UN ANGEL DE MANOS SUAVES mis relatos porno

Autor: traduttoretraidore | 09-Jul

Heterosexuales

Otro día terrible en el hospital, dopado con morfina. Me quedaba mirando las paredes en blanco, incapaz de comprender el proceso de la locura y dolor que me rodeaba, cambios constantes de temperamento, a punto de estallar en llanto, desconsolado y sintiéndome como un miserable. Quería llorar y ahogarme en un océano de lágrimas que sin importar cuan profundo era, no ahogaría mis penas.

La único bueno ese día, lo que mas me gustó, fue la visita de una sorprendente, tremenda mujerzota: la fisioterapeuta. Su nombre era Natalia, una criatura morena, alta, espectacular, de cabello castaño, y ojos de color café. Estos parecían cavernas de tranquilidad, lagunas en las cuales uno se perdía, sumergido en sus cuencas, de mirada fija, muy fina, que me dejaban la mente nublada, monótona, como si estuvieran explorando cada parte de mi con aquel resplandor.

Su boca? tan provocativa y llena, completa, uno disfrutaba el rosado exótico brillante de la lengua de coral que salía de su boca con movimientos sensuales que ella no notaba,   inconsciente del efecto que todo aquello causaba en mi. Sus senos parecían tener vida, enérgicos y firmes; cuando ella estrechaba la mano para mostrarme algún ejercicio en particular, la túnica se le levantaba del pecho y los senos se mostraban, como sensibles esperando a que yo los tocara. No eran los calmantes que tomaba, ni los músculos cansados de mis piernas lo que me hacían sentir tembloroso, vacilante, sin equilibrio, cuando me ponía de pie: era el espectáculo frente a mi de esta dulzura de mujer de tan buen trasero.

Yo transcurría gran parte de mi tiempo devorándome a Juana con mi mirada, sus movimientos eran furtivos, como secretos, clandestinos, que no se notaban. Me masturbaba pensando en ella, esperando a que llegara la cita con ella, o tuviera la sesión con este hembrón, y oler su dulce perfume que duraba bastante tiempo en la habitación pare recordarme aquel suave sabor a mujer.

Siempre cuando terminábamos los ejercicios, y ella salía de la habitación, yo me transformaba en algo así como un paranoico, lleno de cosas absurdas, ilógico, me sentía como un miserable deprimido, desgraciado, pero al mismo tiempo disfrutaba, era feliz, al mismo tiempo me sentía un desgraciado miserable porque ella ya no estaba en mi habitación, aquel angelito lleno de luz. Cuando ella estaba en la sala yo me sentía muy contento porque aprovechaba para emborracharme, beber su presencia, y ya comenzaba   a contar, calcular cuando volvería a verla.

Sin embargo a medida que pasaba el tiempo, me preocupaba cada vez mas. ¿Sería posible que se enterara de lo que me pasaba, la profundidad de mis sentimientos hacia ella? Me daba vergüenza de que ya lo supiera, o en caso de que lo supiera, no se comparecería de mi este bello ángel?

Todo esto era abominable y yo cada día estaba peor.

La culpa la tenían mis profundos sentimientos hacia Natalia, una abominación, y mientras yo estaba mas afectado por la culpa por mis sentimientos tan profundos por ella, me volvía cada vez mas distante, absorto, mas reservado, callado y serio. Ya no le robaba miradas al ágil, flexible y elástico cuello de esta alta morena de ojos color café. También me fijaba en las inclinadas subidas y bajadas de sus grandes senos como torrente en el mes de otoño. En ciertos momentos cuando no podía estar cerca de Natalia,   me sentía como un sucio, avergonzado y vil hombre: sentía que yo no era nadie.

Desposeído al arrebatarme (tal vez yo mismo creaba esta situación) el único remedio para salir de este purgatorio fantasmal, lleno de ansiedad, mi tensión aumentaba silenciosamente, me producía una melodía que me atormentaba, me volvía mas y mas pesimista, infeliz.

Jalé, corrí las cortinas para tener aunque fuera la ilusión falsa de alguna dignidad, y silenciosamente lloré, hasta que aquellos sentimientos que habían durado tanto tiempo en mi mente de repente salieron, todos de repente.

Me enterré dentro de la almohada y jalé las cobijas para taparme la cabeza decidido a esconderme del mundo. Tan perdido estaba en mi propia desgracia que no oí cuando la puerta de la habitación se abrió silenciosamente, suavemente, y fue entonces cuando sentí una mano suave, dura y tierna descansando, como posada sobre mi antebrazo, y me pude dar cuenta de que alguien había entrado a la habitación.

