Vientos de cambios (parte 1 de 5) la jefa

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VIENTOS DE CAMBIOS

(PARTE I)

LA JEFA

Cuantas veces alguien tiene una mala impresión de una persona? Cuantas veces alguien puede reconocer que se equivoca? Cuantas veces se juzga mal? Esa es la historia de mis diez últimos años?

Hacía una década que convivía en pareja con Zacarías, siempre me gustaron los hombres y tuve algunas experiencias previas, me considero bastante buena en la cama, al menos rara vez tenía reproches, a no ser claro por mi negativa cerrada a mantener relaciones anales, tampoco consentía a mi hombre con algo que siempre me pedía, que era acabarme en la cara, pero más allá de esto, era bastante permisiva, pero se avecinaban vientos de cambios…

Me considero una mujer bonita, no soy una modelo, pero si una chica que gusta cuidar su cuerpo, el sentirme atractiva levanta mi auto estima.

Siempre fui ama de casa a pesar de mis estudios de odontología, profesión que nunca ejercí. Con mi pareja coincidimos en que era mejor yo me encargara del hogar y preparara el mismo para nuestros futuros hijos, cosa que en esos tiempos estábamos programando.

A propósito, es cierto que estábamos programando nuestro primer descendiente pero ocurrió algo que me haría poner un stop a la idea, al menos hasta saber qué es lo que me estaba pasando.

Zacarías trabajaba en un laboratorio internacional, de esos que fabrican remedios, el estaba en la parte de desarrollos, también hacía visitas a clientes, algo de marketing y varias cositas mas, siempre fue muy apegado a su profesión y se sentía orgulloso de hacer lo que hacía. La paga era muy buena y la empresa era bastante grande, trabajaban muchas personas y estaba en plena expansión, buscando mercados internacionales.

Todo iba de maravillas hasta el momento en que su jefe fue transferido a una sucursal que estaban abriendo en México, era importante hacer una buena campaña e ingresar a pie firme, y él era parte de ese nuevo proyecto.

Ahí entraría en nuestras vidas Débora Vanegas, su nueva jefa. El me comentó el tema sin demasiados detalles, solo era la nueva al mando y nada hacía prever que esa era la puerta a los vientos de cambios…

A medida que fueron pasando los días, las semanas y los meses, noté que Zacarías se empezaba a llevar bien, ó demasiado bien con su nueva jefa, poco a poco de pequeños comentarios pasé a soportar largas historias de ?lo buena?, ?lo profesional?, ?lo inteligente? y no sé cuantas cosas más veía en esta mujer. Obviamente empecé a sentirme celosa y desplazada, ?qué Débora esto?, ?qué Débora lo otro?, y claro, ella era una profesional, una mujer independiente, que sabía lo que hacía y lo que quería, sin que nadie marque el paso, Zacarías se mostraba demasiado entusiasmado y yo era apenas una simple ama de casa, una mujer que vivía entre cuatro paredes, limpiando y fregando, que tendría para contar de mi?

Comencé a odiarla en silencio, ?Débora, Débora, flor de puta debe ser con ese nombre, Débora dora de pijas debe ser??. Esos eran mis pensamientos, al menos me consolaba imaginarla una vieja reprimida y frígida, que no cogía porque seguramente solo pensaría en su profesión.

Ahora imaginen esta situación, salgo a pasear con Zacarías, a recorrer negocios y a mirar vidrieras, un Sábado por la tarde, como cualquier otro, paramos en un local, veo algunas prendas en ofertas que llaman mi atención y entramos a ver, el está a mis espaldas mientras la vendedora me muestra algunos diseños y modelos, me gusta todo, soy mujer, concentrada en la ropa pierdo noción de él, de repente escucho la voz de Zacarías preguntando:

– Te ayudo?

Giro mi vista y con que me encuentro? a mi amor estirado tomando unas prendas que estaban en los estantes más altos ayudando a una joven, la miro y no puedo creerlo, parece dibujada a mano, mucho más alta que yo, rubia platinada, con el cabello bien recogido tirado hacia atrás atado en cola de caballo, con un top amarillo flúor de lycra súper ajustado, por el que asoman dos pechos enormes que cuesta mantenerlos comprimidos, su vientre desnudo, chato y bronceado luce un piercing en el ombligo, con calzas negras muy adheridas, tanto que dibujan unas piernas, unas caderas y un culo sencillamente perfectos, su armonía física es impresionante, esas mujeres que pueden derretir a cualquier hombre, cintura de avispa, culo de araña?

Cruzan unas palabras y unas sonrisas, vienen a mi encuentro, si su cuerpo era perfecto su rostro no era menos, con una pequeña nariz respingada, amplia frente, labios gruesos, pecas por doquier y unos enormes ojazos celestes, limitados por un borde azul oscuro.

En ese momento Zacarías dice mirándonos a ambas:

– Mi amor, te presento a Débora, mi jefa, Débora, mi mujer, Carla?

