El amo y la esclava

Autor: Anónimo | 26-Jan

Sadomaso
Era de noche, la habitación estaba sólo iluminada por una lámpara en el techo. No había casi muebles, sólo una jaula, grande donde estaba una mujer desnuda, dormida, con un collar de perro en el cuello. Había una puerta de metal en un extremo de la habitación, la cual se abrió lentamente, un hombre entró, vestido solamente con botas y un pantalón negro de látex, en su cara llevaba una máscara dejando ver sólo sus ojos, negros e intensos. Su mirada se dirigió a su esclava en la jaula, sonrió era toda una perra pensó.

- Despierta, puta! - gritó al tiempo que daba una patada a la puerta de metal para cerrarla.

Ella despertó sobresaltada, de inmediato se puso a cuatro patas, sintiendo una gran excitación, su amo había llegado. Ella esperaba ansiosa estos momentos, su placer era el placer de su amo, su propia humillación era al mismo tiempo su máximo deleite. El se acercó y abrió la jaula, tomó el extremo de la cadena del collar que ella llevaba al cuello.

- Camina perra! - le ordenó.

Ella salió de inmediato a cuatro patas, se detuvo ante su amo, de inmediato inclinó la cabeza y empezó a lamer sus botas con adoración. A él le complacía aquella muestra de adoración, le excitaba verla así, con su culo al aire al agacharse a sus pies. La aceptó como esclava sobre todo por su trasero, el cual encontraba firme y deseable, bonito y sobre todo sin marcas, quería ser él quien pusiera las marcas del látigo en sus nalgas y culo.

Su esclava era de unos 30 años, bonitas facciones, pelo negro, piel clara y un cuerpo firme, delgada, con unos pechos no grandes ni pequeños. Pero lo que le agradaba más era su trasero. Tenía planeado para ella una buena sesión de latigazos para calentarla.

- Detente, esclava! - le ordeno.

Ella se detuvo de inmediato, permaneció de rodillas, la cabeza baja, y las manos unidas a su espalda.

- Camina, puta! - ordenó el amo, y jaló de la cadena para que ella avanzara, lo cual hizo como un perro, a cuatro patas detrás de él.

La hizo pasar a otra habitación donde había una cama, una mesa, y algunos muebles más, así como unas argollas unidas a la pared casi pegadas al techo. El amo se sentó en la cama y tiró de la cadena de la mujer.

- Quiero que chupes mi verga, lentamente, utiliza sólo tu boca, no las manos, y ten cuidado, no quiero correrme en tu boca todavía - le ordenó al tiempo bajaba la bragueta del pantalón y sacaba su verga, la cual, hay que decirlo era gigantesca.

La esclava se arrastró sobre sus rodillas hasta quedar ante aquella verga majestuosa... ya sentía crecer su excitación, tenía húmeda ya su vagina sólo de pensar en probar el falo de su amo. Desde que era su esclava iba de orgasmo en orgasmo, como nunca en su vida, su amo era el hombre más excitante que hubiera conocido, haría cualquier cosa por complacerle. Le encantaba su falo, pero su cuerpo en sí era precioso, poderoso, con el pecho lleno de vello, una espalda ancha y unas manos fuertes, sus ojos cafés le transmitían un deseo y una voluntad únicas, lo amaba, lo adoraba.

Comenzó a lamerla toda, de arriba a bajo, saboreando cada rincón y demorándose en los sitios más sensibles. Luego se la tragó toda, enterrándola en su garganta, y chupándola con cuidado para que le agradara a su amo. Después de un rato él le ordenó detenerse, ella obedeció de inmediato. El se abrochó el pantalón y se puso de pie tirando de la cadena y llevando a su esclava hasta unas argollas que pendían de la pared, ahí la sujeto con esposas, de las manos, por encima de su cabeza.

- Separa las piernas, puta.

Era tan excitante verla así pensó el hombre, su cuerpo tenso por el miedo y la excitación, su piel sin marcas... aún. Tomó un pequeño látigo de piel no muy grueso, ya que no quería que la marcara demasiado. Le pasó el látigo por el cuerpo, acariciándola, lentamente, como para que saboreara primero el temor de lo que seguía. Ella no dijo ni una palabra, ni una súplica, sabía que si lo hacía él la castigaría aún más. No la hizo esperar mucho, le dio el primer azote en las nalgas, luego las piernas, lo hizo varias veces y cada vez más fuerte, ella no pudo evitar gemir cuando los azotes eran ya más fuertes, y unas lágrimas escurrieron por su rostro.

- Aaaahhh... mmmmm - gemía la esclava.

Su bonito trasero se enrojeció y sus piernas temblaban, pero no recibió piedad de su amo, cuando él considero suficiente se detuvo, y colocó su mano entre las piernas de ella buscando su coño. Estaba excitada la muy perra, pensó. Con una mano la tomó de los cabellos y jaló su cabeza para besarla en la boca, ella correspondió con pasión y deleite. Luego la desató y la llevó a la cama.

- Voy a cogerte como la perra que eres! ponte a cuatro patas en la cama!

Enterró su verga en su culo, de una sola embestida, y le tomó los pechos con las manos, al tiempo que la sacaba y metía acariciaba sus pechos apretándolos con los dedos. Ella sentía que iba a correrse de un momento a otro, pero no quería desagradar a su amo, si se daba cuenta que se corría sin su permiso, la castigaría, así que trató de detener el orgasmo lo más que pudo, de pronto él se detuvo y le hizo darse la vuelta.

- No eres más que una puta! - le gritó al tiempo que la abofeteaba, ella cayó en la cama, tratando de cubrirse la cara.

- No por favor amo! Seré obediente! Por favor!

- Arrástrate ahora mismo! Puta desgraciada!

Ella de inmediato se tiró al piso y empezó a besar los pies de su amo murmurando perdón entre lagrimas.

- Chúpamela!

Esta vez cuando ella se la chupaba el se corrió en su boca, ella trato de tragar todo, pero derramó un poco que luego tuvo que lamer del suelo. Él la llevó de vuelta a la jaula, a cuatro patas, como un animal, y la hizo entrar de nuevo.

- La próxima vez que me hagas enfadar te arrancaré la piel de la espalda. Ahora, quiero que tragues esto.

Ella estaba arrodillada dentro de la jaula, así que se acercó arrastrándose sobre las rodillas, para acercarse a él. A través de la reja él sacó su verga y comenzó a mearla, dirigiendo el chorro de orina a su cara y ella abrió la boca tratando de tragar lo más posible. Cuando terminó de orinar, el hombre se sonrió, era toda una perra, no había duda. La próxima vez la cogería por el ojete, no lo había hecho todavía, “mmmmm” pensó, ya puedo saborearlo. Se fue de la habitación dejándola ahí, sola. Ella cuando vio que él no estaba comenzó a masturbarse, recordando todo lo que él había hecho con ella esta vez. Estaba tan excitada, su amo era lo máximo, y saborear su falo fue lo mejor, esperaba que la próxima vez la castigara aún más, disfrutaba de ser castigada por él, se lo merecía, al fin y al cabo era una perra.

- Mmmm... aaahhh... mmmm

El orgasmo llegó y ella suspiro extasiada, se durmió enseguida con una sonrisa en los labios... mi dulce amo... mi amado amo.

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