Vir – los tres
Holaa, leer antes Vir I, II y III.
Ya Vir de alguna manera se había acostumbrado a coger con Horacio y conmigo.
Su vergüenza quedó de lado en parte.
Armamos un grupo de WhatsApp los tres para morbosear.
Horacio: Hola, ¿cómo están?
Yo: Bien, amigo, ¿y vos?
Horacio: Acá en una pausa del trabajo.
Horacio: ¿La reina no anda por ahí?
Paso un ratito.
Vir: Sííí, recién llegué a casa, por bañarme.
Horacio: Cómo me gustaría ser tu esponja, jaja.
Vir: Pervertido, jajaja.
Horacio: ¿Nos mandas una foto bañándote?
Vir: Bueno, ¿te vas a masturbar con esas fotos?
Horacio: Sííí, y pensando además cómo te cogí.
Vir: Qué zarpadoooo… jajaja.
Vir: Recuérdame, lindo… jajaja.
Vir no mandó fotos.
Horas después.
Yo: ¿Cuándo nos juntamos los tres?
Horacio: Cuando quieran.
Yo: Vir no está, salió a hacer unas compras.
Le mandé a Horacio por privado.
Yo: Cuando venga, la convencemos entre los dos.
Horacio: Dale.
Llegó vir.
—Hola, amor —me dijo y me dio un beso.
—Hola, ¿cómo te fue? —le pregunté.
—Biennn, compré un poquito de ropa que me hacía falta.
—¿Viste el grupo de WhatsApp de los tres? —le pregunté.
—Nooooo —me respondió—. A ver.
Y tomo el celular.
—¿Querés que nos juntemos los tres? —me dijo.
– siiiiii , queres? – le pregunte.
—A tomar algo, porque acá me van a terminar convenciendo para estar con los dos —me respondió.
—¿Y no te gusta? —le pregunté.
—Es como que ya no me da tanta vergüenza estar con los dos, pero no corresponde amor —me contestó.
—Bueno, salgamos a tomar algo entonces —le dije—. Manda al WhatsApp de los tres, cielo.
—Bueno —me dijo.
WhatsApp de los tres:
Vir: Holaaaa.
Horacio: Holaaa, Vir.
Horacio: ¿Nos juntamos este finde los tres en su casa?
Vir: Nooooo, porque sabemos cómo termina… jaja.
Horacio: ¿Y cómo termina? Jaja.
Vir: Con los dos dándome por todos lados, así termina.
Yo: Cosa que te gusta, jajaja.
Vir: Bastaaaa.
Vir: Si quieren, vamos los tres a tomar un café.
Horacio: Daleeeee.
Horacio: ¿Y cómo vas a ir vestida?
Vir: ¿Qué te gustaría que me ponga?
Horacio: A ver, medias con ligas y un saco con nada debajo…
Vir: Desnudaaaa, sos tremendooo, jajajaja… Mario no va a querer.
Yo: Sí quiero, amor.
Vir: ¿Como un juego nada más? ¿Después cada uno a su casa?
Horacio: Si vos querés, sí.
Se terminó el chat.
—Amor, ¿qué pensás de todo esto? —me preguntó Vir.
—Y está bueno, morboso; después volvemos a casa y cogemos los dos a full. ¿Te parece?
—Mmmmm, no sé, Horacio se va a querer prender a coger conmigo también, cielo —me dijo Vir.
—Si vos no querés, no, amor —le contesté.
—Si es así, está bien, amor, me estás haciendo muy putaaa —me dijo y sonrió y me dio un beso.
Vir quiso coger; estaba caliente por lo que iba a hacer, pero me hice el indispuesto para que al otro día estuviera más caliente.
Al otro día nos cambiamos para pasar a buscar a Horacio, como habíamos quedado previamente. .
Vir se puso unas medias negras con liga y un saco largo de lanilla, que llegaba un poco más abajo de la rodilla, también de color negro.
Y nos dispusimos a salir.
—Amor, me está dando vergüenza salir así, siento como que todo el mundo sabe que estoy desnuda debajo del saco —me dijo Vir algo avergonzada.
—Nooooo, amor, no se ve nada, solo nosotros sabemos que estás desnudita —le dije tratando de despejar su vergüenza y que no se arrepintiera.
—Bueno, vamos, vamos, amor, antes de que me arrepienta —me dijo.
Subimos al auto y pasamos a buscar a Horacio.
