Tensión bajo el mismo techo – I, II
Lucas (18 años) era un estudiante que vivía con su madre (43 años), una técnica de laboratorio. La casa era un adosado en una zona tranquila: funcional, cálida y, sobre todo, pequeña. Los espacios compartidos (la cocina, el salón con un sofá de dos cuerpos y el único baño) significaban que el roce era inevitable y constante.
Elena era práctica y directa, pero eso no disminuía el impacto de su presencia. Su figura curvilínea era la de una mujer que se cuidaba, y su perfume era un aroma fresco de gardenia y cítricos que invadía el ambiente rápidamente.
El salón tenía un sofá de tela simple, gastado, pero cómodo. El espacio era tan reducido que la televisión estaba casi pegada a la butaca de lectura de Elena.
Lucas la encontró en el pasillo estrecho. Llevaba ropa de casa: unos pantalones de felpa gris holgados y una sudadera de algodón que, irónicamente, se ajustaba a su pecho de forma sorprendente. La comodidad de su vestimenta solo hacía que su feminidad madura pareciera más accesible y real.
Lucas vestía una camiseta de propaganda de su universidad y pantalones de mezclilla desgastados. Cuando ella le dio el beso habitual de las mañanas el espacio era tan limitado que Lucas tuvo que inclinarse ligeramente.
los labios de Elena eran suaves pero firmes, El roce de sus antebrazos fue inevitable en ese pasillo angosto. El calor de ella, la proximidad forzada, hizo que Lucas sintiera un escalofrío como nunca antes había sentido. Ella no retiró su mano de inmediato, manteniendo el contacto con una naturalidad que a él le resultaba alarmante.
El Descuido Diario en la Cocina
La cocina era el corazón de la casa, un lugar donde el desayuno se preparaba en turnos, y los cuerpos competían por el espacio en la encimera.
Era una mañana de sábado. Lucas estaba preparando café. Elena acababa de levantarse.
Una camiseta de tirantes de algodón blanco y unos shorts de pijama cortos de franela a cuadros. La camiseta se había arrugado ligeramente mientras dormía, y la línea de sus bragas de algodón se marcaba sutilmente bajo la tela fina. Su pelo estaba recogido en una coleta alta, lo que acentuaba la curva de su cuello.
Sólo pantalones de chándal grises, sin camiseta.
Lucas estaba de espaldas a ella, concentrado en la cafetera. Elena se acercó para alcanzar el pan que estaba guardado en el armario encima de Lucas.
La Posición: Para alcanzarlo, Elena tuvo que estirarse, presionando involuntariamente su torso contra la espalda desnuda de Lucas. El contacto fue total, instantáneo y electrizante. El calor suave de su pecho contra su espalda, el olor a su piel recién levantada y el roce fugaz de su vientre contra sus riñones.
Elena se disculpó con un susurro, pero se quedó quieta un segundo más de lo necesario. Lucas contuvo la respiración. Sus manos se tensaron en el borde de la encimera.
“Perdón, es que no hay espacio,” dijo Elena finalmente, retirándose con un rubor visible en el cuello.
“No te preocupes,” respondió Lucas, con la voz más grave y temblorosa de lo normal. La tensión era tan palpable que el ruido del café goteando en la jarra sonó exageradamente fuerte.
Lucas se giró. Sus ojos se encontraron, y él vio cómo ella mordía su labio inferior. La camiseta blanca y fina de ella, ahora marcada con una gota de humedad del vapor del café, atraía peligrosamente su mirada.
PARTE II
La Noche de Película Apretada
El salón se convirtió en una trampa una noche de domingo, cuando decidieron ver una película juntos. El sofá de dos cuerpos era la única opción cómoda.
La luz estaba apagada, solo el resplandor azulado del televisor iluminaba la habitación. El aire olía a palomitas y a la humedad de la calle.
Elena se había envuelto en una manta de lana barata de cuadros. Que muy poco de la parte superior de su cuerpo dejaba ver Que muy poco de la parte superior de su cuerpo, dejaba, pero debajo llevaba unos leggings oscuros qué marcaban a la perfección, la firmeza de los muslos, que aún conservaba a pesar de los años, cosa que atrajo de manera hipnótica su mirada hacia dicha zona . Lucas vestía una sudadera con capucha y pantalones de chándal. Ambos estaban vestidos para la comodidad, lo que paradójicamente, hacía que sus cuerpos parecieran más reales y deseables.
