Mi bombón de chocolate
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Osvaldo llegó cerca de las diez de la mañana, estaba profundamente dormida, apenas abrió la puerta del cuarto un olor nauseabundo a pescado invadió todo el lugar, estaba feliz, pero ese aroma lo llevaba impregnado en la piel, fui a higienizarme y le pedí que que en forma urgente tomara una ducha, que se pusiera guapo para mi y luego tendría su recompensa.
MI esposo no dudó un segundo, en quince minutos estuvo listo, con su sexo apetecible, hicimos el amor como animales, honestamente yo estaba como braza encendida, tenía calor en las entrañas y yo solo quería que me cogiera, nos revolcamos de un lado a otro y le saqué hasta la última gota de semen que había en sus testículos, Osvaldo se quedó extrañando y maravillado al mismo tiempo, me dijo si estaba bien, que me pasaba, que me había portado tan puta y si me había vuelto ninfómana, solo respondí con una sonrisa mientras era mi turno de ducharme…
Y en esa ducha, en esa tina relajante, cubierta de agua tibia y espuma hasta el cuello, cerré los ojos, aspiré el perfume de los vapores jabonosos y empecé a recordar…
Diez días atrás emprendíamos unos días de vacaciones e las sierras, a Osvaldo siempre le gustaros esos parajes tranquilos, valles entre montañas, lagos, muchos árboles, sombra, lejos del ruido de la gran ciudad, esos parajes de postales, donde uno se aísla del mundo y puede disfrutar la vida al aire libre sin preocupaciones.
Habíamos reservado un hotel a orillas del lago, el lugar era tan bonito que ya era la cuarta vez en seis años que íbamos a ese sitio. Creo que ese era su lugar en el mundo y a mi me encantaba acompañarlo, en verdad los paisajes eran muy bonitos, y en invierno podíamos ver los picos de los cerros nevados, pero en medio de tanta armonía también había lugar para el placer…
Todo empezó por casualidad, al segundo día, eran las siete de la mañana y yo me había despertado, no podía conciliar el sueño y mi esposo dormía como un oso, intenté despertarlo, pero nada, me levanté y le dije que me iría a desayunar, el asintió con la cabeza, pero sabía que era solo un reflejo, si hasta estaba roncando.
Bajé por el ascensor al primer piso, donde estaba el comedor del hotel, aún era temprano y recién estaban terminando de acomodar las cosas, apenas estaban las chicas del servicio y en vejete que leía el diario en un rincón.
Fui a la mesa principal y empecé a ver opciones, había tanto para elegir, dulces, salados, café, leche, jugos, frutas, facturas, no sabía por donde empezar, fue cuando alguien llegó a mi lado, un moreno enorme puro músculos, con esa piel negra que brilla contra luz, de labios gruesos y un corte muy moderno, sus manos eran enormes y sus dedos estaban llenos de anillos, discretamente noté que lucía un jean celeste con una camisa justa a su cuerpo, marcando un torso musculoso y apetecible, incluso noté entre su camisa entreabierta parte de un tatuaje sobre su lado derecho.
Tal vez porque estábamos solos, tal vez porque estaba en sus genes de cazador masculino, o tal vez porque yo no fui tan indiscreta al mirarlo como había pretendido ser, pero el muchacho me sonrió y me saludó con un rico acento caribeño, y yo no pude evitar reírme por el tono de su voz, le contesté y empezó a darme charla mientras seguíamos eligiendo que desayunar. El, muy caballerosamente empezó a adularme, a decirme que todas las argentinas éramos muy bonitas, y si yo sabía donde había otras chicas tan bonitas como yo, y que, si estaba sola, y que mis ojos, y que mi sonrisa, y que mi acento…
Y yo me dejé seducir en ese juego inocente, porque me hacía reír con sus palabras y con su acento, y yo solo jugué su juego, porque no soy tonta, soy una mujer normal, de muy baja estatura, no destaco físicamente, de pechos planos y casi no tengo caderas, de colita chata, la naturaleza no fue muy agraciada conmigo, tal vez, lo mas bonito en mi sean mis ojos negros, y mi forma de ser, soy muy sociable y el tipo me había caído en gracia, me sentía insignificante a su lado, tan pequeña, tan delgada, y el, puro músculos marcados, un oso de dos metros de altura…
Cortésmente puse distancias con él, le dije ‘que mi marido’ estaba al caer a lo que me respondió ‘que era previsible que una mujer tan bonita tuviera enamorado’, fui a una de las mesas y él se sentó unos metros más allá.
Y si, poco tiempo después llegó Osvaldo, y también noté que él no estaba solo, a su mesa había llegado otro muchacho, tan grande como el, solo que completamente calvo.