—¡¡Holaaa, chicos!! —saludó Horacio.
—Siéntate adelante, amigo —le dije.
Se sentó adelante con Vir en el medio, que estaba callada.
—¿Estás bien, Vir? —le preguntó Horacio.
—Maso, siento que todo el mundo sabe que estoy desnuda debajo del saco —le dijo tímidamente.
—Nooooo, Vir, no se ve nada, despreocúpate, y pasemos un rato lindo, dale —le dijo Horacio.
Vir asintió.
Paramos en un boliche que tenía mesas afuera y los asientos eran bancos en los que entrábamos los tres; había uno a cada lado de la mesa y nos sentamos los tres en el mismo, con Vir en el medio. Estaba medio oscuro; buscamos una mesa medio apartada.
—¿En serio estás desnudita, Vir, debajo del saco? —le preguntó Horacio.
—Sí —respondió tímidamente— y abrió levemente el saco en la parte de arriba, dejando ver por un instante parte de sus tetas y su vientre, antes de volver a taparse.
—Hermosaaaa —dijo Horacio.
—Sos una diosa, amor —le dije.
Vir nos sonrió.
—Pero ábrete un poco, amor, ¿no estás muy tapada? —le pregunté.
Me miró.
Se abrió un poco el saco.
—¿Así? —preguntó.
Se veía un poco más del nacimiento de sus tetas.
—A ver —dijo Horacio—, y se lo abrió un poco más.
Ahora se podrían apreciar bien sus tetas casi al aire; solo se cubrían en parte sus aureolas y pezones.
—Es muchooo —dijo Vir haciendo ademán de taparse.
—Noooo, amor, lo justo —le dije y la besé.
—Vamos a ver la cara del mozo cuando nos venga a atender —dijo Horacio risueño.
Y reímos los 3.
Vino el mozo.
—Buenas noches, ¿qué van a tomar?
—Yo una cerveza —dije.
—Yo también —dijo Horacio.
Vir seguía mirando la carta, y el mozo se percató de las tetas de Vir, casi al aire.
—Puede ser un gin-tonic —dijo Vir levantando la vista y ahí se dio cuenta de que le miraba las tetas.
—Sí, cómo no, señorita, ¿con hielo? —le preguntó y disimulaba poco que le miraba las grandes tetas a Vir.
—Bueno —contestó Vir.
—Ahora se los traigo —dijo y se retiró.
Reímos los tres cuando se alejó.
—¿Viste cómo te miraba las tetas, amor? —le pregunté risueño.
—Sííí, me las dejaron casi al aire, malos —dijo Vir mirándoselas, pero no tapándoselas.
—Y se le marcó el bulto, ¿se la hiciste parar, amiga? —dijo Horacio risueño.
—Bueno, a mí también me la paró —dije.
—Y a mí no te cuento, amigo —me contestó Horacio.
Y reímos.
—¿Y vos, Vir? —le preguntó Horacio.
—¿Yo qué? —respondió Vir.
—¿Te calentó que un desconocido te viera las tetas? —siguió Horacio.
—Me dio vergüenza, nada más —respondió.
—A ver, amigo, si es cierto —le dije a Horacio—. Fíjate.
—No, cielo —me dijo Vir mirándome.
Horacio metió la mano debajo de la mesa, acarició la pierna que tenía de su lado y comenzó a subirla, lentamente, hasta llegar a su concha.
Vir me miraba y se ponía colorada.
—Uyyyy, amiga, estás encharcado de lo caliente que estás —dijo Horacio mientras le seguía tocando la concha.
—¡Bastaaaa! —dijo Vir y le corrió la mano y se cruzó de piernas.
Volvió el mozo con las bebidas.
—Caballeros —dijo y nos dio las cervezas.
—Señorita —dijo mirándole las tetas— y le sirvió su gin-tonic.
—Disculpen —dijo el mozo—. En el subsuelo del local hay un cine muy especial. Nos miró y nos guiñó un ojo.
—Les dejo la dirección de Internet para que vean qué dan, por si les interesa; cualquier cosa, me avisan, ¿sí? Y dejo un folleto en la mesa.
—Gracias —les dijimos los tres.
Inmediatamente nos pusimos a mirar a ver de qué trataba.
—Es como un cine porno —dijo Vir.
—Sí, pero hay como pequeñas salas de cine con sillones y almohadones —dijo Horacio.
