Asi fue mi primera vez
Estoy hablando de una historia que sucedió en 1980, cuando un servidor de ustedes tenia 18 años, era un joven alto, fuerte y sin haber tocado nunca a una mujer, solo había hecho pajas en mi vida, nunca había visto a una mujer desnuda y menos la había tocado, era un inexperto, un novato, pero tuve una buena maestra, a la que le estoy agradecido, me encamino y me enseño lo que es la vida sexual de un hombre.
En el verano de 1980, tenia en aquel entonces la edad de 18 años, 188 centímetros de estatura, 90 kilos de peso y 19 centímetros de pene. Después de haber estado todo el año estudiando en Vigo, fui de vacaciones a casa de mis abuelos en una aldea llamada Quireza, en el concello de Cerdedo, todo un verano con ellos y tenia que ayudarles a trabajar, realizaba algunas labores agrícolas, una de ellas cuidar y vigilar las vacas, las 22 vacas que tenían mis abuelos. Una tarde de julio, sobre las seis de la tarde estando en una finca llamada a Granxa, oí unas voces femeninas, me acerque con sigilo y vi a las tres hijas de mi vecino, unas chicas jóvenes de mi edad mas o menos, que estaban en un campo lindante preparando la hierba segada para ser trasladada a su casa, como hacia calor y por allí no pasaba nadie, y ellas no pensaban que yo estaría por allí, se quitaron la ropa, y quedaron en pleno verano en braga y sujetador, yo escondido detrás de un muro de piedra las estuve viendo, observando a menos de 5 metros, al ver aquel espectáculo, pues las chicas estaban muy buenas, tenia conmigo un empalme muy grande, tenia el pene tan duro, que parecía que me iba a romper el pantalón, pero yo tenia aquellas chicas prohibidas, su padre era un guardia civil, y mis abuelos me hubiesen matado a golpes si yo hubiese tocado a una de ellas.
Mi madre una mujer, muy joven, tenia en la aldea un taller de costura, con dos o tres chicas que estaban aprendiendo con ella el arte de cortar y coser, todos los días a las 8 de la tarde tomaba el autobús de línea regular para regresar a Pontevedra y estar con mi padre, su marido, que trabajaba de guardia municipal en el concello de Pontevedra, y todos los días a las 10 de la mañana estaba en la aldea. En el cuarto de costura, en donde ella trabajaba, yo tenia varios agujeros hechos tanto en el piso como el las paredes de madera, para observar a las mujeres cuando iban a probar la ropa que mi madre le hacia, yo conocía casi toda la ropa interior de estas mujeres, pues iban con sus mejores prendas a probar la ropa que la costurera les estaba confeccionando, conocía sus bragas, sujetadores y combinaciones, y los miles de pajas que yo había hecho, mirando por medio de aquellos agujeritos, como estas mujeres se probaban los vestidos que mi madre les hacia. En algunas ocasiones había ido a los tendales de ropa a secar y robaba alguna combinación o braga de aquellas mujeres, me escondía en el monte, envolvía mi pene con aquella ropa de naylon o seda y me hacia unas soberanas pajas, después las devolvía, nunca me sorprendieron.
Volviendo a lo anterior, viendo aquellas chicas de aquella forma, no pude resistir mas y salí de aquel lugar sigilosamente, fui al otro extremo de la finca, me senté a la sobra de un buen carballo, y sin mas comencé a hacerme una paja, no podía mas, no podía quitarme de la cabeza aquellas chicas en braguitas y sujetadores, así que comencé a cascarme una buena paja, cuando estaba en lo mejor, imaginando que estaba con las tres en un sitio especial, sentí una voz de una señora que se llama Carolina, que se reía y que me decía: “Pero que haces, ten cuidado que eso produce tuberculosis”, esta mujer, Carolina se reía mucho, era una mujer de unos 40 años, su marido estaba en Alemania, solo venia a casa en el mes de diciembre, mas o menos era de la edad de mi madre y mucho más delgada. Me cayo el mundo a los pies, esta mujer lo iba a contar a todo el pueblo y me iba a convertir en la risa de todos, todo el pueblo se iba a reír de mi cuando pasara por delante de ellos, de verdad que esta era una situación muy angustiosa y seguro que mis abuelos me daban una buena paliza y se lo comentaban a mis padres, esto aun era peor.
Salí al camino, y como un mendigo me arrodille delante de carolina, le suplique que no dijera a nadie lo que había visto, que le trabajaría gratis algunos días si me prometía guardar silencio, bien ella me lo prometió pero me hizo jurar a mi también que yo debía de guardar silencio, pasamos a dentro de la finca y buscamos un buen escondite entre la maleza, ella se quito su vestido, y quedo con una combinación de color blanco, corta y escotada, se quito sus bragas y su sujetador, se tumbo en el suelo a mi lado, enrollo sus bragas en mi pene y comenzó a hacerme una `paja, creo recordar que en tres o cuatro movimientos mi pene lanzo un chorro de leche, que quedo atrapado en sus bragas, mi pene se estremeció cuando unas manos de mujer los acariciaron y lo pajearon por primera vez, algo se puso en mi garganta, algo fuerte y muy agradable, algo que nunca había sentido antes.
