Rico sexo en la playa nudista
En mi anterior relato, conté sobre mis primeros días en Río de Janeiro junto a mi novio Gregory.
Nuestros primeros alumnos y luego amigos fueron Silvia y Tiago.
Una tarde, luego de impartirles clases de baile. Tiago hizo referencia a una pequeña playa nudista que es punto de reunión para gente como nosotros.
Nos invitó a conocerla.
Gregory y yo aceptamos gustosos y hasta allí viajamos al siguiente fin de semana.
Silvia me habló sobre pequeños detalles que son comunes en esa playa. El conocerlos facilita las cosas.
Con esfuerzo por entenderla y ella esforzándose por explicar.
Entendí que los hombres machos activos se muestran con desnudo total. Los hombres pasivos agregan una pulsera tobillera en su pierna izquierda. Los chicos bisexuales lucen dos pulseras tobilleras.
Las chicas trans como Silvia llevan pulsera tobillera izquierda y cubren su sexo con una bikini hilo dental. También pueden llevar pelucas.
Las gorras, viseras y anteojos para sol son comunes a todos.
Ya en la escondida, playita nudista.
Gregory y Tiago se quitaron la poca ropa que los cubría.
El sol brillaba a pleno en un cielo diáfano. Ellos se metieron al mar inmediatamente.
Nosotras permanecimos sobre la arena intentando instalar una sombrilla. Silvia sugirió quitarnos la ropa. Entonces, tomando un pomo de crema hidratante, se ofreció a untarme.
La bikini negra de Silvia se abultaba bastante. Ella es poseedora de un pene grande. Mi bikini verde con vivos amarillos se mantenía casi plana. Porque mi pene es pequeño y sin erección pasa inadvertido.
Luego de aplicarnos la crema protectora UV, nos estiramos sobre las lonetas. Permanecimos boca abajo, con la cabeza levemente levantada para ver los hermosos cuerpos masculinos que pasaban junto a nosotras.
Había saludos y palabras bonitas por parte de los hombres hacia nosotras.
Olá, meninas. Qué linda bunda. ¡¡¡Dijo un señor mayor!!!
Respondía Silvia: —Obrigado.
Casi todos eran hombres con edades similares a Tiago o Gregory.
Mientras en el mar.
Ellos ya estaban conversando con cuatro bañistas.
Nosotras no veíamos ninguna chica con atuendo similar al nuestro.
Quizás fuésemos las dos únicas chicas trans en ese momento.
Luego de un rato, ya con la piel hirviendo, aunque estábamos bajo una sombrilla. Fuimos a refrescarnos a la ducha externa.
La ducha consistía en cuatro regaderas montadas sobre un caño vertical central y un piso de baldosas.
Disfruté la hermosa sensación del agua cayendo sobre mi piel.
Pero inmediatamente acudieron a las duchas dos hombres robustos, luciendo bronceado total muy parejo y completamente rasurados. Ambos lucían penes de buen calibre.
Uno de ellos dijo: —Qué lindas meninas. ¿Elles quieren gozar conmigo?
Silvia se rio y respondió: —¿Você gosta da minha bunda?
El desconocido llevó su mano hasta tocarse el pene.
Silvia volvió a hablar: —Sería delicioso sentir isso na minha boca.
Y continuaron su diálogo por unos minutos; luego caminaron hacia el mar.
El otro hombre también se retiró sin mediar palabra conmigo. Permanecí bajo la ducha un poco desconcertada.
Dos minutos más tarde llegó junto a mí un chico muy joven, delgado; su estatura no era superior a 1.70. Con una mata de bello púbico sin rasurar.
Su pene dormido era corto, con promesa de ser grueso en erección.
Hola. Dijo.
Hola. Respondí a fin de poder continuar por desconocer el idioma.
Estás sozinha? Que idade tens? Dijo él.
Intuí su pregunta y dije: Tengo 22 años. Y tu ?
Eu tenho 18.
A cada pregunta mía se reía. Sin responder. Entonces dije tocando mi pecho: Yo, Roberta.
Él asintió con la cabeza y dijo: Eu sou Luis. Permanecimos mirándonos sin hablar.
Me incliné frente a Luis dándole la espalda a fin de acomodar mi pulsera tobillera.
Al inclinarme, la tirita de la bikini se hundió totalmente entre mis nalgas. Sentí la tela rozar mi ano.
Me puse de pie y dije: ¿Me acompañas al mar, Luis?
¡¡¡Sí!!! Respondió y me tomó de una mano. Caminamos descalzos sobre la arena caliente. Él parecía contento. A lo lejos veía a Silvia y su amigo. No así a Gregory y Tiago.
Cuando ingresamos al mar con la piel muy caliente, sentí el frío del agua en mi entrepierna y miré a Luis.
Su miembro estaba levemente levantado. Eso fue buen indicador de que mi presencia lo excitaba.
Salté frente a una ola que nos golpeó con fuerza y caí desestabilizada, aferrándome a él.
Luis me tomó por la cintura y ayudó a pararme.
Me encanta saltar frente a las olas. Dije.
Luis se paró detrás de mí para sujetarme cada vez que el agua me tiraba.
Era hermoso golpear mi culo en su sexo. Cuando lo impactaba, él me sostenía pegada a su cuerpo. Prolongando el contacto de su piel y mi piel.
Por muchos minutos estuvimos jugando de mano. Hasta que su pene estuvo totalmente erecto.
Lo aprisioné en mi mano. Aún sumergido. Nos miramos sin hablar, pero yo deseándolo. Sin salir del mar, caminamos hasta llegar casi al final de la playa. Ese lugar casi sin gente. Donde únicamente permanece alguna pareja con las mismas intenciones que nosotros.
Luis se acostó en la arena húmeda.
Yo apoyé mi cabeza en su vientre y me volteé para engullir su salado y grueso miembro.
Me llenaba toda la boca sintiendo que era delicioso.
Creo que duró tres minutos antes de llenarme con su semen.
No tragué su leche, la pasé de la boca a mi mano y unté mi ano. Luego. De rodillas en la arena, acariciaba su vientre y pecho.
Luis, con los ojos cerrados, disfrutaba mis caricias.
Quince minutos más tarde su verga volvió a ponerse dura como metal.
Lo monté a horcajadas. Él separó la tira de tela que cubría un poco mi orificio y apoyó la punta roma de su grueso falo. Presionó y logró meter la cabezota bordó, ayudado por su semen que ya untaba mi ano. En ese instante llegué al orgasmo eyaculando en la bikini. Grité de gozo, pero el sonido del mar lo hizo inaudible. El se hundió en mi a tope Haciendo que gima y tiemble sentada en su miembro.
Roberta
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Me gusto mucho la simpleza del relato. Estuve en Rio. He oído hablar de esa playa.
Gracias por tu comentario. No soy escritora, relato situaciones que he vivido aunque sean poco interesantes.