—¿Vamos a ver qué onda? —dije.
—Estás loco, amorrrrr, es un antro —dijo Vir.
—¿No querés? —dijo Horacio.
—No —dijo Vir.
Comencé a tocarle las piernas; Horacio me miró e hizo lo mismo.
Vir cerró los ojos.
—Basta —dijo agitada.
Horacio le empezó a agarrar las tetas por debajo del saco, abriéndoselo más.
Y yo empecé a meter los dedos en su concha empapada.
—Nos van a ver, nos van a ver —decía Vir agitada y dejándose hacer.
—Si te gusta, vir —le dijo Horacio mientras comenzaba a chuparle las tetas.
Vir me besó.
—¿Cómo te gusta la fiesta, amor? —le dije.
Mientras me miraba, Horacio seguía chupando sus grandes tetas.
—Siempre me terminan agarrando entre los dos —dijo por lo bajo.
—¿Por qué te gusta ver, no? —le dijo Horacio dejando de chuparle las tetas por un instante.
—¿Te gusta que te hagamos cositas los dos? —le pregunté.
—Sí —dijo tímidamente.
—Sí, ¿qué amor? —le repregunté.
—Sí me gusta que me hagan cositas los dos, amor —respondió.
—¿Y que te rompa el culo? —le preguntó Horacio.
—También, malo, pero me lo haces fuerte y me duele —respondió agitada.
—Bueno, la próxima vez, te la meto despacito, pero hasta los huevos, ¿sí? —dijo Horacio.
—Ya tiene la cola bastante acostumbrada, ¿no, cielo? —le pregunté.
—Sí, me ha quedado más abierta, amor —me contestó mirando para abajo.
—Porque te hemos culeado mucho, vir —dijo Horacio.
—Demasiado, me la han metido —respondió agitada mientras la seguíamos tocando.
Estábamos los tres recalientes.
—¿Vamos a un hotel? —propuse.
—¿¿Los tres, amor?? —dijo Vir.
– siiii , porque no – dijo horacio
—El conserje me va a ver entrar con los dos, ¿qué va a pensar de mí? —cuestionó Vir.
—Que sos una chica divertida, amor —contesté.
—Más bien que soy la puta de los dos, cielo —me contestó.
—¿Y no te gusta ser por un rato la putita de los dos? —preguntó Horacio.
—Sí, un poco, me gusta —dijo avergonzada.
—Por lo mojada que está tu conchita, mucho, amor —le dije sonriéndole.
—¡Bastaaaa! —me dijo algo risueña.
—Vamossss —dije.
Pagamos.
Nos paramos, y Vir nos iba agarrando del brazo a los dos mientras caminábamos al auto.
Y nosotros agarrándole la cola disimuladamente mientras caminábamos.
Tenía la cola mojada de los jugos de su propia concha.
—¡Bastaaaaaa! —nos decía Vir—. Nos van a ver y se van a dar cuenta de que estoy desnuda.
Dejamos de tocarla.
Subimos al auto; vi adelante en el medio de los dos, se cruzó de piernas; se veían las ligas de sus medias, que la hacían muy sexy.
Pasamos por una plaza que estaba bastante oscura.
—Para, amor —me dijo Vir—. Se me antoja columpearme en la hamaca que hace tanto que no lo hago.
Horacio me miró como diciendo: “¿Qué onda?”.
—¿Ahora, amor? —le dije con tono de sorpresa.
—Síiiiiii —me dijo divertida.
Como que no quería ir a un hotel los tres; me dio la impresión de que dilataba ir.
—Bueno —le dije y moví los hombros.
Bajamos del auto.
Vir corrió a la hamaca y la seguimos caminando.
—Me empujan —dijo Vir.
—Yo te empujo —dijo Horacio.
—Daleeee —le respondió.
Vir se sentó en la hamaca y Horacio la agarró de la cola para darle un envión despacio.
Y cada vez que volvía a él, la tocaba por algún lado.
Paré la hamaca por delante y la besé agarrándole las tetas, y saqué la pija que se la metí en la conchita de una; entró fácil por lo muy lubricada que estaba.
—Hayyyy, amor —me dijo—, me gustaaaa.
Horacio se acercó por atrás y le besó el cuello.
—A ver esa colita —le dijo.
Y se la empezó a acariciar levantándole el saco.
Horacio sacó la pija y se la acercó al ano; yo mientras la seguía bombeando en su concha.
