Clara, una simpatica amiga de mi Universidad

Autor: Clara | 19-May

Lesbianas
Era una fría tarde de invierno, y como otro día cualquiera acababa de llegar de la Universidad a mi piso de estudiante. A mis 18 años, vivía allí sola. Había tenido que marcharme de mi ciudad para poder estudiar la carrera que a mí me gustaba y hacía ya 6 meses de eso.

A pesar de ser una chica simpática y algo atractiva no había conseguido entablar amistad con ningún chico de la facultad, pues todos se fijaban únicamente en mis grandes pechos y eso me tenía bastante acomplejada, hasta el punto en el que me había planteado dejar de salir tan a menudo con mi grupo de amigos habitual.

Hacía tiempo que había conocido a un amiga bastante mayor que yo, de 45 años llamada Clara. Nos conocimos por casualidad en una charla impartida en mi Universidad a la que asistimos las dos y terminamos sentándonos juntas. Compartíamos muchos intereses en común. Para mí, era como mi hermana mayor, mi mejor amiga. Me sentía muy a gusto con ella y muy comprendida. Por lo que ella me contaba, sentía lo mismo conmigo. Quedábamos casi cada día por la tarde después de que yo saliera de clase y ella del trabajo e íbamos a tomar un café o algo y charlábamos. Nos contábamos todo, absolutamente todo con toda confianza. Ella ya sabía todo sobre mi vida, y yo también sobre la suya. Vivía sola en un apartamento cerca del centro. Había tenido pareja, pero las cosas no le habían ido bien y lo habían dejado hacía ya unos 7 años. Desde entonces no había vuelto a estar con nadie.

Como ya he dicho antes, era un viernes por la tarde. Hacía bastante frío y ya era bastante oscuro. Esa noche una parte de mi grupo de amistades iban a salir. Me habían invitado a ir con ellos pero yo lo había rechazado poniendo como excusa que no me encontraba bien. Realmente no era eso lo que me sucedía. Todos los que iban a ir, iban a hacerlo acompañados de sus respectivas parejas. Yo estaba cansada de estar sola y pasaba de sentirme una molestia en medio de tanta gente. Aquello me entristecía bastante. Mientras iba caminando por la calle, saqué mi teléfono móvil y llamé a Clara. Necesitaba contarle de mis problemas a alguien. Como de costumbre, quedamos para vernos en la cafetería en que lo hacíamos habitualmente. Me apresuré para llegar a tiempo, ya que el último autobús ya había pasado y no tenía demasiadas ganas de esperar en la calle quieta con el frío que hacía, así que fui caminando. Una vez llegué a la cafetería, Clara me estaba esperando sentada en una de las mesas. Me saludó con la mano y yo me fui hacía ella. Nada más verla me fijé en el modelito que llevaba. Hay que decir que es una mujer bella, con un cuerpo bonito y que aparenta menos edad de la que tiene. No suele maquillarse demasiado, solamente los ojos pero suele vestir bastante bien, siempre con zapatos de tacón y ropa combinada. El gusto por la ropa era algo que compartíamos. Ese día iba algo más maquillada y llevaba un precioso vestido azul eléctrico, ajustado y con una americana negra. Estaba preciosa.

Ella notó que yo la miraba, me sonrió y me dijo:

-¡Pero siéntate pequeña! No se si me miras porque estoy guapa o porqué me queda muy mal el vestido jajaja

Tenía la costumbre de llamarme pequeña, le hacía gracia. Yo solté una carcajada y le respondí:

-Puedes estar tranquila, el vestido te queda estupendo. ¿A que se debe este look hoy?

Me contó que había tenido reunión con sus jefes y por eso se había arreglado tanto.

Después de haber tomado café, haber charlado durante un rato y haberle contado todas mis penas, me propuso ir a su casa a cenar esa noche para no quedarme yo sola y animarme un poco. Yo no sabía que decir. Había estado en su casa otras veces, pero nunca por la noche y me preocupaba la forma de volver a mi casa. Me dijo que no me preocupase y que ya me llevaría ella después, y bromeó sobre si podía quedarme a dormir en su casa. Tampoco sería tan mala idea, su apartamento es mil veces mas acogedor que mi humilde piso de estudiante.