Ese desayuno transcurrió en una forma muy sexual y peligrosa, estaban sentados a espaldas de mi marido, por lo que yo tenía contacto visual con ellos y notaba que ellos no me sacaban los ojos de encima, y además, me regalaban peligrosas sonrisas, sabía que estaban jugando con toda la situación, y yo me moría por disimular todo lo que pasaba.
Al terminar el desayuno, regresamos al cuarto, yo iba tras los pasos de mi marido y cuando pasamos junto a la mesa de los muchachos, el que había hablado conmigo tiempo atrás tomó rápidamente mi mano y puso una servilleta en ella, hecha un bollo. Seguí sin inmutarme, disimulando ante Osvaldo, y al llegar a la habitación le dije que necesitaba ir al baño.
Me metí, cerré la puerta y me senté en el inodoro, abrí la servilleta con nerviosismo, la tinta se había corrido, pero sin embargo pude leer su nombre, Carlos, y su número telefónico.
Tal vez no debí agendar su número y solo tirar el papel al cesto, pero si, agendé su número y empezamos a hablar por WhatsApp, no lo hacia con cualquiera, pero eso hombre negro me provocaba una impensada atracción, que mujer no ha fantaseado alguna vez con un hombre de raza negra? Y yo era una mujer de tomar oportunidades, le había sido infiel un par de veces a mi esposo, pero esto era distinto…
Los días siguientes fueron muy locos, no se como sucedió, pero poco a poco estaba más concentrada en los mensajes de Carlos que en disfrutar las vacaciones junto a mi esposo, es que las palabras secretas tenían ese placer de lo prohibido, ese gustito a pecado, y tener el celular en mi mano mientras al mismo tiempo hablaba con Osvaldo, me hacía subir la adrenalina como en una montaña rusa.
Resultó que Carlos estaba en mi país en una jornada de capacitación de su empresa, una multinacional, junto a José, su amigo, que ambos tenían esposas e hijos en su tierra natal, pero acá disfrutaban su soltería, y también hablábamos de lo otro, el me decía que quería cogerme, que me haría sentir muy bien, que era hermosa, y si aluna vez lo había hecho con un negro y que esto y que lo otro, era un alud y yo no sabía como pararlo, yo solo se que me dejaba toda mojada e imaginando… imaginando demasiado…
Nada hubiera pasado de juegos de palabras, porque yo estaba todo el día con mi marido y no tendría, ni buscaba ser infiel… pero Osvaldo vino con el tema de la pesca embarcada, a el le fascinaba salir a pescar con amigos, y en ese sitio, era una atracción turística más, pagabas unos pesos y te llevaban toda la toda la noche en una gran barcaza por el lago, y aunque suene muy puta de mi parte, cuando el me comentó yo solo lo empujé para que no dejara pasar la oportunidad…
Jugué mis cartas, le comenté a Carlos que tendríamos una oportunidad y que él se deshiciera de José, su amigo.
Así fue como anoche luego de cenar, despedí a mi querido Osvaldo, quien ya tenía toda la ropa preparada, le di un beso en la puerta del hotel, donde lo esperaba el coche para llevarlo al embarcadero.
Estaba todo listo, subí a mi cuarto, le avispe al morocho que unos minutos subiría a su habitación, por las dudas no quería que el bajara a la mía, me puse una tanga pequeña, color negro, dejé el sostén de lado para la ocasión y elegí un vestido floreado, de esos que se ajustan en la cintura y se hacen amplios hacia abajo, a media pierna, nada raro, me recogí el cabello y un lindo detalle, mis zapatos tacas finos, muy elegantes, muy sensuales.
