Encuentro salvaje en la pesca: la carpa, el mate y el placer inesperado

Hola, amigos, quiero contarles una experiencia que jamás imaginé vivir en una salida de pesca. Hace poco decidí ir solo a un lugar casi secreto, un sitio donde apenas llega gente. Llegué, armé mis cañas y preparé el mate, disfrutando del silencio y la tranquilidad.

De repente, llegó un señor, de unos sesenta años, también con sus cañas. Me saludó y, sin pensarlo, le ofrecí un mate. “¿Quieres un mate?” le dije, y ahí empezó todo. Los mates pasaban, el sol bajaba y él me sorprendió con una sonrisa cómplice. Me preguntó si me quedaría a pasar la noche y si no tenía problema en compartir la carpa. Por supuesto que dije que sí, había espacio de sobra.

Preparamos algo para comer y unas cervezas, y la conversación fluía. Cuando el sueño nos venció, nos metimos en la carpa. Él me pidió si podía dormir sin pantalones y yo no puse objeción. Pero cuando me di cuenta que tampoco llevaba bóxer, una mezcla de sorpresa y excitación me recorrió.

De repente sentí su boca, suave y cálida, bajando lentamente. Me chupaba con ganas, y aunque intenté resistirme, el placer me dominó. Me sorprendió cuando sacó una crema de su mochila y me pidió que se la aplicara. Su trasero era firme, redondo y perfecto, y mientras se la iba poniendo despacio, su cuerpo empezó a moverse lento, muy lento, haciéndome perder la cabeza.

Era la primera vez que me entregaba así a un extraño, y la sensación era increíble. Sus movimientos eran suaves y profundos, delicados pero llenos de deseo. Pasaron más de veinte minutos de placer compartido, hasta que lo llené con todo lo que tenía. Él siguió moviéndose con calma, disfrutando cada segundo.

Cuando terminó, se levantó y se fue sin dar su nombre ni número. He vuelto varias veces a buscarlo, pero ese lugar es tan secreto como su presencia. Solo sé que cada vez que pienso en esa noche, mi verga se pone dura sin remedio.

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