Olí el perfume y me di cuenta que era la morena Natalia; esto solo contribuyó a ponerme peor, haciendo que yo me diera la vuelta sobre mi cadera, tratando de ocultarme para que no me viera. Pero ella retiró la sabana, la jaló con fuerza quitándomela de las manos, y luego se inclinó sobre mi, para colocar una sola mano sobre mi mejilla suavemente, acariciándome. Primero me besó suavemente en la frente, luego se movió hacia mis ojos, besando las lágrimas, para quitármelas de los ojos. En este momento me encontraba totalmente paralizado, como si estuviera en medio de un sueño, pero no era así.

Abrí los ojos y la vi: una persona muy alta, enorme, de pelo castaño inclinada sobre mi, sonriendo, y buscándome con unos ojos café, revisando y leyendo todas las fibras de mi ser, mirando dentro de mi alma, mi mente. Todo este tiempo estuvo tocándome, acariciándome la mejilla, desordenándome el cabello. Tomó mi mano y la colocó sobre su seno derecho, y apenas podía yo respirar con dificultad por lo increíblemente blando, suave que era. Mi mano lo recorrió todo alrededor, sintiendo sus elásticas, sinuosas y tortuosas tetas, como delicada blandura debajo de mi mano. La sangre me llegaba a la cara, a las bolas, el huevo, y el miembro constantemente creciendo, lentamente apretándose, doblado por su propio peso.

"¡Natalia? yo? yo?!!" comencé a tartamudear.

"Marcos", dijo. "¿Crees que yo soy ciega? Me doy cuenta de la forma como te pones cuando entro a la habitación y la forma como me miras cuando camino y cuando salgo. Veo como te pones rojo, y lo tenso que te pones cuando te toco."

Pude sentir el constante latir de su corazón y como se aceleraba cuando le recorrí los senos, colocándomelos en una mano y luego llevando mi mano a su mejilla. Se notaba que estaba llena de deseo, el cual sin compasión se igualaba al mío. Natalia se soltó los botones del uniforme de enfermera, y me dejó echar una mirada al blanco brasiere debajo del uniforme, un tesoro que me invitaba a disfrutar. Ella sonrió con picardía, morbosa, y con un simple movimiento, se quitó la túnica y el brasiere de una sola vez.

Con las tetas expuestas al aire, no perdía tiempo en devorármelas, mamándolas, apretándolas, gemía, las manipulaba, las restregaba con las manos, todo el tiempo con sus blancas manos pasándomelas por el cabello, me lo recogía, lo raspaba, frotaba, arañaba, y de mi garganta salían urgentes pequeños gemidos, imperativos. Ella me echó la cabeza hacia arriba con un movimiento salvaje, y sin un momento de indecisión, se apresuró a bajar y se embutió mi boca dentro de la de ella. Podía sentir el beso lento, indeciso, y luego creció, emergió en algo mas apasionado, pude sentir su lengua como exploraba mi boca haciendo contacto con la mía, empujando, metiéndose, estimulando y probando mi boca.

No dejó que yo le quitara los pantalones, y el lugar de eso llegó hasta la parte de debajo de la cama y suavemente me quitó la bata que usan los pacientes, quedando completamente desnudo frente a ella. Esta vulnerabilidad total solo sirvió para aumentar mis pasiones, mi deseo, ponerme mas excitado, y pude sentir como mi miembro temblaba visiblemente parado al aire libre. Con una mirada de deseo en la cara de Natalia, la personificación, el epíteto o imagen de todo lo que sentía por mi, se inclinó sobre mi, y derecho hacia su boca mi pene entró dentro de su deseosa, blanda boca como elástica y flexible, pude sentir su lengua recorriendo a lo largo del palo, lamiendo, acariciándome, probándome y mamándomelo.   Su boca hacía un recorrido hacia arriba y hacia abajo, a lo largo de aquel duro miembro haciendo cosas mágicas sobre la sensible piel.

No pude evitar, no pude ahogar el sonido que hice al tratar de respirar, tomar aire cuando se lo metió mas y mas profundamente en su boca, hasta que se hubo tragado completamente mi miembro dentro de la boca, y pude sentir de verdad las contracciones y palpitaciones de su garganta, cuando se lo tragó todo, con mi huevo dentro de aquella boca de algodón y terciopelo. Sentí como si todas mis preocupaciones y todos los problemas del mundo se alejaban de mi, desapareciendo, al acercarse mas y mas el dulce sabor del inevitable orgasmo.

