La fiesta familiar

Autor: Anónimo | 17-Feb

Intercambios
Mi nombre es Alberto, tengo 38 años y mi esposa se llama Mirna y tiene 32. La historia que les voy a contar ocurrió en una fiesta familiar. La fiesta empezó temprano, así que la mayoría de los invitados se empezaron a retirar alrededor de las 4 de la tarde. Para eso de las nueve de la noche, ya solo quedábamos nosotros y una pareja amiga, Guadalupe y Raúl, ambos afines con nosotros. Siguió la conversación por diversos caminos hasta que ésta empezó a tomar el camino del sexo. Empezamos a hacer comentarios cada vez mas abiertos sobre nuestros gustos y opiniones sobre diversos temas y así la conversación empezó a caldearse. Me di cuenta que mi esposa se estaba calentando, ya que se le empezaron a notar los pezones en la blusa. Hacia algún tiempo habíamos fantaseado con realizar un intercambio con alguna pareja amiga, pero no nos animábamos al tratar de hacerlo realidad. Aprovechando una ida a la cocina a servir mas botanas, yo le pregunte que le estaba pareciendo la conversación, a lo que ella me contestó que no había podido evitar el calentarse. Yo me había dado cuenta que nosotros tampoco le éramos indiferentes a nuestros amigos, así que decidí proponerle a Mirna si le gustaría tener nuestro primer intercambio con ellos. Ella me contestó fascinada que si, pero que como le haríamos. Yo le dije “tu déjame y sígueme la corriente, pero sobre todo, confía en mí”. Ella aceptó y regresamos a seguir nuestra conversación como si nada. Fui empezando a orientar la conversación hacia el tema del intercambio y la opinión que teníamos de ello:

- Y ustedes ¿qué opinan de las parejas swinger?.

- Pues mira - me dijo Raúl - yo pienso que no hay cosa más buena y más sana que cada quien haga lo que se le de la gana.

- Así es - intervino Lupita - Además, si una pareja explora y disfruta de esa manera su sexualidad, sin dañar a nadie ¿Qué tiene de malo?.

- Eso lo dices porque es una actitud hipotética - le contesté - pero ¿pensarías lo mismo si Raúl estuviese en ese caso? ¿O tu?.

- Pues si yo estuviera presente y viera que Raúl que le interesara que disfrutáramos, estoy segura que no tendríamos mayor problema - dijo Lupita.

- Ni yo tampoco - remató Raúl.

- No les creo nadita - les contesté - y me gustaría probárselos.

- ¿A, sí? ¿Y como planeas hacerlo? - dijo Raúl.

- Pues así - le contesté.

Mirna y yo estábamos sentados frente a ellos y ella llevaba una falda que le llegaba a media pierna (que debo comentar que tiene unas piernas muy bellas) y que al sentarse se la alzaba bastante, aunque no como para ver nada, así que en ese momento me volteé y, sin previo aviso, la tome con mis manos de las rodillas y le separé las piernas, de manera que quedaron expuestas tanto sus piernas deliciosas como la tanga que llevaba ese día.

- ¡¡¡Beto!!! - exclamó ella por la sorpresa.

- ¿Qué haces? - dijo Raúl con expresión de asombro, pero sin apartar la vista hacia Mirna.

- ¿Estas loco? - preguntó Lupita.

- Vamos, Raúl, no te hagas el loco - contesté. Yo sé que te gusta mucho Mirna y que desde hace tiempo te morías por estar en una situación así. Ahora dime, ¿Qué te parecen las piernas de Mirna?.

Sobrepuesto de la sorpresa inicial, Raúl me sonrió con sorna y empezó a mirar con descaro las piernas de mi esposa. Después de un momento exclamó:

- Con todo respeto, Mirna, la verdad es que tienes unas piernas maravillosas y tu pantaleta esta coquetísima. Luego dijo, mirándome, Tienes razón, Beto, la verdad es que me gusta tu esposa desde hace mucho tiempo, pero jamás me imagine que algún día esto estuviera sucediendo.

- Hacia tiempo que lo sospechaba - le contesté - y la verdad es que teníamos ganas de hacer esto y conocer su reacción. Por lo que veo, a ti te gustaría, pero resulta que somos cuatro y necesitamos estar de acuerdo todos, o mejor no hacemos nada y seguimos con nuestra amistad como de costumbre. Después me voltee hacia Lupita y le pregunte ¿y bien, Lupita? ¿Cuál es tu opinión al respecto?.

Al principio ella me vio con ojos de sorprendida, como quien ve las cosas y no quiere aceptar que es real. Después miró a Raúl y, tomándole una mano, nos dijo:

- La verdad es que nosotros también fantaseábamos con esto, pero jamás se nos ocurrió realizarlo. Por mi parte, Beto, hace mucho que me pregunto como serás en la cama y, dado que vamos a estar los cuatro presentes, pienso que es una forma mas de amistad.