—Saca más la colita, Vir —le dijo Horacio.
Vir obedecía y sacaba cola para afuera.
—Así —dijo Horacio y le metió la cabeza de la pija en el orto.
—Despacitooo —dijo Vir.
—Ya te están culeando otra vez, amor —le dije.
—Sí, mi cielo, cada día me haces más puta —me dijo y me besó.
—Ya tenés la cola acostumbrada a la pija, amiga —le dijo Horacio mientras se la iba poniendo más adentro.
De repente, con Horacio vimos a un hombre que fumaba un cigarrillo a unos 20 metros de nosotros, sentado en un banco de la plaza, que se la estaba agarrando.
Le hice un gesto de que se acercara en silencio por atrás.
Se acercó.
Horacio, mientras le seguía dando por la cola, le alcanzó un forro.
—¿Te gusta ver mi pija en la cola? —le dijo Horacio.
—Sííí —dijo Vir agitada.
—O cualquier pija en la cola te gusta —siguió.
—Noooo, la tuya ahora —respondió.
Horacio se corrió y le hizo señas al hombre que se acercara.
Este con el forro puesto le apuntó al ano y se la enterró de una.
—Hayyyyy, hayyyyy, no tan fuerte, hayyy, hayyyy, me duele —se quejó Vir.
De repente nos alejamos unos dos metros con Horacio.
Y veíamos el espectáculo de verla sentada en la hamaca con los ojos cerrados mientras un desconocido le rompía el orto.
—Hayyyy, hayyyyy, me duele la cola —dijo quejándose. Y abrió por un momento los ojos y nos vio a los dos frente a ella a unos metros.
Abrió los ojos como platos del asombro.
Se dio cuenta de que alguien más la estaba culeando.
—Déjeme —dijo Vir al desconocido tratando de pararse.
—No, putona, te voy a romper bien el orto —le dijo el desconocido agarrándola de las caderas, impidiéndole pararse, y bombeándola más fuerte.
—Hayyyyh, hayyyyy, hayyyyyy, pareee —le dijo Vir agitada.
—Si te gusta, putita —le respondió.
El desconocido le empezó a apretar las tetas al darse cuenta de que estaba desnuda.
—¿Te gusta pasear desnuda, putita? —le pregunto afirmando.
El desconocido con una mano le agarraba las tetas y con la otra le metía los dedos en la concha.
Vir nos miraba entregada.
—Aaaaaaaaa, aaaaaaaa, aaaaaaa, voy a acabarrrr —casi gritó Vir.
—Sííí, vas a acabar con el culo roto, putonaa —le dijo el desconocido.
—Acaba, putaaaa —le grito.
—aaaaaaaaa, aaaaaaaaa, aaaaaaaa, aaaaaa, aaaaaaa.
Se veía a Vir temblar y acabar.
—Toma la lechona tetona, putaaa, aaaaaa, aaaaaa, aaaaa. —El desconocido acabó, se la sacó del orto, se sacó el forro, lo tiró, se subió los pantalones.
Le dio un chirlo en la cola a Vir.
—Linda puta sos —le dijo— y se fue.
Vir se paró, se arregló la ropa y, sin mirarnos, fue hacia el auto.
La seguimos.
—¿Estás bien, amor? —le dije.
No me contestó.
Subimos al auto y fuimos a casa junto con Horacio, todo el tiempo en silencio.
Llegamos, entramos a la casa y, sin decir nada, Vir se fue a bañar.
—Amigo, creo que la cagamos hoy —me dijo Horacio.
—Noooo, se le va a pasar —le dije.
—¿Vos decís? —me preguntó.
—Sí, el desconocido la hizo acabar, gozó, lo disfrutó —le contesté.
Seguimos hablando un ratito y escuchamos que Vir salió del baño y fue para la pieza.
De repente la escuchamos sollozar.
—Uyyy, amigo, la re cagamos —dijo Horacio escuchándola.
—Vamos —le dije.
Y fuimos a la pieza.
Nos tiramos uno a cada lado de Vir, que estaba tapada solo con la sábana.
—¿Estás bien, amor? —le pregunté.
—No —respondió Vir sollozando.
—¿Por qué? —le volví a preguntar.
—Me entregaron a un desconocido sin mi consentimiento para que me hiciera la cola —respondió Vir con voz entrecortada.
