Vacaciones con los amigos

Autor: alexandro | 08-Jul

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Todavía se podía ver el rojizo color del atardecer en las nubes cuando, entre juegos de figuras y sombras, vi cómo una cuadrilla de chicas jóvenes se disponían a comenzar la noche privando en la playa. Me encontraba de vacaciones con los colegas, pero el hecho de ver a unas cuantas jóvenes con ganas de pasárselo bien es capaz de encender la sangre a cualquiera. Al llegar al apartamento, mis amigos decidieron no salir aquella noche a pesar de mis insistentes peticiones. No podía dejar de pensar en esas chicas y cómo me gustaría verlas bailar a nuestro lado, algo embriagadas, en alguna discoteca de la zona. No sé que es lo que harán el resto de chavales de 21 años para desprenderse de esas ganas de devorar a una mujer, pero a mí el irme a correr un rato me ayuda bastante. Así que me puse una pantaloneta, unas playeras y salí por la puerta del apartamento como una exhalación.

Me encanta correr por la playa y más si es totalmente de noche. Me dirigía al final de la playa, cerca del rompeolas. La sensación de saber que me encontraba sólo en un lugar desconocido me provocaba unos ardores infrenables. No llevaba ni quince minutos cuando comencé a oír unas risas al borde del rompeolas. La curiosidad me picaba como la peor de las ortigas y decidí bordear la playa hasta unas dunas que cierran la medialuna de arena. Más que un deportista nocturno parecía un soldado arrastrándose por las playas de Normandía el día D. Agazapado tras una duna, la luna alumbraba un grupo de chicas que reían y disfrutaban de los primeros cubatas de la noche. Eran las mismas que había visto media hora antes. Parecían ir algo borrachas y no paraban de reír a carcajadas.

Siento decirlo por lo que nos toca a los de mi sexo, pero creo que las mujeres saben pasárselo bastante mejor que nosotros. La situación me parecía bastante excitante y tenía el corazón latiendo tan fuerte que temía me descubrieran. En ese mismo momento una de ellas se incorporó y se quitó la blusa de golpe, entre los aplausos de sus amigas. Prosiguió con los pantalones hasta quedarse en tanga. Se dirigió al agua y se zambulló sin ningún tipo de prejuicio. El resto de sus amigas se levantaron y prosiguieron los mismos pasos que su compañera. Creí que mis pulmones iban a reventar. Mi miembro estaba tan sumamente duro que parecía estar buscando petróleo en mitad de la duna.

La luna se había aliado aquella noche con mis deseos porque alumbraba tan fuerte que hacía que los pechos de mis espiadas destacaran en la oscuridad como figuras de mármol en mitad de un museo. Parecían ángeles jugando con el fruto del pecado entre sus manos. Dos de ellas, totalmente desnudas, llevaban su zona púvica totalmente afeitada, lo cual me ponía aun más. No sé el tiempo que estuve hasta que ellas decidieron seguir su marcha en las calles de la cuidad, pero creí estar viviendo un sueño entre las olas del mar. Al llegar al apartamento, totalmente empapado, no pude evitar el contar lo sucedido a mis amigos, quienes dudaron de mis palabras; aunque por el sofocón que llevaba encima parecía haber estado corriendo la media maratón en vez de un rato por a playa.

La siguiente noche nos encaminamos hacía el mismo lugar dónde la noche anterior mis ninfas nocturnas habían jugado con mis deseos. Noté cómo mis amigos empezaron a ponerse nerviosos conforme nos acercábamos al paraíso. Al llegar escuchamos unas voces y nos escondimos tras la duna que resultó ser la ventana a mis pasiones. Allá estaban ellas. Se encontraban tumbadas en la arena entre escuetas minifaldas y sinuosos escotes. Mis amigos comenzaron a tratar de esconder su excitación tras unas sonrisas cuando menos picaronas. Estaban jugando a algún tipo de juego de esos que se usan a la hora de privar. Parecíamos escolares tratando de otear algo por entre las rendijas del vestuario de las chicas. Una de ellas lanzó un dado y otra pareció dictar una prenda a seguir. El pequeño rumor del mar nos impidió escuchar los susurros que provocaron los gritos del resto. Entonces, una morena de cuerpo casi perfecto y gran melena lisa se puso a cuatro patas y se acercó a la que se encontraba delante suya. Esta tenía las manos en la cara tratando de arropar su vergüenza. Para nuestro asombro y mayor jadeo, la chica acarició los muslos de su compañera y empezó a acariciar sus piernas mientras le levantaba la minifalda. Deslizó el tanga de entre las piernas temblorosas de su amiga. Luego tras un silencio generalizado y alguna carcajada espontánea, le comenzó a besar en interior de los muslos. Su amiga se quitó las manos de la cara y las llevó a la nuca denotándole su pasión. Poco a poco, comenzó a gemir y contonearse sin ningún tipo de tapujo. Mientras los labios de su amiga parecían estar besando y frotando lentamente su parte más intima. Mis colegas lo flipaban y percibí que no era el único cuyo miembro hacía de su pantalón una tienda de campaña.

