Iniciando a su esclava

Autor: BukaneroJB | 15-Dec

Dominaciones
La nota era tan sencilla como autoritaria. Esa misma tarde debía dejar al niño en casa de los abuelos y acudir, a las siete en punto, a la dirección indicada. Un sencillo te quiero despedía esa hoja de papel, cuidadosamente doblada, junto a un pequeño ramito de flores. Como cada mañana ella se levanto un poco después de que él marchara al trabajo. Se despidieron como de costumbre en la cama con unos dulces besos de buenos días. De vez en cuando, al acercarse a la mesa de la cocina, encontraba alguna nota sobre la mesa, eran notas en las que él acostumbraba a decirle lo bonita que era, o cualquier otra cosa que se le ocurría, sin embargo esta era distinta. Durante un instante pensó en llamarlo por teléfono, pero en seguida recordó que no podía hacerlo, él se lo había dejado claro en la nota, no volverían a verse ni hablarían hasta la noche.

Ella no paraba de pensar, no sabia de que se trataba, el no era muy dado a este tipo de sorpresas, así que estaba un tanto desorientada. Su impaciencia hizo que el día le resultara interminable. A la hora prevista acudió a la dirección indicada, era un sencillo y discreto hotel. En recepción le entregaron las llaves de una habitación. No se había arreglado excesivamente, la nota también era clara en ese aspecto. No era necesario que llevara nada ni se vistiera de ningún modo especial, sencillamente tenia que acudir. Se dirigió hacia la habitación, estaba nerviosa, no sabia lo que se iba a encontrar. Se tranquilizaba diciéndose para si misma…me habrá preparado una noche romántica, el día a día , el niño, el trabajo… merman mucho la relación de pareja y de vez en cuando hay que dedicarle un poco de atención. Ya estaba ante la puerta, abrió sin llamar. No había nadie. La habitación era amplia pero al mismo tiempo acogedora, sobre el sofá había otra nota.

“Gatita…Recuerdas cuando jugábamos con la idea de que tu eras mi esclava y podía disponer de ti para lo que quisiera. Recuerdas cuando me entregaste aquella carta en la que te entregabas sin reservas a mí. Hoy ha llegado el día. Hoy tienes la oportunidad de ofrecerte sin límites a mí y disfrutar de ello. Llegare a las nueve. Te quiero. Debes prepararte para mí. En el lavabo encontraras maquillaje y perfume, y en armario de la habitación la ropa que debes llevar”.

Lejos de tranquilizarla, la nota aun había puesto más tensión en ella. Sin embargo estaba excitada. Es cierto, hacia algún tiempo que habían hablado sobre la posibilidad de adoptar una relación de sumisión, sin embargo nunca llevaron a la practica esas ideas. Y ahora que lo pensaba no sabia el porque, en el fondo siempre le habían seducido sentirse dominada por él, pero quizás por falta de comunicación la idea se fue diluyendo hasta acabar olvidada. Pero no quería pensar en nada, tenia que vaciar su mente y prepararse, aunque no le resultaba sencillo, no sabía que iba a ocurrir, pero confiaba en él. Se dirigió al lavabo y allí se desnudo. Se miro en el espejo y se sintió hermosa. El siempre se lo decía. No era muy alta pero su cuerpo era proporcionado y sus pechos aunque pequeños eran muy lindos. Abrió el grifo de la ducha y dejo salir el agua hasta sentirla calida, se coloco bajo el chorro de agua y se enjabono. Después cogió el mango de la ducha y empezó a aclararse, llego a su sexo y se concentro en el, quería dejarlo realmente limpio. El solo pensar en que pronto iba a ofrecérselo la excito, el chorro de agua calida sobre su clítoris hizo el resto. Hacia tiempo que no se masturbaba así, aunque le gustaba hacerlo y le resultaba fácil llegar al orgasmo de ese modo. No fue sencillo, deseaba seguir hasta correrse, pero decidió parar. Quería estar muy caliente para el.

