Sexo al paso con un desconocido en una fiesta

Autor: sandhyhose | 25-Sep

Confesiones
No sé por qué pero me encanta salir de fiesta. No sólo es estar tomando y conviviendo y bailar. Verán, es más que eso. Me emociono cuando tengo un compromiso formal. Desde el instante en que me invitan a una fiesta a la que quiero ir, me pongo a planear la ropa que llevaré, el color de las uñas y el tipo de peinado. Como me gusta ser la atracción de las miradas de los hombres y la envidia de las mujeres (jejeje), me pongo a buscar algún atuendo que me haga ver sexy sin verme vulgar, que enseñe mi cuerpo (o alguna parte que quiera resaltar) sin que sea demasiado atrevido. A mi marido también le gusta que me miren los hombres y mostrarles que él es el dueño de mi cuerpo. Claro, esa siempre es mi intención aunque muchas veces hay mujeres más guapas que yo, en varias ocasiones (debido a que muchas veces las demás mujeres escogen ropa con la que lucen menos), sí da resultados mis ambiciones.

Estando en la universidad me gané la fama, entre mis compañeros, de ser una chica fácil. Y en verdad lo era, jajaja, aunque no tanto como algunos pensaban y que terminaron rechazados con la cola entre las patas.

En ese entonces yo tenía un novio formal que vivía en otra ciudad y al que le encantaba que le pusiera el cuerno y, además, tenía un "novio-amante" que le gustaba sentirse mi dueño aunque siempre le aclaré que mi novio formal estaba por sobre él. Este novio-amante no fue mi única pareja en ese entonces (como ya di prueba en otro relato anterior) pues me daba mis encuentros clandestinos con algunos otros chicos y que nunca le confesé a mi novio-amante, aunque sí se enteró de alguno y me trajo problemas con él. En fin, el caso es que un día me invitaron a una fiesta y fue la ocasión perfecta para estrenar un vestido gris, de tubo y entallado, tela elástica y que refleja un poco la luz, que me había comprado unos días antes y que, cuando lo vi en la tienda, me encantó para usarlo en alguna salida. El vestido, bien estirado, me llegaba arriba de las rodillas, sin mangas y sin escote. Era un vestido hermoso que me cubría hasta el nacimiento del cuello pero que se pegaba a mi cuerpo como segunda piel. Salí a comprar un par de zapatos y encontré unos hermosos zapatos negros con brillos en toda su superficie, cerrados de la punta, con una cinta muy coqueta que se abrochaba en el empeine del pie y de tacón de aguja de 15 cm. Sí, tal vez los zapatos si eran un exceso, pero esos van en los pies y el caminar casi de puntitas me hacía sentirme muy muy sexy. Como siempre me puse unas medias color natural con algo de brillo (vanisadas), una tanga negra para que no se me marcara el resorte bajo el vestido y un sostén gris sin costuras pues los otros se notaban bajo la ropa. Como era verano, sólo me llevé una pashmina negra para protegerme un poco por si el tiempo enfriaba y mi cartera negra de mano.

