Un masaje completo (II)

Autor: sweetdream | 03-Feb

Fantasias Eroticas
Hola! Me llamo Andrea. Algunos quizás me recordareis, pues hace unas semanas os conté el masaje que me dio mi fisioterapeuta y un amigo suyo. En realidad no fue exactamente un “masaje”, ya lo sabéis; fue mucho más excitante y bastante eficaz contra el dolor de cuello que yo tenía. Para los que no os acordéis o para los que no conozcáis mi historia, leed el “Un masaje completo” que ellos dos me dieron... muy, muy completo. Os prometí que volvería para contaros nuestra visita a la playa. Pues aquí estoy.

El viernes pasado, a mediodía, me llamó Jorge (mi amigo el fisio) para ver si me iba con él a la playa. Quedamos un poco tarde, porque él tenía trabajo. Le pregunté si vendría Marcos, y me contestó que estaba unos días fuera y no podía venir. Pero que lo pasaríamos igualmente bien. Y que tenia una sorpresa para mi, que esperaba que me gustase. Vaya! Era una pena, la verdad. Cuando Jorge vino a recogerme y subí en el coche, al verle, comenzó a subir mi calentura. Vestía un suéter negro de manga corta, que marcaba sus pectorales; y un pantalón blanco, como de chándal, pero un poco más estrecho que estos. Qué atractivo estaba!!! No pude evitar besarle lascivamente y poner mi mano en su entrepierna. Jorge me provoca con su sola presencia, con su voz. Es algo inevitable. Y la excitación comenzó... El también se excitó. La estrechez de sus pantalones no pudo disimular el despertar de su miembro.

- Ufff... Mira lo que le has hecho: se está despertando y, por lo que parece, tiene ganas de fiesta - dijo, con una sonrisa y un gesto que me encanta: levantar las cejas, lo que le hace parecer un niño travieso.

- Cómo me pones... mmm..., - dijimos los dos a la vez, lo cual nos produjo risa.

Desviando el tema (porque si empezábamos así, no imaginaba cómo terminaríamos), le pregunté dónde iríamos.

- Un sitio que poca gente conoce. Es una sorpresa. Lo que queda del día será una continua sorpresa, ya te lo he dicho - Me tapó los ojos, cosa que me pareció sumamente excitante, para “mantener el morbo y el misterio”, según me dijo.

Fuimos todo el camino hablando. Creo que nunca os he dicho que Jorge es francés y, aunque lleva muchos años viviendo en España, no pierde ese acento tan sensual, que me encanta. Y, cuanto más me habla, más me gusta. Dicen que cuando uno de los sentidos nos falta o nos falla, los demás se agudizan. Creo que es cierto, pues en un momento en concreto me pareció escuchar el sonido del mar y notar el olor a agua salada. Y, al cabo de unos cinco minutos paró el coche, con lo cual supuse que habíamos llegado. Sin quitarme aún el pañuelo, me ayudó a salir del coche. Se acercó a mi por detrás, me besó el cuello y me susurró:

- Hoy quiero sorprenderte.

Giré mi cabeza hacia atrás y le besé, mientras sentía sus manos en mis caderas, rozándolas levemente, y su miembro, que empezaba a endurecerse, apretarse contra mi...

- Ohhh... no sabes cuánto te deseo. Es deliciosamente insoportable. - le dije.

Sacamos las bolsas con las toallas y fuimos hacia la arena. Era un sitio precioso. Una pequeña cala en la que apenas había unas 10 ó 12 personas, con unas dunas casi al final del corto paseo de arena que había. Que hubiese un lugar tan bonito y que no lo conociese. De hecho, pensé, no sabia ni donde me encontraba. Conforme nos acercábamos a la poca gente que allí tomaba los últimos rayos de sol de ese día, me di cuenta que la gente estaba desnuda.

- Pero, estás loco, Jorge... me has traído a una playa nudista! No pretendas que me desnude, pues mil veces te he dicho que me da mucha vergüenza. No pienses que voy a hacerlo! Pero si no hago ni topless! - le dije.

- Tranquila, no es necesario que te desnudes del todo, si no quieres. Puedes quedarte con la braguita puesta... Pero ya veremos si puedes resistirte. Por cierto, es una verdadera pena que prives al resto del mundo de la visión de esas maravillosas tetas - me dijo con esa sonrisa suya que sabe que me desarma.

Pues menudo alivio, pensé. No me iba a desnudar delante de aquella gente, por mucho que no me conociesen de nada. No lo veía mal, y sabía que era cuestión de acostumbrarse. Pero no me salía. Buscamos un sitio un poco apartado, mirando hacia la orilla y con unas dunas detrás. Extendimos las toallas y nos quitamos la ropa. El, toda; yo, como ya he dicho, no. Accedí a hacer top-less. El quería quitarme el sujetador. Se colocó a mi espalda y, lentamente, lo fue desabrochando; comenzando a bajar los tirantes mientras me besaba la nuca. Cómo me estaba poniendo y cómo se estaba poniendo él, pues su pollita se apretó dura contra mi culo.

