Carina, iniciación

Autor: aznavour1 | 07-Jun

Heterosexuales
Lo que les voy a relatar sucedió hace poco en una ciudad de mi país. Mi nombre es Carlos y tengo 36 años, y hace algunos años que conocí a la persona con la que me pasó esto que voy a contarles. Ella era maestra en un colegio, y siempre la veía al mediodía cuando llegaba a su casa. La verdad es que por entonces (año 1998) yo no tenía novia y venía de terminar una relación muy larga que me había dejado mal. Carina, así se llama, solía sentarse a las noches en la vereda de su casa, y yo hacía lo mismo, lo que hizo que nos fuéramos conociendo hasta hacer de estas charlas una amistad muy linda y especial. Yo no veía a Carina como novia, simplemente porque era una amiga, aunque poco a poco, y sin quererlo me fui enamorando de ella.

Cada día esperaba hasta tarde para ver si la veía, o si hablaba con ella. A veces, en las tardes ella me invitaba a tomar mate a su casa, o ella venía a la mía. Pero nada más que eso, simples amigos. Nuestra primera salida fue para un asado que los amigos de Carina organizaban, y como los conocía, me invitaron a ir. Fui con ella, y compartimos toda la noche charlando, es más, creo que esa noche la sentí más cerca que nunca. Estaba vestida con un jean negro, y un sweater crema que marcaba muy bien su cuerpo. Carina era muy católica y religiosa, ella decía que iba a llegar virgen a su matrimonio, aunque no le conocía novio, ni salía muy seguido. Era más bien baja (1.68) flaca de 30 años, y con el pelo negro azabache largo hasta sus hombros. Su cuerpo nada espectacular, pero con un muy lindo culo bien redondo y unos hermosos pechos, no muy grandes, pero bien formados.

Como les dije, en secreto yo me había enamorado de ella y no veía las horas de tenerla, pero ella parecía no notar nada ni me demostraba tampoco más que su amistad. Es más, cierta vez que habíamos estado hablando de nuestras relaciones anteriores, ella me remarcaba que yo era su amigo y nada más. Hasta incluso ella organizó un par de salidas con algunas amigas solteras para que yo las conociera, pero no, yo la quería a ella, y no podía sino imaginarme lo que sería tenerla para mí. Con el tiempo algo fue cambiando en ella, parecía estar más interesada en mí, hablábamos temas más personales y yo notaba que ella me miraba de otra manera, como si en sus ojos hubiera cierto brillo.

Las cosas se fueron dando hasta que comenzamos a salir solos. Primero fuimos al cine, al otro fin de semana salimos a tomar algo, y finalmente a la disco. Esa noche yo estaba listo para decirle lo que sentía. Busqué la oportunidad y me declaré, diciendo todo lo que había en mí y lo que ya me provocaba. Para mi sorpresa, ella me dijo que entendía todo, que ella lo suponía, pero que lamentablemente no estaba segura de estar de novios, que si bien me quería, era un cariño de amigos, pero no había amor. Yo volví a casa destruido, muy triste, y no salí por algunos días, porque no quería verla. Ella también me evitaba.

Una tarde, estaba estudiando, suena el teléfono y era ella. Me dijo que la perdone, que ella no quería estar mal conmigo, que se sentía sola y que necesitaba verme. Fui a su casa, nos sentamos a hablar en el sofá, y aclaramos el asunto. Ella me miraba distinto, como si quisiera decir algo más, bastante nerviosa, era como si estuviera pensando en otra cosa. Me propuso ir a su pieza a escuchar algo de música que le habían regalado. Yo no entendía muy bien, porque nunca hubiera pensado ir a su cuarto. Nos sentamos en la cama y seguimos hablando de la vida. Ella se paró y me invitó a bailar, nos abrazamos, y bailamos despacio, como dejándonos llevar. Yo estaba bastante excitado, imaginar el estar en su cuarto bailando abrazados me ponía a mil. En un momento ella giró la cabeza y me dejó su boca muy expuesta. Yo me agaché y despacio, la besé. Ella tembló, se le aceleraron los latidos, pero no se apartó de mí.

