con su mano y a la vez que la chupaba con glotonería la meneaba con fuerza, y en dos o tres segundos, un caudal de leche explotó, llenándola la boca hasta que tuvo que dejarla escapar para resbalar por su barbilla, sus tetas y su vientre mientras seguía mamando sin descanso. Otro golpe de nudillos nos indicó que estábamos tardando un poco, pero nos encontrábamos agotados, enroscados el uno al otro tirados en el suelo, y a duras penas conseguimos incorporarnos y prepararnos para la cena. Con cuidado de no ser vista, Eva salió de mi habitación a la carrera y se metió en la suya, y en cinco minutos ambos nos encontrábamos en la mesa; toda la noche estuvimos mirándonos a los ojos, como diciéndonos que de madrugada había que repetir, pero no fue posible.

De esto hace ya tres semanas, y no he vuelto a ver a Eva hasta dentro de media hora, en la que hemos quedado en casa porque nuestros padres salen a cenar fuera.

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