No podía entretenerse demasiado, el llegaría a las nueve y tenia un montón de cosas por hacer. Menos mal que se le había ocurrido depilarse en casa, sin embargo tenía el sexo con demasiado vello. Recordó que a el le gustaba depilado, rebusco entre las cosas que había en el lavabo y encontró una cuchilla. Se sentó en la taza del lavabo, abrió sus piernas y empezó a depilarse. Sin el vello se veía mucho mejor, ardía por dentro, deseo de nuevo acariciarse pero no lo hizo. Se levanto, se aclaro y se envolvió en un suave albornoz. Se seco un poco el pelo, pero no mucho, así le quedaba de un modo más natural, como le gustaba a él. Se maquillo, mucho mas de lo que era habitual en ella, sobretodo los ojos con un color bastante oscuro lo que le daba un aire mas racial, y para acabar el perfume. Había un frasquito de esencia de vainilla, el mismo perfume que ella utilizo la primera vez que se vieron.

Abrió el albornoz y lo dejo caer al suelo, desnuda se miro en el espejo del baño… Recogió un poco las cosas y fue hacia el armario de la habitación. Cuidadosamente colocada estaba la ropa que debía ponerse. Una fina malla para todo el cuerpo y unos zapatos de piel con un tacón altísimo, todo era de color negro. Abrió una pequeña caja esperando encontrar algo mas de ropa, pero solo había un collar de cuero, unos brazaletes y unas tobilleras, también había un par de pendientes. Al verlo se sintió… feliz, poco a poco se iban disipando las dudas sobre las intenciones del encuentro. Empezó a vestirse, busco de nuevo unas braguitas, pero no las encontró, así que supuso que no debía llevarlas. Se vistió la malla, era de media fina y no le cubría en absoluto, además en la entrepierna tenia una abertura que dejaba su sexo completamente expuesto, sin embargo se sentía a gusto con ella, se calzo los zapatos y junto a ellos sobre la malla las muñequeras y las tobilleras. Se acerco al espejo para colocarse el collar y al verse en el no pudo evitar sonreír…Estaba realmente preciosa, se sentía esplendida.

Miro la hora en la pantallita del móvil, eran las 9…en ese mismo instante recibió un mensaje “Hola gatita, supongo que has seguido mis instrucciones. Ahora debes apagar las luces y colocarte sobre la cama a cuatro patas, las piernas no debes juntarlas. Cierra los ojos y espérame” Justo leyó el mensaje antes de obedecer. Estaba prácticamente desnuda sobre la cama de un hotel y a expensas de los caprichos de su pareja, sin embargo se sentía muy feliz. Obedecía ciegamente, y esa entrega la llenaba de un modo que jamás había imaginado. Los minutos pasaban y el no llegaba, comenzaba a impacientase, pero no se movía lo mas mínimo de la posición que había adoptado. De repente oyó la llave girar la cerradura y un escalofrío recorrió su cuerpo, por un momento imagino que cualquiera podría estar acercándose a ella…pero enseguida lo reconoció, era su olor, su colonia, eso la tranquilizo. Se acerco a ella y le acaricio la mejilla, después su mano recorrió su espalda hasta llegar a sus nalgas, la acaricio varias veces antes de comprobar a través de la abertura de la malla la humedad de su sexo.

- Puta, estas verdaderamente mojada.

Solo con oír esas palabras sintió como todavía se humedecía más. El nunca la había tratado así, pero le gustaba, le gustaba sentirse su puta…sentía que estaba pediendo los papeles ¿Cómo podía sentirse tan a gusto oyendo eso? No, eso no esta bien se decía a si misma... pero no le contesto. Noto como le colocaba una correa en el colar y encendía una pequeña luz en la cabecera de la cama. Todavía estaba con los ojos cerrados y oía como él estaba preparando algo. Le dio permiso para abrir los ojos. Cuando lo hizo encontró sobre la misma cama una bandeja con un poco de comida y un cuenco con agua. El estaba allí, a su lado, y con voz tierna le dijo:

- Debes comer, la noche será larga, pero no debes usar tus manos, comerás y beberás directamente de los cuencos como la perra que eres.

