Piso 9 departamento D
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Parte 1 de 2
El destino, mi curiosidad, el deseo, lo prohibido me llevarían a pasar las puertas de ese departamento
Con Axel, mi esposo, hacía algún tiempo que nos rondaba por la cabeza la idea de mudarnos al centro de la ciudad. Después de siete almanaques de convivencia de pareja en los límites de la ciudad, convenimos que en ese momento necesitábamos cambiar de aire
Cierto, tendríamos mucho que perder, la tranquilidad de vivir casi en un descampado, en una amplia casa con enormes jardines por detrás y por delante, donde nada pasa, pero, por otro lado, todo quedaba lejos, su empleo, el mío, y todos eran problemas más problemas, los principales sanatorios estaban en el centro, las principales tiendas estaban en el centro, los principales mercados estaban en el centro, los principales centros nocturnos estaban en el centro, y todos los trámites burocráticos se hacían en el centro, y preferimos cambiar un poco de la eterna paz por tener todo al alcance de la mano
No fue fácil dar con el sitio indicado, por el precio del alquiler de la enorme casona en la que estábamos, apenas nos alcanzaba para un mísero dos ambientes en el corazón de la city, pero estábamos decididos al cambio, al menos en ese instante de nuestras vidas.
Deambulamos por varias inmobiliarias, hablamos con conocidos, buscamos referencias y fuimos por un sitio y por otro, y después de tachar y tachar alternativas nos inclinamos por el departamento de la esquina de Solanas y Constitución, era un emprendimiento nuevo y las unidades recién empezaban a ofrecerse en alquiler.
En el piso ocho había cuatro opciones, fuimos por el A, que era el de mayor tamaño y mejores comodidades, pero lamentablemente no podíamos costear el importe requerido, por lo que nos conformamos con el D, que era más pequeño y daba a un lateral. Pero no podíamos quejarnos, levantado justo sobre la Avenida Constitución, donde estaban las mejores galerías comerciales y donde el verde de los árboles del cantero central daban un toque envidiable a naturaleza, a dos cuadras del parque Ortigoza, famoso por sus dimensiones, sitio para distenderse y hacer ejercicios, y a cinco cuadras de la 12 de Agosto, la calle donde estaban todos los bancos
Solo diez minutos a pie nos separaban de la compañía de seguros donde trabajaba Axel, y apenas un poco más lejos el estudio de abogacía donde yo lo hacía por las mañanas a media jornada
Además, el piso ocho daba una excelente vista por sus ventanales hacia dos puntos cardinales, y me sentía plena para poder estudiar en casa cada tarde, con la idea de terminar en breve mi carrera de abogacía que más de una vez había pausado
Todo fue de maravillas en un principio, aunque el sitio fuera pequeño el corazón era grande y poco a poco como habíamos llegado nosotros, empezaron a llegar familias que fueron ocupando los espacios vacíos.
Ocho meses después empezarían los problemas, cuando supimos de que el departamento D del piso 9 había sido arrendado, y nos enteramos de la peor manera por, los ruidos, gritos y gemidos que venían desde nuestro techo
Era muy loco, demasiado, era constante, parecía no tener descanso, cuando menos los esperábamos, parecía haber una fiesta continúa, sin control, y algunas veces a Axel y a mi nos sería como afrodisíaco, porque ciertamente, a veces uno no podíamos abstraernos a los vaivenes de una cama chirriante, o unos gemidos de placer, o a palabras obscenas, situaciones que nos calentaban y nos llevaban a nosotros mismos a amarnos sin haberlo planeado
Pero en la mayoría de las veces, era un problema, había horas en las que queríamos dormir, otras en la que quería estudiar, otras era solo ver la tv, o tal vez solo hablar, y todo el volcán que nos caía del departamento superior nos sacaba de eje
Una tarde Axel se cansó y fue a hablar con nuestros vecinos, volvió tiempo después y para mi sorpresa, me dijo que no era una pareja, era solo un joven treintañero que evidentemente tenía muchas novias de ocasión, que habían tenido una charla y había parecido entender.
Las cosas mejoraron en un primer momento, solo en un primer momento
Una mañana como todas, casual, Axel y yo íbamos a nuestros respectivos empleos, solíamos desayunar y bajar juntos por el ascensor y despedirnos a mitad camino, cuando nuestros destinos se bifurcaban.
