El sueño del vendedor

Autor: Satan | 28-Dec

Confesiones
Llevo dos años trabajando en una boutique para motoristas. Siempre me ha llamado poderosamente la atención que, en la mayoría de los casos, los moteros tienen unas novias o parejas de lo más deseable. A continuación os describiré lo que me ocurrió en cierta ocasión con una de esas "novias".

Siempre había fantaseado con pillar cacho con alguna de mis clientas, o con la pareja de algún cliente, de hecho, ya me había hecho una lista con mis favoritas. Es increíble lo bien que le puede llegar a sentar un traje de cuero a una mujer.

Recibí la visita de uno de mis habituales y, junto a el, su poderosa acompañante. Mi cliente había destrozado su mono de cuero en un accidente (sin consecuencias para él, por poco que me importara) y necesitaba comprarse uno nuevo. Después de debatir un rato sobre, cuál era más bonito, cuál iba mejor con el color de su moto, cuál se ajustaba a su presupuesto... se llevo uno de los modelos al probador. Corrió la cortina y en la parte de fuera del habitáculo, mirando por una rendija, se quedó su novia. Me dispuse a colocar los modelos deshechados y mientras lo hacía volví mi mirada al probador y ella estaba parada, apoyada contra el quicio, pero no mirando al interior, sino hacia mí. Quise creer que era un casual cruce de miradas pero no, no era eso. Me estaba mirando con deseo... vaya!! ni en mis mejores sueños!!. Decidí hacerme el interesante y mirar para otro lado, seguir a lo mío pero claro, a ver que hombre puede concentrarse en lo que está haciendo, sabiendo que te están devorando con la mirada y además un monumento como aquel...: Pelirroja, ojos verdes, con pequitas, las medidas de una profesora de aerobic... en fin, todo un estereotipo.

Me acerqué a interesarme por como iba el tío con el traje (teóricamente, en realidad me acerqué a impregnarme del aroma de su novia). Afortunadamente para mi no era su talla; saqué uno de la talla correcta y me alegré por disponer de algunos minutos mas de "intimidad" con las pequitas. Le llevé el traje al probador, asegurándome esta vez de tener un leve roce con ella. Parecía que también lo buscase, no se apartó ni medio milímetro y en consecuencia uno de sus pechos y mi hombro entraron en contacto. Creo que el aire acondicionado estaba demasiado fuerte, sus pezones estaban tiesos como piedras... Solo de imaginarlo mi verga empezó a ponerse tiesa. Me quedé estático junto al probador, mirando intensamente a la pelirroja mientras le preguntaba a su novio si necesitaba ayuda para ponerse el traje. Cuando contestó que no pensé que yo tampoco necesitaría ayuda para magrearme con el bellezón que tenía delante. El intercambio de pensamientos eróticos se vió interrumpido por el sonido de la cortina del probador deslizándose.

- Este si es el mío.

- Genial - contesté.

- Necesitarás unas botas a juego, ¿no?

- Si, ¿qué tienes por ahí?

- Sígueme, te lo eneseñaré (eso iba para ella, pero también sirvió para él).

Con ademán caballeroso les invité a avanzar delante de mí con el propósito de contemplar el espectacular culo de la chica. Un oportuno pantalón de fino lino blanco permitía adivinar los escasos elásticos del que debía ser un minúsculo tanga. No creo que aquel contoneo de caderas fuese involuntario. El amplio expositor de botas sirvió para que la niña y yo siguiéramos con nuestro juego. Mientras su novio se paraba a mirar algún modelo yo me quedaba quieto a un escaso paso, detrás de él, lo que ella aprovechaba para pasar entre los dos y así rozar su voluminoso trasero contra mi entrepierna, disimulando, como si se dirigiera al otro extremo a mirar otro modelo. Nunca hubiese imaginado que las provocativas miradas de anteriores visitas fueran a desembocar en aquella situación, y el pobrecito de mi cliente sin enterarse de nada... O sin querer enterarse. Llegué a pensar que era uno de esos a los que les gusta mirar como se follan a su mujer, Ja! pues yo lo haría encantado!. Ya ajustando la factura entablamos una superficial conversación: que si hacía un tiempo estupendo para montar en moto (a tu novia iba a montar yo), que si la moto para ir a la playita (sin bikini me gustaría verla)... pero en la despedida vino la mejor parte:

- Bueno, la próxima ya venimos a por el mono para ella, recuerda su cara porque yo estaré trabajando y quizás venga sola... y has de tratarla bien, eh?.

Me carcajeé por dentro

- Tranquilo, clientes como vosotros tienen trato muy preferente.

Saliendo por la puerta, ella se volvió para guiñarme un ojo mientras decía "hasta la próxima". La estaría esperando.

Y no tuve que esperar mucho. A la semana siguiente entro en la tienda... pero no venía sola... ¡Venía con una amiga! Yo estaba colocando algunas cosillas que los anteriores clientes habían desordenado y mientras entraban escuché como la pelirroja le decía a su amiga:

- ¿Lo ves? ¿A que está buenorro?

- Uuuuffff...

- Hola, te estaba esperando - aseveré con cordialidad.

