Trío luminoso

Autor: kadey | 24-Aug

Fantasias Eroticas
Aquella mañana no fueron las caricias de mi amante las que me despertaron. Ni su voz susurrando los buenos días en mis oídos. Había algo distinto en el ambiente, un calor que no había estado ahí otras mañanas. Mis párpados me escocían ligeramente y a pesar de tener los ojos cerrados, lo que veían mis ojos no era la negritud que se supone normal sino como una especie de oscuridad incandescente, como si el color negro quisiera probar a convertirse en un rojo momentáneo. Abrí primero un ojo, luego el otro y pude comprobar el por qué de esas sensaciones: Un enorme círculo naranja, achatado por sus polos, se elevaba voluminoso en el cielo del amanecer. Una preciosa imagen la que me regalaba el sol aquel día.

Aunque somnolienta, no pude volver a cerrar los ojos y me quedé contemplando hipnotizada el despertar del día, el cómo el sol se iba haciendo blanco, redondo, aunque algo más pequeño, la luz entraba en la habitación casi de modo violento, coloreándola y llenando de matices luminosos cada rincón, cada mueble, cada pliegue de las sábanas que nos envolvían a Carlo y a mi. Me preguntaba cómo era posible que él siguiera dormido con semejante luminosidad, cuando noté una caricia suya en donde mi espalda se acaba y se vuelve curva. Sonreí, estaba despierto y me acariciaba, era lo primero que hacía siempre y me gustaba sentirme deseada de ese modo, como si fuera lo primero que pensaba nada más despertarse. Sin embargo la caricia se hizo constante, rígida, permanente... me volví para ver la causa de una caricia tan poco móvil y comprobé que seguí dormido, al menos su mente, pero no su sexo, que, rígido, había estado presionando contra mi en lo que yo había equivocado con su caricia.

Una sonrisa perversa se dibujó en mi rostro al decidir que desperdiciar aquella irrigación sanguínea en su pene sería una pena, con un movimiento de mi brazo retiré las sábanas que nos cubrían quedando los dos desnudos completamente bajo el sol cada vez más blanco. Siempre me sorprende la dureza que puede alcanzar un pedazo de carne como ése, mis manos lo masajearon con la lentitud acostumbrada, retirando la piel del glande hacia atrás rítmicamente, masturbándole a cámara lenta, como a mi me gusta, deleitándome con cada movimiento.

Me arrodillé ante él, dando la espalda al amplio ventanal que quedaba a la derecha de nuestra cama, de modo que mi trasero recibió directamente los rayos del sol... empecé besando su vientre sin soltar su pene con una mano mientras con la otra acariciaba su pubis, seguí besando sus muslos e ingles mientras él seguía dormido, lamí sus piernas, seguí bombeando en su pene con mi mano y de repente me di cuenta de que estaba inesperadamente excitadísima y que la temperatura de mi sexo era inusualmente alta cuando apenas había empezado a hacer nada. Miré hacia atrás y allí estaba el sol, calentándome, retándome. Algo, aún no sé bien el qué, se activó en mi mente. Recuerdo que a los pocos minutos estaba acariciando mi cuerpo mientras el sol lo inundaba con mis rayos, de frente a la ventana y de espaldas a Carlo y me sentía absolutamente excitada y caliente bajo la luz matutina. Mis dos manos se deslizaban por mi piel, el sol me bañaba obsceno y altivo desde el cielo... y otras dos manos, empezaron a subir desde mis rodillas apoyadas en el colchón hasta mi sexo; Carlo, al fin despierto acariciaba la cara interna de mis muslos con sus masculinas manos ávidas de mi cuerpo.

Aquello sonaba a una deliciosa amenaza, se incorporó sobre sus rodillas detrás de mi y volví a notar su dureza contra mis nalgas, me dejé hacer, sus manos subieron por mi vientre y atraparon mis pechos, sus besos conquistaron centímetro a centímetro todo mi cuello, sus muslos e ingles se apretaron lujuriosos contra mi culito que yo sacaba hacia atrás para chocar con él, provocarle, incitarle, retarle... yo llevé mis manos hacia atrás y capturé su cabeza agarrándole de sus cabellos y obligándole suavemente a seguir besando mi cuello mi nuca mi barbilla, mis mejillas... me encantaba esa postura en la que él venía a mi desde atrás, pero además no estábamos sólos.