Subí por ascensor del piso ocho al doce, el me esperaba bajo el marco de la puerta, casi tocando con su cabeza en la parte superior, estaba con un pantalón holgado, descalzo y su torso desnudo, me hizo pasar, reímos cómplices y me sentí como una tonta adolescente haciendo travesuras, empecé a mirarlo, era un enorme y apetitoso hombre de chocolate, y a mi me encanta el chocolate, intimidaba el tatuaje que había visto en parte esa mañana en el bar del hotel ahora podía verlo en mejor dimensión, empezaba en su hombro, bajando por su pecho, pasando por su abdomen para perderse bajo el pantalón, vaya saber dónde terminaba…
Era cómico, me sentía una muñequita a su lado, aun sobre mis tacos de veinte centímetro apenas le llegaba a las tetillas, mi hombre de chocolate dio el primer paso, vino hacia mí, pasó sus manotas bajo el vestido, y las apoyó en mis nalgas, me levantó en el aire sin problemas, como si fuera una pluma, lo rodee con brazos y piernas, mi cabeza quedó sobre la suya, lo besé profundamente, esos labios gruesos como pocos, sentí su raro olor en su piel, diferente, sexual, acaricié sus músculos, puro acero negro, me mojé como puta en celo, mierda, sin dejarme caer sus manos poderosas como tenazas se prendieron en mi pequeña colaless y en el silencio del cuarto la sentí crujir hasta saber que ya no quedaba nada de ella, me había costado unos buenos pesos, pero admito que eso había sido excitante, lentamente me dejó caer nuevamente al piso y a medida que lo hacía me fue subiendo el vestido, mi delgado cuerpecito quedó desnudo e indefenso a su lado, apenas parada sobre los finos tacos de mis zapatos…
Sutilmente me fue acomodando de rodillas sobre un mullido sillón de dos plazas, y el se quedó parado a un lado, sabía lo que quería, tomé su jean y solté su botón, lo deseaba, al fin un fantasía que podría cumplir, una buena verga negra, el me ayudó a bajar el pantalón y dios… era una enorme pija negra, como en esos videos porno, jamás pensé que esas cosas eran reales, ya había perdido noción de proporciones, tal vez yo era muy pequeña, tal vez el era demasiado grande, pero su pene era tan largo y tan grueso como mi antebrazo, era intimidante, pero yo no era mujer de asustarme…
Lo tomé con mi pequeña manecita, el tatuaje legaba justo a su pubis, por cierto estaba completamente depilado, todo, completo, era una hermosa postal, el mejor recuero de mis vacaciones, cerré mis ojos y lo llevé a mi boca, con dificultad apenas metí dentro una pequeña porción, era un animal, ensalivé su glande, pasé mi lengua por él, Carlos solo me dejaba hacer acariciándome los cabellos…
Carlos tenía una pija realmente enorme, caliente y apetecible, yo me sentía toda mojada y mientras se la chupaba lentamente imaginaba lo rico que sería sentir todo eso dentro.
Estaba en lo mejor de la mamada cuando sucedió algo que no estaba en mis planes, el fuerte ‘tac’ de la cerradura magnética de la puerta del cuarto llamó la atención, la figura de José, su amigo, se hizo presente, y ahí estaba yo, denuda chupándole la verga a su amigo, Carlos, quien, por las dudas, al no saber mi reacción, me sostenía con fuerza su pija dentro de mi boca.
Y yo no dije nada, me mantuve expectante, José caminó lentamente hacia nosotros, sacándose la remera negra que lucía, dejando caer su pantalón, preparándose para jugar un juego en el que no estaba invitado, al menos no era mi invitado, pero imaginé que ellos lo habían planeado minuciosamente, y a medida que lo veía acercarse medité mis movimientos, tal vez debería dar todo por terminado, pero tal vez, tenía ante mi una oportunidad de cumplir otra fantasía, un trío con dos hombres…
Y me dejé llevar, sin dejar de chuparle la pija a Carlos, seguí con la vista a José hasta perderlo a mis espaldas, sin dejar de notar que para mi buena suerte este negro también calzaba terrible verga…
Yo seguí concentrada en mi trabajo, pero también sentía mi chochito rebalsar en jugos, y de repente un par de dedos del recién llegado se habían colado profundo en mi interior, para empezar a jugar en tirabuzón, arrancándome lindos y pequeños orgasmos, luego de unos segundos sentí su lengua jugando en mi clítoris y entonces sí, yo estaba el borde del abismo y solo necesitaba que me dieran un pequeño empujón, empecé a gritar como puta y Carlos se ocupó de meterme su carne mas y mas adentro solo para acallar mis gemidos, respiraba al borde del ahogo, largando y aspirando aire por mi nariz ya que la boca la tenía colapsada…
Conseguido el objetivo la lengua de José pasó de mi conchita a mi culito, lo sentí jugar en él y me puse receptiva, la idea me resultó sexi, por que no? me dije…
José lentamente me sodomizaba, primero con sus dedos, uno, dos, y luego fue el turno de su gruesa verga, diablos, si que se notaba ese pedazo de carne al entrar y salir de mi culo, era loco, uno me la daba por la boca, otro por el culo, pero aun nadie me cogía…
Y tal vez el azar de una noche mágica me llevaría a cumplir demasiadas fantasías…