- Vaya, que buen servicio.

- Sí, la satisfacción del cliente es prioritaria.

Después de un rato lanzando indirectas le pregunté que tipo de traje buscaba. Su respuesta fue que uno que fuera femenino, que tuviera corte de mujer, para realzar sus curvas. Busqué el mas apretado posible y se lo dejé en el probador. Se metieron las dos y me cercioré de que la cortina no quedaba echada del todo, entreviendo por una rendija todo lo que pasaba dentro. La chica estaba como un queso, y su amiga no se quedaba a la zaga. He de dar gracias a las "tanga girls" por influir a la población femenina de esta manera... Por la rendija pude ver como se sonreían entre ellas, susurrándose alguna picardía. Pasados unos instantes me pidió ayuda:

- ¿Podrías venir un momento, por favor?.

Antes de que saliera la última sílaba de sus labios yo ya estaba en la cortina del probador.

- Dime, ¿Qué puedo hacer por ti?

- Podrías hacer muchas cosas, pero de momento es que no acaba de entrarme muy bien el pantalón... ¿Me echas una mano?

- Con mucho gusto.

Me acerqué con cuidado y agarré el pantalón por los laterales, a la altura de la cadera, tirando de ellos hacia arriba.

- Creo que deberías agarrar de un poco mas atrás - me sugirió con tono provocativo.

Consciente de por donde iban los tiros pegué mi torso al suyo con decisión, rodeando su cuerpo con mis fuertes brazos mientras deslizaba mis grandes manos por su cintura hasta llegar a sus nalgas. Después de acariciarlas suavemente y sujetar el pantalón, le susurré al oído con intención:

- ¿Aquí?.

Pero para mi sorpresa no fue ella la que contestó. Rápidamente su amiga me inquirió:

- Creo que no, que lo que deberías hacer es bajárselo y volvérselo a subir, que no ha entrado bien.

Yo me estaba poniendo a cien solo de verme con dos súper mujeres en el probador, una de ellas semi-desnuda.

- Espera, te ayudaré.

De repente la amiga cogió mis manos posadas en el culo de la pelirroja y me ayudó a bajarle los pantalones, yo estando delante y ella por detrás. Mientras bajábamos la impresionante amiga rubia (y por lo que pude deducir compañera de aerobic) deslizó su lengua desde la mitad de la espalda hasta prácticamente los tobillos pasando por la división del potente trasero de la pelirroja. El espejo del probador fue mi cómplice para observar una escena tan cachonda.

- No me iréis a dejar aquí de pasmarote, ¿verdad? -suplicó la pelirroja.

En un pausado ademán me desabrochó el pantalón y me los bajó hasta las rodillas, acariciando mi paquete, aún "protegido" por mi ropa interior, con su mejilla izquierda.

- Creo que todos deberíamos colaborar - dije yo, repitiendo la operación "pantalones abajo" con la amiga rubia.

Con el tono ya tan subido nuestras respiraciones se tornaron en jadeos. Tenía muy claro lo que quería hacer con aquellas dos cachondas pero por lo visto tenían el día dominante y no me dejaban ir a mi bola. La pelirroja se transformó en una especie de "Shiva del amor" y con uno de sus brazos echó mano a mi paquete, ahora convertido en paquetón, y con el otro a la rajita de su amiga. La potente rubia dejó caer su cabeza hacia atrás a la vez que lanzaba un leve gemido de placer, desplegando su lacia cabellera por toda la espalda, aún provista de una ajustada camiseta que me dispuse a retirar. Al aire quedaron dos voluptuosos pechos (seguramente operados, dada su turgencia), a los que la pelirroja de cabellos rizados dió la bienvenida con un "cuánto tiempo sin veros". Mientras yo me quitaba mi camiseta y sin dejar de sobarme la entrepierna se abalanzó sobre tan hermosas tetas, lamiendo pezones y aureolas como si de un rico helado se tratara. Fui yo el que en ese momento me coloqué entre las dos, arrodillado, de tal manera que quedaron a la altura de mi cara los dos pubis. Mientras la pelirroja lamía el pecho de la rubia, ésta le metía mano por debajo del tanga, por lo que decidí facilitarle el trabajo despojando a ambas de tan minúscula prenda. Ahora tenía ante mi dos coñitos perfectamente depilados para disponer de ellos como quisiera. La rubia sumergió dos de sus dedos en la leve matilla de vello pelirrojo, por lo que me decidí a lamer la entrepierna dorada. ¡Qué rajita tan suavecita! Rápidamente se humedeció al roce con la punta de mi lengua, juguetona como siempre. Separando los labios dibujé algunos círculos alrededor del clítoris a lo que la rubia respondió soltando aún más dulces fluidos, que yo bebí con sumo placer. Mientras tanto ella seguía haciéndole trabajos manuales a la pelirroja, que apretaba ahora sus piernas contra la inquieta mano de su amiga que se encontraba jugueteando a ratos con el agujero de su chochito, a ratos con su excitado clítoris.