Se sentaron juntos en el sofá. La proximidad era inmediata: el muslo de Lucas tocaba el de Elena bajo la manta y a cada toque el bueno del muchacho sentía como una electricidad recorría a todo su cuerpo desde la punta de los pies hasta el último pelo de su cabeza
Durante una escena de terror, Elena se encogió y, por reflejo, empujó su rodilla hacia el muslo de Lucas, buscando apoyo. La presión era directa y constante. Lucas, sintiendo la carne suave de su muslo presionada contra el suyo, no pudo mover su pierna.
Lucas giró su mano bajo la manta y la dejó caer justo al lado de la cadera de ella. Sintió el suave bulto de la tela. Sin pensarlo, deslizó deslizó humano desde la rodilla, hasta donde justo terminaba el resto de su pierna y comenzaba su cadera, a raíz del espasmo, sufrido por la arrepentir. Impresión causada por el televisor, y sintió el calor de su piel en la parte baja de su espalda.
Elena se quedó inmóvil. El temblor recorrió su cuerpo. Ella respiraba por la boca, sus ojos fijos en la pantalla, pero su concentración se había desvanecido. Él sentía el temblor de sus músculos bajo sus dedos.
Ella sabía que su mano estaba allí, en un lugar íntimo, Lucas no movió la mano, disfrutando de la sensación prohibida. Finalmente, Elena retiró la manta y se puso de pie con un movimiento abrupto, tu cabeza daba 1000 vueltas y no sabía muy bien qué pensar.
“Tengo calor,” murmuró, con la voz ahogada. Salió de la sala, dejando a Lucas solo con el eco de su tacto. El sofá de dos cuerpos ahora parecía inmenso en su vacío. Fue entonces cuando lo supo de inmediato los sentimientos que tenía, y su madre estaban cambiando por algo más profundo y romántico, sensación que dejó descolocado al joven y a su vez muy caliente.
La Hora Punta en el Baño Compartido
La falta de espacio del baño compartido se convirtió en el escenario final de su lucha.
Una noche, Lucas estaba afeitándose. La puerta estaba ligeramente abierta por el vapor. Elena llegó.
Solo envuelta en una toalla de felpa blanca barata. La tela era fina y estaba empapada en la parte superior, marcando la línea de su escote con una transparencia peligrosa y Lucas Solo un pantalón de pijama fino.
“No sabía que estabas ocupado,” dijo Elena, sin retroceder.
“No, solo estoy terminando,” respondió Lucas.
Elena encendió el secador, creando un ruido ensordecedor que aisló su intimidad. Ella se paró justo detrás de él, frente al espejo empañado, secándose el pelo. Lucas podía ver su reflejo, la tela húmeda pegándose a su espalda y a sus curvas mientras ella movía sus brazos.
Lucas tiró su toalla facial al suelo. Al agacharse para recogerla, se encontraron en el espacio reducido. Lucas, arrodillado, vio la curva de su muslo apenas cubierta por la toalla.
Elena se inclinó, y Lucas levantó la mano para ayudarla a recuperar la toalla. El movimiento fue rápido, pero al rozar, la palma de Lucas se quedó apoyada directamente en la parte exterior de su muslo. Su mano grande contra la piel suave y húmeda de ella.
El secador se apagó. El silencio fue brutal. Elena no se movió, su muslo presionando su mano. Era la segunda vez que su retoño tocaba esa parte de su cuerpo, aunque en esta ocasión no llevaba ninguna tela que se interpusiera con el contacto directo, por lo cual, por un momento quedó en shock, ya que hace muchos años que ningún hombre había vuelto a tocar esa parte, debido a que su esposo había muerto hace ya más de 10 años, y desde entonces ella no era capaz de volver a involucrarse, ni sentimental, ni físicamente con ningún otro macho. Cuando salió de su trance, sólo atenuó a decir:
“Se ha roto,” susurró ella.
Lucas no retiró la mano. Simplemente la apretó, sintiendo el escalofrío en la piel de Elena. Él giró la cabeza y sus ojos se encontraron en el reflejo del espejo. La tensión era tan cruda, tan cercana, que parecía quemar la poca distancia que los separaba.
