El camisón de dormir y el repartidor de agua mineral

Autor: Paola | 05-Aug

Heterosexuales
¿A quién se le ocurre abrirle la puerta al repartidor de agua mineral, vestida con un escueto camisón de dormir negro?
Hola soy Paola y les cuento otra de las cosas que me sucedio.

La prisa por que no pasara de largo el camión por la mañana temprano y me quedara sin agua mineral todo el fin de semana me han llevado a ello. La prenda me cubre justo mis intimidades: tus firmes tetas a pesar de estar amamantando, tu entrepierna y los macizos glúteos. Ahí termina la tela negra, coincidiendo con el final del culito, un par de centímetros más abajo.

La presencia del hombre en tu casa debe durar poco, lo que tarde él en llevarte el bidon de agua hasta la cocina y el tiempo que tú emplees en pagarle. Será un minuto, dos tal vez. No verá nada comprometedor, si no sucede algo raro, simplemente a una hembra ligera de ropa.

Cuando le abro la puerta, se queda asombrado por lo que tiene delante. Me recorre en un segundo con su mirada, como si quisiera devorarme por completo. Se fija en mis tetas de madre desnudas bajo el camisón, en mis muslos, luego me mira directamente a los ojos aún con la boca abierta. En mi se mezcla una doble sensación de halago (¿quién no se siente bien al provocar esa reacción en un hombre extraño?) y de "malestar" por la situación. Le digo que me siga hasta la cocina. Un par de pasos detrás de mi el hombre se deleita ahora con el majestuoso espectáculo de mi trasero en movimiento, mientras su verga crece de tamaño bajo el pantalón.Con mi caminar el final del camisón se levanta un poco y deja ver el inicio de las nalgas. El repartidor no pierde detalle y ha visto ya esa parte de mis nalguitas al tiempo que siente su miembro cada vez más parado y duro. Ya le indique dónde debe colocar el bidon y él saca el que está vacío y lo reemplaza por el nuevo.

Llega el momento de pagarle. El hombre no deja de contemplarmte cada vez con más descaro. Me pongo un poco nerviosa ante las miradas lascivas del tipo y esto hace que al abrir mi cartera para extraer el dinero varios billetes se me caigan al suelo. Mi reacción instintiva es la de inclinarme con rapidez para recogerlas, sin pensar en que al hacer este brusco movimiento el camisón se me subirá por detrás hasta dejar al descubierto completamente mi cola. Y justo eso es lo que sucede: mientras me inclino para recoger uno de los billetes, todo mi esplendoroso trasero, sin bombachita siquiera, sin una mísera tira de una tanga que se hunda en mi rayita y al menos oculte la última parte del culo desnudo, queda a la vista del hombre. Me doy cuenta de lo que ha ocurrido al sentir el camisón sobre la parte baja de la espalda. Me levanto inmediatamente pero aún quedan más billetes en el suelo.

El hombre no hace nada por recogerlos, sino que espera a que sea yo nuevamente la que tenga que agacharme. Lo vuelvo a hacer, esta vez con más cuidado pero no puedo evitar que otra vez me quede semidesnuda ante los ojos deseosos del tipo. Mis mejillas se enrojecen de la vergüenza y recojo al fin el último billete. Antes de que pueda reincorporarme, noto sobre mis nalgas algo duro, caliente y un poco húmedo a la vez en la parte final. Giras un poco la cabeza y confirmo mis ?sospechas?: el hombre del agua se ha sacado la verga y la tiene pegada a mis nalgas, rozando piel con piel. No quiero ni moverme, estoy paralizada. Y eso es lo malo: al no reaccionar, al no rechazar las intenciones del aguatero, éste se envalentona y comienza a restregarla sobre mi orto y a deslizarla sobre mi rayita del culo. Sigo sin apartarme lo más mínimo, sin reprocharle su actitud, sin gritarle que pare.

¿Qué es lo que me ocurre? ¿Por qué no se lo impido? ¿Por qué dejas que un desconocido maduro me haga eso? Yo lo sé: cuando escuche la llegada del camión del agua, me estaba masturbando, estaba haciéndome unos dedos y esa llegada me interrumpió en plena calentura, cuando se acercaba el momento de la explosión del orgasmo interrumpido.Me puse el camisón de forma apresurada para cubrirme un poco para cuando entrase el individuo. Pero tu conchita estaba empapada y palpitando, quería seguir y que terminara lo que había empezado, al igual que mi culo, al que también había estado metiendole varios de dedos. Pensaba continuar en cuanto se marchara el aguatero, pero ahora acababo de sentir su pija gorda sobre mi culo, ese movimiento, la humedad de la punta, la fricción sobre mi culo...y ardía por dentro, me quemaba el deseo. Ya no harían falta mis dedos: tenía una auténtica pija a mi disposición.

El individuo entiende que con mi falta de reacción le doy permiso para hacer lo que quiera y no tarda en quitarme el camisón hasta dejarme en pelotas ante su mirada. Yo sin embargo, mantengo como puedo la postura, inclinada, con el culo paradito ofreciendoselo. Se lo estás regalando, es una tentación para el maduro. Pone las manos sobre mis nalgas, me las separa y de un golpe seco me clava toda la tranca hasta el fondo. Lanzo un grito de dolor y de placer al mismo tiempo y comienzo a notar el continuo e incesante bombeo de aquella poronga venosa y gruesa. Me está partiendo el culo con una maestría y experiencia increible. El tipo empuja cada vez más fuerte, más rápido y acompaña sus embestidas con cachetadas sobre mis blancas nalgas que pronto comienzan a enrojecer ante esas palmadas sin piedad. Tu concha me quema, arde, y los flujos me chorrean por la cara interna de los muslos, piernas abajo. El ritmo de penetración es ya frenético y estoya punto de llegar al orgasmo. Al hombre tampoco le queda mucho para acabarme. Un empujón más con las caderas, otro más fuerte. Noto como su pija me llega hasta lo más profundo, y estallo de placer por fin de manera descontrolada. En pleno éxtasis siento cómo la leche hirviendo del veterano fluye a chorros desde su cabeza hasta mis entrañas dejándome bien llena de leche deliciosamente calentita.

El hombre no retira su verga hasta derramar dentro mio la última gota. Luego me saca el choto de golpe, toma mi camisón del suelo, se limpia con él los últimos restos de leche sobre la punta de su miembro y vuelve a arrojar la prenda al suelo, antes de meter su verga dentro del pantalón y marcharse de casa, dejándome desnuda y con el culo bien cogido con un blanco y espeso semen.

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