Esto ya era demasiado, no alcanzaba a saber que pretendía exactamente con todo eso, pero decidió dejar de pensar, en realidad se sentía bien. Lo miro tiernamente a sus ojos justo para escuchar.

- Antes de continuar, amada, debes contestarme ¿Estas dispuesta a aceptar todo lo que voy a pedirte esta noche?.

Transcurrieron dos segundos que se sintieron horas.

- Si, vida mía, te quiero.

- Yo también te quiero, pero además deseo poseerte como nunca lo hice, quiero que te entregues a mí sin límites. Quizás vas a sentirte humillada, ultrajada, sentirás dolor, pero cuando terminemos me habrás ofrecido aquello que nunca tuviste el modo de darme, aunque hubieras deseado hacerlo. No servirán de nada tus llantos o tus suplicas, solo si ves que estas llegando a tu limite deberás decir con decisión la palabra “rojo”, solo en ese caso daremos por acabado lo que ahora vamos a empezar.

- Desde este momento me llamaras señor y tu mirada será baja, a no ser que te pida ver tus ojos.

- Si señor, respondió con voz dubitativa.

- ¡No te he escuchado bien!.

- Si mi señor, respondió de nuevo alzando la voz.

- Bien, ahora quiero que comas.

Nunca había comido de unos cuencos, le resultaba difícil. El la observaba y ella lo sabía, sentía una vergüenza terrible porque debía sacar la lengua y además se estaba manchando la cara.

- Ahora iremos al lavabo para que puedas lavarte y repasarte el maquillaje, pero recuerda que debes ir a cuatro patas, perra.

La agarro de la correa que le había puesto en el collar y la llevo hasta el lavabo. Andaba tras de él por la moqueta con la cabeza gacha, cuando llego al lavabo le dijo:

- Bien, ahora puedes levantarte, cuando estés lista vendrás hacia mí de nuevo a cuatro patas.

El se dirigió hacia una silla de la habitación, se sentó en ella mirando hacia la puerta del lavabo. Transcurrieron unos minutos cuando la vio aparecer, no necesito demasiado tiempo para arreglarse un poco y sonreír de nuevo al mirarse en el espejo, no sabia que le ocurría, pero era feliz en su nueva condición. Se acercaba a él andando por el suelo llevaba la mirada baja y arrastraba la correa que había dejado enganchada en su collar. Estaba preciosa. La malla que cubría su cuerpo le confería un aspecto de animal de lujo. El movimiento de sus muslos al gatear era tremendamente excitante. Cuando llego hasta él se detuvo.

- Bien, ahora te sentaras en esta silla.

Antes de que se sentara la orientó hacia la puerta de entrada. Ella seguía con la mirada baja. Abrió una pequeña maleta que ella de reojo intento averiguar que contenía. Saco una mordaza de bola que le coloco en la boca. Le resultaba incomoda pero la acepto. El, pausadamente cogió el móvil, parecía que estaba enviando un mensaje. Ella al darse cuenta de lo que estaba haciendo alzo la vista e intento hablar con el, no entendía que pretendía hacer con el teléfono, pero la mordaza le impidió expresarse con claridad.

- ¿Quien te ha dado permiso para hablar?.

- ¿Quien te ha autorizado levantar la mirada? Recuerda, eres mi perra y debes ser disciplinada, las desobediencias se corrigen con castigos. Esta es la última que te acepto.

Rápidamente bajo la mirada y callo, sentía como poco a poco se iba abandonando a las órdenes que recibía. El acabo de utilizar el móvil, seguro que había enviado un mensaje… pero ¿Qué mensaje? ¿A quien iba dirigido?, y de repente sintió tanta excitación como preocupación. Si esa era la palabra, preocupación. Miedo no, lo conocía desde hacia mucho tiempo, convivía con el y sabia que era incapaz de hacerle ningún daño… pero… estaba tan cambiado. Seguía sentada en la silla, la mordaza en la boca no le permitía tragar la saliva y empezó a babear.

- Bien, amada mía, ahora te cubriré los ojos.

No contesto, seguía con la cabeza agachada. Cogió una ancha venda de seda y le cubrió delicadamente la vista.

- Ahora voy a atarte, Quiero que abras las piernas.