Al llegar allí, preparó algo rápido para cenar y nos sentamos en la mesa. Me trató genial, poniendo como ?excusa? que yo era su invitada. La verdad es que aprecio tanto a Clara por su amabilidad, su lealtad, su dulzura. Es una chica encantadora con la que es prácticamente imposible llevarse mal. Durante la cena, no se porque, no pude evitar fijarme en su belleza. Una belleza natural, marcada no solamente por su físico del cual destacaba su hermosa melena con mechones en diferentes todos de rubio, sus grandes ojos grises, y su figura; sino que también iba acompañada de su adorable carácter capaz de sacarle una sonrisa a cualquiera.

Después de la cena nos sentamos las dos en el sofá. Yo estaba pensativa, pues seguía deprimida por el hecho de sentirme tan sola y además verme alejada de mi familia. No pude evitar derramar un par de lágrimas. Al ver como me venía abajo, no dudó ni un instante en abrazarme. Me rodeó con sus brazos y me dio un beso en la mejilla.

-No voy a dejarte sola nunca, te lo prometo. Para mí eres mi niña.

-Menos mal que te tengo a ti Clara. No se que haría si no estuvieras a mi lado.

No quería que se acabase ese momento. Me sentía protegida y calmada mientras estaba entre sus brazos. No entendía lo que me estaba pasando. De repente, Clara había pasado a ser para mí algo mas que una amiga. Cuando me dejó de abrazar, no pude evitar mirarla fijamente. Me sonrió. Observé aquella perfecta sonrisa y seguidamente clavé mis ojos en los suyos. Tenían un brillo especial. Me sentí desorientada, dudando de si aquella situación era real o estaba soñando. Acto seguido, sin saber como, acerqué mi cara lentamente hacía la suya para así, rozar suavemente nuestros labios. Fueron solamente unos segundos. Segundos en los cuales sentí como si el tiempo se congelara. Un montón de pensamientos fugaces pasaron por mi cabeza. Pude sentir toda su dulzura en mí. De repente, volví en si y retiré con suavidad pero a la vez con rapidez mis labios de los suyos, temiendo a su reacción. Me miró confusa. Creí que saldría corriendo y me pediría que me marchase. No lo hizo.

Pasó su mano por detrás de mi cabeza, me acercó a ella y comenzó a besarme. Al principio lo hizo con suavidad, acariciando mis labios contra los suyos, me mordió suavemente el labio inferior, para terminar con un apasionado beso en el que nuestras lenguas se encontraron.

Pasamos así un rato, besándonos y acariciándonos como si no hubiese mañana. No dijimos nada, las palabras sobraban. Cada vez mas cerca la una de la otra, rozando nuestros cuerpos en busca de pasión. De repente, Clara me tomó de la mano, hizo que nos levantásemos y me condujo a su habitación. Ahí supe que eso iba a llegar a algo mas de lo que yo esperaba. Lo estaba deseando.

Me tumbó en la cama colocándose ella a mi lado mientras se desabrochaba el vestido. Yo me quité mi blusa y quedamos las dos en sujetador. Continuamos con nuestro juego de besos y caricias ahora con menos ropa. Comencé a poner mi mano sobre su cintura para así subir hasta sus pechos. Estaba deseando tenerlos en mis manos y acariciarlos. Al hacerlo, ella me hizo lo mismo y ambas nos desabrochamos el sujetador la una a la otra para así poder acariciárnoslos de forma directa. Al besarnos, nuestros grandes pechos se rozaban, pudiendo sentir así sus pezones contra los míos. Después de esto, Clara comenzó a besarme el cuello y lentamente fue bajando hasta llegar a mis pechos. Los besó y lamió durante un rato y me mordisqueó con suavidad los pezones. Era la mejor sensación que había sentido nunca. Ahora me tocaba a mí. Comencé a masajear sus pechos entre mis manos mientras la besé en el cuello. Estaba como loca por llevármelos a la boca, y así lo hice. Lamí sus pezones con la punta de mi lengua para terminar besándolos con toda mi boca. Podía oír como suspiraba.

Entre mas besos y caricias comenzamos a retirarnos lo que nos quedaba de ropa, y cuando me di cuenta ya estábamos las dos totalmente desnudas. Pude contemplar su preciosa figura. Si con ropa ya era bella, sin ella lo era todavía mas. Acaricié todas y cada una de sus perfectas curvas y ella comenzó a hacer lo mismo conmigo. Entonces, como por un pequeño impulso, bajé mi mano hasta su sexo, mientras la miraba fijamente a los ojos. Con mis dedos, palpé sus suaves labios vaginales para después masajear su clítoris. Eso hizo que soltara un gemido. Me encantó, no podía creer que aquello fuera real, que aquello que tanto había soñado sin querer reconocerlo estaba pasando. Clara bajó también su mano a mi sexo y comenzó a hacerme a mi lo mismo. Solo con el roce de sus dedos contra mi vulva mi excitación aumentó, y tuve el primer orgasmo. Esto hizo que se me escapase un pequeño gemido, y ella lo notó enseguida. Le gustó. Me miró a los ojos, me sonrió y las dos continuamos masturbándonos la una a la otra hasta que entre besos, suspiros y gemidos llegamos al orgasmo las dos a la vez. Pude notar como empapaba mi mano con sus jugos, cosa que antes me hubiese parecido repugnante, pero ahora no me importaba, todo lo contrario, me gustaba.