- No, Jorge, ahora no... que mira la gente que hay.

- Vale; no pasa nada. Pero es que mira cómo me pones... cómo nos pones - dijo, mientras bajaba la vista y señalaba con un dedo índice su pene semierecto.

Nos tumbamos; yo, boca abajo. Se estaba en la gloria. La brisa era algo fresca; el sonido de las olas y el murmullo de la gente, me relajaron y caí rendida. Cuando desperté, era casi de noche. Me di la vuelta rápidamente y ahí estaba él, a mi lado, mirándome.

- Te has quedado frita, eh?. - dijo mientras acariciaba su pene. Sonreí.

Con la postura, me dolían los brazos; así que me tumbé y comenzó a darme un masaje. No oía voces, le pregunté y me dijo que ya era tarde y que no quedaba nadie, excepto nosotros. Siguió con el masaje. Sus manos recorrían mi cuello, bajaban a mis hombros, mis brazos, mi espalda y, cuando iban llegando a su final, volvían a subir. Me estaba poniendo muy, pero que muy cachonda, y sabía hacerlo muy, muy bien. Lo hizo un par de veces y, a la tercera, acercó su cara a mi oído y me susurró:

- Ya puedo quitarte el bikini, no? Ahora no hay nadie. Además, te las tengo que quitar para dar masaje también a tu culito.

- Sí, quítamelas, pero poco a poco.

Antes de hacerlo, masajeó mi culito por encima del bikini. Yo ya estaba muy húmeda y, al sentir su dedo acariciar mi clítoris por encima de la lycra, me excité aún más. Me lo quitó lentamente, deslizándolo por mis piernas, mientras besaba mis nalgas, mis muslos. Me di la vuelta y, sentada sobre la toalla, le dije:

- Quiero que me devores, que comas mi coñito como nunca nadie lo ha hecho.

Delicadamente, me tumbó en la toalla y, besándome, y lamiendo con su caliente lengua, fue bajando desde mi boca hasta mi coño, que estaba ya, muy caliente. Separó mis piernas con suavidad. Las puntas de sus dedos recorrían toda mi piel: mis muslos, mi estómago, mi cintura, y se detuvieron un momento en mi depilado Monte de Venus. De repente, paró y me dijo:

- Espera, quiero taparte los ojos.

No podía decirle que no, a pesar de que me encanta mirar cuando me lo hacen. Pero estaba tan deseosa que cualquier cosa que me dijese la aceptaría. Hizo como cuando subí al coche. Me tapó los ojos con el pañuelo. Al cabo de un momento, sentí sus manos de nuevo sobre mi. Comenzó rozando simplemente mis labios, mi clítoris, mientras este y aquellos se iban hinchando, enrojeciendo con este delicioso calor. Pero tuve una sensación muy extraña: era como si hubiese alguien más con nosotros. Al principio, me molestó un poco, pero pude darme cuenta de que eso no hacía más que aumentar mi deseo y mi morbo. Era totalmente excitante saber que alguien había cerca, observándonos. Eso era lo que yo pensaba. Sentí como su lengua se acercaba a mi coñito. Sentía sus labios acariciar los míos, su lengua recorrerlos, su cálido aliento. Pero era algo raro; estaba siendo mucho más delicado de lo normal, no sabría como explicarlo. Era como... si fuese yo misma la que me lo estaba haciendo. Traté de destaparme los ojos, pero no me dejó. Estiré mis brazos para tocar su cabeza y me quedé muerta. No era él!!! No le veía, pero enseguida supe que no era Jorque quien me estaba comiendo el coño.

Era una mujer!!! Le dije que porqué me hacía eso, pero no pude evitar dejarme llevar, pues era lo más delicioso que me habían hecho nunca. Y quería seguir disfrutándolo, era superior a mi. Iba suave y lentamente, separando con sus dedos mis labios, pasando de mis labios al clítoris, que se iba haciendo a cada segundo mucho más sensible. Colocó sus manos en mis nalgas, para levantar un poco mis caderas. Pero no era necesario, pues tenía tanta hambre de ella (pues definitivamente, era ella), de su boca, que yo misma las levantaba, para no dejar que se separase y dejase de hacerme gozar.

- Sigue, por favor, no pares, no... pares... - dije con voz entrecortada entre gemidos cada vez más intensos, y mientras agarraba la toalla con mis manos, como para intentar mitigar el placer que me estaba haciendo sentir. Era demasiado.