¿Como podía ser? tanto tiempo juntos y se sintió mas desnuda que nunca. Notaba como la iba sujetando a la silla. Unas cuerdas la amarraban por los tobillos, otra la mantenía oprimida contra el respaldo. Esta última le presionaba los pechos y se los realzaba, la cuerda blanca sobre la fina malla negra aun lo resaltaba más. El roce de las cuerdas y de sus manos anudándolas la excitaron tremendamente, empezó a sentirse mojada. Sus pensamientos se difuminaban…De repente sonó el timbre. Se sobresalto, una ola de calor recorrió todo su cuerpo, recordó que estaba desnuda, abierta y atada justo en frente de la puerta. Intento hablar de nuevo, quería decirle que no abriera la puerta, pero no pudo, la mordaza se lo impedía, forcejeo para zafarse de las cuerdas pero era imposible.

- ¡Un momento por favor!

Se dirigió a ella.

- Veo que no entiendes las cosas. Te advertí sobre tu comportamiento.

Con rudeza le cojió el pezón del pecho y se lo pellizco. Le dolió muchísimo y gimió.

- Recuerda, eres mi puta, mi perra. La próxima vez será mucho peor.

Con dulce voz le dijo:

- Te lo volveré a repetir ¿deseas seguir con esto?.

Estaba completamente loca, pensó ella, pero asintió con la cabeza. Oyó como le decía:

- Bien… gatita.

Antes de escuchar sus pasos dirigiéndose hacia la puerta sintió como acariciaba su pelo. Estaba abriendo la puerta… se sintió tan acalorada que por un momento pensó que iba a desmayarse. No podía moverse, además no veía nada. La maldita mordaza la estaba haciendo babear tanto que notaba como su saliva ya había llegado hasta su sexo. Estaba tan excitada como angustiada… no sabia que le iba a deparar el resto de la noche ¿quien demonios estaba entrando en la habitación?. Oyó voces, era una mujer que con una agradable voz saludo.

- Hola, ¿Qué tal?

- Estupendamente, respondió el. Pasa por favor.

Si, recordó, “rojo”, esa es la salvación, pero… en realidad no quería acabar con la situación, solo que no podía controlarla... Escucho como la puerta se cerraba y se dirigían hacia donde estaba ella.

- Aquí esta mi perra, preparada para su adiestramiento.

- Hermoso animal, contesto ella mientras la acariciaba levemente. Amablemente pidió que le retirara la venda de los ojos.

Sintió como le descubrían la vista, casi no se atrevía a abrir los ojos. Mantuvo la vista baja, pero fue suficiente para poder ver delante suyo el cuerpo de la mujer. Era alta, y aun más con los tacones de sus botas. Llevaba un abrigo largo, y un agradable perfume.

- Mi nombre es Diana, y por indicación de tu señor voy a iniciar tu entrenamiento como sumisa. A partir de ahora tu nombre será florete, ha sido escogido especialmente por él y solo por eso debes estar orgullosa.

Retirándole la mordaza de la boca le dijo.

- Ahora quiero que me mires a los ojos y me digas si accedes a ser adiestrada por mí.

Ya empezaba a dudar si estaba inmersa en un sueño, lo que le estaba pasando era algo impensable solo unas horas antes…pero se sentía sumisa, su entrega la llenaba de una dulce placidez. Alzo la vista y vio a Diana. Era una guapa mujer. Debía tener treinta y bastantes años, estaba perfectamente maquillada y una lisa y peinada melena de color caoba. Miro a su amado buscando la respuesta, el asintió reflejando en su gesto la satisfacción del momento.

- Si, contesto en voz baja.

- ¿Cómo has dicho?

El tono en la voz de Diana hizo que rápidamente bajara la mirada y replicara.

-Si mi señora.

- Bien, desátala por favor, voy a prepararme.