“No te muevas,” dijo Lucas, su voz ronca. Él se levantó, sin soltar su muslo, y la acorraló contra la pared. Se inclinó y la besó con una desesperación nacida del encierro y el morbo reprimido. Él empujó la toalla, y sus manos finalmente tocaron la piel que la tela había estado ocultando.
La puerta del baño, que no tenía cerradura, se cerró con un golpe suave. El ruido de la tensión finalmente se había liberado.
En un ataque furibundo de sus instintos, el muchacho no se pudo contener y se acercó demás a la mujer que le dio la vida. Helena, por el contrario se quedó rígida como una estatua, sin saber bien cómo reaccionar, por lo que en un acto reflejo no más de dos o tres segundos. Después de qué comenzó. El beso empujó bruscamente a su hijo y él con la cara llena de vergüenza y Rojo como un tomate, pidió disculpas inmediatamente a lo que ella siendo comprensiva dijo: “tranquilo, ya hablaremos sobre esto después”.
La Mañana Después
El amanecer llegó con la luz grisácea filtrándose por la cortina de ducha. El primer encuentro había sido rápido, desesperado, liberado por la tensión del diminuto baño. Ahora, el peso de lo ocurrido se asentaba.
Lucas fue el primero en salir, el corazón golpeándole el pecho. Elena lo siguió diez minutos después.
Lucas estaba en la cocina, bebiendo café. Elena entró con una toalla enrollada en el pelo y vestida con un camisón de seda simple, color azul marino, que le llegaba a mitad del muslo. Era un artículo que contrastaba con la ropa de casa habitual, revelando una necesidad de sentirse deseada. Elena se acercó a la cafetera. Lucas estaba apoyado justo al lado, bloqueando el acceso.
“Permiso,” susurró ella. Su aliento cálido rozó el oído de Lucas.
Lucas no se movió, forzándola a presionar su cuerpo lateralmente contra el suyo para alcanzar su taza. Esta vez no fue accidental. Su cadera y su hombro se encontraron con los suyos, una fricción calculada a través de la fina seda y el algodón de su pijama.
Lucas bajó su mano desde la encimera y la apoyó suavemente en la curva de su espalda baja, justo encima de donde el camisón caía. Era un toque posesivo y rápido, una afirmación de la noche anterior.
Elena se quedó inmóvil, saboreando el contacto. Luego, bebió su café y se alejó. “es menester que hablemos de lo que está pasando Hijo. Comprendo que por la edad en la que te encuentras no sepas muy bien que está pasando con tu cuerpo y todas estas nuevas sensaciones que tienes así que tengo que dejarte muy claro que soy tu madre, por lo cual no es correcto, que descargues todas esas hormonas cuando estás conmigo .
Lucas: lo sé, mamá y estoy muy apenado por lo que sucedió, aunque no estoy arrepentido porque es algo que me nació del corazón estás en lo cierto no sé muy bien cómo controlar todo esto que me está pasando y como bien lo dice seguramente es algo que se deba a la etapa de vida que estoy cruzando, sin embargo déjame decirte que me pareces una mujer súper atractiva y me cuesta desde hace tiempo mucho trabajo verte solamente como mi madre cada vez que te veo cruzar por la casa, es inevitable que mi cuerpo se estremezca y tenga ganas de estar cerca de ti, pero no quiero que te enojes conmigo, así que te pido que me ayudes que me digas qué podemos hacer al respecto .
Elena: mira Lucas, sabes que te amo con todo mi corazón y todo lo que hago es por ti y tu hermana mayor que ahora no está con nosotros por temas de sus estudios y me halaga que me digas que te parezco una mujer atractiva hace mucho tiempo que nadie me lo decía, de hecho desde que murió tu padre. Por otro lado creo que reprimirte por mi parte de todo esto que está sintiendo no sería lo más correcto ya que siento que esto solamente agravaría el problema porque los humanos tendemos a querer lo prohibido, por lo tanto lo que sugiero hasta encontrar una mejor solución, es que sigamos con nuestras vidas dentro de la casa lo más normal posible y le restamos importancia a lo que sucedió. Si sientes curiosidad por algo puedes hablarlo conmigo con toda confianza y lo resolvemos. Te amo Lucas acto seguido se despidió de él con un beso en la comisura de sus labios.
¿Te gustó este relato? descubre más cuentos eróticos explícitos en nuestra página principal.
