El recalentón de mi mujer
Fue antes del otoño, en una noche de sábado de las que salíamos, mi mujer y yo, a cenar por ahí y a tomar una copita en algún pub de moda. Los niños con los abuelos hasta el día siguiente. No era muy frecuente, pero de cuando en cuando nos obligamos a salir para romper un poco la monotonía y el "apalanque" en casa. Además, esto a mi mujer la ponía caliente; la cena en un restaurante, el vino, las miraditas de los tíos. Luego, ya entonada, el cubatita, los roces con la gente, más miraditas, sonrisas, etc... Al acabar la noche pegábamos un polvo de antología, por eso a mí me interesaba sobremanera éstas veladas que a ella le levantaban la libido y yo aprovechaba su calentón, todos contentos. Parecía como si ella hubiera asociado salir por ahí con pegar un buen polvo, así que, tan solo con empezar a arreglarse y a pintarse ya se iba poniendo caliente. Se notaba por la forma de arreglarse, de mirarse al espejo, de estrenar ropa interior, de darme besitos un poco más subidos de tono que lo habitual, etc...
Eva es una monada, parece que cada día que pasa está más buena. Todos mis amigos siempre me están haciendo bromitas a costa de ella, está claro que les encantaría pegarle un buen polvo. He notado que, incluso, muchas tías la miran con ojos golosos.
Esta noche parecía que iba más acelerada que ninguna otra. Ya en la cena le pegó al vinillo con más alegría que otras veces y estaba realmente simpática, riéndose de cualquier cosa y haciendo bromas sobre cualquier tío que se pusiera a tiro. Con el camarero del restaurante empezó el juego de las provocaciones y no sé como el pobre no acabó derramándonos por encima cualquier plato. A continuación me soplaba al oído:
- ¿Has visto cómo me mira aquel tío?.
Realmente había más de uno que se la estaba comiendo con la vista. Al acabar la cena, como ya iba bastante calentita, en el camino hacia el coche por unas callejuelas pocos iluminadas le pegué un repaso de arriba abajo. Estaba muy receptiva. Le pegué un buen sobo por todos los lados, mientras nos morreábamos como quinceañeros. Ella iba ya de un calentón subido, y en el coche, mientras conducía empezó a sobarme la polla por encima de los pantalones. Me estaba poniendo como una moto. Llegó incluso a sacármela y pegarme unas cuantas lamidas. Le encantaba ponerme la polla bien tiesa. Le dije que parara, porque si no al salir del coche todo dios iba a notar el empalme. Se contuvo, no sin quejarse diciendo que tenía muchas ganas de rabo.
Acudíamos a un garito cercano a nuestra casa, con actuación en directo, había oído la promoción por la radio, actuaba un grupo inglés muy cañero, de Liverpool, concretamente. Cuando llegamos, aquello estaba hasta los topes, la actuación ya había empezado, el ambiente era increíble. Fuimos pasando hacia dentro como podíamos entre la gente. Algunas tías me refregaban las tetas con descaro, a otras les repasaba yo el paquete por sus culitos y por la misma regla de tres, me imaginaba que a mi mujer le estarían dando un sobo de aquella manera. Por fin nos hacemos un hueco en la barra y conseguimos pedir unos cubatas. Al poco tiempo ya me doy cuenta de que Eva no está pasando desapercibida, y para acabarlo de arreglar, ella acompaña esas miraditas con otras. Parecía como si cualquiera fuese más capaz que su marido en requerir su atención. Se lo estaba pasando bomba y me hacía partícipe:
- Mira aquel tío es la segunda vez que al pasar me soba el culo descaradamente.
Estaba claro que le hacía gracia el tema. Ya eran varios los que intentaban maniobras de aproximación. Se les veía venir, hasta a mí me empezaba a divertir aquel juego. Incluso en algún momento la animé para que no se cortara y disfrutara del momento. Se me pasó por la cabeza dejarla sola y mirar desde lejos, pero en el fondo no me atrevía, era un bomboncito demasiado apetecible. Ya me había fundido el primer cubata y se me ocurrió ir al lavabo, entre el vino de la cena y la bebida de aquí, ya tenía la vejiga a reventar:
- Vengo en un momento, mi amor.
- Ahora tienes la oportunidad de ligotear... - le dije en broma.