Cerré los ojos, saboreando cada extraordinario y maravilloso segundo, revelado con toda la fuerza del placer que yo estaba experimentando, hasta que sentí su mano suavemente empujándome la rodilla. Me senté y miré hacia abajo, pero ella no se detenía, simplemente quería verme la cara mientas me practicaba aquel culliningus. La morena Natalia me miró dando muestras de absoluta sumisión y amor, sin detenerse un momento, ni interrumpir el paso, el ritmo constante que mantenía con tanta mamazón de huevo desde el propio comienzo.   

Delicadamente y con mucha precaución coloqué una mano sobre su cabeza para ayudarla y guiarla al mover la cabeza hacia arriba y hacia abajo, pero ella me agarro ambas manos y las colocó firmes en sus dos mejillas.

"Natalia"? le dije. Ela me miró, la preocupación ensombrecía su bella cara. "Marcos" dijo, sacándose de la boca la polla mojada y saturada de saliva: "¿Te estoy lastimando? ¿Soy demasiada brusca?"

Aquella ansiedad o preocupación, pura, hizo que me doliera mas y lentamente moví la cabeza afirmativamente.

"Natalia"? comencé a decir inseguro:

"¿Si, dime, Marcos?"

"Puedo? Ummm?"

Hice un débil y delicado gesto hacia sus pantalones, los cuales ella todavía tenía puestos. Esto provocó en ella un pequeño temblor y vibración, y con su risa de niña, y se los quitó. Luego siguieron sus blancas pantaletas de algodón, las cuales salieron al mismo tiempo con el pantalón. No podía estar mas maravillado, como hechizado y embriagado por la fabulosa y dulce perla rosada al comienzo de su vagina la cual trató de taparse con una mano indiferente sin ninguna prisa, y fue ahora ella quien se puso roja por la vergüenza. Las únicas palabras que pude articular fueron débiles y torpes: "Eres bonita."

Mas vacilante esta vez, y dejó caer su mano, permitiéndome explorar su cuca, la cual parecía una rosa abierta, allí, en toda su gloria y esplendor. Metí un dedo, luego dos, dentro de la vagina, sintiendo como los labios menores de aquella cuca se apretaban alrededor de mis deditos, y lentamente los comencé a girar y mover hacia delante y hacia atrás. Me encantaba el calor que salía de allí, así como también la suave alfombra de bello púbico de la cuca de Natalia, por lo que me llevé los dedos a la boca para probar. El olor y sabor eran muy deliciosos, pude oler la dulce esencia aromática, y me di cuenta de que ya deseaba ponerme a beber urgentemente sin parar las aguas de aquel sorprendente y maravilloso oasis situado entre sus piernas. Me eché hacia delante y comencé a darle golpecitos con la lengua en la cuca, bebiéndome todas sus secreciones, probándola, sintiéndola, disfrutando el dulce sabor de aquella mujer, y perdiéndome dentro de ella, mi bella Natalia, la única a quien tenía, mi redentora, mi ángel.

%%%%%%%

Finalmente me detuve, y empujé mi tembloroso y adolorido miembro dentro de ella, bien adentro de la concha húmeda de Natalia: la pude penetrar como yo quería. Decidido a hacerle el amor, a amarla al mismo tiempo, le susurraba todo el tiempo al oído lo mucho que la quería, saboreando el sabor de su dulce panocha, el tono y los finos rasgos de su boca, de su boca, dándole palo sin compasión, sin parar, porque yo ardía de deseo, apetito y codicia por aquella mujer.

Nos movíamos, nos arañábamos, como maullando y gimiendo desesperadamente, luchando por contener nuestros orgasmos, y por fin cedimos al dulce sabor, sin poderlo evitar porque éramos dos seres débiles entregados, poco a poco se acercaba el orgasmo, y en ese momento nuestras piernas ansiosas y nerviosas comenzaron a doblarse torpemente como un arco, y ella dijo: "Marcos? para, para, ya no mas."

Le di unos cuantos empujes mas y se lo saqué.

Antes de que pudiera articular palabra, ella se puso de rodillas, colocó su cara directamente frente a mi pene, y comenzó lentamente y en forma seguida a masajearlo.

"Natalia? ¿Estás segura, no quieres mas?" le dije.

Ella solo levantó la cabeza y dijo: "Si, estoy segura."