La chica que había sido objeto de la prenda continuó hasta provocar el orgasmo de su amiga ante la asombrosa mirada de aquel pequeño aquelarre nocturno. La noche proseguía y el juego también. Aquello empezó a convertirse en una orgía playera y todas querían formar parte de ella. Todos sus movimientos eran lentos y sagaces. Sabían cómo provocar el orgasmo de sus amigas. El olor de sus húmedos cuerpos llegaba hasta nosotros. Se lamían los pechos entre ellas y se acariciaban como bailarinas de ballet siguiendo el sonido de una melodía. Todo parecía valer. De repente una de ellas se giró hacia nosotros y lanzó una pequeña exclamación. Nos habían pillado en toda regla. Parecieron alarmarse unos segundos, hasta que una de ellas dijo algo en voz baja y todas rieron de nuevo. Luego se levantó y nos pidió que nos acercásemos, que no fuéramos tímidos.

Conforme nos tratábamos de incorporar, cualquier chico sabe a qué me refiero, nos mirábamos con cara de niños temerosos de entrar en su primer día en el colegio. La joven que nos había lanzado la oferta era la misma que minutos antes se encontraba degustando los manjares de la vida entre las piernas de su amiga. Nos sentamos a su lado, un poco acojonados, y empezamos a ser bombardeados por una lluvia de preguntas y risas. La conversación acabo convirtiéndose en una gran velada de cuadrillas que tratan de conocer formas diferentes de ver la vida. La conversación comenzó a cambiar de tono proporcionalmente al alcohol que todos ingeríamos. Fue la morena de piel oscura, que por cierto me volvía loco, quien se levantó y desnudándose se dirigió al agua para zambullirse como una sirena de piel azabache. Me armé de valor ante la congelación que sufrían mis amigos y me quité la ropa mientras tomaba la dirección donde aquel arcángel se encontraba bañándose.

No pasó mucho tiempo antes de que nos encontrásemos todos dentro del agua haciendo el imbécil. Fue entonces cuando la chica morena se me acercó y pude ver sus preciosos pechos asomar por encima del agua. Tomó mi cabeza con sus manos y me dio el beso más excitante que me han dado en mi vida. Empezamos a enrollarnos sin importarnos si el resto nos miraban o no. Para mi sorpresa, al quitar un segundo mi mirada de sus ojos vi cómo mis amigos habían seguido mi ejemplo. Estaba embaucado por aquellos labios rojos que quemaban mi piel. No llegamos a salir totalmente del agua cuando su lengua comenzó a jugar entre las gotas de agua salada hasta toparse con mi aparato, al que sólo le faltaba una bombilla para que fuese una farola. Me hacía gozar con cada pequeño roce de su lengua contra mi glande. Como un veneno que recorre todo el cuerpo, aquella chica me dejó paralizado mientras yo eyaculaba en sus pechos. En aquel momento ella giró la cabeza y sonrió mientras miraba cómo uno de mis amigos saboreaba los labios púbicos de su amiga. La miré con cara de haber pillado el mensaje y comencé a rozar suavemente los bordes de su vagina con mis labios. Ella empezó a contonearse y su cuerpo pedía a gritos que mi boca rodeara su clítoris, que asomaba rojizo como una cereza madura. Así lo hice. Aquel pequeño trocito de carne parecía estar deshaciéndose entre mi lengua. No fue hasta que comenzaron a oírse sus gemidos cuando la tome fuertemente por la cadera y la penetré con todas mis fuerzas. Jamás había visto a una chica tornar los ojos dentro de sus concavidades, pero lo tomé como una manifestación de placer.

Era la primera vez que lo hacía con gente a mí alrededor y por las caras de mis amigos, creo que no era el único. Traté de aguantar todo lo posible hasta que noté cómo los fluidos de su orgasmo humedecían la cabeza de mi miembro. Pasé a ser un poquito más “salvaje”, lo cual profirió un segundo orgasmo a ella y para mí el mejor terminar que he disfrutado. Pasaron unas horas y el sol empezaba a asomar por el hilo del horizonte, dejando ver el blanco de nuestros cuerpos desnudos a la orilla del mar. Nos levantamos, nos vestimos y cada cuadrilla se separó por su lado.

No las hemos vuelto a ver, pero sigo pensando y disfrutando con el cuerpo y la manera de moverse de aquel ángel de piel morena que ha llenado de placer mis sueños más placenteros.

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