Ya para entonces vi que Raúl empezaba a tocarse la verga por encima del pantalón. Entonces decidí que era hora de dar el siguiente paso y le dije:

- Pero Raúl, ¿qué haces sentado ahí?, ¿Por qué no vienes al lado de mi esposa y me ayudas a acariciarla?.

El se paró de donde estaba y se sentó al lado de Mirna, pero todavía no se animaba a nada, así que tomé la mano de Raúl, la puse en la pierna de Mirna y le dije:

- Vamos, vamos, ¿a poco no tenias ganas de acariciarle las piernas a mi esposa?. Sin miedo, que como yo estoy aquí pues te doy permiso.

Y mientras Raúl tenia su mano en la pierna de Mirna, yo puse mi mano en la otra y empecé a acariciársela, como para darle confianza a mi amigo. Al ver que no había problema, Raúl también empezó a acariciarle las piernas. Al tomar mayor confianza, ocasionalmente le pasaba la punta de los dedos sobre su tanga. Yo me daba cuenta porque Mirna se estremecía cada vez que sucedía. Mirna cerró los ojos y empezó a gozar aquellas caricias, mientras Lupita, sentada frente a nosotros, contemplaba hipnotizada aquella erótica escena. Mirna empezó a gemir por el placer de las caricias cuando le dije a Raúl:

- ¿Sabes?, Mirna tiene una fantasía erótica que tu podrías ayudarme a realizar.

- ¿De que se trata? - me contestó sin dejar de mirar a mi Esposa.

- Pues es muy sencillo. Resulta que Mirna tiene unos pechos muy sensibles, a los que les gusta que se les bese y se les mame con ternura, pero estando solos, solo podía ocuparme de uno y ella quiere sentir que se los mamen los dos al mismo tiempo. ¿Podrías ayudarme al respecto?.

- Con todo gusto - respondió.

Entonces entre los dos empezamos a desabotonar la blusa y acariciarle los pechos por encima del brassiere. Mirna estaba para ese entonces excitadísima y de pronto pude sentir una mano que empezaba a acariciar mi verga por encima del pantalón. Mire las manos de mi esposa y pude darme cuenta que era ella quien me acariciaba con la mano izquierda, mientras que con la derecha hacia lo mismo con el bulto de Raúl. Sin saber exactamente en que momento, sacamos los senos de Mirna al aire y empezamos a besárselos y lamérselos con delicadeza.

- ¡Mmmmm! – dijo Mirna- En verdad es tan rico como siempre me había imaginado. ¡Tienes una lengua deliciosa, Raúl! ¡Lupita también debe gozar con tus caricias!.

Mientras seguíamos así, mire hacia la panochita de Mirna y me di cuenta que Raúl no solamente le daba placer con una mamada deliciosa, sino que, haciendo a un lado la pantaleta de Mirna, había metido su mano y le estaba metiendo un dedo, a lo que Mirna respondía con una creciente excitación.

- ¿Sabes, mi amor? - le dije a Mirna - Creo que la verga de Raúl está muy incomoda ahí apretada. ¿Por qué no se la sacas para que se la puedas acariciar mejor?.

No tuve que decírselo dos veces, ya que en ese momento tomo la cabeza de Raúl y ambos se fundieron en beso calentísimo, a la vez que sus dos manos se dirigían hacia el cierre del pantalón de Raúl y, en un abrir y cerrar de ojos, le sacó la verga, con la que empezó a juguetear. Yo estaba hipnotizado viendo como mi amigo y mi esposa se fundían en un beso erótico, contemplando como sus lenguas se entrelazaban con pasión y observando como Mirna empezaba a sobar la verga de mi amigo, cuando de repente siento yo a mi vez una mano que empieza a bajar mi cierre. La verdad es que me había olvidado por completo de Lupita, quien, seguramente, también se había calentado al contemplar a los amigos gozándose enfrente de nosotros.

- ¿Me permites, Betito? - me dijo.

- Adelante, Lupita, sírvete con confianza.

- En verdad que ver a mi Esposo con tu Mujer me ha puesto muy caliente. Jamás pensé que podría ponerme así de excitada.

- ¿Te gusta?.

- ¡Claro! - contestó mientras empezaba a sobar mi miembro - pero ahorita que acaben ellos, yo también quiero que los dos me mamen las tetas al mismo tiempo.

En ese momento voltee a verlos y vi que Raúl se había acostado en el sillón y Mirna estaba a gatas sobre el, haciendo un formidable 69, lo cual me calentó muchísimo.