Continuó masajeándome el miembro, y pude sentir como llegaba al máximo; no pude contenerme mas. Intenté decirle algo pero no pude, las palabras no se podían formar en mi boca y en lugar de esto, salían de mi gemidos guturales como de animal provenientes de mi garganta cuando le disparé toda la eyaculación, un tremendo chorro de leche. Esta cayó sobre mi amada quedando bañada de semen como una alfombra con perlas blancas. La leche le cubría el cabello, los ojos, la cara y los senos, mientras tanto no me quitaba los ojos de encima y con una gran sonrisa en su cara dijo:

"Te amos, Marcos", dijo.

FIN

Angel with gentle hands

Tags: physios, hospital, health care, massage,

For the lady who meant so much

Yet another horrible day in hospital, doped up on morphine, staring at the blank walls, unable to comprehend or process the madness and pain around me, constant mood swings, ready to burst into tears, to sob a wretched ocean of tears that no matter how deep would not drown my sins. The only highlight to my day, was a visit from the stunning physiotherapist Jenny, a petite and gorgeous creature with golden fair hair, and eyes of luminous blue. Her eyes, were like a tranquil grotto or lagoon in which I could lose myself, drown myself in her eyes, staring, staring, boring through me, knowing every part of me with those luminous eyes.

Her mouth......so inviting and full, the exotic delight of the bright pink coral of her tongue darting out in a sensual and unconscious movement, so totally oblivious to her effect on me. Her breasts were pert and firm, when she stretched to show me a particular exercise, her tunic would ride up her chest and her breasts would jut out, as if just waiting for my aching touch. It wasnt the painkillers, or the wasted muscles in my legs that made me unsteady on my feet, but rather, this vision of splendid delight. I spent a great deal time devoted to Jenny, in surreptitious moments, masturbating about her, waiting till her appointment came and went, so I could still smell the soap and jasmine off her, her sweet perfume a gentle and lingering reminder of her womanhood.

Whenever she finished the exercises, and left my room, i became nothing more than a paradox, both miserable and delighted at the same time, miserable that the one shining glory in my room was gone, delighted that not only could I revel in her presence, but also that I could start counting down the time till I saw her again.

As the time went on however, I became more and more worried that she knew the depths of my feelings. I was ashamed in case she knew, or found out, a lumbering, trollish brute, with no redeeming features lusting after this gentle angel of mercy? It was an abomination, and as I became more guilt-ridden with the depths of my feelings, I became more distant, more reserved and stiff. I no longer stole glances at the supple stretch of her neck, the steady rise and fall of her breasts, like the tide in the fall. In time, I couldn't bear to be around her, and instead felt dirty, ashamed and vile.

Deprived (self-inflicted as it maybe) of the sole salvation in this ghastly purgatory and with the creeping stresses and horrors increasing their haunting melody on me, I became more and more despondent. Having drawn the curtains over so as to at least give me the illusion of some dignity, I silently cried, until the feelings that been lingering for so long in my mind came rushing to the surface all at once.

I buried myself in my pillow and pulled the sheet over my head determined to hide myself away from the world. So lost was I in my own misery that I didn't hear the door to my room gently opening, and it was only when i felt a gentle, firm and tender hand resting on my forearm that I realized someone was in the room. I smelt the perfume and knew it was Jenny, and this only made me worse, making me turn sharply on my hip, looking to shield myself away from her. Now withdrawing the sheet away from me, pulling it away firmly from my hands, she then leant over me, and placing one hand on my cheek gently caressing it, she first softly kissed my forehead, and then moved down to my eyes, kissing my tears away.

I was now in a state of absolute paralysis, expecting myself to be in a dream. But I wasnt.

I opened my eyes, and saw her towering over me, smiling, and searching me with her eyes, scanning and reading every fibre of my being, gazing into my soul, my mind. All this time she gently shushed me, caressing my cheek, ruffling my hair. She took my hand and placed it her on right breast, and I could only gasp at just how unbelievably soft it was. I traced the contours of it with my hand, feeling its supple softness underneath my hand, all the while feeling the blood rush to both my face and my groin, with my ever increasing member slowly buckling under its own weight.

"Jenny....i...i..." I stammered.

"Tony she said, do you think Im blind? I see the way you light up when i walk in the room, and the way you follow my walk as I go away. I see how you blush when I talk you, and I know how much you tense when I touch you."

I could feel the steady thump of her heart and how it quickened as I traced her breast, cupping it in one hand and this time touching her cheek, and I could sense her desire, whether out of lust or compassion, matched my own. She loosened the buttons of her NHS uniform, and allowed me a glimpse of the white bra underneath, a prize so inviting. She smiled impishly at this moment, and with a single fluid motion, removed the tunic and her bra in one.