Mientras florete iba siendo liberada de sus ataduras Diana se despojo de su abrigo. Iba totalmente vestida de negro, las botas eran altísimas, por encima de la rodilla, llevaba un corsé anudado que estilizaba su silueta alzando sus pechos. Lucia un tanga de un material brillante, al igual que el corsé, y unas medias también negras llegaban hasta lo alto de sus muslos quedando sujetas al corsé por unos ligueros. Del bolsillo de su abrigo saco una especie de látigo con muchas tiras y una empuñadura que asemejaba un pene. Lo deposito sobre la cama. Mientras, florete había sido liberada de las cuerdas.

- Levántate y ven aquí, ordeno Diana.

Florete se acerco mientras su amado se sentaba cómodamente en un butacón.

- Vamos a ver que podemos esperar de esta zorra. Date la vuelta y abre las piernas.

Ella obedeció, aunque con la mirada intentaba esperar un gesto de aprobación por parte de su Señor. Quería entregarse a el, pero a nadie mas, pero el estaba consintiendo de buen grado que Diana tomara las riendas de la situación. Era evidente que la situación estaba planeada por ambos… debía obedecer. Sintió como Diana empezaba a manosear sus pechos, jugaba pellizcando sus pezones que se pusieron duros, después una de sus manos bajo hasta su sexo y hurgo en el, florete quería reprimir el placer que sentía, pero no le era posible.

- Zorra, te estas poniendo cachonda. Ni se te ocurra córrete hasta que te tu amo o yo te lo permitamos.

Florete estaba incomoda, estaba gozando en manos de otra mujer mientras él las observaba, se sentía indigna por ello. De pronto Diana ordeno:

- Flexiónate hacia abajo y expón con tus manos tu sexo y tu ano.

Florete obedeció.

- Bonito y apretado ano, ¿es virgen? Pregunto dirigiéndose hacia él.

- No, pero es utilizado en muy pocas ocasiones.

- Esto no puede ser, toda sumisa debe ofrecer habitualmente a su señor sus tres orificios. Acércame el plug anal que te pedí, por favor.

El se dirigió a la bolsa de donde había sacado la mordaza y saco un consolador, era corto pero grueso, en la parte final tenia una escotadura para que una vez introducido no se saliera por si solo. Su forma cónica facilitaba su introducción en anos poco acostumbrados. Se lo dio a Diana y esta a florete que seguía flexionada abriendo sus nalgas con sus manos.

- Toma, quiero que lo lamas bien para poder metértelo en tu culo. No te levantes.

Florete no soporto más la tensión y empezó a llorar. El la consoló diciéndole:

- Lo estas haciendo muy bien…te quiero.

Lo tomo de sus manos y empezó a lamerlo.

- Métetelo todo en la boca, puta, le increpo Diana y después me lo das.

Así lo hizo florete, después cerró los ojos esperando ser penetrada. Sintió como el consolador se abría paso en su trasero… se sintió humillada como nunca, pero sabia que estaba haciendo lo que él deseaba, y eso le daba fuerzas para seguir adelante.

- Bien, ahora te arrodillaras y andarás hacia tu amo. Florete obedeció hasta llegar al sofá donde él se había vuelto a sentar.

Florete llego hasta los pies de su amo, estaba abatida, pero aun le quedaban fuerzas para continuar. Quedo a cuatro patas con la cabeza mirando al suelo entre las piernas de él. Con delicadeza su amado le levanto la vista y le dijo.

- Ahora quiero que me mires a los ojos. Florete sabes lo mucho que te quiero… Esto es una prueba, es un paso que debemos dar para llegar a un nivel superior en nuestra relación. Seguro que te preguntas porque ha venido Diana. Ella es una buena amiga, y muy amablemente se ha ofrecido ha colaborar conmigo para iniciarte en tu nueva singladura como sumisa mía.

Las lagrimas le habían estropeado un poco el maquillaje, y el con ternura, con sus manos le seco los ojos.

- Sabes… uno solo puede ceder algo cuando es su dueño. Tu serás cedida a otros para de ese modo sentirte realmente mía, y aunque ese día llegara no es hoy. Hoy no te cedo a Diana porque aun no eres mía, pero su presencia aquí es un primer paso. Se que te cuesta aceptarla en nuestro mismo espacio, y precisamente por ello esta aquí.