—Pero gozaste, Vir —le dijo Horacio.
—Venían calentándome desde que estábamos en el café; en la hamaca me la metieron por delante y por detrás, además de tocarme por todos lados, especialmente las tetas. Cuando el desconocido me la metió en la cola, sentí algo raro además del dolor; abrí los ojos y los vi a los dos con mirada de lujuria; mi asombro fue enorme.
Me quise soltar, pero me agarró fuerte de la cadera, jugaba con sus dedos en mi clítoris y me apretaba fuerte las tetas, mientras me metía la pija hasta los huevos en la cola.
Mientras los dos miraban cómo un desconocido me cogía.
Y si acabé varias veces, mirarlos mientras me cogían me calentó mucho. Ahora piensan que soy una puta, ¿no? —dijo sollozando.
—Noooo, amorrr, para nada —le dije y seguí.
Disfrutamos nuestra sexualidad; a mí me gusta que seas abierta a otras experiencias y lo disfrutemos juntos.
—Vir, sos una diosa, ojalá yo tuviera una mujer como vos —dijo Horacio.
—¿No estás enojado, amor, ni desilusionado conmigo? —me preguntó Vir mirándome.
—Nooool, amor, te amo —le dije y la besé.
Me sonrió con alguna lágrima en los ojos aún.
—Perdón —dijo Horacio—. ¿Me puedo dar una ducha?
—Sí, amigo, fíjate que en el placar de baño hay toallones y toallas.
—Genial —respondió Horacio. Se paró y fue al baño.
—¿Sabes qué se me ocurrió, amor? —le dije a Vir.
—Alguna chanchadita —me dijo y me sonrió.
– que ? – pregunto
—Cuando venga Horacio de bañarse, voy yo; tardo como 25 min. ¿Y vos te lo coges? —le dije.
Me miró asombrada.
—Siempre hicimos cositas los dos juntos, amor —me dijo.
—Para cambiar, igual lo sabemos los dos —le dije.
—Vos hacete la que no querés porque no estoy yo, pero déjate convencer, como que queda entre ustedes —le dije.
—Jajaja, sos tremendo, amor —me dijo.
—Bueno, dale —me dijo y me miró con una mirada pícara.
—¿Qué tienes puesto debajo de la sábana? —pregunté.
—Un camisón y la bombachita, amor —me contestó.
—Sácate todo y quédate desnudita —le dije.
Me miró, me sonrió y se sacó todo y se volvió a tapar con la sábana.
—¿Así? —me preguntó.
—A ver —dije y metí la mano por dentro y toqué su conchita mojada.
—Ya estás mojadita, amor —le dije sonriente.
—Jajaja, tu putita es así, cielo —me dijo también sonriente.
Dejamos de escuchar la ducha.
Y nos callamos.
Horacio llegó en bóxer y se acostó junto a Vir.
—Me voy a bañar también —dije.
Me paré y fui al baño.
—¿Estás bien, Vir? —preguntó Horacio a Vir.
Vir estaba de espaldas a él.
—Ahora, sí —le contesto.
—Perdóname, si estuve mal —dijo Horacio.
—Sííí, todo bien —respondió Vir.
—Me puedo meter dentro de las sábanas, me dio frío.
—Bueno —le dijo—, pero antes de meterse, sequito el bóxer.
—¿Te lastimó la cola el desconocido, Vir? —le preguntó Horacio.
—Un poco, sí —dijo Vir por lo bajo.
—¿Te la metió bien adentro, hasta las bolas, no? —siguió Horacio.
—Sí, y me apretaba fuerte los pechos y los pezones —respondió.
—Eso lo vimos vir —le contesto.
—Pero no vieron que también me metía los dedos por delante —siguió Vir por lo bajo.
—¿Te dejo la concha abierta entonces? —preguntó Horacio.
—Bastante; tenía los dedos muy gordos, y me los metía y sacaba mientras me decía cosas al oído —respondió.
—¿Qué te decía?
—Que tenía un orto hermoso, que me lo iba a romper, que me lo iba a llenar de leche y guarangadas así.
—Y tenés una cola hermosa, vir. . —Hay esa colita —le dijo Horacio— y se la empezó a acariciar por arriba de la sábana.
Vir no decía nada; entonces Horacio se la empezó a tocar por debajo de la sábana.
—Aaaa, estás desnudita, qué linda colaaa —le dijo mientras se la acariciaba.