Abrió sus piernas, dejando su coñito al descubierto, era el primer coño que veía, me fue indicando lo que tenia que hacer, primero lamer sus pechos, lamí sus pechos, los mordí, los chupe y los mame, como ella me decía, seguía sus instrucciones, lamer, morder chupar, aquellas tetas medianas, blancas y de pezones sonrosados, así un buen rato, después me mando colocar mi boca en su coñito y con mi lengua comenzar a recorrer todos sus rincones, lo hacia, obedecía ciegamente, las ordenes de aquella señora, cada vez que chupaba o lamía su clítoris, ella se estremecía, se movía y se agitaba, mi cara estaba enterrada entre sus piernas, mis labios besaban sus labios y mi lengua recorría todos los recovecos, no pudo precisar el tiempo que duro aquello, el tiempo que mi boca no salió de su coñito, no lo se solo se que ella empezó a temblar y a moverse, como si convulsionara, y después de unos gemidos me pidió que me quedase quieto. Me senté en el hierba del campo, ella estaba con una corta combinación de puntillas blanca de seda, sin nada debajo, con los ojos cerrados y yo volvía a estar empalmado como un caballo, Carolina después de un buen rato quieta abrió los ojos y me dijo; “Espero que algo aprendieras, pues no lo hiciste mal de todo”, pero viendo mi empalme, le dio pena, según me dijo como yo estaba, en aquellos momentos, se coloco encima de mi persona y con su propia mano tomando mi pene, lo coloco a la entrada de su vagina, y con dos movimientos de sus caderas, mis 19 centímetros la penetraron totalmente, solo me pidió que cuanto estuviera a punto de correrme lo avisara para salir del paso, comenzó a moverse muy lentamente pero profundamente, con mucha suavidad y con movimientos muy acompasados, en pocos minutos comencé a gritas, ellas se quito de encima y con la mano me termino, y chorro de leche salió disparado al espacio, que se perdió.
Estuvimos un rato tirados en la hierba, se vistió y me dijo, “Ahora tu y yo tenemos un secreto que guardar, pero todavía tienes mucho que aprender, si me juras que nunca hablaras, que nunca dirás nada a nadie, puedes venir por la noche a mi casa, entras por detrás y no hagas ruido, te esperare y podemos seguir enseñándote, pero ojo con lo que dices.
Aquel día llegue temprano a casa de mis abuelos, realice todos los trabajos, me duche, me cambie de ropa, cenábamos todos los días a las 10 de la noche y lo mas tardar a las 10 y media, mis abuelos ya estaban en cama, espero a poder oír los ronquidos de los dos, después de 10 minutos de oír sus ronquidos, salí furtivamente por la puerta, cruce varias fincas y salte dos muros, en total oscuridad, llegue a casa de Carolina, entre por una ventana, y llegue hasta su habitación. Su marido y su hijo trabajaban todo el año en Alemania, su hija Maruja trabajaba en Pontevedra y ella tenia que cuidar a sus suegros, dos personas mayores que vivían en el piso de abajo, en el bajo de la casa, ella estaba con una especie de camisón, hasta la rodilla viendo la televisión, yo muy educado la salude con un beso en sus labios, mis manos recorrieron sus pechos y arrodillándome delante de ella, subí su camisón, levante sus dos piernas, colocándolas de forma que su coñito quedara bien abierto, y de nuevo repetí la lección que me había enseñado, una buena comida de chocho, esta vez lamí su chochito, lo recorrí con mi pobre lengua hasta que estremeciendo se vino abajo con un soberano orgasmo por una buena lamida de chocho.
Después de un buen rato, nos metimos en la cama, completamente desnudos, y aquí comenzó mi segunda lección, me coloco un preservativo, con su manos, al tiempo que me daba unos toques de paja, tuve que lamer sus pechos, lamer su culo, chupar los dedos de sus pies, al tiempo que ella me acariciaba mi pene, con sus manos suaves, después me coloque encima de ella y la penetre muy despacio, con lentitud, con suavidad pero con energía, poco a poco en pocos movimientos mi pene se fue acoplando aquel chocho hasta llegar al final de mi miembro, aquí ella empezó a ensañarme como tenia que hacer, me mordía y lamía las orejas, me acariciaba en culo y la espalda con sus dedos, me decía mas rápido y ahora mas lento, mas despacio, mas profundo, menos, mas, así, ahora rápido, ahora despacio, sentía un calor y una humedad en su vagina, que me volvía loco, un placer que si por mi fuera la inundaría de leche, mas despacio, mas rápido, sigue, sigue, sigue, su voz suave y sensual me estaban volviendo loco, con su coñito apretaba mi pene en su interior, lo soltaba, lo volvía a apretar y a soltar, en un momento me hizo cambiar de posición, me llevo al estado de correrme tres veces, ahora ella encima de mi controlaba todo, ella, Carolina era la Jefa, la que mandaba, yo no era mas que su esclavo, obedecía ciegamente, así ella me fue dirigiendo hasta que un orgasmo la inundo de placer y cuando me dijo que ella resuelto, me relaje y solté una enorme cantidad de leche en su interior, inunde su vagina de leche, caliente y blanca, toda ella atrapada por el fino condón de látex.
Dormimos toda la noche, regrese a mi casa al romper el día, pero todas las noches aquel verano fui a dormir a su casa, todas las noches hicimos el amor, siempre por delante, por mas que lo intente nunca me dejo hacer el amor por detrás, ella fue mi profesara particular de sexo, no fue un trabajo perdido, pues cuando yo tenia 25 años me case con su hija Maruja, y por mas que lo intente nunca mas me dejo hacer el amor con ella, eso si algunos sobes y algunos roces se han producido, pero de lo otro nunca mas..
Siempre guardo de ella un buen recuerdo, ella fue mi profesora sexual, mi primera experiencia, mi guía y mi amante, durante un verano, aun hoy en día con 62 o 63 años, todavía si pudiera os prometo que la mandaría un viajecito.
Valle del Lerez
Pontevedra
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