José me sacó de ese sitio y me levantó en aire como antes lo había hecho Carlos, solo que mi espalda daba a su pecho y me tenía con las piernas abiertas, ensartada por el culo, evidentemente mis cuarenta y cinco kilos no eran problema para ellos, y mi concha servida en bandeja fue demasiado, el vino por el frente, me hicieron el relleno del emparedado, en segundos la tenía dentro de mi sexo…
Y así me vi sostenida en el aire por ambas bestias, uno por delante, otro por detrás, con terribles pijas que me llenaban, que me sobraban, pero yo me ahogaba en gritos de placer, sosteniéndome en esos hombros poderosos me balanceaba incontenible hacia arriba y hacia abajo, más y más, orgasmo tras orgasmo…
Cuando se cansaron de dilatarme los agujeros me tiraron nuevamente sobre el sillón, haciendo que mi pecho se apoyara en el espaldar, quedando en cuatro entregada, José vino y empezó a cogerme muy rudo, muy profundo, demasiado, haciéndome gritar, Carlos se paró a un lado, pasó una pierna sobre mi espalda, se acercó y fue su turno de metérmela en el culo, que diablos! parecíamos un loco tren donde yo era la locomotora y ellos entrando y saliendo como pistones de mis holgados agujeros, Carlos necesitaba mucha fuerza de piernas para mantener esas constantes flexiones, pero el bastardo parecía nunca cansarse…
Pasaron los minutos, hicieron conmigo lo que quisieron, y me encantó que así fuera…
Me habían llevado al dormitorio, estaba de espaldas sobre el colchón, José me había levantado las piernas llevando las rodillas casi a los lados de mi cabeza, estaba toda encorvada y me penetraba bien profundo, me arrancaba un doloroso placer en cada embate, la tenía muy grande para mi pequeña conchita, y con su fuerza de macho me tenía sometida, nada podía hacer mas que soportar esa enorme pija que me partía en dos, gemir y clavar mis uñas afiladas en las sábanas…
Carlos esperaba su turno, solo observando como su amigo me cogía…
Lo sentí venir, ahhh!!! el incomparable placer de un hombre llenando mi sexo, su pija explotó en mi interior y me dejó al borde del desmayo, sentí mi conchita inundada en semen caliente…
El se retiró a un lado, y Carlos tomó su lugar, empezó a cogerme sin importarle que mi concha chorreaba leche, eso fue muy sexi, el no tardaría en llegar…
Carlos sacó su enorme verga y la apoyo en mi clítoris, estaba toda embardunada con la leche de José, y solo se movió hacia adelante y hacia atrás, rozando rítmicamente mi botoncito de placer, buscando su final, buscando mi final…
Yo miraba con deseo la punta de su pija, esperando y deseando ese momento, me acariciaba los pezoncitos y de pronto explotó el volcán, se contrajo y saltó un interminable chorro de leche caliente que llegó a mis tetas, a mi cuello, a mi rostro, hasta mis cabellos, y otro y otro, inagotable… los últimos disparos ya sin fuerza terminaron por bañar toda mi pancita…
Me quedé como una bebota, jugando con mis dedos en tanta leche caliente, llevándolos a mi boca, disfrutando del sabor del semen de Carlos, incluso metiendo los dedos bien profundos en mi agujerito… porque aún tenía sabor a José…
Yo estaba satisfecha, mi idea era volver a mi cuarto, Carlos tomó su celular y empezó a ver mensajes, desentendiéndose de la situación, pero José vino sobre mi con su verga dura y me enterró de nuevo en el culo, y sería el principio de un juego perverso, ellos empezaron a turnarse, mientras uno descansaba el otro me cogía, y yo era la única que no tenía descanso, para mí era pija, pija y más pija…
Me alarmé cuando los primeros rayos de luz se colaron por la ventana, mierda, había perdido la noción del tiempo, no sabía a que hora volvería mi esposo, pero sin dudas los tiempos se acortaban, hablé con Carlos y el entendió la situación, solo le pedí darme una ducha rápida, estaba impresentable…
Fui al baño a lavarme, y en el primer descuido Carlos se había colado a mi lado, pero que hombre…. le dije que no, no y no… pero ese bombón enorme de chocolate me podía, esos músculos, es piel negra, ese tatuaje, esos labios carnosos, y esa pija… que hermosa pija…
Me cogió por última vez contra los cerámicos del baño, bajo la tibia agua de la ducha y los vapores que habían envuelto el lugar… por cierto fue muy romántico…
Tomé mi vestido, me lo puse, solo eso, no había llevado sostén y Carlos me había destrozado la tanga, bajé por ascensor descalza, llevando los zapatos en la mano…
Me metí al cuarto, me sequé bien el cabello, dejé las prendas a un lado y me acosté desnudita, como dios me trajo al mundo, no tardé en conciliar el sueño…
Y acá volvemos al inicio de la historia, Osvaldo al llegar y encontrarme desnuda había asumido que yo lo esperaba a él, pero a mí me dolía todo mi cuerpecito, lo profundo de mi conchita, tenía el culito todo dilatado y estaba asqueada de semen, pero la excitación por lo vivido era tan fuerte que deseaba revolcarme con mi esposo, y entre nosotros… después de lo que me había comido, su verga, seguro no me haría daño…
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