El lugar estaba a reventar. Era la casa de los papás de una amiga cuyo hermano se acababa de ganar un premio de no sé qué y al cual, sus papás, lo premiaron pagando la fiesta y dejando la casa para ellos. Era una fiesta tal que hasta había un DJ poniendo la música. El ambiente estaba lleno de humo de cigarro y, más adelante, de humo de mariguana y el alcohol fluía por doquier. La fiesta estaba muy buena y luego luego agarré ambiente tomando y bailando. El vestido, por lo pegado y la forma, se me subía hasta el nacimiento de las nalgas a cada rato, lento al caminar y rápido mientras bailaba por lo que, al principio, me la pasé bajándome el vestido a cada rato pero, a medida que pasaba el tiempo y yo tomaba más y bailaba más, dejaba mi vestido que se quedara arriba, mostrando todas mis piernas para bajarlo y acomodarlo hasta que me acordaba hacerlo.
Desde que llegué empecé a beber de varias cosas, cometiendo el error de mezclar distintos alcoholes por lo que me puse mal muy rápido y tuve que ir a vomitar al baño. Como pude me enjuagué la boca con un poco de enjuague bucal que había en el baño pero creo que se me bajó la presión o algo porque me sentía mal. Al verme mi amiga se alarmó y me preguntó si estaba bien pues, según me dijo, me veía pálida y con mal semblante. Me ofreció que me fuera a acostar un rato a su cuarto en lo que se me pasaba y se ofreció a acompañarme pero, apenas llegamos al pie de la escalera, fuimos interceptadas por otra amiga quien requería urgentemente de su presencia. Ella me miró dudando dejarme ahí pero yo le dije que fuera, yo estaba suficientemente bien como para subir sola.
Cuando entré a su habitación ni siquiera prendí la luz. Con la luz que entraba por la puerta abierta era suficiente para llegar a la cama a donde me dejé caer como tronco y me tapé enrollándome encima la mitad del endredón sobre el que estaba. En ese momento, un poco lejos de todo el ruido y con la habitación en penumbras, me di cuenta de lo cansada y aturdida que me encontraba de la fiesta y me acomodé a dormirme sin siquiera quitarme los zapatos, los cuales requerían un esfuerzo extra para quitarlos debido a la cinta que llevaban. Esfuerzo que ya no podía realizar.
Estaba tan cansada que no podía dormirme, pero sentía mi cuerpo pesado como roca sumiéndose en el colchón y mi alma flotando en la superficie plácidamente cuando alguien abrió la puerta y entró, cerrándola tras de sí con cuidado. Lo primero que pensé es que era mi amiga que venía a ver cómo seguía así que me quedé quieta, disfrutando de la cama. La persona que entró me retiró el edredón y yo abrí los ojos sorprendida por eso, más que asustada. No era mi amiga, definitivamente. Mi amiga no me hubiera quitado la cobija para acostarse a mi lado y girarme boca arriba para echarse inmediatamente sobre mí y empezar a pasar sus manos sobre mis senos mientras se colocaba entre mis piernas. Todo esto sucedía muy rápido y cuando quise reaccionar, sus manos ya estaban levantando mi vestido bajo mis caderas y habían llegado al resorte de mis pantimedias para bajármelas hasta medio muslo. Con sus manos me tomó un muslo en cada mano y me los empujó hacia atrás, exponiendo mi vagina a su lengua. Cuando sentí la aspereza de su lengua frotar mis labios vaginales fue como destapar de un sólo movimiento un refresco previamente agitado. Mi cuerpo entero fue llevado aceleradamente de un estado en calma a un deseo sexual infinito. Su lengua se paseaba entre mis labios vaginales como buscando limpiarlos, sin dejar resquicio sin explorar. Mi cuerpo se arqueó en respuesta a tales sensaciones y mis gemidos quedos surgieron en la obscuridad. Me mordía los labios para contener tal explosión de sensaciones mientras me contorneaba con el cuerpo guiada por el placer. En un instante dejé de sentir su lengua y, cuando abrí los ojos, el tipo aquel ya tenía su miembro erecto dirigido a mi vagina lubricada. Sus manos se posaban sobre mis tetas, estrujándolas con la mano entera mientras su pene me penetraba entre mis piernas levantadas y unidas por el resorte de las medias en mis muslos. Mientras esto pasaba yo no pensaba realmente en lo que sucedía. Sólo me dejé llevar por el deseo y el placer y empecé a gemir sin reparos ante tal embestida. Después de un rato que me penetró así, empujando mis piernas hacia atrás, me guió con sus manos en mi cadera para que me diera vuelta. Sus manos me pusieron en cuatro patas y sentí en esa posición cómo volvía a entrar ese miembro por mi vagina con mi culo levantado. Me penetraba con fuerza, llegando a empujarme contra la pared. En un momento me tomó del cabello forzándome a levantar mi cabeza. El dolor del jalón era placer puro. Para esos momentos era claro que estaba en una situación de poder en el que yo no tenía nada y él podía hacerme lo que quisiera. Eso me embriagó de gozo.
Estaba en cuatro patas, con la cara levantada por el cabello jalado, recibiendo golpes repetidos en mi trasero con su pene cuando me tomó con fuerza de las caderas y me cambió el ritmo a unas penetraciones profundas y pausadas. Gimió largamente y me di cuenta de que estaba eyaculando dentro de mí. No podía hacer nada. Por caliente ni siquiera había pensado en que estaba teniendo sexo con un desconocido sin condón y ahora que él terminaba dentro de mí, adquirí completa consciencia del asunto. Como no había nada que hacer, no hice nada. Cuando terminó completamente se guardó su pene, se cerró su pantalón y salió de la habitación, dejándome satisfecha, tirada boca abajo sobre el colchón. No me preocupé en ese momento por haberlo hecho sin condón. Tomaba la píldora por lo que no podía quedar embarazada pero la cuestión de las enfermedades venéreas era otra cosa que tendría que resolver después. Decidí por el momento disfrutar de aquella tontería y pensar positivamente. Me subí mi tanga y medias, me acomodé el vestido, me quité los zapatos y me volví a acostar contenta y satisfecha por la experiencia.

Cuando desperté me acordé de lo que había pasado momentos antes y no pude evitar sonreir. No supe cuánto tiempo había dormido pero no había sido mucho según comprobé al salir. No sabía quién me había hecho suya aquella noche y eso me dio un morbo riquísimo. Cuando me incorporé a la fiesta busqué a mi amiga y la sorprendí en un rincón de su jardín teniendo sexo con dos chicos. No era la única, había un par de parejas más que estaban teniendo sexo sin importarles ser vistos. Yo miraba los rostros de los asistentes intentando descubrir al tipo que me había cogido pero no pude identificarlo. Me fui de la fiesta poco después recordando los detalles del encuentro.

Nunca supe quién había sido y nadie me dio pistas de nada. Parece ser que aquel hombre lo quería mantener en secreto también.
Cualquier hombre de esa fiesta pudo haberme cogido y eso, la posibilidad de cualquiera, es lo que me ha llenado de morbo hasta el día de hoy.

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