Nuevas lagrimas brotaron de sus ojos, lejos de reconfortarla estas palabras aun la hundieron mas, pero…era inexplicable, era como si su alma se vaciara para dar cabida a nuevas y desconocidas sensaciones… y ansiaba llenarse de ellas.

- Bien, Diana puedes proseguir.

Florete bajo su mirada de nuevo.

- El objetivo máximo de cualquier perra es dar placer a su amo. Quiero que me muestres como chupas su polla. Espero lo hagas mejor de lo que me has demostrado antes con el consolador.

Florete se incorporo un poco y empezó a abrirle los pantalones, estaba nerviosa y sus manos temblaban.

- Espera perra. Primero los pies. Quítale los zapatos y los calcetines a tu amo.

Con delicadeza retiro los zapatos y los calcetines de los pies de el.

- Ahora lámeselos.

Florete empezó ha hacerlo. Era algo nuevo para ella, recorría con su lengua desde la punta de los dedos hasta la pantorrilla. Para conseguirlo debía agacharse mucho, así que dejaba su sexo expuesto.

- Sigue así florete, abre más tus piernas. Diana si te parece podrías empezar tú por probar su sexo.

Diana fue al lavabo y apareció con un guante de látex en su mano derecha, se lo embadurno de lubricante y se coloco tras florete, empezó a acariciar su sexo…era hábil y en pocos instantes florete empezó a tener problemas… estaba mojada, muy mojada y Diana ya introducía sin ningún esfuerzo cuatro dedos en el interior de su coño. Sus cuatro dedos entraban y salían rítmicamente y con el pulgar rozaba su clítoris. Ya casi no podía lamer los pies de su amo, estaba retorciéndose, no quería gozar en manos de Diana, pero no podía evitarlo, el orgasmo era inminente, pero recordaba que le habían prohibido correrse, así que instintivamente aparto la mano de Diana con la suya.

- Maldita perra…quien te has creído que eres.

- Florete, has enojado a Diana, ahora recibirás tu primer castigo.

Florete quedo postrada sobre el suelo, él se levanto y fue a buscar el látigo que había sobre la cama.

- Toma Diana quiero que seas tu la que la azotes.

¡Azotes! La palabra retumbo en la cabeza de florete. Nunca había sido azotada. El se coloco delante de ella, se bajo los pantalones liberando su erecto pene. Después se sentó de nuevo en el sofá y reclamo a florete.

- Quiero que empieces a chupar mi polla.

Florete se extrañaba del lenguaje tan burdo, pero a la vez tan concreto. En los años que se conocían nunca habían hablado de este modo, nunca lo hubiera pensado, pero oído de su boca le gustaba, se excitaba, se sentía puta, muy puta de su señor. Se incorporo un poco y empezó a chupar. Diana pregunto:

- ¿Cuántos azotes damos a esta perra?

- Quiero que le des 10 azotes. Florete yo los contare, deberás tener toda mi polla en tu boca, no quiero que tus gritos y sollozos espanten a los clientes del hotel.

Diana rasgo la malla que cubría el cuerpo de florete dejando sus nalgas al aire. Su trasero era redondeado, su piel muy suave. Se situó detrás de florete, coloco las puntas del látigo sobre su culo.

- Estoy preparada señor.

- Bien cuando quieras.

Silbo en el aire, instantes después restallaba sobre la blanca piel. El le apretó la cara contra su miembro… intento gritar pero no pudo, le quemo… le quemo mucho, después escucho:

- Uno.

Dios mío no lo voy a soportar, pensó florete. Tenía sus manos apoyadas en el suelo…no, no debo moverlas Después se escucho dos, tres, cuatro, cinco… Diana manejaba bien el látigo, sus golpes eran precisos y la intensidad perfectamente dosificada. Le dolían, pero le gustaba, ¡le gustaba el dolor! le gustaba sentirse a prueba y salir airosa… le gustaba abandonarse y saberse manejada por su amo. Si, ¡estaba pensando en él como su amo! Y ella era el centro de sus atenciones, aunque esas atenciones fueran unos latigazos. Perdió la cuenta… aunque supuso que habían acabado al no recibir el azote que esperaba. La voz de Diana la rescato de su abstracción.

