Mi primera infidelidad relatos porn

Autor: Ximena | 07-Apr

Heterosexuales

Me encontraba en medio del cóctel de inauguración de una exposición cuando mi marido me llamó al celular pidiéndome que fuera al departamento que arrendábamos a un tipo, para mí desconocido, a cobrar la renta atrasada de un par de meses.

El departamento se encontraba en un barrio de baja clase, por lo que me sentí algo incómoda al bajar del auto vestida en forma tan elegante, en franco contraste con el lúgubre ambiente del lugar. En fin, me dije, será sólo un minuto, por lo que me encaminé al edificio y subí las escaleras hasta el segundo piso y recorrí el largo pasillo que daba hacia la calle, haciendo caso omiso de los hombres que, desde abajo, se deleitaban viéndome las piernas bajo el vestido mientras me decían de todo excepto que me hiciera monja... ese trayecto no duró más de un minuto, y debo reconocer que no me molestó en absoluto sentirme en vitrina de esa forma sino todo lo contrario... Al tocar el timbre del departamento, me abrió la puerta un hombre alto, robusto y algo desgreñado, quién me hizo pasar haciéndose a un lado apenas lo suficiente para que yo pudiera pasar rozando levemente nuestros cuerpos haciéndome sentir un extraño coaquilleo que me dejó algo inquieta... y sin embargo, seguí adelante como si nada... Tomé asiento en el sofá mientras él comenzaba a preparar unos tragos sin preguntarme siquiera si yo deseaba algo, pero como quedé con la garganta algo seca por la exitación después del corto trayecto del pasillo, acepté sin mayor preámbulo el vaso que me ofreció.

El hombre se sentó en un sillón inmediatamente enfrente mio y comenzó a decirme que no era común ver a una mujer tan hermosa en esos lugares, que seguramente debí haber provocado un tumulto entre los tipos allá afuera, etc., a lo que yo, sin saber porqué, respondí mintiendo que no le daba importancia, que ya estaba acostumbrada a que los hombres me piropearan y, mirándolo fija y coquetamente mientras sorbía un poco del trago que sostenía entre mis manos, crucé muy despacio mis piernas, dejándolas luego elegantemente estiradas en forma diagonal hacia un lado y con el muslo superior levemente erguido? Enfundadas en suaves medias de seda y tacos altos, sabía que mis piernas eran mi mayor atractivo de mujer y que ningún hombre podía quedar impasible ante ellas... y él no era la excepción, pues noté de inmediato un brillo en sus ojos, brillo que sugería un urgente deseo de poder ver más allá de lo que las faldas de mi vestido le ocultaban? Decidí entonces seguir adelante con este jueguito de seducción, pues hay muy pocas cosas que me den más placer que sentirme observada y deseada por los hombres. Como si fuera lo más casual, descrucé lentamente mis piernas, disfrutando del suave siseo de las medias al frotarse entre si, levantándolas y abriéndolas un poco más de lo necesario como para regalarle más de lo que hasta ahora le había negado, y volví a cruzarlas hacia el otro lado, pero esta vez dejando mis muslos un poco más levantados que antes y la falda algo más recogida claro está, porque ahora apenas lograba cubrir el comienzo de las ligas? Noté que observaba mis piernas con descaro y llegué a sentir en la piel el calor vivo de su mirada lujuriosa, mientras me imaginaba sus manos tocándome las medias, acariciando mis tobillos, mis rodillas y subiendo luego por el borde de mis muslos encendiendo un fuego desconocido que ya ardía en mi interior y que pedía a gritos ser sofocado? por un rato tuve el impulso de volver a hacerlo una y otra vez, pero me contuve? Entonces, y con la excusa de ir a buscar algo más de hielo, me puse de pie y crucé la estancia hacia la mesa, procurando darle a mi caminar ese balanceo de caderas que hacía sacudirse coquetamente mi falda de un lado a otro, pues sabía que él me estaría estudiando detenidamente desde atrás. Como coronación a mi exhibición, al llegar a la mesa me estiré un poco para alcanzar la vasija del hielo al otro lado, agachando mi cuerpo y lanzando al mismo tiempo una pierna hacia atrás con los tacos levantados, como para entregarle una perspectiva mucho más inquietante y provocativa de lo que él habría esperado en ese momento? No me moví de la mesa al sentirlo ponerse de pie y acercarse hacia mí, así como tampoco me moví al sentirlo desde atrás abrazándome por la cintura y su pelvis punteando descaradamente mi trasero y haciéndome vibrar al sentir la enorme protuberancia de su virilidad a través de las telas? y ahí nos quedamos un rato, sintiendo el cuerpo y la exitación del otro, sin hablar, casi sin movernos pero apretándonos fuerte y retorciendo nuestras caderas como en círculos tratando ansiosamente de que su durísima masculinidad pudiera apoyarse contra la hendidura entre mis glúteos mientras yo, presa ya de una pasión que no había sentido nunca antes y que lograba ahogar por dentro toda voluntad para negarme a nada, separaba desvergonzadamente mis piernas y le levantaba un poco mi colita para que su miembro pudiera encontrar su posición y poder sentirlo así más intensamente? y comprendí entonces que ya nada podría detener la consumación del pecado que estaba a punto de cometer, mi cruel adulterio? Sentí su boca besándome el cuello, sentí sus manos acariciandome la curva de mis senos y sentí su boca acercarse a mis oídos para preguntarme a qué hora debía irme a casa para estar con mi marido? y yo, tiritando de miedo y nervios por la monstruosa traición que estaba a punto de cometer, pero absolutamente exitada al mismo tiempo, sólo cerré mis ojos y bajo una sensación de total abandono y entrega, logré mentir, apenas balbuceando, que eso ya no importaba?

