Me hizo tragársela entera en el camerino, antes de la función

Era la noche del estreno. El teatro estaba lleno, los murmullos del público se colaban por las paredes, y yo, vestida con mi traje ajustado, repasaba mis líneas frente al espejo. No podía evitar sentir la adrenalina… aunque no toda venía de la obra.

Él estaba sentado en una silla del camerino, observándome con esa mirada de lobo que me conocía demasiado bien. No decía nada, solo se lamía los labios como si estuviera imaginando algo muy distinto a un aplauso.

  • “Te ves increíble” – me dijo, levantándose lentamente. “Pero creo que te falta algo antes de salir a escena.”

No entendí hasta que lo vi cerrar la puerta con llave. Sus pasos eran lentos, seguros, y cuando estuvo detrás de mí, me apartó el pelo y me besó el cuello. Su mano ya estaba en mi cintura, bajando hacia el borde de mi falda.

  • “Aún tenemos diez minutos” – susurró. “Suficiente para que me la tragues toda.”

Me giré, y ahí estaba: su verga dura, marcando el pantalón. Ni siquiera me lo pensé. Me arrodillé frente a él, desabroché el cinturón y lo saqué. Palpitaba en mi mano, gruesa, caliente, lista para mí.

Lo metí en mi boca despacio, lamiendo la punta, jugando con mi lengua, mientras él soltaba un suspiro profundo. Me sujetó el pelo y empezó a guiar mi cabeza, empujando más, hasta que la sentí llegar al fondo de mi garganta.

  • “Eso, trágatela toda” – me dijo, con la voz ronca. “Quiero que subas al escenario con mi sabor en la boca.”

Su verga entraba y salía, húmeda y brillante con mi saliva. Yo gemía ahogada, mirándolo a los ojos, sintiendo cómo sus caderas se movían cada vez más rápido. Me escurría una lágrima por la mejilla, y él la limpió con el pulgar, sonriendo.

De repente, me levantó de golpe, me dio la vuelta y me apoyó contra el tocador. Mis manos chocaban con los pinceles, el maquillaje, el perfume. Me subió la falda, me arrancó las bragas y me empujó hacia adelante.

Entró de una sola estocada. Un gemido se me escapó sin control. Me follaba fuerte, el sonido de nuestros cuerpos chocando llenaba el camerino. Afuera, se escuchaban pasos, voces, pero a mí solo me importaba sentirlo dentro.

Me agarró de la cintura y me embistió como si quisiera dejarme sin fuerzas. Me escupió la espalda baja, me jaló el pelo, me obligó a mirarme en el espejo. Yo veía mi cara de placer, las gotas de sudor bajando por mi cuello, su mirada de puro deseo detrás.

  • “Eres mi esposa caliente, y vas a salir ahí afuera sabiendo que te acabo de llenar” —susurró.

Me levantó una pierna, penetrándome más hondo. Sentía cómo su verga rozaba cada rincón, cómo me llenaba entera. Yo gemía más fuerte, ya sin importarme si alguien escuchaba. Su mano bajó a mi clítoris y empezó a frotar rápido.

No tardé en correrme. Un orgasmo intenso me recorrió entera, haciéndome temblar. Él no paró, siguió dándome duro, hasta que un gruñido escapó de su garganta y me llenó por dentro, caliente, espeso.

Me quedé apoyada sobre el tocador, jadeando, mientras él me acomodaba la falda y me besaba el cuello. Aún tenía las piernas temblando.

  • “Ahora ve y actúa” – me dijo. “Pero no olvides que ahí dentro tienes mi marca.”

Salí al escenario con las luces cegándome, el corazón acelerado… y su semen aún escurriéndome entre las piernas. Y, juro por Dios, nunca actué con tanta pasión en mi vida.

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Paola 23
Paola 23

Me considero una putita caliente y con ganas de vivir la vida!!

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Un comentario

  1. Qué rica historia amiga. Soy músico y siempre les envidio a los de teatro que tienen más libertad sexual. Felicidades, que tengas muchas más experiencias así de ricas.

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