—Para, hora, que no está Mario —le dijo mientras se dejaba hacer.
—¿No te gustan los mimos que te hago en la cola? —le decía Horacio mientras la seguía tocando.
—Me hace cosquillita, jaja —respondió.
Horacio puso su mano en la cadera de Vir lentamente, siguió hasta su cintura, siguió por su vientre y subió, pasando su mano por el medio de sus dos tetas; le agarró una y empezó a jugar con sus pezones.
Vir seguía de costado, dándole la espalda.
Horacio le apoyó la pija en el zurco de la cola y se la refregaba lentamente.
—¿Te gusta, Vir? —le pregunto al oído.
Vir no contestó, pero se dejaba hacer.
—Estás encharcado, amiga —le dijo mientras frotaba la pija por su cola.
—No está Mario, para —dijo con voz suplicante.
—No le contamos y listo —dijo.
—No estaría bien —dijo Vir, todavía de espaldas.
Horacio le apoyó la cabeza de la pija en la entrada de su concha mojada.
—La cabeza nada más, vir —le dijo y se la metió.
—Para —le dijo por lo bajo, pero se dejaba.
—¿No te gusta? —continuó.
—Sí, me gusta, pero no está Mario —dijo sin moverse.
—No le contamos —dijo Horacio y se la enterró hasta los huevos.
—Sácala que va a venir, Mario, ahora —dijo Vir por lo bajo.
—Ya te la metí, amiga, el mal está hecho —le respondió Horacio, mientras se la metía y sacaba.
Agarrándole sus grandes tetas mientras tanto y apretando sus pezones.
—No le vas a contar, ¿no? —dijo Vir por lo bajo.
—No, amiga, quédate tranquila, y déjate coger —le dijo mientras la seguía bombeando cada vez más fuerte y ahora agarrándole sus tetazas.
—Me estoy dejando, me estás cogiendo, ahora —dijo Vir por lo bajo.
—¿Te gusta la pija bien adentro, putita? ¿Sentís mis bolas pegando en tu culo? —le dijo al oído mientras la seguía bombeando.
—Está dura y caliente, la siento muy adentro —dijo Vir por lo bajo.
—No me acabes adentro que Mario se va a dar cuenta, ahora, y no me puedo ir a bañar otra vez, va a sospechar —le susurró Vir.
—¿Entonces me vas a tomar la leche? —le dijo Horacio.
—Nooooooo, estás loco —le contesto por lo bajo.
—Entonces le voy a tener que contar —respondió Horacio.
—Nooooooo, por favor —le dijo Vir suplicante mientras Horacio la tenía ensartada.
—Te voy a llevar con un amigo para cogerte los dos, ¿quieres? —preguntó Horacio mientras le seguía bombeando.
—Noooo, nooooo —decía Vir por lo bajo.
—Entonces le tendré que contar a Mario —respondió.
—Nooo, por favor, hago lo que quieras —dijo Vir suplicante.
—¿Te vas a dejar coger bien cogida por mí y mi amigo? —le susurró.
—Me da miedo, no lo conozco —respondió por lo bajo.
—Pero te gustaría que te diéramos entre los dos, ¿no? —preguntó Horacio al oído.
—No, no sé, me sentiría una puta, ahora —le contestó agitada.
—Sos una putona, vir, mira cómo te cojo y te dejas —le respondió.
—Sácala, basta —le dijo resistiéndose un poco.
—¿Quieres que le cuente a Mario? —le preguntó amenazante.
—Noooooo, noooo, por favor —casi gritó Vir.
—¿Entonces vas a coger con mi amigo y conmigo no? —siguió Horacio.
—Me da miedo —respondió Vir en un susurro.
—Te vamos a llevar a un hotel, para romperte bien el orto y llenarte de leche, vir, vas a gozar mucho —le dijo Horacio al oído.
—No soy una puta, ahora —le dijo.
—Sos re puta, mira cómo te estoy cogiendo y te dejas —le dijo mientras le seguía dando.
—¿No me van a hacer mal en el hotel? —preguntó Vir tímidamente.
—Noooo, solo te vamos a dar pija como mereces, vir —le respondió caliente.
—Pero que no se entere Mario, ¿sí? —dijo Vir aceptando.
—Qué linda putona sosss, cómo te vamos a enfiestar, vir —dijo caliente Horacio.
—Vení a chupar pija, putita —le dijo y se puso boca arriba.