Me excitaba también sentir su cada vez más rápida respiración, el cosquilleo que producía en mi totalmente sensibilizado sexo. Aquello me hacía temblar, gemir y jadear de placer. Y también sentir su pelo acariciar mis muslos, lo cual me ponía la piel de gallina.

Como ya he dicho, era como cuando yo me masturbo, sabiendo en cada segundo lo que tenía que hacer, lo que me gustaba, lo que no. Indescriptible, tanta delicadeza y sensualidad y, al mismo tiempo, era algo realmente morboso, salvaje quizás. Cuando ella sentía que iba llegando el momento, aceleraba su ritmo, dando pequeños golpecitos en mi clítoris, dando grandes lamidas sobre mis labios, introduciendo su lengua en mi chorreante coño, pues cada vez estaba más mojado, mucho más, como nunca lo había estado, sentía que estaba empapando la toalla incluso, succionando mi clítoris sin parar, cada vez más rápido. Así, de esta manera, me corrí tres veces, cada una más intensa que las anteriores. Cuando me relajaba apenas unos segundos, volvía a la carga, con todas sus armas, volviendo a acariciar, succionar como si mi coño fuese su chupete, volviendo a lamer a penetrar, a follarme con su lengua.

- Mmmm... aaahhh... ooohhh.

Yo no paraba de gemir, de gritar, de arquear mi espalda y levantar mis caderas, de agarrar con fuerza la toalla, de pedirle y suplicarle q no parase.

- No pares ahora... no pares, quiero que sigas follándome con esa lengua tan caliente.

Chupaba, penetraba, acariciaba mi culito, tan delicada y deliciosamente que no podía soportarlo. Mientras, Jorge acercaba su polla a mi cara; debía estar haciéndose una buena paja, pues acercó la punta a mi boca y, apenas empecé a chuparla, sentí cómo su leche comenzaba a derramarse en mi boca, y fue una corrida espectacular. Tuve que incorporarme un poco, pues fue tanto el semen que salió que casi hace que me atragante, pues quise beberlo, tragarlo todo, mientras seguía acariciándole con mi lengua. Era delicioso, chorreaba por mi barbilla, bajaba por mi cuello, por mis tetas, por mis duros y erectos pezones y yo lo esparcía por todo mi cuerpo con mis manos, mientras se vaciaba todo en mi... que gusto, por favor, era insoportable, tan caliente, tan sabroso. Todo ello hizo que me volviese a correr, y esta vez mucho más que las anteriores. Mis jugos caían de mi coñito y ella untaba mis muslos con ellos, y bebía... mientras le dijo a Jorge:

- Tienes que probarla, es demasiado.

- Siii... hazlo. - le susurré yo como pude.

Jorge acercó su nariz a mi agujerito y, con su respiración siguió excitándome más. Me encantaba como lo hacía. No sabría decir si él era mejor que ella o viceversa. Simplemente, era diferente... no sabría explicarlo. Y siguió así un rato, comiéndome y follándome con su lengua y sus dedos, y haciéndome enloquecer, cayendo otra vez en la más absoluta excitación, ya no sabía si me corría varias veces o si era solo una corrida pero interminable.

- Jorge, por favor quieres acabar conmigo en solo un momento?. - conseguí decir, con voz entrecortada, y apenas audible.

- Me matarás de gusto, si sigues así. Y antes me gustaría recompensarte.

- Calla y disfruta... Sabes? Creo que no eres consciente del tesoro que tienes aquí. Es uno de los coños más sabrosos que he probado nunca. Y te aseguro que he probado muchos. Créeme... Cómo sabe, cómo me pone, cómo chorrea... Diossss!!! Y qué gusto beberte toda.

- Yo también quiero probarlo, anda bésame.

Y ese beso... mmm... que delicioso, morboso, sensual, excitante. Ohhhh. Su lengua, sus labios, húmedos por su saliva y por mis jugos. Me gustaba su sabor, su olor, que en realidad eran míos. Cuando me quitó el pañuelo, busqué a la chica, quien me había hecho gozar de tal manera... pero no la encontré.

- ¿Te ha gustado?. - me preguntó.

- Sinceramente, si, mucho. No sabría como explicar lo que he sentido.

- No hace falta. Con tan solo ver tu cara de placer puedo hacerme una idea.

- ¿Pero, por qué lo has hecho?.- le pregunté.

- Hace unas semanas me hiciste disfrutar tanto de Marcos, cuando le chupé su gran polla, que quería que tú sintieses lo mismo que él debió sentir al ser “follado” por otro hombre... en tu caso, por otra mujer. Y creo que he acertado.

Me apetecía darme un baño en el mar, pues nunca lo había hecho desnuda y de noche...

Uppss... pero ahora tengo que salir. Bueno, tengo que hacer unas cositas, ya sabéis... Es que me he puesto demasiado cachonda al recordarlo. Ya os contaré...

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