- Oye, Lupita, se ve que ellos lo están pasando muy bien, ¿Por qué no hacemos tu y yo lo mismo mientras esperas tu turno?.

- ¡Mmmmm!, pensé que jamás me lo pedirías.

Ella se arrodilló delante de mí y empezó a lengüetear la cabeza de mi verga como si estuviera comiéndose un helado, para después metérsela toda en la boca y chuparla con pasión.. Después de un rato de estar así, escuché a Raúl que decía:

- Oye, Lupita, ven para que te mamemos ahora las tetas como querías.

Y así, Lupita se sentó en medio de nosotros, tomando nuestras vergas en sus manos y sobándolas, mientras nosotros le mamábamos las tetas y Mirna se hincaba frente a Raúl para seguírsela chupando.

- ¿Rico, mi vida? - le pregunte a Mirna.

- ¡Mmmm! - dijo con la boca llena de verga - En verdad que tiene un pito delicioso. Esta muy jugoso.

Después de un rato de estar así, nos separamos para desnudarnos totalmente y así poder contemplarnos a gusto. En verdad que Lupita tenía un cuerpo delicioso. Morena, no muy alta, un cuerpo bien formado y una panochita peludita que invitaba a comérsela.

- Oye, Raúl, ellas ya tuvieron su juguete en la boca y lo gozaron a placer, ¿No crees que es hora que nosotros les correspondamos?.

- ¡Claro, Beto! – dijo Raúl- ¡Oye, Mirna! ¿Por qué no te subes al sillón y me pones tu panochita en la boca? ¡Tengo ganas de comerte toda!.

- ¡Claro, mi vida! ¡Con todo gusto!.

- ¡Y tu, Lupita, ven y damela tu también!.

Ellas se subieron al sillón y, parándose frente a nosotros, se agacharon un poquito, de manera que sus panochas quedaron justo en nuestras bocas. Yo empecé a besar y lamer la vulva de Lupita, la cual estaba húmeda y resumando jugos de su excitación. Después de pasarle la lengua por todos lados, me fui directo a su clítoris para chupárselo, mordérselo y besárselo de manera que ella empezó a emitir unos quejidos deliciosos que me hicieron saber que en verdad estaba gozando con mis caricias. Escuchaba también a Mirna como gozaba de las caricias de Raúl y de cuando en cuando, volteaba a ver las caras de placer que ellas tenían y que a mí me excitaban mucho. En una de tantas miradas, puede ver como ellas, seguramente excitadas al máximo, volteaban sus caras para fundirse en un beso erótico y caliente. Sus lenguas se restregaban con pasión mientras se acariciaban mutuamente los pechos para tratar de calmar su calentura. Estuvimos un muy buen rato así hasta que Mirna se bajó del sillón y, agachándose, volvió a tomar la verga de Raúl en su boca y a mamársela con desesperación. Yo, al ver sus hermosas nalgas al aire, no pude contenerme y, dando un último lengüetazo a la panocha de Lupita, me pare, apunte la cabeza de mi verga hacia el hermoso hoyito de Mirna y empecé a metérselo poco a poco, de manera que ella pudiera gozar de mi cogida, mientras Lupita se paró a mi lado y besándome, agarró con una mano mis huevos y empezó a darles un masaje delicioso. Yo sentí delicioso al saber que por un lado, mi amiga me besaba y me agarraba la verga y, por el otro, me estaba cogiendo a Mirna en esa posición, quien ya para entonces gemía y se quejaba de una manera por demás excitante, sin dejar lugar a dudas que le estaba gustando la verguiza que le estábamos dando.

- ¡No seas malo, Beto! - dijo Lupita - ¡Yo también necesito que me consueles! ¡Necesito tener tu verga dentro de mi!.

- ¡Pues ven, mi querida amiga!. Siéntate en el sillón y abre tus piernas para que te pueda meter mi consolador.

Lupita se sentó en el sillón con sus piernas bien abiertas, yo me hinque y, apuntando la cabeza de mi verga hacia su coñito precioso, se la metí de un solo golpe. Lupita suspiró y emitió un quejido largo que me demostró por demás que le gustó sentir mi miembro dentro de ella. Mirna, mientras tanto, se volteó dando la espalda a Raúl y, tomando su verga en su mano, se la acomodó, dejándose caer en ella y recibiendo una profunda penetración. Ni tardo ni perezoso, Raúl empezó a sobarle y a pellizcarle las tetas a Mirna para aumentar mas su placer, mientras que yo por mi lado, seguía cogiendome a Lupita y, aprovechando la posición, también le mamaba las tetas. Ella se movía frenéticamente, de tal manera que al poco tiempo de estar cogiendo, tenía sus nalgas al aire, lo cual me facilitaba enormemente las cosas para meterle la verga hasta adentro, para arrancarle gemidos de placer.