En los servicios había un follón de miedo, me tocó esperar un poco pero al final descargué el depósito. Al volver a la barra, no veo a Eva. Como ya iba medio tocado, pensé que me había equivocado de lugar en la barra y empecé a ir de aquí para allá, pero al final encontré el sitio porque allí estaba su cubata, aún a medias. No hacía más que alargar el cuello por ver si la veía. Imaginaba que habría aprovechado también para ir al lavabo. Tardaba mucho, aunque seguro que en el aseo de las tías había todavía más follón que en el de los tíos. Al rato de estirar el cuello y de mirar para aquí y para allá, me oigo una voz detrás de la barra que me decía muy cerca del oído:
- ¿Buscas a la chica que estaba contigo?.
Me giro, y me veo a un tío algo mayor que momentos antes estaba con el fulano que le había sobado el culo a mi mujer en varias ocasiones.
- Pues, sí. - contesto yo.
- Acompáñame. - me dice mientras se dirige al extremo de la barra.
En el fondo del local, nos metemos por una puerta que tras un corto pasillo nos deja en un pequeño almacén repleto de cajas de bebidas. Me hace la señal de silencio, con el dedo sobre sus labios y entreabriendo una puerta, nos asomamos los dos a una habitación contigua que parecía ser una especie de oficina. Contra la pared del fondo estaba el fulano de los sobos de culo, y más abajo, amorrada al pilón, ¡¡¡Eva!!! . Me quedé flipado, no daba crédito a lo que veía. Ella le estaba comiendo la polla al tío aquél, se la tragaba entera, se atragantaba con ella, la sacaba, se la metía, de cuando en cuando lamía el tronco y los huevos y, otra vez, golosamente se la volvía a comer. Estaba disfrutando, se le notaba. Aquél cerdo estaba en la gloria, con los ojos cerrados y la tranca a reventar. Mi mujer se la chupaba como si le hubieran pagado para ello. Le hacía filigranas al tío, hasta que ella misma notó que aquella polla iba a entrar en erupción. Alzó la vista para ver como disfrutaba el fulano, le gustaba ver la cara de gusto del tío cuando se corría, y de repente abrió los ojos como platos, señal inequívoca de que estaba recibiendo la descarga en la boca. Empezó a sonreírle al tío mientras le lanzaba las últimas sacudidas y, al hacerlo, por las comisuras de los labios empezó a correrle un hilillo de leche. La muy zorra estaba muy caliente, porqué eso de recoger la corrida en la boca a mí solo me lo hizo un par de veces en 8 años, cuando estaba caliente como una perra en celo.
Se la limpió bien al tío, la relamió toda como yo le había pedido un montón de veces y no me había consentido. Le dio un par de chupaditas más para sacarle las últimas sacudidas de placer mientras le masajeaba los huevos. Luego se levantó y le pegó un morreo de media hora para que compartiera su propia leche con ella. Sacaba un poco de leche con la lengua y se la restregaba por sus labios y los de él. Al tipo aquél se le doblaban las piernas de la flojera, y a mi mujer se le notaba la humedad del coño a través de las bragas cuando al sobarle el culo, durante el morreo, le subía la falda. El que me había llevado allí se me quedó mirando:
- Yo no sé tú que harás, pero yo a esta tía me la follo. - me dijo el muy cabrón después de ver el espectáculo.
Era evidente que no sabía que era mi mujer. Yo todavía estaba alucinado con lo que acababa de ver, cuando el tipo éste se coló sigilosamente en aquella oficina y por detrás empezó a sobarle el culo a mi mujer. Ella, todavía chupeteando al otro tío, ni se enteraba que le estaban entrando por detrás. De repente se dio cuenta y quiso volverse, pero el muy cabrón la agarró con fuerza y empezó a bajarle las bragas. Ella se revolvió un poco pero cuando notó encima del culo el pollón del colega, empezó a derretirse y a dejarse hacer. Se iba agachando más y más, ayudada por el recién mamado que permanecía de pie apoyado contra la pared. Ella misma sacaba el culo hacia atrás y arqueaba la espalda para facilitar la entrada de aquel trasto, incluso vi como lo buscaba con su mano por entre las piernas para dirigirlo hacia su coño. Lo tenía empapado. Se la metió entera. Mi mujer dio un respingo:
- Aaahhh... Ooohhh... - rugió con una voz ronca que no parecía la de ella.
Se notaba que la estaba necesitando. Se asió bien al que estaba delante de ella, cerró los ojos y agachó la cabeza, estaba disfrutando del bombeo que le estaban dando por detrás. El cabrón aquél la sujetaba por las caderas, la faldita la tenía subida por la espalda y las bragas bajadas a mitad de las piernas. Le estaba dando bien. Yo podía ver perfectamente el mete-saca. La vulva de mi mujer estaba como hinchada, enrojecida y chorreando. Aquél tío la embestía cada vez más fuerte y mi mujer no se cortaba un duro, gimiendo y diciéndole:
- Cabrón, cabrón, qué gusto me das.