Esa mañana, el abrir la puerta del ascensor un joven venía bajando desde el piso superior, le di no más de veinte años, aunque tuviera un cuerpo trabajado en gimnasio y unos tatuajes llamativos asomando por la remera de tonos claros que cubría su torso, no pude evitar esa situación de atracción hacia el sexo opuesto, es que era muy rico y mis fosas nasales se llenaron de un perfume áspero que había invadido el recinto, nos saludamos con un leve ‘buenos días’ y bajamos piso a piso hasta planta baja, salimos por delante y él se quedó cerrando las puertas.
Axel, luego me diría,
Ese es tu vecinito del 9no D, el gran cogedor del edificio
No le respondí, puesto que ahora si entendía porque tantos ruidos desde el piso superior, si me había entrado por los ojos, solo que mi esposo le daba treinta, y me di cuenta de que estaba equivocado.
Dos días después, por la tarde, trataba de estudiar una de mis materias, pero nuevamente los gemidos, gritos, y ruidos del piso superior me sacaron de eje, un poco porque me excitaba y un poco porque me molestaba, pero si bien me daba locas ideas de masturbarme, la situación de no poder concentrarme en mis estudios me ponía de mal humor.
Decidida subí la escalera que separaba su piso del mío, di unos puñetazos en la puerta, sentí que bajaban el volumen de la música y poco después él abría apoyándose sobre la misma
Hola vecina! vienes a la fiesta?
El muchacho estaba con una bata de seda negra abierta por el frente, me dejaba ver todo su enorme pecho, su vientre plano como una tabla y su ropa interior ajustada marcándole un bulto llamativo, sin pudor, sin vergüenza, por detrás noté tres chicas muy ligeras de ropas jugueteando entre ellas, desentendidas de todo, y era como que yo hubiera interrumpido una orgía, no podía creer lo que veía entonces él avanzó
Vamos! donde comen tres comen cuatro, o tienes miedo a tu maridito?
Retomé el control, y le dije a viva voz que ya no molestara, que en ese edificio había familias decentes y que no era solo un puterío, que lo denunciaría a la policía y no sé cuántas cosas más. No escuché su respuesta, no me interesaba, solo di la vuelta y volví a mi departamento
Fue raro, esa noche Axel y yo hicimos el amor, él me dio sexo oral, y mientras me chupaba la concha muy rico, sin querer, mi morbo, mi excitación, se iba hacia lo que había visto esa tarde, esas chicas, la masculinidad de mi vecino, y solo imaginar si yo solo hubiera entrado para jugar entre todos, ansiaba escuchar ruidos en el piso superior, algún quejido, las patas de las camas, pero nada, el silencio más absoluto me obligaría a solo imaginar la situación para llegar a un rico orgasmo.
Al día siguiente, por la tarde, alguien tocaría a mi puerta, para mi sorpresa, el vecino estaba al otro lado, me dijo algo como
Buenas tardes, vengo a disculparme por lo de ayer, me porté como un tonto, no es excusa, pero soy joven y a veces las cosas se me van de las manos…
Mientras decía eso, me dejaba un pack de latas de cerveza, seis latas, dijo que para que las compartiera con mi esposo, como acto de buena fe, algo propio de un chiquilín, y siguió
Por cierto… me llamo Alcides, ja ja! mis padres debieron estar ebrios el día que eligieron mi nombre, podes llamarme ‘vikingo’, así me conocen todos… por cierto, tu nombre es…?
Rosa, – respondí – y por cierto yo también odio mi nombre, pero es lo que hay…
Cruzamos unas palabras antes de despedirnos, dejé el pack en la heladera y solo seguí mi día
Era raro, no iba a contarle a Axel, él era muy celoso y más cosas iban pasando, más cosas debería narrarle, y la situación de mi nuevo vecino me llevaba al campo de la intriga, de lo oscuro, de lo prohibido
Repensé las cosas, saqué el pack de cervezas de la heladera y lo escondí entre mis cosas antes que volviera mi esposo, no quería explicar cosas que pudieran mal entenderse
Por la noche, nuevamente se sentiría el constante chirrear de la cama del piso superior, Axel volvió a molestarse, pero yo estaba caliente con la situación, al fin de cuentas, en esta ocasión no era algo escandaloso, solo busque la forma de sacarle provecho y hacer el amor con él, imaginando por primera vez que estaba con ‘el vikingo’
A la tarde siguiente, en las horas en las que Axel no estaba en casa, subí nuevamente, él me atendió y devolviéndole el pack de cervezas le dejé entender que no podía aceptarlo, me invitó a pasar, y caí en la trampa.