Nos miramos, intercambiamos una sonrisa y nos besamos, entrelazando nuestras lenguas. Clara me recostó en la cama, se puso delante de mí y me abrió las piernas. Ya supe lo que me iba a hacer. Estaba nerviosa, sentía como una mezcla de morbo y de vergüenza que en el fondo me producía placer. Con una mirada pícara, acercó su cara a mi sexo para comenzar a besar mi vagina. Lo hizo muy despacio. Subió un poco sus manos y tomó las mías. Eso me encantó, me sentí segura. Comenzó a lamer mi clítoris con la punta de su lengua y siguió con ligeros lametones por toda la zona. Fue aumentando el ritmo, y paralelamente yo fui aumentando mis gemidos. Ahora ella recorría todo mi sexo con su boca, lo besaba, lo lamía e introducía su lengua lo máximo que podía. Yo no aguantaba mas, iba a ?explotar?. Sentí que ya llegaba, iba a correrme pero me daba muchísima vergüenza hacerlo en su boca. No pude mas, tuve un orgasmo que incluso hizo que temblase un poco. Me vine en toda su boca. Cubrí mi cara con mis manos por la vergüenza. Inmediatamente se acercó y las retiró con su mano.

-No seas tímida- y me besó.

Ahora tenía que devolverle yo el favor. La tumbé en la cama y ella abrió sus piernas. Era la primera vez que hacía eso, simplemente me dejé llevar. Me acerqué a su sexo lentamente, saqué y lengua y con la puntita comencé a lamer ligeramente su clítoris mientras clavaba mi inocente mirada en su carita de placer. Me excitaba ver que estaba así por mi culpa. Fui lamiendo todo su sexo hasta que terminé besándolo por completo, pasando mi lengua por allí donde podía haciéndola gemir, cada vez mas rápido hasta que dio un grito de placer y terminó en mi boca. Pude saborear sus jugos, sus dulces jugos.

Mientras Clara recuperaba el aliento me puse encima suyo. Me coloqué de tal manera en que nuestras vaginas rozaran y así comencé a moverme lentamente, para ir subiendo el ritmo poco a poco, hasta terminar cabalgando encima suyo como si un hubiese mañana. Las dos gemíamos, gemíamos y gritábamos. Me incliné hacia adelante para que nuestros pechos se encontrasen y poder besarla, besarla con pasión mientras abría la boca para gritar. Podía sentir su excitación, ya no aguantábamos mas y llegamos al orgasmo. Por lo visto, Clara quiso mas. Se incorporó, se puso delante de mí y entrelazó sus piernas con las mías. Quería hacer tijeras. Entonces, nuestros sexos se encontraron nuevamente, húmedos y sensibles, pero esta vez de un modo mas directo que antes. Clara comenzó a moverse sin parar y yo hice lo mismo. Ahora si que podía sentirla casi dentro de mí. Podía sentir su calor, su humedad, todo. La sensación era increíble. Nos movíamos sin parar, cada vez más rápido, gritábamos y gemíamos. Toda nuestra vergüenza se había esfumado, ahora ya éramos una.

-¡Fóllame! ¡Siiii, aaahhh!!!

Nunca había escuchado a Clara decir algo así, nunca. Eso me hizo explotar y comencé a moverme como nunca antes lo había hecho, sin vergüenza ninguna, abalanzándome sobre ella para besarla, lamerla, juguetear con su lengua en mi boca. Estábamos abrazadas, frotando nuestros sexos sin parar, éramos una.

-¡No pares por favor!- exclamé.

Ya no podíamos más, tanto placer era incontrolable. Las dos nos fundimos en un fuerte e intenso orgasmo. Nunca había sentido nada igual. Acto seguido, caímos rendidas sobre la cama.

Al día siguiente, desperté entre los brazos de Clara. La miré, abrió sus ojos y me sonrió.

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