Muchas veces ambos habíamos fantaseado con hacer un trío, yo se que él se muere de ganas por que yo disfrute con dos hombres a la vez para mi solita, pero aquella mañana nuestro partenaire era mejor que otro hombre, era etéreo pero omnipresente, no había modo de escapar de él y acariciaba sin piedad cada poro de nuestra piel, se introducía por cada recóndito rincón de nuestros cuerpos suavemente y elevaba la temperatura de ambos a cada minuto. Me sentía entre dos amantes, por detrás, mi Carlo, de frente, el Sol, poderoso y radiante... Mi amante incandescente hacía crecer mis pezones que sólo la lengua de mi amante corpóreo podía rebajar su temperatura a cambio de volverme loca con sus succiones y mordiscos. Mi amante de hidrógeno y helio resbalaba por mi vientre y bañaba de gotitas perladas de sudor mi piel, mientras mi amante físico las esparcía con sus manos y las besaba allí donde llegaba su boca deseosa de mi. Mi amante solar calentaba mis negros y abundantes cabellos que mi amante humano esparcía por sus hombros y apartaba sabiamente para derretir cada lado de mi cuello con sus besos.

Mi amante iridiscente hacía hervir mis flujos vaginales que ya goteaban por mis muslos mientras mi amante de piel y carne introducía dos dedos en mi sexo que resbalaban hacia mi interior y se retorcían explorando mi intimidad y arrancando gemidos de mi garganta, al abrir la boca, la luz me penetraba en ella, podía notar como mi lengua se calentaba con ella y mi saliva se secaba hasta que la boca de mi Carlo me hacía un trasvase de fluido que yo agradecía mordiendo su carnoso labio inferior queriendo quedarme con él como si fuera mío, sólo mío.

Carlo acomodó su pene entre mis nalgas y lo ensalivó para frotarlo contra mi esfínter, me eché algo más hacia delante para facilitar el frotamiento de mi culito mientras que el otro frotamiento el de sus dedos en mi vagina me empezaba a sacar de mi, ni siquiera noté llegar el orgasmo, sencillamente estalló y en la cúspide de él abrí los ojos y miré directamente al Sol, testigo partícipe y causante de mi placer, aunque mis ojos me dolieron quise que e sol me penetrar por mi boca abierta y mis ojos expectantes, quería tener su calor dentro de mi... también en mis otros orificios corporales, por eso cuando me recuperé me di la vuelta y empecé a masturbar a mi amante de músculos y huesos mientras el amante de calor se ensañaba con mis nalgas castigándolas con un baño de luz que podría quemar mi piel blanquita si duraba mucho tiempo.

Puse el pene de Carlo al Sol, noté como se encendía entre el Sol y mis manos, su piel caliente entró en mi boca para apagarse, pero se encendió aún más, nunca me había gustado tanto su polla dentro de mi boca como aquella vez, porque estaba ardiendo por el Sol, que como buen amante bisexual, también calentaba a mi chico. Con el culito hacia el Sol, abrí con mis manos mis nalgas y mi sexo para notar como la luz me penetraba, noté el calor de inmediato en mis labios mayores y menores, hasta mi clítoris se calentó como si un radiador estuviera a centímetros de él, me estaba volviendo loca con aquella carne ardiendo entre mis labios y mi sexo y mi culito penetrados etéramente por el Sol incansable, la penetración se hacía casi física cuando mis flujos deslizaban por mis ingles y notaba que ardía en lo más interior de mi.

Usé mis manos para masturbarme ferozmente, tanto que si no hubiera sido por lo mojada que estaba me hubiera hecho daño y cuando noté un orgasmo violento y brutal venir poco a poco Carlo introdujo en dedo ensalivado en mi culito, mentalmente pensé que el Sol se había dignado a bajar de su cetro astral para sodomizarme, para premiar mi lealtad y mi adoración hacia él, me aferré a esa surrealista idea para alcanzar un orgasmo tan delirante que mordí el pene de Carlo en su base (ya que estaba todo dentro de mi) no pude gritar con la boca llena pero mis gemidos fueron de una violencia que ni yo conocía y un orgasmo que sentí en mi ano, mi coñito y mi boca, inundó furibundo todo mi cuerpo y perdí por interminables segundos la noción de la realidad. En esos momentos de inconsciencia, una perturbadora imagen vino a mi mente. Un Apolo que irradiaba luz, cuya piel era de la textura naranja y oleica con la que vemos el Sol en las fotos de los telescopios, me agarraba por las muñecas y me penetraba desde atrás embistiéndome con violencia y sodomizándome mientras gritaba desgarrada de placer. Después el Apolo adquirió la cara de Carlo: Mis dos amantes mezclados y fundidos en uno sólo para mi disfrute.