Yo ya estaba empalmado de ver aquello. Podía ver la cara de gusto que tenía la muy zorra cuando se giraba para mirar a los ojos al cerdo que se la estaba cepillando. Extasiado con la escena que estaba presenciando, no me di ni cuenta que una de las camareras del local había entrado al pequeño almacén, tal vez buscando algunas botellas para la barra, y al verme tan concentrado, mirando por la puerta entreabierta, se me acercó por detrás, me abrazó por la cintura a la vez que se daba cuenta del episodio y me dijo:
- ¿Te gusta mirar, eh...?
No mostró gran sorpresa, por lo que entendí que aquello podía ser algo habitual. Me pasó la mano por el paquete diciendo:
- Ya veo que te gusta. - y continuó allí, mirando y dándome un buen sobo.
Cuando menos me di cuenta, ya tenía la polla fuera y la tía me estaba pajeando.
- ¿Te da gustito, eh...?. Qué pollón tienes... Venga, disfruta tú también.
Delante de mí, el tío aquel se estaba follando a mi mujer, a la cual se le veía que lo estaba pasando en grande. El otro ya le tenía los dos pechos fuera y se los estaba magreando a base de bien. Eso a mi mujer le vuelve loca. Tenía los pezones erizados y su carita denotaba que ya se había corrido más de una vez. El guarro aquel que le estaba dando por detrás empezó a introducirle el pulgar en su culito mientras le seguía bombeando el coño, ella ni se quejó. Al tío le cambió la expresión de la cara a la vez que anticipaba:
- Me corro, me corro.
A ella eso le pegó un subidón.
- Tíramela dentro, cabrón, tíramela toda tu leche dentro. - le decía Eva.
Aquí, sin poder evitarlo, me corrí. Se oyó un ronquido profundo del tío aquel mientras le decía a mi mujer:
- Tómala, tómala toda, zorrita, tómala, disfruta.
- Aaahhh, Mmmm... qué gusto me has dado, cabrón. - decía ella mientras gozaba de una larga corrida.
La camarera me sonreía dulcemente mientras me sacaba con su manita los últimos espasmos de placer.
- Uuufff, qué calentorra me he puesto. - acabó diciendo.
Me dio un besito en la mejilla y se largó. Yo no sabía que hacer, si entrar, seguir mirando o largarme, pero mientras me lo pensaba vi como sacaban de un sobrecito unos polvos blancos que le restregaron por todo el coño, al principio no sabía de qué iba el rollo, pero luego me di cuenta de que era "coca". La pusieron sobre la mesa boca arriba. Ella se dejaba hacer. Tenía la falda y la blusa hecha un ovillo alrededor de la cintura. Las bragas ya le habían desaparecido. El fulano que le había servido de apoyo ya estaba totalmente empalmado y también se restregaba lo que quedaba de "coca" por la punta del capullo. Ella soltó:
- Me arde el coño, cabrón, ¿Qué me has puesto?.- mientras se abría de piernas y acercaba el chochito al borde de la mesa.
Todavía le chorreaba de la corrida anterior cuando ya tenía otra polla dentro.
- Venga, dame bien, cabrón, fóllame, fóllame bien... - le decía.
Me largué de allí. Me volví a la barra a esperarla y me pedí un cubata bien cargadito. Me lo sirvió aquella camarera tan complaciente y me dijo:
- A éste te invito yo.
Charlando con ella me enteré de que aquellos dos que se estaban beneficiando a mi mujer eran el dueño del local y uno de sus socios. Me quedé allí pensando en cómo estarían dándole por todos los lados. A la muy guarra, con lo que estaba disfrutando, hasta se le habría ido de la cabeza de que yo estaba esperándola. ¡Qué zorra!. La música estaba a tope, el ambiente muy cargado y por fin, después de un tiempo que me pareció interminable, apareció mi mujercita con cara de no haber roto un plato, perfectamente arregladita y recién pintadita.
- Uuff, había una cola de mil demonios en el servicio de las chicas... Perdóname por haberte dejado un rato solito, mi amor.
Era evidente que había perdido la noción del tiempo.
Mientras íbamos para casa, me decía:
- Prepárate porque ésta noche estoy muy caliente.
La muy zorra no llevaba ni las bragas.
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