En la ducha relatos hot

Autor: Diago | 14-Aug

Gays

Esa primera noche se quedó profundamente grabada en mi mente. Los momentos eróticos que pasé con mi primo de doce años me habían dejado marcado para toda la vida.

Yo creo que él también quedó marcado por esa experiencia, la cual nos quedamos con ganas de repetir.

A mis trece años y medio descubrí los placeres de la carne, o más bien de sentir un buen trozo de carne en las manos, pero quería explorar más.

Desde ese día, mi pene estaba casi todo el día en erección recordando aquellos momentos tan exitantates. Ya fuera en el salón de clase o durante las noches, deseaba el momento de repetir la experiencia con mi primo.

A pesar de que nos veíamos seguido, no siempre podíamos buscar nuestro momento de privacidad ya que era nuestro secreto y no queríamos que nadie se enterara.

Años más tarde descubrí que estos juegos sexuales entre los chicos son normales y muy comunes, por lo que no necesariamente significa que eres gay solo porque te masturbó un hombre, pero a esa temprana edad, ese juego ambos lo consideramos de maricas, así que lo guardábamos en silencio y ni siquiera lo hablábamos entre nosotros.

Todo era una relación normal, pero cuando estábamos solos, no perdíamos el tiempo. Un día jugando a las escondidas aproximadamente tres meses después, me escondí junto con mi primo en el baño de mi casa.

Teníamos apagadas las luces para que no nos encontraran, así que como estábamos juntos, finalmente se atrevió a preguntarme:

-¿Te gusta estar aquí?

-Si -le respondí con la respiración agitada, pero disimulando calma.

-¿Y a ti te gusta estar aquí? -le repetî la misma pregunta que él me hizo.

-Si -me dijo también en voz baja y agregó-. No le vayas a decir a nadie...

-No -le contesté tajantemente y también le advertí-, y tú tampoco digas nada.

Estabamos los dos muy cerca y con ganas de hacer algo, así que mi primo, un poco más precoz, decidió tomar la iniciativa y puso sus manos en mi entrepierna y sintió que estaba yo realmente exitado con una erección descomunal.

Yo puse mis nalgas junto a sus genitales y también lo sentí en erección, y con esa señal, él metió sus manos dentro de mi pantalón de mezclilla para sentirme nuevamente.

-¿Te gusta? -volvió a preguntarme.

-Si -le respondí.

Entonces con cuidado bajó el cierre y por esa abertura liberó a mi pene para tomarlo y masturbarlo con gentileza.

Mi primo lo sabía hacer muy bien y continuaba preguntandome si me gustaba, a lo que yo respondía que sí.

Así siguió dándome placer, hasta que se escucharon pasos fuera del baño y rápidamente me soltó y como pude metí mi gran miembro al pantalón.

Nos habían descubierto, pero no vió mi hermano lo que hacíamos pues estaba muy oscuro.

-Un, dos, tres por ustedes -dijo y perdimos aunque no nos importó, la habíamos pasado muy bien.

Esa noche ellos durmiern en nuestra casa pero no pudimos dormir ni bañarnos juntos, así que continuamos guardando más ganas de fornicar.

Otras veces cuando venía después de la escuela y por minutos quedábamos solos, nos besábamos juntando nuestros labios y nuestros cuerpos, pero no duraba mucho.

Si hubiéramos sido más inteligentes, habríamos podido encontrar el momento ideal para seguir experimentando, pero nuestros prejuicios nos impedían avanzar en la búsqueda de un mayor placer.

Aprovechábamos para tocarnos y acariciar nuestras partes, pero nunca como la primera vez.

Eso me frustraba un poco ya que casi todas las noches me masturbaba solo pensando en mi primo y cómo él me lo hacía a mí.

Así pasó el tiempo hasta que dos años después, cuando tenía quince, nuevamente fuimos a dormir a su casa.

Desde una semana antes planee como repetir aquella primera experiencia, pero como nuevamente seríamos muchos ya que de nueva cuenta íbamos nosotros cuatro, tenía que ser muy precavido.

Nuevamente jugamos futbol en el parque, vimos tele y jugamos cartas, y al momento de irnos a dormir, decidí darme un baño.

Mi primo seguramente también había trazado su propio plan, así que dijo que también se quería bañar. Afortunadamente mis demás hermanos también se querían bañar, así que nos sugirieron que nos bañáramos juntos.

Por supuesto que aceptamos, así que saqué mi pillama y me metí al baño. Él llegó casi inmediatamente después y tuvo la precaució de poner seguro a la puerta para que no nos descubrieran.

Yo ya tenía una erección que era tapada por mi pantalón de mezclilla, así que decidí despojarme de la pena y me quité la playera frente a él.

Me observó con una mirada un poco lujuriosa, así que me desabroché las agujetas para quitarme los tenis y después me bajé los pantalones para quedar desnudo frente a mi primo.

Le mostré mi erección para invitarle a tomar un baño conmigo, así que él rápidamente se desvistió y pude ver como su pene se paraba de una forma extraordinaria. El muchachito que era antes había cambiado, ahora tenía más vello y el grosor de su pene era mucho mayor.