Seguimos bailando abrazados y besándonos, yo no me animaba a seguir, pero muy lento, y casi sin querer, traje mi mano de su espalda hasta tocar su pecho. Como ella no reaccionó comencé a frotarlo poco a poco, notando su pezón que comenzaba a ponerse duro. Luego me animé a meter esa mano debajo de su sweater y subir por su costado hasta poder tocar su seno por encima de su corpiño. Ella, de a ratos gemía, pero no me interrumpía. Nos recostamos en la cama, y yo metí mis dos manos debajo del sweater. Por la espalda pude soltar el corpiño para poder tocarla mejor. Sus pezones estaban duros y sus senos eran espectaculares. De a poco fui bajando la mano hasta poder desabrochar el jean y meter mi dedo debajo de su bombacha. Toqué ese hermoso monte de venus, con muchos pelos rizados y suaves, y bajé hasta su concha. La sentí húmeda, caliente, de apoco metí mi dedo dentro de ella y comencé a subir y bajar. Ella lo disfrutaba, gemía y temblaba, estaba por venirse, se movía, de repente cerró sus piernas y apretó fuerte, y entonces yo sentí mis manos mojadas de ese manjar que estaba punto de comerme.

Me quedé mirándola, saqué la mano de su concha y me llevé los dedos a la boca lamiendo el dulce de sus jugos. Me paré, bajé mi pantalón, saqué mi buzo y me desnudé por completo. Mi pene parecía una caña dura, con su cabeza grande y roja. Me senté a su lado y le dije que quería que se desvista para mí. Ella se paró, quitó toda su ropa y dejó a vista todo lo que yo, en mil pajas que me hice, imaginé ver. Sus pechos tenían enormes aureolas negras, con pezones duros. Su concha estaba oculta atrás de una hermosa mata de pelo negro, que llegaba casi hasta sus piernas. Su piel morena, y su pelo lacio negro eran una invitación al descontrol.

Abrimos su cama, nos metimos dentro y comenzamos a frotar nuestros cuerpos. Yo no quería apurar nada, sólo quería disfrutar de todo lo que tenía, de lo mucho que iba a gozar. Tomé su mano y la llevé a mi verga dura, le mostré como tocarla, como hacerme gozar. Ella frotaba mis huevos y mi pija dura despacio. Yo mientras le frotaba la concha y las tetas. Cuando la sentí lista, corrí la sábana para dejarla al descubierto, y despacio abrí sus piernas lo más que pude. Ella me miraba fijo, como con miedo, pero deseando que la penetre. Puse sus piernas en alto y despacio fui metiendo mi verga dura dentro de ella. Ella gemía, parecía dolerle, pero lo gozaba. Una vez dentro comencé a martillar hasta que pude penetrarla toda. al desvirgarla gritó, pero luego me decía más, más...

Cuando descargué mi leche fue como un río, le brotaba de su concha, ella estaba en éxtasis, tenía como espasmos que la hacían arquea la espalda. Me tiré a su lado, exhausto, y ella comenzó a acariciarme de nuevo. Mi verga no tardó en ponerse dura nuevamente, a lo que ella respondió de nuevo, esta vez con su boca, besando primero la cabeza de mi pija y luego lamiéndola como si fuera un helado. Yo atraje su concha hacia mi cara y la senté sobre mí. Comencé a chupar su miel despacio, metiendo mis dedos allí y tratando de morder su clítoris. Su culito me quedaba frente a los ojos. Ella ya había metido mi verga en su boca y me estaba haciendo la paja más hermosa que me hayan hecho alguna vez. Yo estaba por acabar, y ella también. Cuando estaba por explotar metí mis dedos en su culito. Ella se arqueó de placer, de dio vuelta hacia mí y pude ver su cara chorreando leche de sus labios. Me besó, y pudimos mezclar en la boca nuestros jugos. Nos dormimos muy abrazados.

Si bien no nos casamos, fuimos novios algún tiempo, hoy yo tengo mi esposa y ella su marido, pero cada vez que vuelvo a esa ciudad sueño con aquella tarde maravillosa.

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