Después de unas copas, estreno el nuevo trolebus
¡Hola!
Hace mucho tiempo que no escribía por aquí. Desde la última vez que les conté mis travesuras, han pasado muchas cositas ricas; algunas con lectores de esta plataforma, otras cuantas más, algunas otras en mi vida diaria, pero sin duda es asombroso cómo el mundo es tan pequeño, lo que me permitió conocer amigos solo por contar lo rico que disfruto el sexo.
Espero disfrutes este relato, y por supuesto te invito a leer mis relatos anteriores para que puedas conocerme más. Y hazme saber si te gustaría conocer más de mis experiencias; mi correo está en mi perfil, pero lo dejaré también al final de este relato.
Comenzaré por describirme físicamente: soy de complexión delgada, un cuerpo fruto de esfuerzo en el gym; lo que más fascina a los hombres es mi culito; ya sea con pantalón o falda, es placentero saber que siempre robo miradas.
La historia que te contaré hoy sucedió hace algunas semanas. Regularmente, cuando salgo de casa, prefiero llevar mi auto, pero con los días con tormentas, las inundaciones hacen los viajes más complicados.
Mi grupo de amigas se puso de acuerdo para salir a tomar un par de copas y divertirnos. El plan fue salir de fiesta; debo ser sincera contigo y debo decirte que de las cosas que más me calientan es descubrir a los hombres mirarme con deseo; saber que voltean a verme con morbo me prende muy rico.
En el bar todo transcurrió con normalidad, pedimos un par de tragos, bebimos y cantamos un poco en el karaoke; en algún punto de la noche, un grupo de chicos pretendía acercarse a nosotras para bailar, pero no aceptamos la invitación.
Al ir al baño podía notar cómo ese grupo de hombres hablaba sobre mí. Llevaba una falda con escote sensual en la espalda. Al salir del bar, uno de esos hombres me tomó suavemente del brazo y, hablándome al oído con voz gruesa, me dijo:
- Me dejaste con las ganas de bailar contigo, tocar tu cinturita y arrimarte la verga; te doy mi número por si algún día quieres pasarla bien.
Al ir escuchando la voz de este hombre, mi cuerpo empezó a reaccionar, provocando cosquillas entre mis piernas; definitivamente, el alcohol ayudaba a sentir más placer todavía.
Mis amigas estaban un par de pasos más adelante esperándome, así que las alcancé. Mi mente sabía que debía aprovechar la noche y quería seguir sintiéndome deseada por los hombres y quizá hacer una travesura, así que en lugar de tomar Uber decidí usar el trolebús.
Antes de entrar al metro, pasó por mi mente subirme al último vagón; no sé si sepas, pero se cuenta que en ese vagón y ya de noche se convierte en un hotel sobre ruedas. Pero un ataque de cordura me hizo subir a la zona mixta; el viaje en el metro transcurrió con normalidad; por la hora, ya no había muchas personas.
Ya en el trolebús se repitió lo mismo, así que decidí sentarme en los asientos de hasta atrás. Por mis pensamientos pasaba el llegar a casa y usar algún dildo para poder descansar rico. De pronto, un hombre entra segundos antes de que las puertas cerraran, gira la cabeza y decide dirigirse hacia donde yo estaba sentada.
Después de que la unidad arrancó, volteé a verlo de reojo y descubrí que estaba mirando un video donde una jovencita mamaba gustosa un pene. Por inercia me quedé un par de segundos observando el video; no pude evitar excitarme de ver lo mucho que esa chica disfrutaba. Instintivamente llevé mis manos a estimular mis pezones sobre la blusa; aparté mi mirada de ese celular, pero mis dedos seguían sobre mis senos. Sin poder controlarlo, solté un pequeño gemido. De pronto escuché que me habló, me dijo:
- ¿Quieres seguir viendo el video? Es mi verga la que están mamando.
Con las mejillas ruborizadas, asentí un poco; mientras mi mano no dejaba de pellizcar mis pezones, el hombre acercó el celular a mí y con su mano libre comenzó a tocar mis piernas. En este momento, yo estaba mojadísima, sentía los pezones muy duros y sensibles.
Instintivamente, llevé mi mano a tocar su bulto por encima del pantalón, esto mientras lo veía con una mirada sexy y mordiendo mis labios suavemente. El hombre cooperaba mucho y me ayudó a desabotonar su pantalón y bajarlo un poco, lo que permitió que mi mano pudiera entrar por debajo de su ropa interior. Mi mano sujetó esa verga piel a piel; pude notar lo grande y caliente que estaba y sentir las venas de ese tronco me encendió por completo y busqué bajar más su ropa para poder liberar esa verga.
Ya que se la había sacado del pantalón, la masturbé un poco mientras mi otra mano sobaba sus testículos. Disfruté esparcir las gotitas de líquido preseminal por todo su glande; en cuanto todo quedó brilloso, llevé mis labios a ese pene. Sinceramente, me costaba meterlo por completo en mi boca, así que me concentré en su cabeza. Mi lengua lo trataba de enrollar y mi saliva era generosa cada vez que subía y bajaba, al grado que la base de su pene estaba muy mojada por mi saliva.
Llegó un momento donde este sujeto tomó el ritmo de la mamada y empujaba mi cabeza para que le comiera más su verga. Entre lo mojada que estaba y lo mucho que estaba disfrutando, logré meterme lo que pude hasta el fondo de mi garganta, mientras su otra mano intentaba levantar mi falda. Estoy segura de que si hubiera descubierto que llevaba una tanga roja, hubiera alegrado aún más su noche.
La presión a mi cabeza se hacía más intensa cada vez, hasta que sentí que sus huevos palpitaban, por un momento pensé en levantar la cabeza y dejar que su semen cayera al piso, pero sus manos firmes evitaron eso y aún con su verga completamente dentro de mi boca empezó a eyacular, termino en mi boca de una manera deliciosa sentí los chorros de leche impactar el final de mi garganta, después de aventar el último chorro, levanté la cabeza y como sé que a los hombres les encantan que traguen su leche, abrí la boca para mostrarle lo llena que me había dejado, con una ligera sonrisa de placer tragué esa leche y volví a abrir mi boca para mostrarle que lo había comido todo; mientras con mi dedo recogía la leche que se había escapado por las comisuras de mis labios.
Ayudé a guardar su verga aún dura en su ropa interior y, sonriendo amablemente, le dije buenas noches y me bajé en la siguiente estación.
Gracias por haberme leído, espero hayas disfrutado. Déjame saber si te gustó o no en los comentarios o vía correo electrónico, así termino esta historia con un número telefónico que no sé si usar para mandarle mensaje y con la inquietud de saber si volveré a encontrar al hombre del trolebús. ¿Será que encontró este relato y su verga está dura de recordar cómo se la mamé?
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