Pedí un cambio de turno y era ahora el pubis pelirrojo el que recibía mis mas que merecidas atenciones. Impregnando mis dedos con la esencia de su chumino los deslicé, mientras lamía su clítoris, hasta el ano, al que propiné un leve masaje circular. Reaccionó palpitando repetidamente. Me puse más cachondo aún imaginándome mi verga perdiéndose en tan hermoso agujero... pero eso sería mas tarde. Me incorporé para poder quitarme el bóxer, dejando al aire mis más que empalmados 21 cms. Sujeté a la rubia por los hombros y la senté en la silla del probador, dejando mi pollón a la altura de su boca y sin dudarlo un segundo se la metió con egoísmo hasta la garganta. ¡Qué mamada! deslizaba su lengua por los alrededores de mi prepucio a la vez que se la metía y sacaba, sabía lo que hacía. Lejos de quedarse ociosa, era ahora la pelirroja la que se encontraba arrodillada y suplicándole a su amiga, ésta accedió a compartir mi falo. Entre las dos recorrían con su lengua toda mi longitud, haciéndome disfrutar como hacía mucho que no disfrutaba. Con el sabor de mi polla aún en los labios, la pelirroja acomodó su cabeza en la parte interna de los muslos de la rubia, lamiéndolos y acariciándolos; largos gemidos ensordecidos por el tapón que era mi nabo, salían de la garganta de la rubia, que se estaba dejando ir hacia un orgasmo provocado por los lametazos que su amiga le infligía por todo el coño.

Sin dejar de lamérselo la pelirroja levantó sus caderas hasta dejarlas a la altura de mi verga. No sin pena saqué de la boca de su amiga mi aparato para enfilárselo a ella, que sin palabras me estaba pidiendo que la penetrase. Me costó decidirme por un agujero, pero me pudo ese chochito tan bien formado, con sus labios abiertos en flor, esperando a ser "pollonizados". Ayudándome con la mano coloqué la punta de mi glande en la entrada de tan apetecible raja, y con un golpe seco de cadera metí hasta los huevos mi durísima polla. Un quejido entre el dolor y el placer emanó de su boca. Después de dos orgasmos (que yo contara) la rubia se cansó de estar sentada en la silla, dejándola libre para que su amiga pudiera apoyarse mas cómodamente mientras yo la embestía. Sentándose entre mis piernas decidió juguetear con mis pelotas mientras empalaba a su amiga, succionándome entrecortadamente. Desde esa posición privilegiada, impregnó su mano con los fluidos vaginales de su amiga y, mientras con la otra se masturbaba, me acarició los alrededores del ano. Nunca me habían hecho algo así, pero aquello me puso más cachondo todavía, dificultándome el retener mi ya próxima corrida. No pude evitarlo cuando uno de los dedos de la rubia se me introdujo, rozando unas terminaciones nerviosas que ni siquiera sabía que existieran. No pude evitar correrme dentro del coño de la pelirroja, que también se dejó llevar al notar mi semen en su interior. La saqué sin recordar que la rubia aún estaba debajo de mí, por lo que le calló algo de mi leche en la cara. Aprovechando que mi verga ya no estaba dentro de su amiga, se dispuso a relamer los restos que quedaban en mi tranca, a lo que esta respondió poniéndose dura de nuevo.

- Ahora me toca a mí - sonrió la perversa rubia.

- No hay quién te sacie, ¿eh, zorra? - le replicó su amiga.

Cuando mi pene hubo alcanzado de nuevo todo su tamaño, la rubia se cansó de mamar y me obligó a sentarme en la silla. Su estatura le permitió poner su culo a la altura de mi cara y yo no pude reprimirme, lamiendo compulsivamente sus dos agujeros. Cuando notó que ya estaba lo suficientemente húmeda, la rubia no dudo en agarrar mi tranca y sentarse enérgicamente sobre ella. Se la clavó de un tirón por el culo dejando escapar un leve chillido de dolor.

- Me lo has partido bien, cabrón.

- No protestes, que te gusta, zorra.

Noté como su esfínter luchaba por mantenerse abrazado a mi polla. La pelirroja, cachonda como una leona en celo, no pudo evitar abalanzarse entre nuestras entrepiernas y, dejando su cabeza estática pero con la lengua fuera, aprovechaba las subidas y bajadas de su amiga sobre mi tranca para lamerle el chochito. La rubia estaba disfrutando a lo bestia a juzgar por sus gemidos y yo me estaba dejando llevar a otro orgasmo que no podría retener por mucho tiempo. Cuando ya no pude más retiré a la saltarina y le dije que se arrodillara junto a su amiga. Conscientes de lo que iba a suceder ambas juntaron sus cabezas con la boca abierta esperando los efluvios de mi verga. Sin parar de machacármela apunté como pude a las bocas de lo que parecían dos polluelas esperando su comida que no se hizo esperar. Simultáneamente a un orgasmo que difícilmente podré olvidar emanaron cuatro lechadas que a trancas y barrancas pude distribuir entre mis dos receptoras, que después de recibir todos mis jugos no dudaron en compartirlos entre ellas jugueteando con sus lenguas.

- No sé, no me he quedado muy convencida con los trajes que tienes hoy... creo que volveré la semana que viene a ver si has recibido alguno más.

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