Cuando abrí los ojos, la polla de Carlo, que no se había corrido, estaba centímetros de mi cara, bañada por el Sol, él se masturbaba lentamente y yo fijé la vista en sus nalgas y en el agujerito que allí se escondía y que parecía q al Sol le costaba encontrar. Le miré y le sorprendí con sólo 8 rotundas palabras. Se quedó de piedra antes tan peregrina petición, pero no opuso resistencia, se tumbó boca abajo y me dejó poner la almohada bajo su vientre para que s culito estuviera elevado, me coloqué a horcajadas sobre él de modo de mi sexo frotaba con su nuca o su columna vertebral y abrí sus nalgas haciendo que el Sol entrara entre ellas, me agaché y empecé a morderle los glúteos, lamerlos, besarlos, arañarlos y acercándome cada vez más a su agujerito. Él frotaba su pene contra el colchón, pero así el Sol no podía acariciárselo, se lo saqué y lo puse e vertical en ángulo de 180 º grados con su vientre de modo que su culo y su pene estaban a mi vista... y a la de nuestro amante estelar. Lamía con fruición su esfínter y de vez en cuando arañaba la piel de su sexo para torturarle. Me encanto notar como el Sol hacía subir la temperatura de su piel y de su musculado culito, también la de su esfínter cada vez más dilatado, lo abrí al máximo, vi como la luz lo penetraba y la imagen del Apolo anaranjado irradiando energía, enculando a Carlo me excitó a tope de nuevo tanto que empecé a frotarme contra su espalda con mi pubis y mis pechos - pensé -.

Su pene estaba al rojo vivo, su glande denotaba por su intenso color rosáceo púrpura, la cantidad de sangre que le erectaba le dediqué estirándome para poder llegar unos lengüetazos pero paré al ver que estaba proyectando sombra con mi cuerpo sobre su culito: No, no, no, no, el Sol se lo tenía que follar bien follado, ja, ja, ja, ja. Le introduje un dedo y empecé a sacarlo y meterlo rítmicamente cada vez más rápido, y quise pensar que mi dedo era un trozo de Sol, un rayo de Sol que a modo de pene profundizaba en el recto de mi chico. Se puso tan cachondo que me suplicó que le dejara follarme y no tuvo que insistir mucho, la verdad. Eso si, nos colocamos de modo que el Sol siguiera siendo protagonista, él se tumbó boca arriba y yo me dejé caer sobre su mástil erecto, de espaldas a él pero de frente siempre a mi Apolo llameante.

Su pene me llenó mientras mi sexo se llenaba también de luz ardiente, me agarró de los pechos dejando los pezones rodeados por sus dedos y empujados hacia fuera para que recibieran mejor la caricia solar que los hacía arder entre las manos de mi chico, mi boca fue penetrada de nuevo por el Sol, mis ojos llenados de luz, mi cabello abrasado, mi ombligo también, mis muslos, mis piernas... toda yo me bañaba en luz ardiente, fogosa, llameante, luminosa, blanca, radiante... Me sentí doblemente penetrada y aún recuerdo aquella como mi primera doble penetración, de carne y luz, de sexo y fuego, de músculo y energía... y Carlo empezó a correrse salvajemente dentro de mi sexo y me corrí... me corrí, me corrí, y me volví a correr y el Apolo llameante volvió a aparecer en mi mente follándome sin piedad y eyaculando semen incandescente y protuberancias solares, llamaradas seminales dentro de mi y sobre mis tetas mi piel mi boca, en mi culo y en mi coño en mis ingles y en mis cabellos, en mi cara en mi frente en mi nuca, toda yo llena de esperma solar la luz era semen luminoso que me baño entera y creí sumergirme en la eyaculación de mis dos amantes... y caí rendida antes el orgasmo más esotérico que jamás tuve.

Desayunando se lo expliqué a Carlo. Él lo entendió y alucinó conmigo, el verano siguiente tomé el sol más que nunca, me puse morena como nunca y sólo ver el Sol me excitaba, me calentaba y mis hormonas se volvían locas. Fue mi primer trío, que no el último, pero si el más especial, lo repetimos y una vez Carlo me pidió un trío menos luminoso pero semejante, aunque con un ente femenino: La Luna.

Pero eso, es otra historia, si queréis, algún día la compartiremos.

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