Mi tía carla y mucho más

Autor: Oli | 14-Aug

amor filial
Voy a introduciros en datos familiares. Tengo 32 años, soy el mayor de tres (un chico, yo, y dos chicas) y aún vivo en casa con mi madre de 55 que se divorció hace cinco años de mi padre por sus continuas infidelidades. Mis dos hermanas ya están independizadas con sus respectivos maridos, y yo lo hubiera hecho por igual, pero cuando mi madre se divorció yo no tenía novia y quise hacerle compañía en casa hasta ver que se recuperaba del divorcio. Ahora me estoy planteando salir de casa, pero tengo mis dudas, más tarde lo entenderéis. Mi madre es la mayor de seis hermanas, es enfermera; y su hermana pequeña (mí tía) se llama Carla tiene 40 está soltera y es agente de bolsa. Nos llevamos ocho años, así que de pequeños hemos jugados juntos y tenemos mucha confianza. No la veo como mi tía sino como a una hermana mayor.
Hecha la introducción vayamos a los hechos. Desde el divorcio, Carla tomó la costumbre de venir a dormir a casa muchas noches tras que saliera de copas. Ella vive en un pueblo cercano a la ciudad donde resido, y deja el coche en casa, luego toma un taxi de ida y vuelta, y así se ahorra la posibilidad de multas en los controles que hay a la entrada del pueblo donde vive. A la mañana siguiente, ya despejada toma su coche y regresa a su casa en el pueblo.
Aquella mañana de hace casi seis meses, mi madre me despertó, como otras muchas veces anteriores, avisándome que Carla dormía en casa, que había llegado tarde y que suponía que se levantaría tarde, pero que la tendría que llevar a su casa pues se le había averiado su coche. Ella se iba a trabajar, tenía turno de mañana y no regresaría hasta el mediodía. Cuando oí que mi madre cerraba la puerta, como otras veces, me dirigí a la su habitación, pues cuando Carla venía a casa dormían juntas. Y ahí estaba, profundamente dormida. Me acerqué y levante suavemente la sábana que le cubría, como otras veces sólo tenía puestas una tanga, sus pechos al aire? Sin darme cuenta me había transformado en un mirón, me regocijaba en su cuerpazo y me iba a mi cuarto a masturbarme. Pero esa mañana fui más lejos después de desahogarme, volví, la destapé de nuevo y la oí en su entrepierna, incluso me atreví a levantar suavemente su tanga y comprobar que tenías las inglés a la brasileña y le quedaba precioso. De nuevo volví a mi habitación a desahogarme recordando esa visión y ese rico olor a hembra. Al medio día mi madre regresó, Carla se levantó, almorzamos juntos y luego la llevé a su casa. En el corto viaje tuvimos una charla normal y al llegar me pidió que entrara para que le ayudara a mover un mueble. Fue a quitarse el vestido y se puso unos vaqueros, una camiseta que dejaba notar sus pezones endurecidos y unas zapatillas de deporte, movimos el mueble e iba a despedirme cuando me dice que se había dado cuenta de lo que había hecho en la mañana, que se despertó al salir de mi primera incursión que hice en la habitación y que en la segunda aún no se había dormido y se dejó hacer, pero que ahora estaba en deuda con ella y tenía que enseñarle mis encantos. Me quedé sin habla y paralizado, primero porque no se había molestado y después porque quería verme desnudo. Pero ante mi parálisis ella procedió a bajar mis pantalones y ropa interior, obvio que ya estaba empalmado. Miró, toco suavemente con un dedo y dijo que no estaba mal, y que esperaba que ella me pareciera al menos que tampoco estaba mal. Me subió todo y me abrochó concluyendo con una frase: cuando quieras algo, dímelo, pero no más de mirón. Me dio un beso y nos despedimos.
Dos fines de semanas siguientes volvió a pasar lo mismo, pero esta vez Carla aún dormía al medio día cuando mi madre se iba a trabajar hasta la noche. Esta vez lo tenía decidido, me fue al dormitorio de mi madre desnudo, me acosté al lado de Carla y esperé a que se despertara. Esperé casi una hora, abrió los ojos y se sorprendió de verme al lado, le dije que sentía asustarla, pero le recordé lo que me dijo, y que esta vez le quería pedir estar a su lado desnudos. Ella me miró unos instantes y pidió ir al baño, a la vuelta ya venía sin su tanga, totalmente desnuda, se metió en la cama y se acomodó sobre mi hombro izquierdo poniendo su pierna izquierda en mi pierna rozando mi miembro. Me acariciaba con su mano mi pecho, mi cara, me dio algún que otro beso en el pecho y en mi cuello, y dijo: ¿sabes que vamos a hacerlo, verdad? Y vaya