Con mi cuñado: entre la venganza y el deseo
Cuando le pedí un tiempo a mi pareja, nunca imaginé lo sola que me sentiría. A veces iba a su casa solo para ver si él reaccionaba, pero siempre se encerraba en su cuarto. Yo, caliente, dolida y frustrada, pasaba el rato con su hermano mayor. Fumábamos, bebíamos, y él… bueno, él no quitaba los ojos de encima de mis pechos cada vez que me ponía una blusa sin bra. Lo hacía a propósito. Sabía que me miraba.
Una noche, con el humo envolviéndome y el alcohol haciéndome efecto, me senté junto a él en el sofá. Él me ofrecía bocanadas de su cigarro, y yo, entre risas, las tragaba como si fueran besos robados. El calor me subía por el cuerpo, y sentía cada roce, cada mirada como una caricia en la piel. Cuando me incliné para alcanzar una cerveza, su mano rozó mi espalda baja… no me aparté.
Me miró. Lo miré. Se acercó. Su boca tocó la mía y yo no puse resistencia. Me besó como si hubiera estado esperando ese momento desde hacía tiempo. En segundos ya tenía mis pechos al aire, su boca atrapando uno mientras su mano jugaba con el otro. Me sentí deseada, devorada. Cuando bajó mi pantalón, lamió mi sexo con hambre, y yo gemía sin poder contenerme. Le pedí que parara, que nos podían oír, pero él solo me miró y dijo: “Entonces, tendré que callarte la boca…”
Y lo hizo. Me la metió suave al principio, y luego yo misma marcaba el ritmo, tragando con gusto. Lo miraba mientras se mordía los labios, perdido en el placer. Cuando pensé que acabaría, me levanté, lo besé y lo masturbé mientras me apretaba el trasero.
Justo cuando iba a follarme, escuchamos pasos. Me vestí rápido, pero él no quiso soltarme, metiéndomela en la boca una vez más mientras me arrodillaba. Era como una golocina.
Salí a ver a mi ex. Intenté abrazarlo, pero él solo me dijo: “Limpia tu mejilla… y acomódate la blusa.” Me temblaron las piernas.
Esa misma noche, el hermano volvió. Le abrí sin decir una palabra, desnuda, esperándolo. Me encontró tocándome, y sin decir nada, se arrodilló, me lamió hasta hacerme gritar. Después lo monté, lo cabalgué hasta perder la cabeza, hasta que me llenó de leche caliente. Me quedé sobre él, rendida, satisfecha, como nunca antes.
Fue la última vez que nos acostamos. Lo supe desde que me dijo: “Gracias por dejarme tenerte así, sin límites.” Y yo solo sonreí.
Con mi ex volvimos a follar, pero nunca fue lo mismo. El recuerdo de esa noche prohibida… todavía me calienta cuando me toco a solas.
infidelidad, cuñado, sexo prohibido, primera persona, fantasía sexual, relación secreta, sexo oral, sexo caliente, hermano de mi ex, erotismo.
¿Te gustó este relato? Descubre relatos para disfrutar solo en nuestra página principal.
Tendencia ahora