Sacó otras latas de cervezas frías del refrigerador y empezamos a charlar, le conté de mi vida, él tenía veintitrés, sus padres vivían en el sur, eran petroleros y estaban llenos de dinero, me dijo que le pagaban todos los gustos y en teoría estaba en la gran ciudad para estudiar, pero en verdad el solo se daba la gran vida y lo disfrutaría mientras pudiera hacerlo, lo suyo era solo autos, bebidas y mujeres
Hablamos mucho, perdí noción del tiempo, a la primera lata le siguió otra y otra más, me reía como tonta y noté que me costaría ponerme de pie, era suficiente, necesitaba pasar al baño
Sabía dónde estaba, su departamento era espejo al mío, solo un piso por arriba, me llamaría la atención que en el ante baño, tenía una enorme pizarra negra como decorando el lugar, con unos treinta nombres de mujeres escritos en mano alzada, en blanco.
Después de orinar e higienizarme, al salir, me quedé leyendo los nombres, él lo advirtió y antes que yo preguntara me dijo
No te rías, soy un poco egocéntrico y narcisista, cada vez que una chica pasa por mi cama deja su nombre estampado en el recuadro
Yo seguía leyendo cuando él dijo
Me pregunto si alguna vez dirá ‘Rosa’, si te fijas, ese nombre aún no está…
Ma sentí fatal, entre lo correcto y lo prohibido, él estaba a mis espaladas, sentí sus manos en mi cintura, luego sus pulgares meterse a los lados de la falda, y empezar a bajar, enganchando en el camino los elásticos de mi ropa interior y antes que pudiera contestar me había desnudado de la cintura hacia abajo, me llevó al mismo sillón en el que habíamos bebido y solo me desparramó sobre él con las piernas abiertas
Pará! – le dije – cerra las ventanas, o las cortinas!
Por qué? – respondió – así es más sexi
Diablos, esos ventanales daban a los edificios contiguos y era todo muy porno a la luz del día, pero el vikingo ya estaba entre mis piernas, con su boca pegada a mi conchita, lamiéndome los labios, él clítoris, acariciando mi pubis yo solo me retorcía en placer, me apretaba las tetas por sobre la ropa, me mordía los labios y mi mirada perdida se iba hacia los ventanales linderos, imaginando los extraños que pudieran estar observando la situación más morbosa de mi vida, porque estaba toda abierta sobre ese sillón, ese joven que me estaba enloqueciendo y me sentí una más en su mundo, un trofeo más en su vitrina, y no me importó, no me molestó ser una putita más de las que seguro pasaban diario por ahí, él seguía enloqueciéndome metiendo dos dedos en mi conchita, acariciando con fuerza mi esfínter, hasta que no pude más y grité a los cuatro vientos mi placer
Después de mi orgasmo, subió un poco, desnudó mis pechos y como un niño empezó a jugar con ellos, lamiéndolos y chupándolos, entonces me dijo
¡Son enormes! que hermosas tetas que tenes!!!
Se suponía que iba a cogerme, pero él solo terminó el juego de repente, me dijo que no era el momento, ni lo que él quería, eso me desubicó un poco, hasta me sentí rechazada, tal vez porque yo ya tuviera treinta y seis, tal vez era vieja para él, tal vez no pudiera competir en belleza con las chicas que a diario pasaban por su cama, pero él siguió
Esto debe ser excitante para ambos, aun no conoces mi cama, por lo que aún no eres digna de colocar tu nombre en el recuadro, pero yo sé que viniste ahora porque tu marido no está y eso te da tranquilidad, pero al igual que los ventanales, abiertos o cerrados, hacen la diferencia
Entonces? – respondí – cual es el plan?
CONTINUARA
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