Así nos conocimos y si la odiaba sin conocerla, imaginen cual era mi nueva situación, en ese momento me invadió la furia, los celos, la envidia y todos los malos sentimientos que una mujer pudiera juntar, a pesar de que ella me trató muy bien, yo fui demasiado cortante y tajante, dejando en claro que no me caía bien, y como queriendo marcar territorio tomé fuertemente del brazo a Zacarías.

Recuerdo que luego de despedirnos empezaron los mutuos reclamos, el hacia a mi por la forma inmadura en que me comportaba y yo hacia él porque jamás me había comentado que su jefecita era una bomba sexual. La discusión fue subiendo de tono haciendo eclosión después de la cena, a los gritos, descontrolados, al punto que el durmió en el comedor y seguimos en guerra todo el Domingo.

A partir de ese primer encuentro algo cambiaría, una tarde, luego de la jornada Zacarías llegó acompañado por su jefa, me dijeron que tenían demasiado trabajo y habían decidido proseguir un rato más en casa. Débora estaba con un look más formal, más profesional, con medias de nylon, pollera a media pierna con chaqueta haciendo juego y una delicada camisa naranja apagado con el logo bordado de la empresa. Se mostraba muy amable conmigo pero en realidad para mí esto no hacía más que agregar leña al fuego, aumentando mi odio y sintiéndome cada vez mas acorralada.

Lejos de ser una excepción, esta rutina comenzó a hacerse costumbre, la jefa acompañaba a mi esposo a mi casa a seguir trabajando, de pronto mi hogar se había transformado en una especie de sucursal improvisada de la compañía, haciendo oídos sordos a mis continuos reclamos y objeciones.

A pesar de que ante mis ojos solo daban la impresión de una relación laboral y solo hablaban de pastillas, prospectos, inversiones y no sé cuantas pavadas mas, y que ella siempre vestía muy formal, muy laboral, yo no podía dejar de imaginar un amorío entre ambos, que hombre podría estar cerca de tremenda mujer sin llegar a un affaire? consiente ó inconscientemente, además, Zacarías era un tipo muy pintón, ejecutivo y adinerado, candidato para cualquier mujer?

Me llenaba de preguntas, no podía acostúmbrame a la situación y Zacarías estaba decidido a no cambiar su actitud. Débora me desconcertaba, porque era evidente mi trato frío y distante y le hacía saber en cada palabra que no era santa de mi devoción, pero a pesar de eso más de una vez la sorprendía mirándome fijamente, cosa que me molestaba y me ponía nerviosa, además siempre tenía buen trato hacia mi persona, como tendiendo una mano a la amistad, mano que no tenía intenciones de tomar.

Así pasaban los días, uno tras otro, mi relación con Zacarías se iba enfriando, si bien teníamos buen sexo la convivencia tenía cada vez mas roces.

Cuando entrábamos en los primeros calores del verano, mi pareja vino con la noticia que se iría unos días a Brasil, a una jornada de capacitación, que lo mandaba la empresa y era condicionante, prácticamente no tenía elección, y para mi tranquilidad me confirmó que me equivocaba en pensar lo que pensaba, Débora no iría?

Era cierto, ese fue mi primer pensamiento, es más, me dijo que ella misma en persona lo había seleccionado y que no sería bien vista en la empresa una negativa de su parte.

Así fue que ese viernes un remisse pasó a buscarlo para llevarlo al aeropuerto, nos despedimos con un beso y lo vi alejarse por la avenida hasta perderlo en la distancia.

Por la noche recibiría un inesperado llamado, era Débora, me dijo que quería hablar conmigo, si podía atenderla el día siguiente, me pareció raro su pedido pero no podía ser tan descortés, al fin y al cabo hasta el momento todo pasaba por una relación solo laboral, Zacarías viajaba a Brasil, ella estaba acá y yo siempre era la única poner distancias.

La mañana siguiente se presentó primaveral, y ella pasó temprano por casa, con un look informal como ese día en que la conocí, alejada de sus obligaciones laborales, me dijo que iba al parque a correr un rato, nuevamente me quedé perdida en su cuerpo escultural.

La invité a pasar, a ponerse cómoda, preparé un té para mí y ella prefirió un agua mineralizada, la conversación en la que empecé a la defensiva y terminé sorprendida fue más ó menos la siguiente

– Bueno, acá estamos, Zacarías debe estar ya en Brasil, a que debo tu visita?

– Mirá Carla, no quiero andar con rodeos, voy a tratar de ser lo más concisa posible

– Te escucho

– Es evidente que no te simpatizo

– No? no pienses así?

– Esperá, necesito que seamos honestas, porque para mí no es fácil decir lo que tengo que decir, estamos?

Si eres mayor de edad me gustaría saber tu opinión sobre este relato, escríbeme con título ?VIENTOS DE CAMBIO? a [email protected]

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dulces.placeres
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