- Así es como esperas que tu señor se acuerde de ti cuando este caliente… Debes chupar como la puta que eres. O acaso quieres que te humille obligándote a ver como puedo hacerle gozar yo.

No, eso no, pensó florete… y empezó a introducir el pene hasta el fondo de su garganta. El pene no era excesivamente grande, pero lo suficiente como para que no le entrara todo en su boca. Diana estaba también cada vez más en su papel, cogio la cabeza de florete y la empujaba con fuerza provocándole arcadas… Babeaba como una autentica perra pensó él… también pensó lo afortunado que era por poseerla.

- Bien es suficiente, Ahora es el turno de Diana… Seguro que también esta caliente, dijo él levantándose del sofá.

- Dime amiga, ¿deseas que mi perrita te lama el coño?.

- Si, hace rato que lo estoy esperando.

- Ocupa mi lugar por favor, siéntate en el sofá.

Diana se despojo de tanga delante de florete, el vello de su sexo estaba perfectamente perfilado formando un pequeño triangulo sobre el pubis, el resto de su sexo estaba depilado. Se sentó sobre el sofá levantando una pierna sobre el apoyabrazos de manera que ofrecía su raja justo delante de la cara de Florete.

- Florete esclava mía quiero que te comas el coño de Diana.

La entrega de florete era total. No dijo nada, empezó a lamer… El disfrutaba viendo como su perra estaba haciendo gemir a Diana.

- Bien, muy bien…seguir así.

Estaba también muy caliente, su pene estaba duro y se lo acaricio viéndolas. Se acerco por detrás a florete extrajo el plug que hacia rato llevaba colocado. Florete gimió… Sabia que iba a ser penetrada por detrás…lo deseaba… deseaba a su señor, estaba dilatada y caliente. Diana empezaba a retorcerse mientras dirigía con sus manos la cabeza de florete acomodándola a sus gustos.

- Sigue perra, méteme un dedo en el culo le increpo.

Florete noto frío en su sexo, era el lubricante, que él jugando con sus dedos lo esparció por toda su raja, desde el clítoris hasta el ano... Con la misma mano el embadurno su verga. La apunto en su culo y de un solo golpe la entro toda dentro de ella. Florete se estremeció, gimió, y por fin llego su recompensa.

- Esclava mía quiero que te acaricies el coño, pronto podrás córrete.

- Todos nos vamos a correr ahora, grito Diana.

Diana fue la primera, se convulsiono como una posesa gritando frases entrecortadas para después acabar desfallecida sobre el mismo sofá. El cogio a florete por la correa saco su verga del culo de ella y tirando de ella tajo su cara hacia él… se corrió sobre su cara. Que hermosa visión… el mejor maquillaje para una bonita cara. Florete seguía acariciándose con la cara desencajada por el placer.

- Ahora límpiamela, chúpamela toda.

Florete lo hacia, pero con muchas dificultades, estaba al borde de su orgasmo.

- Bien, amada mía es tu turno.

La cogio con rudeza y la lanzo sobre la moqueta de espaldas, le abrió las piernas y le dijo:

- ¡Córrete perra!.

Hundió su cara, su lengua en el sexo de florete, Ella empezó a gemir, ahogaba los espasmos de placer que fueron llegando uno tras otro hasta perder el sentido…no sin antes escuchar…Te quiero florete.

Lejano, en la madrugada suena un despertador, florete despierta y lo apaga. Abre sus ojos, esta en su casa, en su cama, su compañero aun duerme, el despertador no ha podido con el. Se lleva la mano al cuello buscando el collar, no esta, al igual que sus muñequeras, lleva el pijama puesto. Buffffffffff todo ha sido un sueño. Se entristece… desea ser esclava, desea ser sometida… incluso ser cedida… nunca había sentido nada igual. En silencio se dirige al lavabo. Daría tanto por que su sueño fuera realidad, abre el grifo de la ducha y se despoja del pijama… se estremece… sobre la blanca piel de sus nalgas… las finas marcas del látigo.

Dedicado a Florete (JB)

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