With her breasts so exposed, I wasted no time in devouring them, sucking, grasping, groaning, kneading them in my hands, and all the while her hands are combing through my hair, raking through them, and small, urgent groans and grunts rising from her throat. she jerked my head up with one savage movement, and without a moments hesitation, darted down and swallowed my mouth into hers. I could the kiss first starting slow and hesitant, and blossoming into something much more passionate, I could feel her tongue exploring my mouth, making contact with mines, nudging, prodding and tasting my mouth.

She refused to take off her trousers, instead moving down to the bottom of the bed and gently pulling my hospital gown off me, leaving me exposed and naked before her. This total vulnerability only served to heighten my feelings further, and I could feel my member visibly throbbing in the air. With a look of longing that was the embodiment of all that i felt, she leaned over and took me straight into her mouth, and as my penis entered her soft, pliant and willing mouth, i could feel her tongue running up and down the shaft of my penis, licking and caressing me, tasting me and sucking me, running her mouth up and down that wonderful tightness ever magical on my sensitive skin.

I could not stifle a gasp as she took me deeper and deeper still in her mouth, until she had swallowed my entire member in her mouth, and I could actually feel the contractions and palpations of her throat, as she deep throated me taking my member into her silken and velvet mouth. I could feel all the worries and troubles of the world deserting me, floating away, instead now replaced with the ever rising and sweet feel of an inevitable orgasm.

I closed my eyes, savoring every wondrous second, reveling in the undiluted pleasure I was experiencing, until I felt her hand ever so gently poking my knee. I sat up and looked down, but she hadn't stopped, she simply wanted to see my face as she fellated me, and looked up at me in a sign of utter submission and love, not once breaking the pleasurable tempo she had established. I gingerly placed a hand on her head to guide her bobbing, she instead took both my hands and placed them square on both of her cheeks.

"Jenny"....I said....she looked up, concern clouding her pretty face. "Tony she said, extracting my now sodden member from her mouth, am I hurting you? am I too rough?"

That concern, that pure and undiluted, genuine concern make me ache even more, and I shook my head.

"Jenny"...I started hesitantly....

"yes Tony?"

"Can I...um...."

I made a feeble gesture towards her trousers, which she had still kept on. She gave a trilling, girlish laugh and slid them off, taking her white cotton panties off at the same time. I could only start at wonder at the gorgeous sweet pink pearl of her vagina, which she initially tried to conceal with one tepid hand, and now it was her turn to blush.

All I could muster was a feeble "your beautiful".

She giggled...more hesitantly this time, and let her hand drop, allowing me to explore her rose in all its glory. I inserted one finger, then two, into her vagina, feeling her lips tighten around my digits, and slowly rocked them backwards and forwards. I loved the heat that came from her vagina, as well as the soft carpet of her pubic hair, and i brought my fingers to my mouth and tasted her. Her taste and scent was so very musky, I could smell her sweet aroma, and I knew that I wanted to drink long and hard from that wondrous oasis between her legs. I nudged myself forward, and began to lap away at her vagina, drinking in her secretions, tasting her, feeling her, enjoying the sweet taste of her, and losing myself to her, my Jenny, my one and only, my redeemer, my angel.

Eventually I stopped, and pushed my throbbing and aching member into her, and with one gentle push, I was inside her, actually inside her, penetrating her, and loving her in equal measure, whispering all the while how much I loved her in her ear, savouring the taste of her sweat, exploring the nuances of her mouth with my tongue, ploughing her mercilessly, relentless in my burning desire.

We rocked together, clawing, mewling and grunting, desperately fighting to contain our orgasms, and eventually giving in to the sweet spice, that rising powerlessness, as our legs buckled and strained. I was near to climax, when she said,

"Tony.....stop."

I gave her a few more jabs, and withdrew.

Before I could even utter a word, she dropped to her knees, placed her face directly in front of my penis, and began to slowly although steadily increasing her spped, massage it.

"Jenny.....are you sure?" I said.

She just beamed up at me.

"Yes Im sure".

She continued to massage my member, and i could feel my self reaching the greatest heights, until I could no longer contain it. I tried to speak but couldnt, words would not form in my mouth, instead, animalistic and guttural grunts escaping my throat as my ejaculate shot out, spraying my beloved in a pearly blanket of semen, covering her hair, her eyes, her face and breasts, all the while she stared at me with the biggest smile on her face.

"I love you Tony." said Jenny.

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