Sentí entonces la sonrisa de su triunfo en mi cuello, poderosa, orgullosa y hasta altanera? sentí también que el poder de mi propia calentura, tanto tiempo reprimida, me dominaba completamente y me obligaba a dejar de lado todos mis principios de honor, lealtad y compromiso, para entregarme en cuerpo y alma a la voluntad y al placer de ese desconocido y su magnífica masculinidad? y así lo hice? Me hizo dar vuelta, y antes de terminar ya estaba besándome, inundando mi boca con el calor húmedo de su lengua, lo abracé tiernamente y respondí con fruición a su beso, restregando al mismo tiempo mi pelvis contra su durísima virilidad, lo que me producía muchísimo placer? sentí entonces sus manos tomándome por la cintura para tumbarme sobre la mesa, mientras sentía también cómo me levantaba la falda descubriendo mis encantos y acariciándome finalmente todas mis piernas? y mientras yo separaba mis piernas y me arrimaba a él para poder acomodar su prominencia justo donde más me gustaba, él se agachaba sobre mí, me manoseaba los senos y pellizacaba los pezones que asomaban erguidos por entre las telas, luchando por escapar de su prisión? comenzó también a hablarme en forma soéz, diciéndome entrecortadamente que me pagaría el arriendo haciéndome gozar como nunca antes, que ahora sí sabría lo que era un macho verdadero y no como el imbécil de mi marido, que me iba a enseñar cómo trataba él a una perra fina como yo, etc? y cada palabra suya, en vez de darme miedo, me daban cada vez más ganas de probar y llegar al límite con él? Entonces me llevó en medio de la sala y me ordenó que me desnudara especialmente para él, lo que cumplí exhibiéndome coquetamente y dejando caer suavemente las prendas al suelo cada vez y, por supuesto, dejándome sólo los calzoncitos, las medias y los tacos altos puestos. Me miró complacido, satisfecho, y luego me obligó a ponerme sumisamente frente a él de rodillas y, mirándome de arriba hacia abajo, abrió sus pantalones y sacó su enorme y gruesa verga colocándomela justo frente a mi cara? y yo, presa de una exitación enorme, lo tomé entre mis manos y me lo restregué con placer por la cara, sintiendo su olor, su calor, su energía palpitante, quería comérmelo, quería metérmelo ahí mismo, me volví loca al cubrir su suave cabecita con mis labios y lamer todo su cuerpo hasta sus testículos y terminar engullendo todo lo que podía hasta el fondo de mi garganta? Qué deliciosa sensación poder chupar el miembro viril de un hombre en toda su potencia, tenerlo quemante entre mis manos, lamerlo entero, morderlo, apretarlo, sentir cómo el hombre tirita de pasión y se endurece justo antes de regalar su crema, sentir el sabor pegotoso de su semen en mi boca...

Nunca había experimentado antes tal placer y tal dulzura? Luego de eso me tumbó en el sofá y me comenzó a manosear y mordisquear mis senos mientras al mismo tiempo sentía sus manos arrancándome los calzoncitos de encaje y acariciando toda la zona prohibida de mi vulva, separándome las piernas con energía y tocando luego la delicada rosa que corona mi femineidad con un apretón suave que me hizo retorcerme y rogarle que siguiera así? No pude soportar más, y acurrucándme yo misma bajo él, tomé su enorme miembro y lo guié hacia la entrada de mi florcita, rogándole que me violara, que me hiciera suya toda entera, y al momento de sentir su cabecita presionando para entrar sentí un estremecimiento delicioso que me arrancó del fondo del alma un suspiro de placer y me hizo abrir aún más mis piernas cuando su presión logró abrir a viva fuerza las carnes de mi apretada conchita y penetrar triunfante, llenando mi vagina con el calor del fuego prohibido que hacía tanto tiempo necesitaba? finalmente penetrada y gozando cada una de sus embestidas, lo abracé llena de dicha y felicidad, le besé el cuello, los hombros, y le acariciaba con ternura mientras él me culeaba deliciosamente, me poseía, me gozaba entera, me humillaba diciéndome cosas sucias mirándome a los ojos mientras se reía de mi marido, y yo, casi llorando de emoción, le suplicaba que me culeara más y más, que no se detuviera nunca? y luego, en un espasmo que fue creciendo desde el fondo de mis entrañas, sentí arder mi cara y mi vientre y mis músculos se tensaron mientras un aguijoneo profundo y martirizante me recorrió entera y un gritito ahogado y luego otro más fuerte y un gemido y otro más y más hasta que me abracé a él fuerte fuerte fuerte hasta quedarme inmóvil sufriendo un clímax impresionante, largo y maravilloso, como jamáz me lo habría imaginado? y luego me relajé, muy de a poco, mientras recibía a borbotones el caliente chorro de su semen inundándome el vientre, vientre de mujer recién poseída, de mujer satisfecha, y también, de mujer un poquito enamorada?

Ximenita

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