Vir se dio vuelta y lo miró a los ojos, le miró la pija y se la empezó a lamer.
—Así, puta, así, chupa pija —le decía por lo bajo mientras le empujaba la cabeza para metérsela hasta la garganta.
—Te voy a engordar de tanta leche que te voy a dar, putona —le decía por lo bajo Horacio a punto de acabar.
Se escuchó que Mario cerró la ducha; Vir dio un salto y se puso boca arriba; Horacio salió de adentro de las sábanas y se puso el bóxer.
—¿Me extrañaron? —dije risueño.
– siiii – dijo vir.
—Uyyy, es re tarde, me tengo que ir, si no mi esposa me mata —dijo Horacio y se paró para ir a vestirse.
—Dale, amigo —le dije.
Horacio se vistió y volvió a la pieza.
—Chicos, me voy, puedo salir solo, no se molesten —dijo, nos saludó con la mano y se fue.
Escuchamos cerrar la puerta.
—¿Yyyyy? —le dije a Vir, curioso.
Vir se largó a reír.
—Quería coger conmigo y que no te contáramos. Me la metió por delante; yo me hacía la que no quería, y me amenazó para que se la chupara también, si no te contaba. Me dijo puta, putona, que me quería llevar a coger con un amigo, etc., y que me iba a engordar de leche —dijo Vir algo risueña— y continuó: —Lo dejé con toda la leche adentro de él, lo engordé yo —dijo Vir y se rio.
—Sos tremenda, amor —le dije y la besé.
—¿Qué se cree, que porque jugamos los tres, tiene algún derecho sobre mí? —dijo.
—Yo soy tuya y de nadie más, amor, los jueguitos entre los dos son eso, juegos, nada más —continuó.
—Exacto —le dije—, son parte de nuestra relación, pero siempre juntos, amor.
—Síííí, siempre juntos —dijo Vir.
—¿Amorrrr?
—¿Qué, cielo? —respondí.
—Tu putita está caliente —me dijo mirándome con carita de gata.
—Súbete arriba de mí, amor —le dije.
Se subió, se metió la pija adentro y se apoyó con los brazos, de tal manera que su cara quedaba a 20 cm de la mía.
—Así, mi señor —me dijo mirándome y moviéndose arriba mio ensartada.
—¿Asíde mí le gusta, a mi putita? —le dije.
—Síííí, te siento adentro y froto mi clítoris en tu vientre, amor —respondió.
—¿Cómo te rompió el culo el desconocido, cielo? —le dije.
Se puso colorada, me miró y me dijo.
—Qué guacho sos, cómo me entregaste —me respondió.
—¿Pero le gustó a mi putita? —le pregunté mientras ella me miraba y se movía con mi pija adentro.
—Fue raro, pero me excitó cómo me veían los dos mientras el desconocido me hacía la cola, cielo —me dijo agitada.
—Sííí, veíamos tu carita de gozo, amor —le respondí.
—Soy cada día más puta, ¿no, amor? —me preguntó.
—Sííí, cielo, y me gusta —le respondí.
—Ay, qué lindo siento tu pija adentro, amorrrr —me dijo a punto de acabar y moviéndose más rápido.
—Aaaaaaaa, aaaaaaaa, aaaaaaaa, aaaaaaaa, acabooooo —gritó Vir.
—Acabe mi puta —le susurre.
—Aaaaaaaa, aaaaaaa, aaaaaa, no paro de acabar, me vas a matar de placerrr. —Volvió a gritar y quedó tendida sobre mí un instante.
Me miró y bajó para pajearme arrodillada mirándome.
Y me la empezó a chupar con ganas.
—¿Le va a dar lechita a su nena? —me preguntó.
—Todaaa, amor —le contesté a punto de acabar.
—Aaaaa, aaaaaaaa, aaaaaaa, toma lecheeeee —grité y le llené la boca.
Ella se puso a horcajadas sobre mi vientre y, mirándome, me mostraba toda la leche que tenía en su boca, sonriéndome.
Poco a poco la dejó caer por sus labios, cayendo en sus grandes tetas, y se la pasaba como si fuera crema hasta que su piel la absorbió.
Se recostó junto a mí.
—Te amo —me dijo.
—Yo más, cielo —le respondí.
Y nos quedamos al ratito dormidos.
¿Te gustó este relato? descubre más cuentos para adultos en nuestra página principal.