si lo hicimos. El mejor sexo de mi vida, hubo complicidad, pasión, ternura? así estuvimos hasta que calculamos que mi madre regresaría. Ella se arregló y se marchó no sin antes decir que esto no acababa aquí, sino que acababa de comenzar. Más tarde llegó mi madre, cenamos y me fui pronto a dormir, pero me despertó con una pregunta: ¿por qué el lado de la cama donde ella dormía olía a mi colonia y había restos de semen en sus sábanas? De pronto pensé que nos había pillado, y de golpe me salió una respuesta que sólo me incriminara a mí. Le dije que lo sentía, pero que tuve un calentón pensando que lo hacía con ella en su cama y que me masturbé ahí. Ella se quedó algo perpleja, dio un paso atrás, parecía que pensaba qué decirme, pero se fue de la habitación sin decir nada. Al día siguiente, en el desayuno, me preguntó cómo eran esos sueños eróticos que había tenido con ella; y le describí lo que había tenido con Carla como si hubiera sido con ella. Escuchó atentamente como si no le afectara y al término del relato sólo dijo ¿eso es todo lo que se te ocurre hacer con tu madre? Pero sus palabras sonaban a que tenía poca imaginación. Más tarde salí, había quedado con unos amigos y regresé a casa tras la hora de la cena, saludé a mi madre y dije que me tomaría un baño y me iría a dormir. Justo cuando apagué las luces la puerta se abrió y entró mi madre desnuda, diciendo: a ver si eres capaz de hacerme todo eso que me dijiste esta mañana. Y así pasamos buena parte de la noche. Fue increíble, al día siguiente, en mi trabajo, no podía dejar de pensar en el fin de semana con Carla y mi madre; había tendido sexo buenísimo con las dos y ninguna sabía de la otra, increíble, una pasada.
Evidentemente mi madre y yo compartíamos bien su habitación o la mía. A las dos semanas Carla anunció que se quedaría a pasar la noche como ya era costumbre. Mi madre cambió sus sábanas para que no hubiera ningún rastro mío. Al mediodía siguiente Carla, tras al almuerzo, me pidió que le volviera a llevar, que su coche estaba en reparación de nuevo. Al salir me dijo que era una excusa para que nos fuéramos a su casa, que ella tenía el coche unas manzanas abajo, la llevé a su coche y en su casa volvimos a pasarlo increíblemente.
Pasaron los meses y esa rutina maravillosa se prolongó, hasta un sábado que tras que Carla se levantara al medio día se fuera se compra con mi madre. Yo salí a jugar un partido de fútbol con los amigos y al regreso mientras me ducha oí que había llegado y que Carla se iba a quedar a cenar y a dormir. Tras la cena estuvimos en el salón en una tertulia agradable hasta que decidieron ir a dormir, y en ese momento le dije que la noche era fría y que si había sitio para uno más en la cama, ambas se miraron como buscando una asentimiento mutuo, hasta que mi madre dijo: bueno, mi cama es extra grande y no estaremos muy apretados. Me avisaron cuando se habían cambiado y entré con la luz apagada y me metí entre las dos. Al poco estábamos durmiendo, yo al menos dormí pronto, pero calculo que no habría pasado ni una hora, Carla me la estaba tocando por debajo del pijama. En la penumbra de la noche observé una sonrisa cómplice y juguetona, así estuvo unos minutos hasta que mi madre se volteó y quedó hacia mi lado, Carla retiró su mano y se hizo la dormida. Estaba quedándome dormido cuando noto que me la vuelve a tocar, pero esta vez era mi madre. Ahí sí que me quedé muy parado, sabía que Carla podría estar aún despierta y que podría notarlo. En efecto, Carla entonces alargo su mano acarició la mejilla de mi madre con ternura, mientras mi madre sorprendida retiraba su mano de mi miembro, pero Carla bajo su mano hasta encontrar la de mi madre y la bajo junto a la suya hasta mi miembro. Dos manos masajeaban y jugaban con mi pene. Estaba alucinando. La complicidad fue total, entre ellas no hubo más que besos dulces y algunas caricias, nada lésbico, pero sí muy entrañable. Nos conseguimos dormir al amanecer, cuando despertamos estábamos sin ropa, nos abramos, besamos y acariciamos. Nos levantamos, desayunamos y pasamos el resto del día en el dormitorio.
La rutina sigue, duermo con mi madre, uno o dos días a la tarde con Carla lo pasamos genial y muchos fines de semanas lo pasamos los tres. No es nada de sexo por sexo, hay mucha complicidad, pasión y afecto real. No sé cuánto durará esto, pero mientras dure, lo voy a gozar.

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