Mientras tanto, Mirna se había volteado de cara a Raúl, quien continuaba sentado y con su verga dentro de mi esposa, quien por otro lado, subía y bajaba de esa verga en forma moderada, imagino para poder gozar plenamente la caricia que recibía. Al ver las nalgas de Mirna como subían y bajaban, voltee a ver a Raúl y le dije:

- ¿Sabes, Raúl?, Mirna y yo siempre hemos tenido la fantasía de coger con otro hombre al mismo tiempo. Tu sabes, tener dos vergas dentro de ella al mismo tiempo.

- ¿Te refieres a una doble penetración? - preguntó incrédulo.

- Si, papito - contestó Mirna - y como tu chile ya está deliciosamente acomodado en mi panochita, ¿por qué no me la metes tu por el culo, mi amor?.

- ¡Guau, Mirna! - intervino Lupita con mi verga aun dentro de ella - ¡Jamás pensé que fueras tan caliente, ni que Beto cogiera tan rico!.

- ¿Me das permiso, mi linda amiga?- pregunté a Lupita.

- ¡Claro, mi amor! ¡Esto es algo que tengo que ver!.

Entonces, dándole a Lupita unos cinco fuertes bombazos que le arrancaron otros tantos gemidos, me incorporé y, apuntando la cabeza de mi miembro hacia el oscuro ano de Mirna, empecé a metérselo poco a poco para no lastimarla. Al principio empecé a bombear lentamente, de manera que su culo se adaptara a mi verga, para después tomar un ritmo más sabroso. Mirna se agacho y se pegó mas a Raúl para recibí mejor aquella caricia, lo cual Raúl aprovechó para mamar las tetas de mi esposa a placer, mientras Mirna gemía y gritaba como loca al cumplir su fantasía.

- ¡Oh, Dios!, ¡Al fin tengo dos buenas vergas dentro de mi!, ¡Que buena cogida me están dando!, ¡Por piedad, no paren!.

Lupita, mientras tanto, se había hincado justo detrás de mi, de manera que podía gozar plenamente el espectáculo de hacer una doble penetración con mi esposa.

- Oye, Lupita - dije después de un rato de estar cogiendo en esa posición - ¿Por qué no le das a mamar tu panochita a tu esposo?.

- ¡Si, mi vida! - contestó Raúl - ven que te quiero comer ese hoyito lindo.

Lupita se paró y, subiéndose al sillón, quedó de frente a Raúl y, agachándose, le dio a mamar su panochita rica. Los deje que gozaran un rato así hasta que, tomando las manos de Raúl y poniéndoselas en las nalgas de Lupita, le dije:

- ¿Me ayudas?.

- ¿Qué quieres que haga? - contestó.

- Ábrele las nalgas a tu esposa y ofréceme su culo delicioso para que yo pueda lamerlo y comerlo como quiera, mientras tu le mamas adelante.

- ¡Ay, si mi vida! - dijo Lupita - ¡Ábremelas y deja que Beto me coma! ¡Caliéntenme para que después, yo ocupe el lugar de Mirna! ¡Yo también quiero sentir dos vergas dentro de mí!.

Entonces Raúl le abrió las nalgas y yo pude contemplar un culito delicioso, al cual, después de darle un beso cariñoso, empecé a lengüetear y mordisquear con pasión. En ése momento, fui conciente de que en la sala de nuestra casa, solo se oían suspiros, quejidos y gemidos a causa del mucho placer que estábamos sintiendo todos. Así estuvimos un muy buen rato hasta que, no pudiendo soportar mas, Mirna se vino estrepitosa y escandalosamente. Momentos después, era Lupita la que ocupaba el lugar de Mirna, atrapada entre nosotros con la verga de Raúl en su panochita y mi verga entre sus nalgas. Ella gemía y se movía frenéticamente al sentirse perforada a la vez en sus deliciosos hoyitos, mientras Mirna, cansada, observaba la escena fascinada.

- ¡Ay, Lupita! - le dije - ¡Ya no puedo contenerme! ¿Dónde quieres mi lechita, amiga?.

- ¡Dentro de mí! – contestó - ¡Quiero que los dos se vengan conmigo dentro de mí! ¡Llénenme de su leche calientita!.

No pudiendo soportar más, entre los gemidos y gritos de placer de Lupita y los míos propios, solté mi descarga de semen en el ano de mi amiga, mientras Raúl daba claras muestras de estarse viniendo en su vagina, para dar termino así a nuestro primer fabuloso e inesperado intercambio.

Después de aquella primera vez, nos hemos seguido viendo con frecuencia y sentimos que de algún modo nuestra amistad se ha hecho mas estrecha y sincera.

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