También yo era más grande, y eso nos exitó más a los dos, así que entramos al agua y rápidamente yo tomé la iniciativa esta vez y comencé a masturbar ese gran pene en forma de plátano con mis dos manos.

Él también tomó el mío con sus dos manos y comenzamos a masturbarnos mientras nos caía el agua de la regadera.

-No le vayas a decir a nadie -volvió a advertirme.

-Como cres que voy a decir algo -le contesté-. Pero tu tampoco digas nada.

Tengo que aceptar que su pene era más grande que el mío, seguramente por dos centímetros, así que si yo medía dieciséis, él debía estar en dieciocho, y con todo ese aparato tuve para divertirme.

Los dos gozábamos, así que él me pasó el shampoo y comencé a tallarme la cabeza, mientras él no soltaba mi pene y continuaba con su juego.

La sensación en todo el cuerpo era electrificante y se incrementaba cuando yo tocaba su grandioso pene y proseguía con el manoseo y con la masturbación.

Reslmente quería besarlo, tanto en la boca como en su miembro, quería metermelo completo a la boca, quería que él hiciera lo mismo conmigo, quería probar el 69 y ¿por qué no? Quería ser pemetrado y que yo también tuviera la oportunidad de penetrarlo en su virginal orificio, así como el mío que estaba cerrado. Deseaba alcanzar el orgasmo junto con él y bañarnos en esperma, deseaba probarlo y yo creo que él también.

Era delicioso sentirlo, sus nalgas y sus pechos suaves, lampiños. Los dos todavía éramos lampiños en muchas partes de nuestros cuerpos, se puede decir que solo teníamos cabello en nuestras cabezas y en nuestro púbis, algunos vellos insipientes en las piernas... En fin, a esa edad eramos hermosos y lo sabíamos.

Desgraciadamente, mi primo ya estaba demasiado caliente, pues no paraba de masturbarme y sus caderas se movían en dirección a mis nalgas y la punta de su pene buscaba mi esfínter. Con mis manos lo controlaba, pero tocó mi cintura y presionó contra mis nalgas.

Parecía ser que yo involuntariamente lo guiaba a mi ano dirigiendo su pene a mi entrada, que aunque era algo que deseaba, no era todavía momento de hacerlo.

El agua resbalaba y el shampoo se escurrían por nuestros juveniles cuerpos y finalmente mi primo logró llegar a mi ano y sin pensarlo, retiré mis manos. Él estaba listo para entrar y penetrarme con su tremendo aparato, pero la inexperiencia hizo que se arruinara aquel mágico momento.

Con fuerza y con un movimiento involuntario - no lo culpo pues estábamos posesionados por todas las hormonas que nuestras glándulas podían producir - introdujo rápidamente su pene erecto en mi ano haciendo que se me cortara la respiración y gritara aunque conteniéndome.

-¡Me dolió! -le dije retirando mis nalgas.

No se cuanto me habrá introducido, no se si él sintió rico, no se que fue lo que realmente ocurrió, pero me desprendí de él y salí de la regadera sintiendo un intenso dolor en el ano que casi me sacaba las lágrimas.

Tenía ganas de gritar, de sobarme, de sentarme o de pararme. Me sentí violado por mi propio primo y eso me asustó. Me envolví con una toalla y rápidamente me sequé mientras mi pene regresaba a la normalidad.

Tomé mi pillama y salí del baño todavía chorreando de agua para dirigirme a la recámara para vestirme.

Afortunadamente no tenía sangre y no levantaría sospechas, pero algo que pudo ser hermoso no lo fue.

Mi primo se quedó solo y yo creo que se tuvo que hacer una paja para bajarse la calentura porque tardó en salir del baño.

Como siempre, no mencionamos el asunto y nuestra relación se hizo más distante, aunque cuando nos veíamos y llegábamos a estar solos, iniciabamos nuestros juegos en silencio.

Habré tenido dieciseis años cuando decidí ya no volver a jugar a esas cosas. No es que no me gustara, pero comenzaba a darme asco estar con un hombre, pues como ya estábamos creciendo, el pelo nos brotaba por todos lados y nuestra hermosura de la adolescencia se estaba perdiendo para siempre.

Fue triste dejarlo, así que tuve que conformarme con mi mano y prescindir de la ayuda de otro para darme placer.

Aún hoy en día, quince años después, recuerdo casi todos los días esas experiencias homosexuales de la adolescencia y a veces desearía sentir nuevamente eso que sentí al lado de mi primo, pero sigo pensando que hacerlo ahora sería solo para un gay, y como no lo soy, no lo hago.

Nadie nunca lo supo y de este primo ya no lo volví a ver. Me quedó un cierto resentimiento hacia él por lo que hizo, pero prefiero recordar lo que fue, aunque a veces me tortura el saber lo que hubiera pasado si hubiéramos tenido más información.

Seguramente habríamos durado una hora en el baño mientras explorábamos todas nuestras partes más escondidas y ahora no estaría solo y sin novia, sino acompañado por un hombre y viviendo con él para poder gozar todas las noches de los placeres de la carne.

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